Mi chica - Portada del libro

Mi chica

Evelyn Miller

Capítulo seis

SAVANNAH

Hace un mes que vi a Tanner en el club.

Un mes entero con la paranoia de que me lo voy a encontrar, sobre todo con Rosie.

Hoy es el primer día que llevo a Rosie a la biblioteca. En parte porque nadie podía vigilarla hoy y en parte porque ella y Jax no se callan con el asunto de verse.

—¿Ya está aquí? —gime Rosie por enésima vez.

—Todavía no, cariño. Puede que no venga hoy —le digo suavemente mientras miro la hora: 3:42 pm.

Suele llegar a las 3:30, si es que viene. —¿Quieres colorear un poco mientras esperas? —le pregunto, apartándole un rizo de la frente que se ha soltado de la coleta.

—Supongo —murmura antes de irse enfurruñada a su mesita. La mayor parte de mí esperaba que no apareciera, así mi secreto estaría guardado. Pero una parte de mí quiere que aparezca, por Rosie.

Exactamente veinte minutos después, Jax aparece en mi mesa, con la frente empapada de sudor, jadeando y con la cara roja. ¿Ha venido corriendo?

—¿Está aquí? —pregunta, sin molestarse en un simple «hola».

—¡Jax! —chilla Rosie desde detrás de mí. Se le ilumina toda la cara al oír su vocecita y rodea el escritorio para ir a su encuentro.

—Hola a ti también —murmuro, viendo cómo Jax la coge en brazos y le da un abrazo de oso.

—Te he echado de menos. Mamá me dijo que tenía que quedarme con tía Erin, Gigi y Poppycorn —exclama, agarrándose con fuerza a su cuello.

—Yo también te he echado de menos —le dice Jax mientras la acerca para que descanse sobre su cadera.

—Mamá, ¿puedo ir a dibujar con Jax?

—¿Por favor? ¿Por favor? ¿Por favor? —me ruega cuando no le contesto enseguida.

—Mientras no lo molestes —respondo con un suspiro.

Mientras se alejan, no puedo evitar pensar en el lío que me he montado. ¿Por qué lo mantuve en secreto tanto tiempo?

Debería haber ido a ver a sus padres y decirles que estaba embarazada, entonces quizá habrían estado en su vida, o no. Incluso entonces, al menos no sería la bola de ansiedad que soy ahora.

—Pareces preocupada —afirma Lydia mientras me muerdo el labio.

—No. Estoy bien —contesto un poco rápido y demasiado agudo.

—¿Qué te preocupa? —pregunta suavemente.

—El padre de Rosie ha vuelto a la ciudad —suelto antes de poder contenerme. Al instante quiero retractarme, pero ya es demasiado tarde.

—Oh. ¿Él lo sabe? —pregunta suavemente.

—No. Me evitó como a la peste cuando fui a contárselo —dejo caer la cabeza sobre mi regazo, avergonzada.

—Supongo que ahora lo estás evitando —afirma con naturalidad, y yo asiento con la cabeza.

—La ha visto. Solo una vez, pero creo que lo sabe. Iba a volver a Carolina del Sur, pero Erin dijo que debía buscar un abogado. Ni siquiera se lo he dicho a Pete, pero es abogado... —balbuceo.

Se siente extrañamente bien hablar de ello con alguien que no sea Erin o su familia.

—Cariño, ¿has hablado con este chico? —Lydia me corta.

—No.

—Bueno, quizá deberías empezar por ahí —se ríe entre dientes—. La vida no tiene por qué ser tan dramática —añade, echando un vistazo a la pila de libros devueltos y frunciendo ligeramente el ceño.

—Los haré yo —le digo, levantándome y cogiendo el carrito—. Me ayudará a despejarme —le digo cuando va a protestar.

Mientras vuelvo a colocar los libros en sus estantes, mi mente empieza a preguntarse qué pasaría si intentara hablar con Tanner. ¿Huiría de nuevo?

Pero entonces podría decir que lo intenté, y nada cambiará. Pero ¿y si quiere la custodia completa? Entonces sí que necesitaría un abogado.

—Savannah —me doy la vuelta al oír a alguien susurrar mi nombre solo para encontrarme con el hombre en persona. Tanner. Él está de pie dos pasos delante de mí.

—Tanner —jadeo, dando un paso atrás y golpeando la estantería detrás de mí.

—¿Qué haces aquí? —pregunta frunciendo un poco el ceño.

—Trabajo aquí —le digo— ¿Por qué estás aquí? —pregunto, mirándome los pies.

—Para recoger a Jax —su ceño se frunce más.

—Está por allí —asiento con la cabeza en su dirección.

—Con tu hija, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Rosie —dice, sin darme la oportunidad de responder.

—Sí —susurro.

—Tiene tres años, ¿verdad?

—Sí.

—Es interesante que nos acostáramos hace casi cuatro años y que, de repente, tengas una hija llamada Rosie y yo tenga una abuela llamada Rosaline que solo tú conocías. ¿No te parece? —dice, dando un paso adelante y acercándose demasiado a mí.

Abro la boca para responder, pero no sale nada.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta Tanner entre dientes. Vuelvo la cabeza hacia sus ojos verdes y la rabia empieza a invadirme.

—Intenté decírtelo en cuanto lo supe. Eras tú el que se escondía de mí —replico, alzando la voz.

—Nunca me escondí de ti. Actuaste como si yo no existiera —responde al instante.

—¡No lo hice! ¡Intenté hablar contigo! ¡Huiste! —prácticamente grito.

—¿Mamá? —la voz de Rosie flota por la biblioteca, llena de preocupación.

—Ya voy —le respondo, sin romper el contacto visual con Tanner. Niego con la cabeza antes de caminar hacia Rosie.

¿Cómo se atreve a culparme por esconderme de él? Claro, la primera semana después de acostarnos me escondí de él, pero luego Erin me convenció de que hablara con él. Y entonces se escondió.

Cinco semanas después, cuando me enteré de que estaba embarazada, envió a Mikey para que me mandara a la mierda.

—¿Qué pasa? —pregunto, apartando de nuevo ese maldito rizo de su cara, haciéndola resoplar.

—Estabas gritando —dice con el labio tembloroso.

—Lo siento, cariño. Mamá se ha enfadado un poco —la tranquilizo. Nunca le grito a Rosie. Es una de las muchas cosas que hacían mis padres y que prometí no hacer.

—Savannah. ¿Podemos hablar, por favor? —interrumpe Tanner.

—Tiene novio, gilipollas —suelta Jax, fulminando con la mirada a su hermano, y a Rosie se le iluminan los ojos ante la nueva palabrota.

—Sí, tiene novio, gilipollas —dice Rosie, orgullosa de sí misma. Jax enarca las cejas, sorprendido, y mira a Rosie antes de lanzarme una mirada de disculpa.

Abro la boca para regañar a Rosie, pero ella me interrumpe.

—Lo sé, mamá. Lo sé. No digas palabrotas —ella pone los ojos en blanco— ¿Qué es un gilipollas? —pregunta, mirando a Jax, que me mira en busca de ayuda.

—Lo has dicho tú, no yo —me encojo de hombros y le sonrío.

—Es… ah, eh, es una palabrota —se conforma con hacerme poner los ojos en blanco.

—¿Es como imbécil?

—Vale, ya basta de palabrotas. Ve a por tu bolso, por favor —le digo con una mirada mordaz.

—¡Adiós, Jax! Hasta luego —dice Rosie, dándole un rápido abrazo antes de salir corriendo detrás de mi mesa.

En el momento en que Rosie se va, una tensión llena el aire.

—Te dije que iba a ir. No hace falta que vengas a buscarme —escupe Jax, metiendo sus cosas en la mochila.

—Mamá y papá me dijeron que viniera a buscarte —responde Tanner con suavidad.

—Como si los hubieras escuchado antes —resopla Jax, poniéndose de pie.

Miro a Tanner, que pone los ojos en blanco y parece a punto de estallar de rabia. Tiene las manos cerradas en puños.

Justo cuando estoy a punto de escabullirme, Tanner se detiene delante de mí, bloqueando mi camino.

—En serio, tío, déjala en paz —sisea Jax desde detrás de mí. Miro a Tanner, que está mirando a su hermano por encima de mi cabeza.

—Cállate —suelta antes de mirarme—. ¿Podemos hablar? ¿Por favor? —pregunta Tanner en un tono mucho más amable que el que ha utilizado hasta ahora.

—¡Lo digo en serio, Tanner, déjala en paz de una puta vez! —gruñe Jax, poniéndose a mi lado.

—No te metas en esto. No sabes una mierda —se le tuerce la mandíbula. Veo a Rosie saltando alegremente de vuelta hacia nosotros con su mochila puesta y llevando mi bolso.

—Podéis callaros los dos —digo, abrumada. Los dos se callan y dan un paso atrás para que yo pueda respirar.

—Mañana, a las nueve en la cafetería —le digo a Tanner antes de girarme hacia Jax y dedicarle una sonrisa triste.

—No tienes por qué verlo, Savannah, puede ocuparse de sus propios asuntos para variar —me dice Jax, actuando totalmente diferente de su habitual ser bobalicón y despreocupado.

—No pasa nada —suspiro, agarrándome a la mano de Rosie—. Nos vemos luego —añado antes de darme la vuelta y marcharme—. ¿Te divertiste con Jax? —pregunto mientras caminamos por la calle.

El tiempo es cada vez más cálido; pronto el verano estará en todo su esplendor.

—¡Sí, me va a enseñar a dibujar una mariposa! —me dice y empieza a balancear ligeramente los brazos.

—Oye, ¿quieres un helado? —pregunto mientras nos acercamos a la tienda.

—¡Sí, por favor, mamá! —chilla e intenta salir corriendo, pero yo le agarro la mano para que no pueda.

Una vez que ambas hemos tomado una bola de helado y estamos sentadas fuera, decido por fin preguntarle a Rosie por su padre.

—¿Recuerdas cuando Jax se lastimó el brazo? —pregunto, ganándome un asentimiento— ¿Y dijiste que tu padre solía pegar a la gente? —continúo.

—Mm-hmm —acepta lamiendo el helado que gotea de sus dedos.

—¿Por qué dijiste eso?

—Porque mi padre solía pegarle a la gente —se encoge de hombros despreocupadamente.

—¿Ah, sí? —pregunto con una sonrisa burlona, pero por dentro quiero gritar «¿cómo demonios lo sabes?».

—Sí. Eso es lo que la tía Erin le dijo a Gigi —continúa.

—¿La tía Erin te dijo eso? —frunzo el ceño.

—No, se lo oí decir a Gigi cuando estaba haciendo de cuenta que dormía —dice Rosie tímidamente.

—¿Dijo algo más? —pregunto, dando un sorbo a mi propio helado.

—No. Me quedé dormida.

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