La hija del Beta - Portada del libro

La hija del Beta

Saphira Aelin

Secretos

EMMA

Me puse de pie. Por primera vez, era más alta que Jazmine.

Mucho. Ella era pequeña, pero ahora yo era varios centímetros más alta que ella.

—¿Qué demonios? —Miré lo que creía que era mi reflejo en el gran ventanal de la cafetería—. ¡Lobo! —grité. Corrí hacia el fondo de la cocina para alejarme de él.

Podía oír a Jazmine corriendo detrás de mí. De hecho, podía oír cada paso y cada respiración que daba. Podía oír los latidos de su corazón. Incluso, la sangre bombeando por mi cuerpo. No sabía que era posible oír la sangre de alguien bombeando así. ¿Por qué no podía oír también al lobo?

«Emma. No pasa nada».

Oí una voz de mujer justo detrás de mí. Me giré para mirar, pero sólo vi a Jazmine a lo lejos.

Había salido por detrás de la cocina. Ahora, me encontraba más al fondo del callejón. Fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía control sobre mi cuerpo. Era como si otra persona estuviera ordenando a mi cuerpo que se moviera. Apenas sentía ya mi cuerpo. Mis manos estaban en el suelo por alguna razón.

«No podemos ser vistos aquí». La voz habló por segunda vez. «Nadie puede vernos. Al menos, no así».

No sé por qué, pero la voz me tranquilizó. Confié en esa voz.

«Jazmine», le dije a la voz. «Tengo que volver con ella». Quería volver corriendo a su lado. Tenía que salvarla de ese lobo. Tenía que agarrarla del brazo y correr.

«No pasa nada. Está a salvo», dijo la voz.

De alguna manera, creí a esta voz. Sentía que me estaba volviendo loca. Estaba escuchando una voz dentro de mi cabeza en vez de volver por la única persona que realmente me importaba. Intenté controlar mi cuerpo para poder volver a por Jazmine.

Fue entonces cuando me di cuenta de que podía verlo todo en la oscuridad absoluta de la noche. Era una hora después de medianoche. No había farolas encendidas ni pasaban coches, pero podía ver.

Entonces, me quedé mirando las gigantescas y peludas piernas negras de lobo. Eran mis piernas. Y eran cuatro, terminadas en patas de lobo gigantes. Mi cuerpo se sentía raro.

Mi corazón empezó a acelerarse y me tiré al suelo. No podía respirar. Uno de mis ataques de pánico, en un momento así. Era todo lo que necesitaba.

«No pasa nada», dijo la voz.

Ahí estaba otra vez. ¿De dónde venía esa voz? No podía ver a nadie cerca, y la voz no era de Jazmine.

«Te vas a desmayar».

Cerré los ojos y se disiparon todas mis preocupaciones.

EMMA

—¿Cuándo crees que despertará? —oí la voz de Jazmine. Tenía pánico, pero intentaba disimularlo.

Mi nariz se estremeció al oler su dulce perfume. Dulces nenúfares. Así es como siempre imaginé que debía oler una madre.

—Jaz. —Me lamí los labios. Parpadeé. Seguíamos fuera, pero ya no veía gran cosa. Estaba muy oscuro—. ¿Dónde estás?

Intenté incorporarme. Lo único que llevaba puesto era una pequeña manta. Sentía la suciedad en la espalda desnuda. Mi ropa había desaparecido. —¿Qué demonios le ha pasado a mi ropa? —Agarré la manta y oculté mi piel desnuda todo lo que pude.

—Emma, ¿recuerdas lo que pasó antes de desmayarte? —Jazmine me ayudó a ponerme de pie.

Apretó la manta alrededor de mi piel desnuda. Siempre me decía que el negro es bello, pero ahora no me sentía nada guapa. Me sentía confusa y asustada, y como si estuviera metida en un buen lío.

—Creo... bueno, creo que vi un lobo. —Sentí que me estaba volviendo completamente loca—. Pero eso no puede estar bien. ¿Un lobo de ese tamaño? ¿En nuestro comedor? Es imposible.

