Belle y Grayson: La reina perdida - Portada del libro

Belle y Grayson: La reina perdida

Annie Whipple

Capítulo 6

BELLE

«Evergreen, Maine», ~decía el cartel del pueblo. ~El lugar más encantador de la Tierra.~

Sí, delicioso, como mi culo.

Estaba sentada en un banco al borde de la carretera, observando a la gente que pasaba. Tenía la maleta a un lado y la mochila al otro. ¿Por qué demonios había venido aquí?

Este nunca fue mi plan. De hecho, no había planeado ir a ninguna parte. Cuando me subí a un autobús «Greyhound» en Minnesota, no tenía ni idea de dónde iba a acabar.

Todo lo que sabía era que quería alejarme lo más posible de Grayson y de mi antigua vida. Y había hecho exactamente eso.

Había pasado horas y horas sentada en aquel autobús, viendo cómo atravesábamos una ciudad tras otra, un Estado tras otro. Cambiaba de autobús cada vez que llegábamos a una nueva estación, pero siempre elegía ir hacia el Norte.

Había ido tan al Norte como había podido sin cruzar a Canadá hasta que, finalmente, había acabado donde estaba ahora, en un pequeño pueblo de Maine, tan lejos de los malos recuerdos como podía estar.

Evergreen era bonito y pintoresco. También era un destino turístico, dirigido a familias ricas que querían pasar sus vacaciones en la costa.

Su calle principal, donde se encontraban todas las tiendas y restaurantes, daba al océano Atlántico.

Y si te girabas en la dirección opuesta, había montañas y una enorme y lujosa estación de esquí que, estaba segura, estaba muy concurrida durante el invierno.

Las playas estaban llenas de turistas bronceándose y nadando, tomando el sol del verano.

En la parte principal de la ciudad, las tiendas eran todas uniformes y se extendían a ambos lados de las calles, atrayendo a la gente con sus bonitos escaparates y sus caros artículos.

Las farolas iluminaban las pintorescas calles adoquinadas y todo el mundo parecía conocerse. Por todas partes me cruzaba con familias y caras sonrientes.

Al principio, me consideré afortunada por haber acabado aquí. Esta era la clase de ciudad en la que realmente podía verme estableciéndome, empezando una nueva vida donde nadie pudiera encontrarme.

Me sentía como Lorelai Gilmore, entrando en Stars Hollow por primera vez, dispuesta a romper con mi pasado tóxico.

Pero después de pasar aquí casi un día entero, enseguida me di cuenta de que Evergreen no se parecía en nada a Stars Hollow.

Claro, el pueblo parecía sacado de una película de Hallmark, pero los lugareños habrían sido más adecuados para participar en un episodio de la Dimensión desconocida.

La única forma que se me ocurrió para describirlos fue... extraños. Era como si, de algún modo, supieran que yo no era una turista a la que pudieran sacarle dinero.

Me miraban al pasar como si fuera un animal de zoológico suelto en su pintoresco pueblo.

Les oía cuchichear a mis espaldas y, cuando me volvía para mirarlos, apartaban la vista rápidamente, actuando como si no me hubieran estado observando y hablando de mí.

Sentía como si me estuvieran observando mientras caminaba por la calle, y no sabía cómo sentirme al respecto.

Sabía que parecía fuera de lugar.

Llevaba la misma ropa vieja y arrugada que cuando dejé a Grayson, mi pelo necesitaba un buen cepillado y mi cara aún se estaba curando de que Grayson me rompiera el pómulo hacía varias semanas.

Vale, quizás fuera de lugar no era la mejor manera de describir mi estado actual... era un desastre. Bien podría haber tenido: «Acabo de escapar de una relación abusiva» escrito en mi frente.

Por las miradas que me echaban los lugareños, habría supuesto que tenía tres cabezas o algo así.

Mi prioridad hoy había sido conseguir trabajo. Hasta ahora, sin embargo, no iba demasiado bien. Cada vez que entraba en una tienda, restaurante o negocio de cualquier tipo, los empleados empezaban a comportarse de forma extraña a mi alrededor.

