Castigada por el Alfa - Portada del libro

Castigada por el Alfa

B. Luna

Capítulo 3

ALEXIA

Han pasado cuatro horas desde que llegué al trabajo y por fin se ha calmado. Sólo quedan un par de personas en el bar. Un hombre alto y rubio me hace señas desde el final de la barra, así que me dirijo hacia él.

—Hola, ¿qué puedo hacer por ti? —pregunto rápidamente.

Sus ojos recorren mi cuerpo y se detienen en mi pecho antes de que chasquee los dedos para llamar su atención.

—¿Puedo ofrecerte un trago? —vuelvo a preguntar.

—Me gustaría recibir mucho más que una copa si viene de ti —dice tras una sonrisa de satisfacción.

Pongo los ojos en blanco y cruzo los brazos sobre el pecho. Estoy acostumbrada a recibir la atención de los hombres pero nunca me ha interesado mucho ninguno de los que se me han insinuado.

He tenido un par de aventuras aquí y allá, pero nada permanente.

Todavía tengo esperanzas en él.

Cuando el hombre no dice nada más, me doy la vuelta para dirigirme al otro extremo del bar.

—Perdone, pero no me ha preparado una copa —dice el hombre mientras me alejo.

—Perdona, te he dado la oportunidad de pedir, pero en vez de eso prefieres hacer comentarios indebidos —le digo mientras le fulmino con la mirada.

—Tomaré un vodka, con hielo —dice, sonriendo como un imbécil engreído.

Agarro un vaso y lo lleno de hielo, sintiendo los ojos del macho humano sobre mí todo el tiempo. Levanto la vista y veo entrar en el bar a un grupo de hombres que nunca antes había visto. Con una sola mirada sé que son lobos.

Entrecierro los ojos al observar el macho más grande y en ese instante me llega un olor a lluvia fresca y a pino.

Todo mi mundo se detiene cuando nuestras miradas se cruzan y sé, sin lugar a dudas, que por fin lo he encontrado.

No me muevo. Diablos, creo que ni siquiera respiro mientras continuamos mirándonos. No puedo apartar mis ojos y siento que mi lobo se vuelve loco.

—¡Aquí está! ¡Amiga! ¡Aquí!— repite en mi cabeza como un mantra.

Comienza a caminar hacia mí y es entonces cuando realmente lo veo bien. Es alto, mide más de 1,80 y tiene músculos para varios días. Es uno de los machos más grandes que he visto.

Su pelo es negro azabache, como el mío, y sus ojos son del color del fuego. Lleva un aura tan poderosa que me hace temblar ligeramente. Dios, es hermoso.

Se acerca a la barra con otros tres hombres que le siguen.

—Hola —digo en voz alta, un poco sin aliento. Mis pensamientos se dispersan por completo en su presencia.

Los tres hombres que están detrás de él se miran entre sí, pero él no quita sus ojos de los míos.

—Oye, nena, ¿ya te has olvidado de mí? —pregunta el rubio molesto de antes.

Cojo el vodka de la estantería y lo sirvo en el vaso de forma brusca, luego se lo deslizo por la barra.

—¿Por qué no dejas que te haga pasar un buen rato cuando salgas del trabajo esta noche? —insiste.

—No —digo, sin dejar de mirar a mi compañero.

—Oh, ya veo. ¿Cuál es tu precio? Todas las perras como tú tienen un precio.

Mi compañero, que ha permanecido en silencio, gruñe y sus ojos pasan del fuego más brillante al negro intenso en segundos.

Antes de darme cuenta tiene al hombre cogido por el cuello y lo está arrastrando fuera del bar.

No me muevo, sólo lo miro, muda. Después de unos minutos vuelve a entrar y se sienta en la barra.

Tiene los nudillos ensangrentados y el pelo revuelto, pero aparte de eso parece completamente intacto.

Mis instintos se ponen en marcha con la necesidad de cuidar a mi macho.

Agarro un paño limpio y lo mojo antes de tomar sus manos entre las mías para limpiarlas.

Unas chispas intensas suben por mis dedos y mis brazos en cuanto lo toco. Él retira un poco las manos, sobresaltado, pero me deja terminar mi tarea.

—Gracias... por defenderme —le digo.

Sólo asiente y gruñe en respuesta antes de apartar sus manos de mí.

—¿Cómo te llamas? —pregunta.

—Alexia, pero puedes llamarme Lex.

Miro detrás de él y me doy cuenta de que el grupo de hombres con el que entró se ha sentado. Gennie va a tomar su pedido.

Asiente una vez pero no dice nada. Vale, no es un hombre de muchas palabras. Puedo lidiar con eso. Quiero decir, después de todo, finalmente he encontrado a mi pareja.

—¿Cómo te llamas? —pregunto.

—Alfa Rainier Stone, de la manada Southridge —afirma con frialdad.

Mi cuerpo se pone rígido y mi respiración se entrecorta.

Todas las historias que he escuchado del alfa de la manada de Southridge vienen a mi mente.

En mi manada han circulado rumores de cómo mató a su padre para obtener el título de alfa y de cómo castigará a cualquiera que le desobedezca.

—Supongo que has oído hablar de mí —continúa.

Me mira con tanta frialdad que no puedo decir nada. Pero detrás de la mirada veo que un destello de emoción pasa por sus ojos. Luego desaparece tan rápido que dudo sobre si ha sido real.

—Harías bien en mantenerte alejada de mí.

Con eso, se levanta de la barra y se va. Los hombres con los que estaba le siguen inmediatamente.

Gennie se acerca a la barra con los ojos muy abiertos.

—¿Qué fue todo eso? —me pregunta preocupada.

Sigo mirando detrás de él sin poder entender lo que acaba de pasar.

—Era el Alfa Rainier Stone, de la manada Southridge. Mi compañero.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea