Amando a los malos - Portada del libro

Amando a los malos

Lisa Rhead

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Chapter
15
Age Rating
18+

Sinopsis

«Tenía dinero, poder y toda la ciudad en mi mano y, sin embargo, seguía queriendo algo más. No sabía lo que era, pero las cosas con las que solía disfrutar, como follar, empezaban a dejarme un sabor amargo en la boca y eso no me gustaba».

Tayla se ve envuelta en un mundo de riesgo con los misteriosos hermanos Raffiel y Walker, un hombre que no puede olvidarla después de una fiesta. Dividida entre Walker y su íntimo aliado Hayden, se mete en un peligroso triángulo amoroso. ¿Encontrará el amor o los problemas?

Clasificación por edades: +18

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56 Capítulos

Capítulo 1

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

TAYLA

«Una nueva ciudad y un nuevo comienzo», pensé mientras me detenía frente a la casa de mi primo, Logan.

Apagué el motor de mi mini y salí, con el aire frío del mar soplando alrededor de mis piernas desnudas.

Era junio y Logan había dicho que aquí tenían veranos muy calurosos, pero hoy estaba apagado y gris.

«Debe ser un mal día», pensé.

La puerta principal de la casa blanca junto al mar se abrió y un hombre rubio de dos metros vino a por mí.

¡Mierda!

¿Iba a tirarme al suelo como cuando éramos niños?

Unos brazos musculosos me rodearon, me elevaron en el aire y me hicieron girar rápidamente.

—¡Ya estás aquí! Tu madre ha llamado dos veces para ver si habías llegado bien —dijo, apretándome.

—¡Logan! Necesito respirar —dije, mientras él golpeaba sus manos alrededor de mi cintura.

Me dejó caer de pie y lo miré.

—¡Te has quedado baja! —bromeó.

—¡No! Has crecido demasiado —corregí.

Echó la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada.

—Supongo que ahora ya no soy el peque —me recordó.

Cuando éramos más jóvenes y nuestros padres se reunían en verano, yo solía burlarme de él por ser más bajo, porque hasta ahora siempre había sido más alta que él.

No lo veía desde que él tenía catorce años, y yo, trece.

Abrió la parte trasera de mi mini y cogió mi única bolsa de lona.

—¿Esto es todo lo que has traído? —preguntó frunciendo el ceño.

—No he tenido tiempo de preparar mucho equipaje —murmuré, bajando la mirada.

—¡Mierda! Lo siento —dijo, balanceando mi bolsa sobre su hombro con facilidad.

—¿También has estado haciendo ejercicio? —le pregunté.

Soltó una carcajada avergonzada y me pasó el brazo por el hombro, guiándome hasta su casa.

—Han cambiado muchas cosas desde que éramos niños —me dijo.

Abrió la puerta principal y me condujo al interior de un pasillo.

Las paredes eran de color crema, con algunos cuadros en la pared y una escalera que conducía al siguiente piso.

Cerró la puerta tras de mí y colocó mi petate al pie de la escalera.

—Enseguida te enseño tu habitación. Jess te ha preparado un té helado —me dijo.

Lo seguí por el pasillo y entré en una gran cocina.

Una chica despampanante de grandes ojos marrones estaba sirviendo té helado en vasos, sobre la isla de la cocina cuando entramos, y me dedicó una cálida sonrisa.

—¿Tú debes ser Tayla? ¿La prima de Logan? —saludó.

—Y tú eres Jess, ¿verdad? —pregunté, estudiándola.

—Jess es mi otra inquilina —explicó Logan, tomando un vaso de té helado.

Jess llevaba el pelo negro corto y rapado por detrás, y múltiples pírcines en ambas orejas.

Sus labios eran rosados y carnosos, y tenía unas preciosas pestañas largas y oscuras.

Me ofreció un vaso y lo cogí, dándole las gracias.

—Jess es una maniática de la limpieza, así que si no quieres que tus cosas se pierdan, te aconsejo que las guardes en tu habitación —dijo Logan.

—Tomo nota —dije, dando un sorbo a mi bebida.

—Jess también trabaja en el mismo restaurante en el que tienes la entrevista, así que si consigues el trabajo, ya conocerás a alguien —explicó Logan.

Asentí con la cabeza.

Logan me había concertado una entrevista como camarera en el restaurante local de la ciudad para dentro de dos días, para que pudiera instalarme antes de empezar a trabajar.

—Deberíamos ir a esa fiesta en la playa esta noche —sugirió Jess.

—¿La de la playa de Raffiel? —preguntó Logan.

Jess asintió.

—¿No sería una buena manera de dar la bienvenida a Tayla a la ciudad?

—No estoy seguro de que una de las fiestas de Raffiel sea la forma de dar la bienvenida a Tayla, Jess. Necesitamos que se quede y pague el alquiler —dijo, pasándose una mano por el pelo.

Logan era propietario de esta casa de tres habitaciones, pero su trabajo nunca cubría la hipoteca, así que alquilaba las otras dos habitaciones para compensar.

Había comprado esta casa con su exnovia y, cuando ella lo dejó, él se quedó con la factura de la casa.

—Todo irá bien —dijo Jess.

—¿Quién es Raffiel? —pregunté.

Logan negó con la cabeza.

—Nadie importante —me dijo.

Jess le lanzó una mirada confusa.

—No tengo dinero para ir a una fiesta —les dije.

—Por aquí no hace falta —dijo Jess.

—Llevas una botella —dijo Logan.

—¿Tienes bañador? —preguntó Jess.

—Sí, pero hace frío y está nublado...

Justo entonces, a través de la ventana, brilló el sol y la temperatura empezó a subir.

—Una cosa con la que se puede contar aquí, en Bluewood Cove, es con el buen tiempo —dijo Jess, riendo.

—Te acompañaré a tu habitación —dijo Logan, terminando su bebida.

Lo seguí hasta la salida de la cocina, y él se colgó mi bolsa al hombro mientras subía las escaleras hasta el siguiente piso.

Señaló a la izquierda por un pasillo.

—Mi habitación y la de Jess están ahí abajo, y también el baño. Tienes este lado de la casa para ti sola, y da a la playa —me dijo.

Abrió una puerta, y lo seguí hasta un dormitorio.

Había una cama doble, un tocador y un escritorio vacío con una sola silla.

Había un edredón crema y amarillo sobre la cama, con almohadas a juego y una enorme manta crema doblada en el extremo.

—Un armario ahí y un pequeño cajón para que lo uses —dijo señalando los objetos.

Colocó mi bolsa en el escritorio y se pasó las manos por los pantalones, suspirando.

—No te preocupes por el alquiler este mes. Jess y yo lo tenemos cubierto, y cuando empieces a contribuir, será al final de cada mes —me dijo.

Abracé suavemente a Logan.

—Gracias, primo. Estoy en deuda contigo —dije cariñosamente.

Se rio y me empujó suavemente hacia atrás, dirigiéndose a la puerta.

—Te dejaré deshacer la bolsa y nos iremos sobre las cuatro a la playa.

Lo vi salir y cerré la puerta tras de sí.

Desabroché la cremallera de mi bolsa, guardé mi ropa en el cajón y colgué en el armario las prendas que necesitaban ser colgadas.

Mi habitación tenía una ventana que se podía levantar para que entrara el aire y cerrar con un pestillo, con cortinas amarillas a ambos lados.

Me acerqué a la ventana, la abrí de par en par y saqué la cabeza, inhalando el aire marino.

De pequeña, me encantaba pasar los veranos aquí, en esta ciudad, y nunca perdí mi amor por el mar.

Mi vista daba a un cuidado jardín trasero con una valla de dos metros y, más allá, había una orilla cubierta de hierba.

Sobre la orilla de hierba había arena dorada y se veía el suave romper de las olas del mar.

Las gaviotas gritaban con fuerza en las cercanías y, mirando hacia la playa, pude ver el contorno de una casa enorme y cara a un kilómetro y medio de aquí.

—¡Es precioso! ¿Verdad que sí?

Di un respingo y me golpeé la cabeza con el borde de la ventana al retroceder hacia el interior.

Jess estaba parada en mi puerta, con una mano sosteniendo mi té helado y la otra medio congelada en un puño.

—Llamé a la puerta, pero no creo que me oyeras —dijo sonriendo.

—Lo siento. Estaba admirando las vistas —le dije.

Colocó mi té en la mesita y luego se puso a mi lado, asomando la cabeza por la ventana.

La vi cerrar los ojos y aspirar el aire.

Volví a asomar la cabeza con ella.

—Tu habitación tiene las mejores vistas —dijo, manteniendo los ojos cerrados.

—¿Cómo es que no la cogiste?

—Tengo que ser la primera en ducharme por la mañana porque Logan tarda una eternidad —me dijo.

Abrió los ojos y señaló la casa que yo había estado mirando.

—Esa casa de ahí es donde es la fiesta esta noche —me dijo.

—¿Conoces a los dueños? —pregunté.

Puso mala cara.

—En realidad, no. Logan los conoce mejor que yo. Sólo vamos a las fiestas y no nos relacionamos con los dueños ni con ese tipo de gente —me dijo.

—¿Tipo de gente? —pregunté.

Jess se volvió hacia mí y abrió la boca cuando Logan le gritó desde mi puerta.

—¿Vas a hacer la comida, mujer? Me muero de hambre... —dijo sonriendo.

Jess puso los ojos en blanco y las dos volvimos a la cocina.

—Te juro que te morirías sin mí —murmuró, siguiendo a Logan por el pasillo.

—¡Almuerzo en veinte minutos, guapa Tayla! —gritó Jess mientras bajaba las escaleras.

Hice una mueca ante mi nuevo apodo y negué con la cabeza.

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