Sounders Hockey 1: Defensa avanzada - Portada del libro

Sounders Hockey 1: Defensa avanzada

Jade Castle

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Chapter
15
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18+

Sinopsis

Andromeda, la única hija en una familia de siete, hace historia al ser la primera mujer reclutada para jugar en la NHL y se une a los Sounders. Feroz y determinada, está lista para demostrar su valía sobre el hielo. Pero cuando conoce a Blake, el mejor defensa de la liga, saltan chispas dentro y fuera de la pista. Blake queda cautivado por la habilidad y la fuerza de Meda y se da cuenta de que ella es la única mujer que podría cambiar su vida para siempre. En un mundo dominado por hombres, Meda debe lidiar con su carrera pionera y la intensa conexión que comparte con Blake. ¿Podrá tenerlo todo?

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42 Capítulos

Capítulo 1

Capítulo 1.

Capítulo 2

Capítulo 2.

Capítulo 3

Capítulo 3.

Capítulo 4

Capítulo 4.
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Capítulo 1.

MEDA

. . . . . . . .

FLASHBACK: MEDA, DIECISÉIS AÑOS

Era la final del Campeonato Estatal de Hockey de Secundaria de Michigan, y estaban perdiendo por un gol.

Meda era la capitana del equipo por segundo año consecutivo. El partido había sido intenso. Ambos equipos estaban agotados. Algunos jugadores empezaban a cometer errores, pero Meda no iba a permitir que eso sucediera. Quería ayudar a sus Wildcats a conseguir otro campeonato estatal, le costara lo que le costrara.

Los equipos se reunieron en el centro de la pista para un nuevo saque. Meda buscó a su padre entre el público, quien le hizo un gesto de ánimo. Luego miró a su hermano gemelo, Apolo, quien le puso la mano en el hombro en señal de confianza. Finalmente, miró al rival que tenía enfrente y le lanzó un beso. Había llegado la hora de la verdad.

El árbitro soltó el disco, y los Wildcats se hicieron con él en un abrir y cerrar de ojos, moviéndose como un rayo por la pista. Meda se deslizaba con gracia, esquivando a sus rivales mientras vigilaba a los jugadores más brutos y a su hermano.

Sus contrincantes, los Quinn Lakes Beavers, eran despiadados y no tenían reparos en jugar sucio.. Cada vez que paraba un tiro, la embestían. Cada vez que cogía el disco, la embestían.

La habían golpeado un montón durante el partido, sobre todo uno de ellos: Blake Reinholdt. La verdad es que no le caía nada bien. Había sido un cretino con ella desde que eran críos. Siempre se quejaba de tener que jugar con una «niñita».

Ella era dura de pelar, y él quería pararle los pies, pero no tenía ni idea de con quién estaba tratando.

Apolo gritó y le pasó el disco, y ella rápidamente se lo mandó volando por la pista a Ethan Gray, el centro de los Wildcats. Ethan le pegó un cañonazo al disco hacia la portería, haciendo sonar la bocina.

Después de unos rápidos choques de manos, los equipos se prepararon de nuevo. Quedaba poco tiempo, y el próximo gol decidiría al ganador.

Esta vez, los Beavers se hicieron con el disco y se replegaron a su lado. Los Wildcats tuvieron que sudar la gota gorda para recuperarlo. El equipo estaba centrado en la defensa y fue una dura batalla recuperar la posesión. Los Beavers jugaban sucio, pero los Wildcats aguantaron el tipo.

El derbi estaba en pleno apogeo. Los jugadores bloqueaban, robaban el disco y se daban de lo lindo. Los gemelos estaban dando guerra al equipo contrario. Justo antes de que terminara el partido, la luz en la portería de los Beavers se encendió.

¡GOL!

¡Los Wildcats habían ganado otra vez!

El equipo empezó a gritar de alegría, y Meda estaba radiante de orgullo.

Los Beavers se pusieron en fila y les estrecharon manos, pero tenían una cara de vinagre que no podían disimular.

—No deberías estar aquí, rubia —dijo Blake, que estaba que echaba chispas.

Meda sonrió y le guiñó un ojo.

—Ya deberías haberlo superado, Blakey.

Blake la miró con odio.

—En unos años, cuando esté jugando en las grandes ligas, tú solo serás la mujer de alguien pariendo a sus bebés.

El rostro de Meda se puso como rojo un tomate, pero solo le sonrió.

—Nos vemos pronto, Blakey. No puedo esperar para darte otra paliza.

Meda encontró a su hermano, se cogieron del brazo y ambos se dirigieron al autobús del equipo, intentando quitarse de la cabeza a Blake Reinholdt.

Este título llegará pronto a Galatea - ¡mantente atento!

DAMON

Damon Dakiedes estaba exultante. Acababa de hablar con sus abogados y las noticias superaban sus expectativas. La NHL había dado luz verde, y ya tenían una oferta sobre la mesa. Deseaba poder compartir la buena nueva con su hija, Andrómeda. Ella estaría eufórica. Desde pequeña, siempre había soñado con jugar al hockey.

Y vaya si se le daba bien. Había sido fundamental para que su equipo de secundaria se alzara dos veces con el campeonato estatal de Michigan. También había liderado, junto a su hermano gemelo Apolo, a los Wolverines de la Universidad de Michigan. Era veloz y fuerte, especialmente con un stick de hockey en las manos.

Damon sonrió y se pasó la mano por el pelo negro. —Lo hemos logrado —murmuró. ¡Su hija iba a ser jugadora de hockey profesional!

—Oye, papá, ¿todo bien? Te he oído gritar.

La voz suave de Andrómeda llegó desde la puerta de su despacho. Damon alzó la vista y le dedicó una sonrisa a su hija.

—Meda, cariño, lo hemos conseguido —dijo con ternura.

—No me ilusiones, papá —dijo ella, entrando al despacho para plantarse frente a su escritorio. Pero al ver la cara de felicidad de su padre, se puso en guardia—. No me digas que... ¿han dicho que sí?

Damon rodeó su escritorio y abrazó con fuerza a su hija.

—¡Lo hemos logrado, Meda! ¡Vas a ser jugadora de hockey profesional! No solo han dicho que sí, ya han hecho una oferta. Mis abogados la están revisando ahora mismo.

Se apartó y ella puso sus manos en su rostro.

—¡Madre mía!

Damon sonrió aún más y la abrazó de nuevo.

—Tu madre estaría orgullosísima de ti. Igual que yo.

Meda se quedó sin palabras. Jamás pensó que la liga permitiría que una mujer jugara en un deporte dominado por hombres. Nunca imaginó que sería la primera en conseguirlo. Pero era la hija de Damon, y rendirse no estaba en su vocabulario. Su padre siempre la había animado a dar lo mejor de sí misma.

Lloró lágrimas de felicidad mientras asimilaba realmente la noticia.

—¡No me lo puedo creer! ¡VOY A SER JUGADORA DE HOCKEY PROFESIONAL!

—Oye, papá, ¿por qué has gri...

Apolo se quedó a medias al entrar en la habitación. Vio a su hermana llorando y la abrazó de inmediato.

—Lo siento, hermanita. Esos cabezas huecas no pueden ver lo genial que eres solo porque no eres un chico. Menudos zopencos... —Suspiró, sintiéndose molesto.

Los gemelos habían jugado juntos desde los cuatro años. De adolescentes, la gente los llamaba «Tándem Demoledor» porque se compenetraban de maravilla en el hielo. Jugaban como si pudieran leerse la mente, lo que los hacía muy efectivos contra otros equipos. Nunca habían estado separados antes. Apolo no estaba seguro de cómo jugaría sin ella.

Sabiendo lo que pensaba su hermano, Meda se apartó y le dio un golpe en el brazo. Él se sorprendió al ver su gran sonrisa.

—¡Han dicho que sí, Polo! ¡HAN DICHO QUE SÍ!

Apolo miró a su hermana, boquiabierto.

—¡Papá! ¿Es en serio? ¿Han dicho que sí?

La sonrisa de oreja a oreja de Damon fue suficiente respuesta.

Apolo le plantó un sonoro beso en la frente, luego la levantó y la hizo girar por la habitación.

—¡JODER, SÍ! —gritó—. ¡No me lo puedo creer! Estoy que reviento de orgullo, hermanita. ¡Vamos a arrasar!

Meda solo se rio y abrazó con fuerza a su hermano.

—¡No lo dudes!

—¿Ni siquiera vas a preguntarme para qué equipo jugarás? —preguntó Damon, con aire orgulloso.

—Perdón, papá. —Se rio—. ¿Para qué equipo jugaré?

—Los Sounders —dijo, sonriendo de manera juguetona.

Los gemelos se miraron, sorprendidos. Iban a jugar para el equipo que su padre había llevado a ganar la Stanley Cup seis veces. El equipo que había hecho famosa a la familia Dakiedes en el hockey. Todos sus miembros habían jugado para ellos en algún momento.

Los Michigan Sounders eran parte de la familia Dakiedes, y era de cajón que fuera el equipo con el que ella comenzara su carrera.

—¡JODER, SÍ! —gritaron al unísono.

MEDA

Meda y su hermano gemelo Apolo estaban sentados con los otros jugadores, cogidos de la mano. Ella intentaba mantener la calma y respirar despacio, ignorando las miradas poco amistosas o curiosas de los demás. ¡Estaba hecha un manojo de nervios!

Iban llamando a los jugadores uno por uno para firmar sus contratos. Mientras Meda esperaba oír su nombre, sentía un nudo en el estómago. Notaba cómo la gente la miraba. Los periodistas en la sala querían ver a la mujer que sería la primera jugadora de hockey profesional de la historia.

Su padre estaba de pie detrás de los entrenadores, con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando Damon jugaba para el equipo, hizo de los Sounders unos ganadores. La gente lo llamaba El Destructor, y convirtió al equipo mediocre en uno de primera.

Apolo apretó la mano de Meda y le sonrió.

—Tranquila, hermanita. ¡Podemos con esto! —le dijo en voz baja.

Antes de que pudiera contestar, el entrenador jefe de los Michigan Sounders, Richard Lubeck, llamó a Apolo. Meda lo abrazó con fuerza y lo vio caminar al frente con orgullo.

Apolo ya había firmado su contrato de verdad semanas atrás, el mismo día que Meda. Pero aun así sonrió de oreja a oreja mientras ponía su nombre, y las cámaras lo fotografiaban.

Apolo estaba encantado de jugar para los Sounders. Quería ser tan bueno como su padre y añadir su propio toque. Estaba emocionadísimo de compartir esta experiencia con su hermana.

—Andrómeda Dakiedes.

Meda se quedó de piedra al oír su nombre. Se levantó despacio y caminó hacia el frente. El entrenador Lubeck le dedicó una amplia sonrisa.

—Sé que ya has hecho esto antes, Meda, así que solo sonríe a las cámaras.

Le guiñó un ojo y empujó el contrato por la mesa.

—Bienvenida al equipo, Meda.

Meda puso su nombre, convirtiéndose en la primera jugadora en la Liga Nacional de Hockey.

¡Iba a jugar para el antiguo equipo de su padre, con su hermano! Estaba tan emocionada que estrechó la mano del entrenador y soltó:

—¡Toma ya!

Después de muchos choques de puños y abrazos, Meda se colocó junto a Apolo mientras las cámaras sacaban un montón de fotos. Ahora era una Sounder.

—Andrómeda, ¿cómo te sientes al hacer historia? —preguntó un periodista entre la multitud.

—Es difícil de explicar. Me siento como en una nube —respondió.

—¿Cómo crees que se tomarán tus compañeros de equipo tu incorporación?

—Espero que bien. He admirado a muchos de estos chicos durante años. Es un honor jugar con ellos. Sé que será complicado al principio, pero pienso ganarme su respeto como cualquier novato.

—¿Qué podemos esperar de ti en la próxima temporada?

—¡Un hockey de primera! —Sonrió, y los periodistas rieron.

El primer paso estaba dado: ya era una Sounder. Ahora venía lo difícil: lograr que sus compañeros de equipo la aceptaran.

Allí estaba él, al fondo con los otros Sounders veteranos: Blake Reinholdt. Tenía los brazos cruzados sobre su ancho pecho, y miraba fijamente a la joven con la que pronto jugaría, observando cada uno de sus movimientos.

Cuando Andrómeda Dakiedes por fin lo vio, él la miró con una pequeña sonrisa. Ella le respondió arqueando una ceja y devolviéndole la sonrisa.

Oh sí, pensó él. Iba a ponerle las cosas muy difíciles y disfrutaría viéndola tirar la toalla.

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