La mayoría evadía mis preguntas, mientras que otros me daban la espalda sin siquiera darme la oportunidad de hablar. Algunos incluso me evitaban por completo, como si me hubieran visto entrar y supusieran que tenía la peste.

Pero no importaba. Podían mirar todo lo que quisieran. Había decidido que ahora estaba aquí y que iba a aprovecharlo al máximo. Me merecía establecerme en una ciudad tan bonita como esta.

Merecía tener una buena vida, una en la que no pensara en Grayson cada dos segundos. Y por mucho que intentara que así fuera, empezaba a darme cuenta de que era más fácil decirlo que hacerlo.

Cuanto más intentaba apartarlo de mi cabeza y a los recuerdos de lo que me había hecho, más fuertes parecían invadir mi mente.

Era casi como si fuera incapaz de pensar en otra cosa que no fuera mi excompañero, el hombre que me arrancó el corazón del pecho y lo rompió en mil pedazos.

El dolor era lo peor. Me dolía todo el cuerpo.

Sentía los músculos como si acabara de correr un maratón entero sin ningún entrenamiento previo y siguiera haciéndolo incluso después de terminar, empujando mi cuerpo más allá de su límite hasta que estuve al borde del colapso.

Mis pies se arrastraban a cada paso que daba y mis hombros se hundían por el cansancio.

La marca de Grayson en mi cuello ardía como cuando me la había hecho por primera vez hacía tantos meses, y me había encerrado en una habitación de hotel para alejarme de él.

También parecía haberse infectado, enrojeciéndose y manchándose.

Sabía que sólo iba a empeorar. No estaba segura de cómo lo sabía, pero me daba cuenta de que era nuestro vínculo de pareja el que intentaba unirnos de nuevo.

No entendía que Grayson ya no era mi compañero, que había elegido estar con otra persona antes que conmigo.

Y que me había hecho enamorarme de él sólo para destruirme de la forma más dolorosa posible y echarme en cara mi amor.

Pero, por muy malo que fuera todo eso, nada se comparaba con el martilleo dentro de mi cabeza. Antes de esto, nunca había tenido dolores de cabeza.

De vez en cuando, sentía un dolor sordo cuando estaba a punto de tener la regla, pero nunca fue nada parecido a esto.

Lo había sentido por primera vez en el autobús que salía de Minnesota; el dolor había sido repentino y punzante, haciéndome doblarme por su intensidad.

Sentía como si un animal salvaje se agitara en mi cerebro, desgarrando las paredes de mi cráneo con sus garras, intentando liberarse.

Estuve tentada de clavarme algo afilado en la cabeza para aliviar la presión. Tenía que ser la peor migraña de la historia del mundo.

El dolor de cabeza se sucedía en oleadas, sin desaparecer nunca, pero intensificándose de vez en cuando, haciendo que la vista se me nublara y que la marca del cuello me ardiera como si estuviera en llamas.

Lo único que podía hacer era apretar los dientes e intentar superarlo.

No pude evitar preguntarme si esta era la forma que tenía Grayson de castigarme.

Porque, aunque se había apareado con otra, aunque había sentido el dolor que casi me mata, indicando que me había abandonado oficialmente, seguía sintiendo esa extraña conexión con él.

Pero el caso es que lo había dejado marchar. Lo había bloqueado de mi mente y había hecho todo lo posible para asegurarme de que ya no estuviera conectado.

Así que no era yo quien nos mantenía unidos. Era Grayson.

Esto me puso furiosa. No me quería. Lo había dejado perfectamente claro.

Durante el tiempo que había vivido con él, sólo me había hablado para decirme que era una molestia o cuando intentaba obligarme a tener relaciones sexuales con él.

Yo no era más que una herramienta para él, una forma de ganar más poder. Nunca se había preocupado por mí.

Y, sin embargo, intentaba entrar en mi mente. Me recordó la sensación que sentí cuando estábamos en París, y me había escapado de él para ver a mi madre. Me había encontrado tan rápido...

Tuvo que haber sido por esta conexión que compartíamos. Y cuando lo dejé en Minnesota, me aseguré de que no pudiera ver en mi mente como antes.

Sinceramente, no creía que le importara. Pero tenía la extraña sensación de que este dolor de cabeza abrumador, horrible e intenso que estaba experimentando era Grayson intentando vigilarme.

¿Era eso? ¿Quería saber dónde estaba y qué hacía por si decidía que me quería?

Sí, bueno, a la mierda. Bajo ninguna circunstancia iba a dejarlo volver a mi mente.

Lo peor de todo esto era... que lo quería. Él me había hecho amarlo. Me había hecho falsos cumplidos y promesas vacías de una vida con él que parecía sacada de un cuento de hadas.

Fue ese amor el que me hizo querer mirar más allá de sus defectos y de la forma en que me había tratado y... volver corriendo hacia él. Sí, así es, a pesar de todas las cosas horribles que me había hecho, todavía quería estar con él.

No dejaba de preguntarme si había tomado la decisión correcta al dejarlo, intentando convencerme de que no me había tratado tan mal.

Que quedarme en esa habitación helada en el sótano y ser rechazada por todos a mi alrededor, incluso por mi propia alma gemela, valdría la pena si conseguía estar aunque fuera un poco más cerca de él.

Quería perdonarlo.

Pero no podía, no quería hacerlo. Aunque me hacía sentir que iba en contra de mi propia naturaleza, sabía que tenía que terminar con él.

Me merecía algo mejor. A fin de cuentas, ambos lo merecíamos. Grayson merecía algo mejor que estar con alguien con quien no le gustaba estar, a quien sólo quería para ser más poderoso.

Y yo me merecía algo mejor que suspirar por un hombre que nunca me vería como algo más que un cuerpo para calentar su cama.

Me hizo cuestionar mi valía. Me hizo cuestionar si merecía amor. Y odiaba eso. Odiaba que me hiciera pensar en todas las personas de mi vida a las que había apartado, que me habían abandonado.

Mi madre me había abandonado para ir a crear una nueva familia en un país nuevo y fantástico, lejos, muy lejos de mi padre y de mí. Nunca le había gustado ser mi madre. Estaba resentida conmigo por alguna razón.

Mi padre había muerto de cáncer, dejándome sola.

Y aunque sabía que no era culpa de nadie, una parte de mí seguía preguntándose si hubiese trabajado un poco más para comprarle las medicinas que necesitaba...

Si hubiera pasado un poco más de tiempo con él en el hospital en lugar de salir con mis amigos después del colegio, ¿seguiría vivo? ¿Todavía tendría a mi padre?

Incluso Kyle y Elijah —dos personas que habían llegado a significar mucho para mí en los últimos meses— me habían abandonado al final.

Había intentado recordarme a mí misma que no era culpa suya. Sabía que se habrían quedado conmigo si les hubiera dado a elegir. Pero aun así, a la hora de la verdad, habían elegido a su alfa antes que a mí.

Y, finalmente, estaba Grayson. Ni siquiera era lo suficientemente buena para mi propia alma gemela. Dios, si él no podía ver más allá de mis defectos lo suficiente como para amarme, ¿quién lo haría?

Por mucho que intenté dejar de pensar así, de intentar convencerme de que todas esas personas se fueron por sus propios motivos y que no tenían nada que ver conmigo, no pude.

Era difícil no rebuscar en mis recuerdos y analizar todo lo que podía haber hecho mal.

Me dieron ganas de gritar. Y llorar. Los últimos días habían sido, lo admito, una gigantesca fiesta de lástima.

¿Por qué no había sido lo suficientemente buena? ¿Por qué todos los que me importaban me abandonaron? ¿Qué hice para que Grayson me odiara tanto?

Odiaba que Grayson me hubiera hecho pensar así.

Me hizo sentir que toda mi autoestima dependía de lo que los demás pensaran de mí cuando, en realidad, el único amor que necesitaba era el mío propio.

Yo sería la única que vería más allá de mis defectos. ~Yo sería la que me amaría~ a mí misma... incluso cuando los recuerdos de Grayson, diciéndome que no era lo bastante buena, lo hicieran casi imposible.

Así que, sí, podía golpear el interior de mi cráneo todo lo que quisiera. Nunca iba a dejarlo entrar. Ahora estaba por mi cuenta. Y así es como quería estar.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea