Reina inesperada - Portada del libro

Reina inesperada

Sofia Landeiro

Capítulo 6

LEAH

María llega justo a tiempo. Mamá y yo hemos puesto toda la comida que hicimos en la mesa de la cocina, junto con unas cuantas botellas de champagne que trajo una vecina. Mi madre nos miró muy seria a mí y a la vecina, pero la convencí de que nos dejara una a cada una.

—¡Vaya, qué bien se está aquí! —grita María al entrar en la cocina. Luego baja la voz y me mira preocupada—. ¿Cómo crees que te sentirás al pasar tiempo con él ahora que sabes... que no es tu pareja?

—Tengo que aceptarlo, ¿no? —Me encojo de hombros. Sinceramente, no tengo ganas de pensar en ello. Quiero dejar atrás mi enamoramiento por Jake y empezar un nuevo capítulo. La próxima parte de mi vida la dedicaré a convertirme en médico de la manada.

Jake llama con fuerza a la puerta principal antes de abrirla y gritar: —¡Eh! ¿Puedo pasar?

—¡Por supuesto! ¡Pasa, Jake! —le respondo gritando. El sonido de su voz me crea instantáneamente un nudo en el estómago. Mierda, tal vez debería haber cancelado esto después de todo.

Entra en la cocina y abraza a María y luego a mí. Nos sentamos y nos zampamos la comida que hemos preparado mi madre y yo. Las burbujas del champagne me hacen cosquillas en la garganta mientras bebo. El alcohol tiene un efecto calmante y siento que mi cuerpo por fin se relaja.

La velada transcurre bien, todos nos divertimos, bromeamos y reímos como siempre. Puede que el alcohol ayude a relajar el ambiente. Sea lo que sea, no me quejo; solo me siento aliviada de que no sea incómodo.

Observo a Jake mientras los tres nos sentamos en el sofá a ver una película. Tiene el pelo rubio despeinado y las mejillas sonrojadas por la risa. Se da cuenta de que le estoy mirando y me tira una almohada.

—¡Eh! —grito, agarro la almohada más cercana y le doy con ella en toda la cara.

—Había olvidado lo fuerte que eres. —Se ríe y me tira al suelo. Acaba tumbado encima de mí. Le miro fijamente a sus preciosos ojos azules y siento cómo se me calientan las mejillas y se me acelera la respiración.

Aparta los ojos y el hechizo se rompe. Se levanta y me tiende la mano para ayudarme a levantarme. María nos mira escéptica, con una ceja levantada.

—Debería irme —dice Jake, rascándose la nuca—. Gracias por invitarme, Leah. —Se inclina y me da un ligero beso en la mejilla.

Levanto la mano y toco el lugar que acaban de tocar sus labios. Miro con los ojos muy abiertos cómo Jake sale del salón y luego oigo cómo se abre y se cierra la puerta principal.

—¿Estás bien? —pregunta María, que viene a ponerse a mi lado. Asiento con la cabeza, pero mis ojos siguen fijos en el lugar donde Jake estaba hace un momento.

—Me besó... En la mejilla, pero... me besó. Aunque no significa nada, ¿verdad?

—¿Importa si significa algo o no? No podéis estar juntos ahora y luego romper cuando uno de los dos encuentre a su pareja. —La voz de María es cortante.

Sé que lo que dice tiene sentido, pero la esperanza de que pase algo entre Jake y yo aniquila mi capacidad de pensamiento lógico. A menos que... ¿Y si el lobo gris plateado es real? ¿Y si esa chispa que sentí cuando lo toqué en mi sueño pudiera suceder de verdad? Es verdad lo que dice María, que si Jake y yo nos juntamos, igual tendríamos que terminar en cuanto uno de los dos encuentre a su pareja…

—Puedes rechazar a tu pareja... —Empiezo en voz baja, pero María me da una palmada en el brazo.

—¡Silencio! —sisea—. ¡Ese es uno de los peores pecados que puedes cometer! La bendición de la Diosa de la Luna no es algo que debas dar por sentado.

—Lo siento. Tienes razón, por supuesto. No es buena idea sentir algo por alguien que no es tu pareja. Y definitivamente no es una buena idea actuar acorde con esos sentimientos. Pero, ¿y si nunca encuentro a mi pareja? ¿Entonces qué?

—Lo encontrarás, estoy segura —responde María y me da un abrazo. Mientras esperamos a que su padre la recoja, hablamos de los planes para el próximo fin de semana. Decidimos salir a las cinco para tener tiempo de sobra para conducir hasta el castillo del rey. Está a unas dos horas al norte de aquí, así que nos espera un largo viaje en coche.

Cuando se va, me meto en la cama, agotada. Había empezado a tener ganas de irme a la cama cada noche para poder volver a ver al lobo. Su energía irradia poder y me invade una calma inexplicable cuando estoy cerca de él. Me pesan los párpados y me quedo dormida. La siguiente vez que abro los ojos, estoy en el bosque. Corro por el sendero entre los árboles hasta que salgo del bosque y llego al prado de amapolas. Respiro hondo, desesperada por olerlo.

—¡Eh! —grito al prado, pero no hay respuesta. Suspiro, salgo al prado, me inclino hacia una amapola e inhalo profundamente. Es un lugar increíblemente hermoso. Me hundo en la hierba y me veo rodeada por zumbidos de abejorros que vuelan de una flor de amapola a otra. Sonrío al ver sus esponjosos cuerpecitos, empapados de polen.

De repente lo huelo y me giro en la dirección de la que procede el aroma. Lo veo de pie a poca distancia, con el pelaje reluciente bajo la luz de la luna. Me levanto y él da pasos seguros hacia mí, sin detenerse hasta que está a un brazo de distancia.

Un gruñido profundo sale del pecho del lobo y me encuentro con su mirada. Los grandes globos negros me inspeccionan de pies a cabeza. Da otro paso adelante y apoya su enorme cabeza en mi hombro. Rodeo su gigantesco cuello con los brazos y lo estrecho entre los míos. Hermosas chispas recorren mi piel y suspiro pesadamente al sentir que toda la tensión abandona mi cuerpo. El abrazo me llena de placer y de sensación de hogar. Lo suelto y retrocedo un poco para poder encontrarme de nuevo con su mirada.

—¿Quién eres? —susurro, poniendo las manos a ambos lados de su cara.

Sus ojos pasan del negro al marrón.

—Transfórmate —le exijo con toda la autoridad de la que soy capaz.

El lobo retrocede unos pasos y veo cómo su cuerpo empieza a distorsionarse y el crujido de los huesos al romperse resuena entre los árboles. Justo cuando estoy a punto de ver al hombre de mis sueños, vuelvo a la realidad. Abro los ojos y los entrecierro ante los rayos de sol que llenan mi habitación.

—¡No! —Susurro irritada, golpeando la almohada con la mano.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea