Marcello Mafia - Portada del libro

Marcello Mafia

Belle Dowson

Una promesa de plumas

HAYLEY

Hayley observaba cómo todas las chicas, al igual que Ava, se cambiaban de ropa. Se las había arreglado para no pensar en que había estado bebiendo durante el día con el señor Marcello. Había intentado olvidar el ruido de los disparos de los hombres que él había matado.

Una llamada a la puerta provocó un pequeño revuelo, pero ninguna de ellas se apresuró en ocultar su pudor. Hayley miró la puerta a través de su espejo mientras terminaba de pintarse los labios.

Fue Ava a abrirla y se encontró con un hombre trajeado que sostenía un enorme ramo de rosas en un jarrón de cristal.

—Hayley. —Ava se acercó a Hayley, que se giró en su taburete acolchado sin respaldo para mirar a Ava y a las flores.

Las cogió mientras Ava tomaba asiento en el tocador junto al de Hayley. Su amiga parecía más intrigada que ella por saber de quién eran las flores, e incluso algunas de las otras chicas se detuvieron a mirar el enorme despliegue.

No era raro que una chica del Veneciano recibiera regalos; de hecho, era normal que los chicos las agasajaran. Sin embargo, esto era común para las chicas que llevaban pluma, las que hacían cosas para que los chicos se sintieran agradecidos. Hayley no recibía flores.

Se decidió a mirar el sobre blanco con su nombre escrito en caligrafía dorada en la parte de delante. Colocó el jarrón en su tocador y abrió la tarjeta.

«Hayley,

Siento lo de antes, no deberías haber presenciado lo que pasó en la partida de póker. Que sepas que te respeto, con eso de que hasta que no te pongas una pluma nadie te va a tocar.

Tuyo,

Luca Marcello»

El corazón de Hayley se aceleró. La nota era sencilla y muy formal, pero hizo que su corazón latiera como un tambor. Se trataba de un hombre que, en su opinión, nunca pedía perdón, y el respeto era algo que exigía, no que repartía.

—¿De quién son? —preguntó Ava mientras se peinaba los rizos rubios, lo que le hacía tener unas ondas glamurosas; después se colocó la máscara de plumas rojas.

Hayley colocó la nota en el bolsillo oculto de su corsé junto a su fiel navaja y se quedó mirando las impresionantes flores. Ava se quedó mirando a su amiga.

—Luca Marcello. Son un agradecimiento por haber sido su camarera antes —mintió Hayley.

La boca de Ava cayó al suelo junto con la de un par de chicas más, incluida Arianna, que miró mal a Hayley y a las rosas.

—¿Luca te ha traído esto? ¿te lo has follado? —preguntó Ava, y Hayley negó con la cabeza, sonriendo un poco por la situación.

Pero le afectó pensar en lo cerca que estuvo de dejar que la besara, lo cual era un gran paso para Hayley.

Arianna bullía de celos: llevaba dos años teniendo a Luca Marcello comiendo de su mano. Sin embargo, nunca le había enviado flores..

Arianna pensó que nunca se la follaría; pensaba que Hayley era una frígida. Con un movimiento, Arianna se levantó las tetas ajustándolas en el sujetador de encaje negro y salió del camerino para prepararse para su primer turno de la noche.

Hayley se colocó la máscara sobre los ojos y se ajustó el corsé antes de ir a la barra.

Ben ya estaba sirviendo; el local estaba a pleno rendimiento. Ava ocupó su lugar en el podio de la barra y comenzó a bailar.

A Hayley le encantaba que el local estuviera lleno y esta noche era una locura: parecía que todo el hampa de Nueva York estaba en el Veneciano.

Todavía no se había fijado en él, pero él en ella sí.

LUCA

Observó cómo sonreía a los clientes: tenía un aspecto magnífico para una chica que había hecho un turno doble y había bebido un poco durante la mañana. Se rió al recordar que ella creía que la había envenenado.

—MalditoJackson. —Nic resopló a su lado mientras colgaba el teléfono y se ponía al lado de Luca.

Luca miró a su primo, que sabía que acabaría contándole el problema.

—De nuevo, Jackson no dijo nada —explicó Nic.

Luca gruñó en voz baja, para sí mismo, al pensar en el hombre con el que Nic acababa de hablar y eso le cabreó.

Jackson era un gilipollas de Texas que le había jodido demasiadas veces. Ahora, tenía que recibir una lección. Una lección que Luca estaría muy feliz de enseñarle.

—¿Sabe él que fui yo quien hizo el recuento del envío y que tú eres el único contacto con Texas? —le preguntó a su primo con calma, mientras sus ojos observaban a la bella que le había hipnotizado.

Observó cómo ella servía las bebidas y se movía con fluidez detrás de la pequeña barra, y sus caderas se movían seductoramente al ritmo de la música que sonaba.

—No, no lo sabe —dijo Nic mientras se servía un vaso de whisky.

Luca se volvió para mirar a Nic. Pudo ver el brillo malévolo en sus ojos, una mirada que había tenido desde que era un niño.

—Ni siquiera sabe que soy tu primo de sangre —dijo Nic, antes de dar un sorbo a su bebida.

Esto hizo que Luca se riera entre dientes.

—¿Qué estás planeando? —preguntó Nic, sabiendo que lo que fuera lo que fuese, no sería algo agradable.

Luca volvió a mirar a Hayley. Mientras la observaba, vio como ella pasaba por delante de Ben, y se puso celoso al ver cómo le tocaba la espalda para poder llegar a la caja registradora. Resistirse a ella iba a ser lo más difícil que había tenido que hacer.

—Creo que deberíamos invitarle a una noche de casino —respondió Luca.

Era una petición que sonaba inocente, pero Nic sabía las connotaciones oscuras y mortales que había detrás de las palabras de Luca.

—Si tiene algo que ocultar, no aparecerá, o es demasiado estúpido y aparecerá de todos modos.

—Nos vendría bien hacer una fiesta en el casino, para expulsar a los socios desleales. —Nic se encogió de hombros y Luca asintió—. ¿Invitamos a los de siempre: policías, jueces y funcionarios del gobierno?

Luca asintió con un firme movimiento de cabeza. Sabía que podía confiarle la organización de todo.

Miró a Hayley, que por un segundo clavó sus ojos en los de él, y le sonrió antes de que un cliente le hiciera apartar su mirada.

—Que la temática de la fiesta sea ir de gángsters de la vieja escuela de los años 20. —Luca se rió, mientras se imaginaba a Hayley con uno de esos vestidos de flapper. Su mente empezó a divagar.

Frankie subió las escaleras; era evidente que acababa de tener una sesión privada con una de las encantadoras chicas pluma.

—¿Te has divertido, Frankie? —preguntó Luca, y Frankie soltó una sucia carcajada.

—Lo siento, jefe, sólo estaba dando a mi hombrecito un poco de cariño. Bueno, yo no lo hacía, pero Rebecca estaba feliz de ayudar. —Frankie se rió mientras sacaba un cigarrillo y lo encendía.

—¿Me he perdido mucho? —preguntó.

Luca le dijo a Nic que le contara lo que Frankie se había perdido, fue en busca de la persona que le llamaba la atención.

HAYLEY

Hayley pilló a Luca mirándola de vez en cuando mientras hablaba desde arriba con Nic, observando todo el club Veneciano

Era el descanso de Hayley y, como de costumbre, fue a su esquina de siempre, en una caja junto a la puerta de salida, que estaba abierta porque algunos miembros del personal habían salido a fumar.

—¿Te han gustado las flores?

Su voz profunda y suave la hizo levantarse de su sitio y mirarlo.

Se tomó un momento para admirarlo de verdad. Llevaba un traje, uno diferente al que había llevado anteriormente. Su pelo era elegante y espeso y su rostro era impresionante.

Se recordó a sí misma con firmeza que sólo era un diablo bien vestido con una cara bonita.

—Sí, gracias.

Hayley se sonrojó, y a Luca le provocó algo ver esa reacción en ella. ¿Qué le estaba haciendo?

—Pero no deberías haberlo hecho —dijo cuando él se acercó un poco más a ella. Su cabeza le decía que retrocediera, pero permaneció inmobil en el mismo sitio, congelada por su presencia.

—Quería hacerlo. —Se encogió de hombros, y ella se rió un poco lo que confundió un poco a Luca.

—¿Y Luca Marcello siempre consigue lo que quiere? —preguntó Hayley mientras ponía las manos en las caderas.

Luca se rió un poco, ella ya lo conocía muy bien.

—Siempre.

Su sonrisa era como la del diablo: era perversa, pero Hayley podía ver el encanto que había en él.

—¿Querías decir lo que habías escrito? —le preguntó mientras sacaba la nota que había enviado con las flores.

Luca se acercó a Hayley. La cogió y asintió con la cabeza antes de devolvérsela, rozando sus manos durante un segundo.

—No eres una chica pluma, no te tocaré. No hasta que te pongas una pluma. —Él dio un paso atrás y observó cómo ella suspiraba. Esto le sorprendió.

Él nunca pensó que ella quisiera algo con él; ¿cómo podía alguien tan puro querer algo con alguien como él? Pero podía sentir su deseo y eso le ilusionaba.

—La espera será larga… —admitió.

Asintió. Odiaba el hecho de no poder hacerle lo que deseaba hacer desesperadamente, pero no era una chica pluma, así que estaba fuera de su alcance.

—No suelo ser un hombre paciente, pero a veces el postre es más dulce cuando te lo tienes que ganar. —Resopló antes de darse la vuelta e irse, mientras Hayley miraba cómo se alejaba de ella.

Sentía que le sudaban las palmas de las manos y que el corazón se le encogía en el pecho, ¿en qué la había convertido este hombre?

***

Al día siguiente, era mediodía cuando Hayley llegó al Veneciano. Le tocaba otro turno extra. Dimitri le daba apoyo moral en la barra, bebiendo vodka y manteniéndola ocupada con pequeñas conversaciones.

Luca llamó su atención mientras entraba dentro del club con dos señores. Sin siquiera mirarla de reojo, Luca pasó junto con la mayoría de señores por delante de su barra.

La mayoría, se acercó a la barra, y él con su típica sonrisa arrogante y chulesca irradiando en su rostro también. Aquello le resultaba irritantemente encantador a Hayley.

—Hayley, ¿puedes venir a trabajar a la Sala de Reuniones Uno? Georgia te cubrirá aquí abajo. —le pidió Frankie, y su cara palideció.

Sintió que se le revolvía el estómago al pensar en volver a entrar en aquella sala; sentía cómo volvía a escuchar los disparos.

—Yo... Yo no... —tartamudeó. No quería que volviera a pasar lo del día anterior, no quería ser parte de eso otra vez.

Frankie pudo percibir el miedo en sus ojos; su cara tenía el mismo color que la nieve, lo cual era difícil para esta belleza, ya que de por sí era muy pálida.

—Hayley, cálmate.

Se mordió el labio inferior mientras él hablaba.

—Hoy no será como ayer, lo prometo. Esto es sólo el jefe hablando con sus empleados, sin armas y sin juegos de cartas complicados.

Aquello la calmó un poco, pero a medida que Georgia se acercaba a la barra sabía que tenía muy pocas opciones de elegir en qué zona iba a trabajar.

Hayley caminó detrás de Frankie hacia la zona VIP y cruzó por la zona exclusiva para el personal hasta llegar a la Sala de Reuniones Uno. Había ocho hombres sentados alrededor de la mesa.

Bella. —Luca miró a Hayley. Después miró a Frankie y luego de nuevo a Hayley.

No quería que Hayley estuviera ahí, pero necesitaba una camarera y ella era la más competente; las otras chicas del turno de mañana eran poco fiables.

Observó cómo se dirigía a la barra. Sabía que, a diferencia de la mayoría de las otras chicas, se podía confiar en ella para guardar un secreto. Lo sabía porque ella misma conocía el valor de los secretos.

—Una ronda de café —le indicó con firmeza. Ella asintió y fue detrás de la barra a poner en marcha la máquina de café de última generación.

—Tenemos pillado a Borroni, jefe. —Uno de los hombres habló primero, y Luca suspiró.

Le hubiera gustado que supieran hablar italiano, pero estos tipos no tenían ni idea y eran los mejores miembros callejeros de Frankie.

Hayley no les prestó atención; sólo estaba allí para ganar dinero.

—Está presionando a los matones.

Luca volvió a suspirar al pensar en los jóvenes que perdía a diario: los chicos que estaban en el rango más bajo, los que acababan de empezar con la familia, los que hacían el trabajo sucio, cobraban el dinero, vendían la droga entre ellos y traficaban.

Frankie se puso serio. Luca sabía que esto era lo que más le dolía a Frankie. A diferencia de Nic y Luca, Frankie fue una vez un matón, y luego se abrió camino hasta ser su mano izquierda.

Como decía Luca, si Nic era su mano derecha, Frankie era su izquierda. Necesitaba a ambos para ser el líder que era.

Mientras Hayley servía el café a cada uno de los hombres, podía sentir cómo Luca la miraba.

Fue a la última persona a la que sirvió café antes de volver a la barra y fingir que se mantenía ocupada limpiando, lo cual era difícil cuando todo estaba impecable.

—Borroni necesita una lección —soltó Frankie, mientras miraba la imagen de un joven al que había tenido que identificar y luego enterrar.

Sólo tenía dieciocho años y era prometedor, pero se topó con una emboscada y lo destrozaron. Luca sacudió la cabeza.

—No podemos hacer una guerra todavía. Tenemos que contabilizar nuestras propias pérdidas —explicó Luca con calma.

Una guerra significaría que su familia tendría que pasar a la clandestinidad, sus negocios estarían en peligro y también sus empleados. Sus ojos se fijaron en Hayley, que parecía ocupada limpiando la encimera del bar.

—Entonces, ¿qué debemos hacer? —le preguntó uno de sus matones de la calle.

—Todos los matones deben trabajar en parejas y estar muy atentos. Evitar el territorio de Borroni. Vamos a sentarnos para ver lo que Borroni está haciendo realmente.

Hayley sirvió más café mientras los hombres discutían sobre el dinero, la gente y los envíos de droga. Era aburrido, pero para ella era fascinante ver lo tranquilo y controlado que estaba Luca.

Al rato, Luca despidió a todos y, en un santiamén, despejaron la sala. Hayley se acercó a la mesa y empezó a recoger las tazas, pero sintió a Luca detrás de ella, así que las dejó y se giró para mirarlo.

—¿Está todo bien? —le preguntó ella, y él suspiró y asintió.

Su mundo nunca estuvo bien. Siempre caminaba por una fina línea entre la vida y la muerte. Siempre le recordaban ese horrendo lado oscuro, un lado que otros escondían.

Luca no podía ocultarlo, el suyo era demasiado grande, demasiado dominante y demasiado oscuro para controlarlo.

Frankie le había hablado de cuatro jóvenes en los últimos días que habían muerto a manos de su enemigo. Luca odiaba no poder protegerlos a todos.

Para él, era un blanco ambulante. Todos los días los enemigos le apuntaban: una bala rápida en la cabeza y desaparecía. Pero aquello nunca le asustó.

Los policías también querían sangre y se llevarían a cualquier testigo vivo o rata franca, si eso bastaba para ver a Luca encerrado de por vida.

Pero, también sabía lo peligroso que era su mundo para los que lo conocían. Frankie y Nic conocían los peligros, sabían que la gente los mataría para llegar o acabar con Luca.

Luca también sabía que la gente utilizaría a Siobhan, alguien a quien no podía mantener escondida y que moriría protegiendo.

También había gente como Hayley. Víctimas que simplemente quedaban atrapadas en una encrucijada, inocentes de todos los actos relacionados con la mafia y que, sin embargo, acabaría saliendo perjudicada igualmente sólo por conocerle.

—Hayley. —Le puso las manos suavemente en la cintura, y su corazón zumbó mientras la acercaba suavemente hacia él.—Escúchame. —su voz era firme y asertiva—. Si alguiente pregunta por mí o por cualquier hombre de Marcello, no nos conoces.

—¿Por qué alguien me preguntaría algo así? —Ella negó con la cabeza, pero algo en la expresión de su cara le hizo comprender que hablaba en serio. ¿Era tan peligroso? Por supuesto que lo era. ¡Chica estúpida!

—Hayley, si la gente sabe que trabajas aquí, la policía intentará utilizarte para acceder a mí, y mis enemigos también podrían utilizar esa oportunidad. Así que, por favor, nunca me menciones a mí ni a ningún miembro de la familia Marcello.

Hayley asintió, lo entendía.

Desde que conoció a Luca, nunca había visto su lado vulnerable. Perder a esos chicos de los que habían estado hablando le había destrozado, algo que Hayley no esperaba.

—No soy un buen hombre, Hayley. —Él suspiró, y ella asintió, lo sabía.

Hayley no era tonta, pero lo cierto es que a veces, sus acciones, le hacían olvidar el tipo de hombre que era. Las flores eran un buen ejemplo de ello.

—Utilizo a la gente para conseguir lo que quiero: sexo, dinero y poder. —Se acercó a ella y le acarició la mejilla.

La parte egoísta de él intentaba tomar el control de la situación, pero no lo hizo. Miró lo bonitos que eran sus ojos y cómo le brillaban y supo que podía herirla. No podía utilizarla, así que soltó lentamente su mano.

—No soy estúpida, Luca —le recordó ella.

—Nunca dije lo contrario, pero soy un tipo malo, Hayley. Soy un tipo muy maloy las flores, las copas en el bar… Nosoy realmente yo —advirtió.

—Entonces, ¿por qué fingir? ¿Por qué te molestas en hacerlo? —preguntó con más dureza de la que esperaba.

—Porque yo usoala gente. Pago por su silencio. No soy bueno, sólo recuerda eso.

Con eso, se dio la vuelta y salió rápidamente de la sala.

Hayley se quedó mirando la puerta, como si él fuera a volver a entrar y a cogerla en sus brazos y besarla apasionadamente, pero no lo hizo, y en el fondo ella sabía que no lo haría.

Ella no era especial para él, sólo era otra mujer sin rostro que trabajaba para él. Su promesa de la pluma la hacía inalcanzable, y mientras una lágrima se deslizaba bajo su máscara agradeció haber hecho esa promesa.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea