Snap
Rae Olson creía que todo iba según lo planeado. Tenía un buen trabajo, un piso precioso y un novio locamente enamorado de ella… hasta que descubre que le está poniendo los cuernos. Con el corazón roto y llena de rabia, Rae se entrega a su pasión por la fotografía y hace todo lo posible por olvidar a los hombres. Pero todo cambia cuando conoce al apuesto y encantador Logan Quincy y ambos se ven obligados a atravesar un campo de minas plagado de antiguas parejas celosas y relaciones familiares para lograr que su relación tenga éxito.
Clasificación por edades: 18+
Capítulo 1
RAE
¿Por qué cuando la gente dice que no es lo que parece, siempre es exactamente lo que parece?
Por ejemplo, anoche. Jake, el hombre del que estoy enamorada desde hace dos años, estaba sentado en un taburete del bar Del Mar, morreándose con una mujer impresionantemente guapa. Me quedé mirándolo. Dejé caer mi bebida, y luego me quedé mirándolo un poco más.
Me quedé mirándolo durante mucho tiempo, sin poder creer lo que veían mis ojos. Casi se atragantó cuando recogí un cubito de hielo del suelo y se lo lancé a la cabeza.
El vaso de Jake se estampó contra el suelo cuando me vio. Literalmente se estremeció como si hubiera visto una película de terror, no a su novia.
—¿Rae? —balbuceó.
Cogí otro cubito de hielo.
Fue entonces cuando me soltó lo de “No es lo que parece”, para que lo dejara explicarse…
Antes de que pudiera hacerlo, la mujer en la que tenía su lengua metida hacía escasos segundos, gritó: —¡¿Tienes novia?! —y su cara adquirió de un tono verdoso que habría sido desagradable en cualquiera, excepto en ella.
—Yo, eh…
Demasiado como para dejar que se explicara.
El alcohol me dio el valor para decir lo que yo sobria nunca me hubiera atrevido a decir. Me crucé de brazos y respondí: —Sí, la tiene.
La mujer le tiró la bebida en la cabeza con manos temblorosas. Entonces, el vaso se le escapó de los dedos, el camarero protestó y yo medio reí, medio lloré.
—Rae, por favor. Deja que te lo explique —suplicó Jake mientras el zumo de arándanos y el vodka goteaban de su ahora empapado y antes repeinado pelo color chocolate.
Y, tonta de mí, se lo permití.
Más que nada, quería escuchar una razón válida de por qué mi novio estaba en ese club de mierda cerca de mi apartamento y no en la casa de sus padres en Park City, que era donde me había dicho que estaba pasando el fin de semana.
—Explícate —le ordené.
—Te juro que no estaba... —se detuvo.
Zoe decidió que ese era el momento apropiado para darle un puñetazo en la sien.
Me dijo que quería ver a otras personas mientras los porteros nos escoltaban a Zoe y a mí fuera. Ni siquiera me pidió perdón. Simplemente... se fue.
Es una trilogía.
