
Meda llegó a la pista antes que su equipo. Quería disfrutar un rato a solas sobre el hielo antes de que aparecieran los demás jugadores. Patinó en círculos, saboreando el silencio.
Conforme aumentaba la velocidad, se deleitaba con el frío y la emoción que recorría su cuerpo. Dejó caer un disco y lo persiguió, imaginando que alguien intentaba arrebatárselo. Estaba tan absorta en su propio juego que no se percató cuando su equipo empezó a llegar.
De repente, alguien le dio un fuerte empujón en el hombro izquierdo, sacándola de su ensimismamiento.
—¡Espabila, Dakiedes! ¡Juega como si te importara! —Apolo, su hermano gemelo, le sonreía de oreja a oreja. Sus ojos azules brillaban con picardía—. Hasta Thalia juega mejor que tú, ¡y solo tiene dos años! ¿Vas a dejar que tu primita te gane?
Le dio otro empujón, se apoderó del disco y se alejó patinando.
—¡Hoy no, hermanito! —Meda sonrió y salió corriendo tras él.
Era tan veloz como Apolo, pero se movía con más agilidad. En un abrir y cerrar de ojos recuperó el disco y anotó. Los gemelos siguieron jugando, con Meda marcando una y otra vez.
Brandon observaba a los gemelos desde el borde de la pista.
—¡Qué rapidez! ¿Has visto cómo se mueve Meda? ¡Es como si fuera invisible!
—¡Increíble! —exclamó Liam mientras los gemelos zigzagueaban a toda velocidad entre las porterías—. Es incluso más rápida que tú, Blake. No creía que eso fuera posible.
El disco se movía tan deprisa que apenas se distinguía mientras iba de uno a otro. Blake se acercó para ver mejor. Observó a Meda dar vueltas por la pista, con sus fuertes piernas impulsándola mientras recuperaba el disco una vez más.
Entonces cayó en la cuenta de algo. Durante años, había estado tan enfadado que nunca se había fijado realmente en cómo jugaba.
—¿Cómo puede moverse tan rápido? —murmuró. Se quedó inmóvil, observando atentamente.
Con un grito de júbilo, Meda volvió a anotar.
—¡Toma ya!
El equipo vitoreó y rio. Meda se quitó el casco, sacudiendo su larga melena rubia. Su sonrisa radiante delataba lo feliz que se sentía.
Apolo puso su mano en el hombro de ella, mirándola a los ojos.
—¡Eres una crack, Meda, y lo sabes! Tienes la velocidad y la destreza para lograrlo todo. Te ayudaré a demostrárselo a estos tíos si hace falta. ¡Eres la mejor sobre el hielo! —Apolo abrazó con fuerza a su hermana, levantándola del suelo.
—Gracias, hermanito. Eres mi favorito.
La bajó y le dio un beso en la frente.
—Pero no se lo digas a los demás.
La gente silbó y aplaudió. El entrenador Lubeck estaba cerca, sonriendo como si hubiera previsto que esto ocurriría.
Brandon le gritó a Meda desde donde estaban los otros jugadores.
—¡Joder, Meda! ¡Eres rapidísima!
Se volvió hacia Apolo, mirándolo fijamente.
—No has estado dando el cien por cien en los entrenamientos, ¿verdad?
Apolo se apartó el pelo revuelto de los ojos.
—Ninguno de vosotros es mi hermana. Llevamos jugando juntos desde que teníamos cuatro años. Sabemos lo que el otro va a hacer antes de que lo haga. ¿Cómo iba a jugar así con vosotros siendo tan desagradables?
—También se trata de confianza, chicos —añadió Meda—. Hemos estado juntos desde antes de nacer. Tenemos una conexión especial que nadie más entiende. Confío en Apolo y él confía en mí. ¡Juntos, somos imparables!
Brandon extendió su mano, con una amplia sonrisa.
—Creo que empiezas a caerme bien, Andrómeda. ¡Eres buenísima y estás de muerte! ¡Eres guapa, sexy y juegas como un tío! No creía que nadie fuera tan rápido como Blake, pero eras casi invisible ahí fuera. Los dos.
Meda puso los ojos en blanco.
—Mira, Brandon, las mujeres somos más que objetos que admirar.
Brandon se quedó parado, con cara de sorpresa. Le dedicó una sonrisa de disculpa.
—Lo siento, Meda. Tienes razón. No debí asumir que te gusta que te hablen así. ¿Quieres darme un golpe para compensar mi estupidez?
Meda se echó a reír. Miró alrededor a todos los demás hombres, que estaban de pie muy tiesos.
—¿Hemos superado ya este rollo de no poder jugar con una mujer y tratarme como si fuera invisible?
—¡Sí, señora! —respondieron los jugadores. O al menos, la mayoría de ellos. Blake permaneció en silencio. Meda se volvió hacia él, y sus ojos parecían penetrar en su alma.
—¿Alguien todavía quiere retarme? —preguntó.
Tras mirarla por un momento, Blake patinó hacia adelante.
—Acepto ese reto. Y no esperes que sea blando contigo. ¿Quieres jugar como un hombre? Juguemos.