Mars Mejia
KARA
—¡Kara! —alguien gritó mi nombre desde el pasillo.
Miré detrás de mí y noté que la cabeza de pelo rubio desordenado se acercaba a mí.
¿No había sido lo suficientemente clara el otro día? Puse los ojos en blanco y me giré para seguir caminando hacia mi clase.
Aquella mañana me había levantado tarde y Charlie estaba dormido, así que le había mandado un mensaje a Layla para que me llevara. Terminamos llegando a la escuela a mitad de la primera hora.
Pero tuve la suerte de que Jason fuese la única persona que estaba mi pasillo.
Después de la situación en la casa de Quintin había tratado de evitarlo a toda costa.
Tuve éxito durante dos días (por suerte mantuvo las distancias durante nuestras clases)- pero estaba claro que aquella mañana no iba a hacerlo.
Por mucho que me gustara que Jason coqueteara conmigo, no podía prendarme de su encantadora personalidad. Ambos teníamos nuestros propios problemas.
—Kara, por favor —suplicó Jason. Me detuve bruscamente. ¿Me estaba suplicando realmente? Jason se puso delante de mí y estudió mi forma congelada—. ¿Qué pasa, has decidido imitar a una estatua?
Sonrió ante su ingenioso comentario y volví a la realidad. Lo fulminé con la mirada y traté de seguir adelante, pero me cortó el paso.
—De acuerdo. Sin bromas —dijo Jason más bien para sí mismo, y extendió los brazos para detenerme—. Quiero hacerte una propuesta
llamó mi atención y retrocedí un paso. Jason parecía bastante serio, pero por supuesto yo tenía mis dudas.
—¿De qué se trata? —refunfuñé con curiosidad. Mis ojos se detuvieron en su sudadera azul marino. Tenía el logotipo de nuestra escuela junto con un balón de fútbol.
—Yo... bueno, ah, mierda —empezó a decir y se interrumpió. Se frotó la cara con las manos y dejó escapar un gemido frustrado—. Mira, Kara. No estoy acostumbrado a esto. Demonios, nunca he hecho esto antes. Y no debería. Lo que quiero decir es que las chicas prácticamente se arrodillan y me ruegan...
Me burlé y lo dejé atrás. Por supuesto, tenía que decir algo así.
Jason maldijo y me agarró por el codo, haciéndome girar hacia él. Sus ojos azules eran vibrantes. Nunca había estado tan cerca de él, cara a cara, sin los habituales comentarios coquetos o palabras insultantes.
Me sorprendió que se mostrase tan sincero.
—Lo siento por… —respiró profundamente— ser un imbécil. Pensé que eras como la mayoría de las chicas de este instituto, pero maldita sea, Kara. Eres muy frustrante, y lo que estoy tratando de decir es... ¿podemos empezar de nuevo y tratar de ser amigos?
Lo dijo todo tan rápido que se había quedado sin aliento cuando terminó.
Mis ojos se abrieron progresivamente y él se quedó esperando mi respuesta, con aspecto nervioso e impaciente.
—Di algo —me pidió. Jason agitó una mano frente a mi cara y lo miré con incredulidad. Mi mente se aceleró y empecé a hacerme preguntas.
Sintiendo dudas, me tomé un momento para analizar la situación.
Habíamos estado yendo y viniendo durante las últimas dos semanas. Peleando, provocándonos, tocándonos. Era una situación extraña.
Me vino a la mente la interacción entre Jason y yo en el patio de comidas. Ambos habíamos cosas sobre el otro desde el principio, y aquélla sería una forma de empezar de nuevo.
—Bueno... —respiré profundamente y miré al suelo, reflexionando sobre lo que iba a decir. Después de otros momentos, supe exactamente lo que quería. A la mierda, iba a asumir el riesgo—. No hagas que me arrepienta por haber dicho que sí.
Jason se quedó sorprendido un momento antes de mostrarme una enorme sonrisa.