—No te asustes. —Jazmine frotó la parte baja de mi espalda—. Quiero que vengas a conocer a alguien. Ella te lo explicará todo.

Una mujer menuda de unos treinta años estaba de pie en la acera frente a la cafetería. Llevaba un pantalón gris oscuro con una camiseta negra por encima. Tenía el pelo corto, con algunas mechas en su cabello castaño claro. Olía raro. No, ese no puede ser su olor. ¿Cómo podía oler a alguien tan lejos de mí?

Jazmine hizo un gesto con la mano para que la mujer entrara. No era una de las amigas habituales de Jazmine, pero estaba claro que se conocían.

—Hola, Emma. Me llamo Ann. —La mujer extendió la mano.

Sentí algo familiar hacia la extraña mujer. Incluso, olía familiar.

Le cogí la mano. —¿Qué pasa? —le pregunté. Algo iba mal. Debía haber hecho algo. ¿En qué lío me había metido? ¿Era esta mujer de los servicios sociales? No, tengo más de dieciocho años. Ya no pueden hacerme nada. Mi corazón había empezado a acelerarse.

—Emma, ¿crees en lo sobrenatural? —me preguntó Ann. Ella mantuvo sus ojos en mí. Observando todos mis movimientos. Sabía que algo pasaba con ella y sus preguntas extrañas.

—Um, claro.

¿Quién pregunta algo así? Sabía que quería que dijera que sí. —Sólo conocemos el 5 % del océano, así que todo es posible. —Esperé a que continuara. ¿A dónde quería llegar?

—Bien, entonces con eso en mente, ¿crees en brujas y hombres lobo? —preguntó Ann. Ella sacó su teléfono y tomó una foto rápida de mí—. Lo siento. Es sólo un procedimiento que tenemos que hacer con todos los que encontramos.

¿Qué procedimiento hay que seguir para fotografiar a alguien?

No tuve que pensar mucho en su pregunta. Hay millones de personas que estudian brujería. —Sí —respondí. No estaba segura de lo del hombre lobo, pero la dejé continuar.

—Vale, ¿así que sabes que viste un lobo en la ventana detrás de Jazmine esta noche? Cuéntame todo lo que pasó. Todo lo que recuerdes.

—Creo que quizá mi mente me ha estado jugando una mala pasada. Estoy bastante cansada de la universidad. Ese lobo era enorme —le dije a la mujer mientras recordaba. Los lobos no llegan a ser tan grandes y ni siquiera tenemos lobos por aquí. Nada tenía sentido.

—¿Qué más?

—Advertí a Jazmine sobre la bestia salvaje y luego salí corriendo por la puerta trasera. Debí asustarla. Salí corriendo, tuve un ataque de pánico y me desmayé. Eso fue lo que pasó. Creí ver un lobo y me asusté por nada. Los exámenes finales fueron duros. Creo que eso fue lo que pasó.

—¿Eso es todo lo que recuerdas? —insistió Ann—. ¿Ver al lobo y luego correr?

Miré a Jazmine en busca de apoyo. Ella asintió.

—Juro que puedo ver en la oscuridad y oír mucho más de lo que debería. —Me reí de lo ridículo que debía sonar—. Creo que puede haber sido la adrenalina corriendo por mi cuerpo.

—No, Emma. Realmente viste un hombre lobo —me dijo Ann—. Sé que debe parecer una locura, pero sí viste un hombre lobo.

Así que no era un sueño. ¿Pero cómo había entrado un lobo en la cafetería? —¿Alguien lo mató? —le pregunté a las mujeres delante de mí. Eché un vistazo a la cafetería. Si un lobo hubiera estado aquí, debería haber pelaje en el suelo, huellas o algo parecido. Los lobos tenían los pies sucios.

—No, a nadie se le permite hacer daño a ese tipo de lobos sin una causa probable o una orden para hacerlo —me explicó Ann.

Aquello no tenía sentido. Los lobos eran peligrosos. Que yo supiera, no había leyes que los protegieran, a menos que fueran especies en peligro de extinción.

—Emma, ese hombre lobo eras tú. —Jazmine puso su mano en mi hombro.

Miré a las dos mujeres que tenía delante y me eché a reír. —No. No soy un lobo.

—Para —dijo Jazmine antes de que pudiera seguir discutiendo. Era su voz seria. La que usaba cuando me metía en problemas. Usaba la misma voz para que fuera a la universidad. Es lo que todo el mundo llamaría «una voz de madre».

«Emma, es verdad. Eres un hombre lobo y yo soy tu lobo», dijo una voz. Era la misma voz femenina de antes.

Me di la vuelta buscando esa voz.

—Habla con ella —me instó Ann—. Sé que oyes su voz. Veo tus ojos vidriosos cuando te habla. Habla con tu lobo. No tengas miedo.

«Soy Kari. Pregúntame lo que quieras saber y te responderé», ordenó la voz.

Miré a Jazmine en busca de ayuda. Fue entonces cuando me di cuenta. Jazmine conocía a los hombres lobo y nunca lo había mencionado.

—Está bien —dijo—. Habla con ella.

—Te daremos algo de privacidad. —Ann puso su mano en el brazo de Jazmine. Ambas caminaron hacia la parte trasera de la cafetería.

Me lo pensé un segundo. «Entonces, ¿no estoy loca?», le pregunté a la voz.

Se rio. «Claro que no. Ya has visto en qué te has convertido. Tienes todas las pruebas que necesitas. Es el resto del mundo el que no lo entiende. Todo lo que ha pasado es real», explicó Kari. «Sólo necesitas algo de tiempo para asimilar toda la situación».

«¿Por qué me ha llegado ahora el lobo? ¿Cómo podía no saber nada de esto?», pregunté. «¿La gente consigue su lobo al azar? Tengo tantas preguntas…».

Kari suspiró. «Sabes que te has estado esforzando para sacar buenas notas y trabajar duro. Tal vez sea en parte por eso por lo que tardas en desarrollarte. O tal vez la Diosa de la Luna tiene planes para ti. Es difícil para aquellos que no se crían en una manada. No aprendiste ni desarrollaste tus sentidos como debías. Se supone que un hombre lobo obtiene su lobo cuando cumple 18 años. Algunos adolescentes reciben su lobo tan pronto como cumplen los dieciséis. Hay raras ocasiones en que algunos reciben sus lobos tarde».

Recordé la transformación. Había ocurrido después de saber que tenía el fin de semana libre. Había empezado a relajarme. Quizá, ese era el problema. Quizá, si me mantenía ocupada, no tendría que volver a transformarme.

«¿Siempre duele tanto transformarse?», pregunté. El dolor era demasiado. No quería volver a hacerlo. No si iba a ser tan doloroso.

«El primer cambio es doloroso. Lo siento. Pero después de eso, no más dolor al cambiar. También puedes cambiar cuando quieras». La voz de Kari tenía un efecto calmante. «No tiene que ser luna llena».

«¿Luna llena? Entonces, ¿como en las películas? ¿Esto va a pasar cada luna llena?», pregunté. No tenía ni idea de en qué momento del ciclo se encontraba la luna. Mi corazón empezó a acelerarse. «Lo siguiente que me vas a decir es que morimos con la plata».

«No, no tienes que cambiar en ninguna luna llena si no quieres», me dijo Kari. «Y no, no morimos por la plata. Eso son tontos humanos haciendo películas».

«Pero acabas de decir...». Empecé a recordarle que había sido ella la que había sacado el tema de la luna llena.

Me di cuenta de que Kari estaba perdiendo la paciencia conmigo. «La única vez que te obligarían a cambiar en luna llena es cuando es tu primer cambio. Después de eso, la luna llena no tiene ningún efecto sobre ti».

Al menos, estaba aprendiendo algo. Supongo que realmente había luna llena esta noche, y que había ayudado a desencadenar mi transformación. Supongo que era un hombre lobo.

Pero ahora tenía una pregunta que realmente necesitaba hacer. «Vale, dime esto: ¿dónde están mis padres? ¿Por qué no crecí con otros como yo? ¿No me querían?».

Hacer esas preguntas me dolía en el alma. Siempre quise saber de mis padres. El sistema de acogida no iba a decirme nada. Tal vez, ahora podría encontrarlos.

«Me temo que no lo sé. Soy parte de ti. Sólo la Diosa de la Luna sabe dónde están». Su voz se suavizó. «Si por casualidad entrases en contacto con ellos, tus instintos lo detectarían».

—Ann, ¿hay alguna forma de que averigüe quiénes son mis padres? —dije, lo suficientemente alto para que me oyera.

Jazmine miró a Ann. No quería herir sus sentimientos, pero ella siempre supo que yo quería saber. Incluso me había ayudado a buscar, después de cumplir los dieciocho. Pero nunca llegamos a nada.

—Sí, tendré que hablar con el Alfa Jason. Lo más probable es que te ayude. Su hija Revna es de tu edad. Dame un momento. —Ann volvió a sacar su móvil.

Se alejó de nosotras, pero aún podía oír lo que decían. —Sobrevivió al ataque. Sí. Está transformada. Lo sé.

«Escuchar a escondidas es de mala educación», dijo Kari, desviando mi atención.

«¿Y? Son ellos los que hablan de mí a mis espaldas. En todo caso, eso es de mala educación», respondí.

Era demasiado tarde. Kari había acaparado mi atención lo suficiente como para que me perdiera el final.

Ann ya había regresado a mi lado. —Vete a casa y haz las maletas. Te enviarán un coche. Como ya tienes tu lobo, es demasiado peligroso que te quedes con los humanos. El Alfa Jason te ha invitado a nuestra manada, por el momento. Te quedarás en la casa de la manada.

Me sentí a la vez emocionada y devastada. ¿Qué había en tan peligroso que no podía estar cerca de Jazmine?

La miré. —¿Te parece bien? —No quería que se sintiera como si la estuviera abandonando. Pero tampoco parecía que estuviera invitada—. No quiero dejarte sola.

—Te echaré de menos, pero creo que es lo mejor. Ellos pueden enseñarte cosas sobre ti que yo no puedo. Necesitas aprender quién eres, y tal vez el alfa pueda encontrar a tus padres. —Jazmine tomó asiento a mi lado—. Llevas mucho tiempo queriendo encontrar a tus padres. Tienes derecho a saberlo.

Ann le dio una tarjeta a Jazmine. —Este es el número de la casa de la manada, mi número y los de los alfa y beta también están ahí. No dudes en llamar.

Miré a Jazmine con preocupación. No podía dejarla. No así. Acabábamos de empezar el verano juntas y me di cuenta de que quería pasar tiempo conmigo antes de que acabara la universidad. Las dos sabíamos que mi vida cambiaría. Supongo que no habíamos pensado que cambiaría así.

Sé que me dijo que podía ir, pero aun así, no quería. Con todas estas cosas raras que estaban pasando, en el fondo, quería a mi madre.

—Es por tu seguridad, Emma. —Jazmine me cogió de la mano—. Sé que no quieres dejarme. Pero necesito que vayas. No quiero que pierdas esta oportunidad.

Me mordí el interior del labio.

—Puedes llamarme cuando quieras, y no es que vaya a estar a un millón de kilómetros de ti. Estás en buenas manos.

—Jazmine también tiene autorización para venir a nuestro territorio cuando quiera. Siempre lo ha hecho —añadió Ann.

—Jaz, necesito que me digas cómo te metiste en todo esto —le dije.

—Más tarde.

No quería dejar el único hogar que conocía. Pero parecía que tenía que hacerlo.

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