—No te defraudaré —celebró Jason de inmediato, y yo puse los ojos en blanco.
—Bueno, prácticamente me he perdido la primera clase —señalé. Volví a abrir mi casillero y guardé mis libros, ya no los necesitaba. A continuación tenía Gimnasia. Con Jason—. Vamos para allá.
Comenzamos a caminar hacia el otro lado del edificio.
Durante el breve paseo, Jason me hizo preguntas sencillas para intentar conocerme mejor.
Le expliqué por qué prefería las patatas fritas en forma de gofre a las normales, y a cambio aprendí lo que hacía un receptor de fútbol.
—De ninguna manera —Jess fingió escandalizarse después de que le contara mi encuentro con Jason por la mañana. Nos estábamos poniendo nuestra ropa de gimnasia—. que puedo decir es que ya era hora.
Layla y Jess estaban completamente aturdidas al imaginarme con él.
—Es sólo un tío —le tranquilicé. Uno muy sexy, claro está. Observé a mi amiga babear al pensar en el diablo rubio.
—Parece que estás tratando de convencerte a ti misma más que a mí —Jess me guiñó un ojo mientras entrábamos en el gimnasio. Puse los ojos en blanco, odiando que tuviera razón.
Llegamos unos minutos tarde, así que el entrenador nos hizo correr dos vueltas más. Después de correr, Jess y yo nos sentamos mientras el señor Dott nos explicaba lo que íbamos a hacer a continuación.
Jason se acercó a mí una vez que el señor Dott terminó. La sensación de intentar ser amigos era todavía extraña, así que no pude evitar sentirme todavía fría con él.
—¿Puedo ayudarte? —le pregunté. Estaba apoyada sobre mis manos, con las piernas estiradas delante de mí.
Jason se rió y me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo del gimnasio.
—Como ahora somos amigos, vas a ser mi compañera —dijo. Acepté su mano y, con un rápido movimiento, me puso en pie.
—¿Para qué? —pregunté, sintiéndome avergonzada por no haber prestado atención a nuestro profesor.
—Balón prisionero —respondió Jason, como si fuera lo más obvio del mundo.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente y sacudí la cabeza con furia. De ninguna manera iba a jugar al balón prisionero. Jess y yo nos sentábamos en la banda durante ese tipo de actividades—. No acepto un no por respuesta.
Me miró fijamente con ojos de zafiro brillantes y continuó haciéndolo durante otro minuto.
Me mordí el labio y observé a Jess agitando las manos como una maníaca detrás de Jason. Estaba murmurando Dile que síy asintiendo como un muñeco.
—Bien —suspiré derrotada—, pero te advierto que soy terrible en el balón prisionero, así que no te enojes cuando pierdas por mi culpa.
Jason me dedicó una gran sonrisa y se giró para volver a caminar hacia el grupo de estudiantes.
—Ya he ganado teniéndote en mi equipo.
Mis ojos se pusieron automáticamente en blanco, pero me sonrojé cuando él se adelantó. Debería haber sabido que no iba a dejar de coquetear.
Jess sonreía ampliamente mientras seguía a Jason fuera de la banda.
Me acerqué a él y me quedé a su lado mientras todos los que estaban jugando se reunían alrededor del entrenador.
—Bien, las reglas básicas del balón prisionero de tres pasos: podéis jugar en equipos de dos; si un jugador os alcanza, quedáis automáticamente fuera. Podéis correr a cualquier parte de la sala, pero en cuanto tengáis un balón en la mano sólo podréis dar tres pasos. La única manera de volver a entrar es si la persona que te ha alcanzado sale a su vez. Gana el último equipo, o jugador, que queda en pie.
Hizo sonar su silbato con fuerza y la clase se encogió ante el sonido penetrante.
—Elegid a vuestro compañero.
La gente se dispersó por todas partes y una chica bastante alta se acercó a Jason.
—¿Quieres que seamos compañeros?
Se mordió el regordete labio rosado y empezó a revolver su cabello rubio rojizo, mirándolo fijamente con sus brillantes ojos esmeralda.
Resoplé ante su evidente esfuerzo, pero me ignoró como si no estuviera allí.
Jason negó con la cabeza.
—Ya soy compañero de Kara —le informó. Jason me dio un codazo y yo sonreí torpemente a la chica que ahora me miraba con desprecio.
—¿En serio? ¿La tía que siempre tropieza consigo misma? —se burló, molesta. Unas cuantas personas a nuestro alrededor se rieron y sentí que mi cara se calentaba por la vergüenza.
Jason enarcó las cejas, antes de entrecerrar los ojos hacia ella.
—Y tú eres la chica que intenta desesperadamente llamar la atención de todos los chicos del equipo de fútbol. ¿Adónde quieres llegar? —respondió Jason con frialdad.
La gente que estaba a nuestro alrededor se echó a reír.
Los ojos de la chica se abrieron desmesuradamente y su cara se puso roja. Nos dirigió a ambos una última mirada acalorada antes de alejarse.
—Gracias —respondí después de un momento mientras evitaba el contacto visual. Jason me miró fijamente con sus intensos ojos azules y se rió genuinamente. No pude evitar mirarle ante su extraña respuesta.
Nuestro profesor hizo sonar su silbato, lo que significaba que el partido estaba a punto de empezar, y el miedo me llenó el estómago, ya que no tenía ni idea de qué hacer.
—Por aquí.¡ —señaló Jason, llevándome a una zona que no estaba tan rodeada de gente. Me situé en un rincón, así que al menos los rivales no podría atacarme o pillarme desprevenida por detrás.
Todos nos colocamos en posición y aguardamos pacientemente a que nuestro profesor nos diese la señal para empezar.
—¡Adelante! —gritó el señor Dott después de hacernos esperar ansiosamente durante un par de minutos. Tan pronto como hizo sonar el silbato, se lanzaron bolas de espuma de colores por todas partes.
Aunque las pelotas eran relativamente blandas, si las lanzabas con mucha fuerza podían ser dolorosas. Había visto a un par de estudiantes ir a la enfermera a causa de impactos potentes.
No debíamos lanzar los balones con fuerza, pero a veces los chicos se volvían demasiado competitivos.
Una bola verde pasó por delante de mi cara y grité de sorpresa. Mi cabeza giró en aquella dirección y vi a Adam riéndose.
Mi cara se puso roja de rabia. Jason pareció darse cuenta y lanzó una pelota a Adam mientras no miraba. Le dio de lleno en el pecho y me reí de él mientras sus ojos se abrían indignados por la sorpresa.
Adam maldijo lo suficientemente alto como para que lo oyéramos y miró a Jason con el mismo odio que antes. Jason le guiñó un ojo y se volvió hacia mí con una sonrisa, haciéndome saber que me cubría las espaldas.
No pude evitar sonreírle a Jason.
—¿Ya has sacado a alguien? —preguntó Jason mientras se acercaba a mí bastante. Negué con la cabeza y él se agachó, recogiendo una pelota azul.
Jason me la tendió y la miré durante unos instantes antes de tomarla en mis manos.
Jason se apartó y yo miré a mi alrededor para ver quién era la persona más cercana. Divisé a una chica que estaba de espaldas a nosotros y apunté hacia ella.
Un segundo después, la pelota le dio en la espalda y ella soltó un pequeño chillido de sorpresa.
—Oh, mierda. Realmente le he dado —murmuré sorprendida. Jason negó con la cabeza mientras reía a mi lado. No pude evitar sentirme un poco emocionada, teniendo en cuenta que nunca había participado en aquel juego.
—Buen trabajo —se burló Jason, y lanzó una pelota a uno de sus amigos. Oí a Jason gruñir y me giré justo cuando otra pelota rebotó en su costado.
Fruncí el ceño cuando se sentó en el suelo mientras su otro amigo se reía de él. La idea de estar sola ahora no aumentaba precisamente mi confianza.
Miré a mi alrededor y me di cuenta de que sólo había cinco personas de pie. Adam y yo éramos dos de los cinco participantes todavía en liza.
Ahora que Jason estaba fuera, Adam había vuelto a entrar. Lo miré directamente a sus fríos ojos verdes y me dirigió una mirada tan oscura que me aterrorizó.
Aquello no era bueno.
Por el rabillo del ojo vi a una chica caminando hacia mí. Me lanzó la pelota e instintivamente coloqué mi mano para bloquearla. La pelota rebotó en la que tenía en la mano y me sentí aliviada de que no me hubiera tocado.
Volví la cabeza para mirar a Adam, pero entonces sentí que algo duro chocaba con el lado izquierdo de mi cara.
El impacto instantáneo me hizo dar un grito de sorpresa y caí hacia atrás, agarrándome el costado del rostro.
—¡Kara! —Jason corrió a mi lado. Contuve las lágrimas apretando los ojos con fuerza. Me escocía la cara. Sentía como si alguien me estuviera pinchando el lado izquierdo de la cara con un millón de agujas.
—Pequeño pedazo de mierda —gruñó Jason, sus pasos resonaron por el gimnasio mientras se dirigía hacia Adam.
No podían volver a pelear. El pánico me invadió y me incorporé rápidamente. Me arrepentí inmediatamente; gemí con fuerza. Jason se detuvo en seco, se giró al instante y volvió hacia mí.
—Kara, ¿estás bien? —enarcó las cejas mientras me miraba preocupado. Siseé de dolor cuando me pasó el pulgar por el pómulo.
—Hazte a un lado —dijo el señor Dott con autoridad. El gigantesco hombre se arrodilló a mi lado junto con Jason y Jess—. ¿Puedes caminar?
Me encogí de hombros. Me ayudaron a levantarme y me tambaleé sobre mis piernas.
—¿Puede alguien llevarla? —preguntó Dott. Jason asintió al instante.
Un momento después sentí que su brazo serpenteaba alrededor de mi espalda y que su otro brazo se colocaba bajo mis rodillas. Me levantó con facilidad y se dirigió hacia la salida del gimnasio.
La puerta se abrió con un chirrido y el sonido de sus pasos resonó en el pasillo vacío, haciéndome saber que habíamos salido del gimnasio.
—Joder, eso ha dolido —gemí y cerré los ojos, apoyando la cabeza en el hombro de Jason. Me dolía tanto la cabeza que ni siquiera podía procesar la rabia que me recorría.
La maniobra de Adam iba a volverse contra él, podía prometerlo.
Pero, por ahora, sólo quería que el dolor desapareciera.
—Lo siento mucho, Kara —Jason dejó escapar un largo y profundo suspiro.
Mi cabeza se levantó lentamente. Le miré fijamente, lo que sólo me hizo marearme.
—¿Por qué te disculpas? —pregunté. Hice lo posible por ignorar el dolor y, en cambio, me centré en saciar mi curiosidad.
—No estarías en este estado si no te hubiera obligado a jugar —Jason mantuvo la mirada hacia delante mientras yo le observaba. Mis ojos giraron levemente en sus cuencas.
—No podías predecir que mi ex novio me iba a golpear en la cara con un balón.
La risa retumbó en su pecho, vibrando a través de mí. Me concentré en aquella sensación placentera.
—Supongo que no —concedió.
—Date prisa, por favor. Noto que se me hincha la cara —le pedí Mi cabeza volvió a su hombro y cerré los ojos.
—¿Cómo te las arreglas para hacer que una cara magullada parezca bonita? —susurró él.
El rubor se extendió por mi rostro mientras mantenía los ojos cerrados. Mi mente ya estaba nublada.