Cuando Annabelle se va de excursión a la montaña y conoce a Blake Stone, es más de lo que esperaba. Blake vive en la poco conocida North Mountain. Con la intención de ocultarse de sus demonios, logra vivir alejado de la civilización hasta que Annabelle lo encuentra. Annabelle solo quería despejar la mente, pero una tormenta de nieve inesperada la atrapa en una montaña remota durante su excursión. En busca de refugio, tropieza con el atractivo y herido Blake. Mientras luchan por sobrevivir a la situación, Blake revela partes de su pasado, una historia con la que Annabelle está demasiado familiarizada. ¿Podrá Annabelle ayudar a Blake antes de que su amor se congele?
ANNABELLE
Jadeé cuando mi pie resbaló. Mis dedos entumecidos se aferraron con fuerza a la roca mientras la cuerda de escalada me mantenía a salvo. El corazón me latía desbocado mientras miraba hacia abajo y volvía a encontrar apoyo.
La lluvia helada y la nieve convertían cada movimiento en un peligro. ¿Y si parte de mi equipo se deslizaba sobre el hielo? Podría caer y lastimarme al pie de este acantilado, a merced del frío y esperando que alguien viniera a rescatarme.
O peor, pensé. ~Podría morir~.
Sacudí la cabeza, inspiré hondo y exhalé despacio. No, eso no iba a pasar. Estaría bien. Solo tenía que llegar a la cima y encontrar un lugar donde refugiarme hasta que amainara la tormenta.
El viento silbaba entre los árboles de la colina, arrojando nieve sobre mi cara. Temblé mientras el sudor me corría por el rostro, e intenté tragar el nudo de nervios que tenía en la garganta.
—Ya falta poco —murmuré, soltando el aire mientras me impulsaba hacia arriba y buscaba otro punto de apoyo.
Hice caso omiso del dolor en los músculos. Estaba agotada, pero la tormenta repentina significaba que debía seguir adelante y encontrar refugio en la cima.
Miré hacia el cielo plomizo, vi mi aliento mientras el frío arreciaba. El viento rugía a mi alrededor mientras caía más y más nieve, la ventisca inesperada empeoraba por momentos.
Lo que debía ser una agradable escalada se había convertido en una lucha por sobrevivir. Se me escapó una risita nerviosa. Solo quería salir y olvidarme de la historia en la que había estado trabajando durante el último año.
Nadie sabía que habría una tormenta de nieve de repente, pensé mientras me apuntalaba en la grieta frente a mí.
Después de tirar con fuerza para asegurarme de que estaba firme, até mi cuerda y seguí escalando. Normalmente, estaría disfrutando de las vistas y el aire puro, pero llegar a la cima requería toda mi concentración.
Después de lo que pareció una eternidad, por fin me impulsé hacia arriba. Dejé escapar un suspiro de alivio. Me desenganché de la cuerda y me puse de pie con cuidado, vigilando dónde pisaba en la roca helada y buscando refugio.
Me abracé a mí misma, tratando de entrar en calor mientras el corazón me latía desbocado. Miré alrededor, esperando encontrar cualquier lugar donde pudiera quedarme, pero no vi nada. La mente me iba a mil por hora mientras empezaba a sentir pánico. Entonces vi un pequeño sendero con árboles a lo largo del borde del acantilado.
Hacía un frío que pelaba cerca de la cima de la montaña, me hacía temblar bajo mi ropa empapada. La situación se ponía cada vez más fea. Sabía que si me quedaba al aire libre mucho más, podría sufrir hipotermia.
Caminé con cuidado por el sendero y me sentí aliviada cuando se ensanchó y se adentró en el bosque. Seguí caminando, frotándome los brazos.
A lo mejor hay una cueva o una cabaña vacía cerca. Cualquiera de las dos me vendría de perlas ahora mismo.
Entonces, por encima del fuerte viento y el crujido del hielo bajo mis zapatos, escuché lo que parecía una voz. Era tan débil que al principio pensé que me lo había imaginado, pero luego la oí de nuevo.
Me asusté y apreté el paso. ¿Estaba alucinando? ¿Ya estaba sufriendo hipotermia? ¿Y si era una persona peligrosa como en las películas, tratando de atraerme a su espeluznante cabaña en el bosque?
La voz gritó de nuevo, más cerca esta vez, y me detuve en seco. Sin duda había alguien atrapado aquí como yo, y sonaba herido.
No sabía qué hacer. No podía simplemente hacer oídos sordos. Podría morir aquí en una tormenta como esta. Tenía que ayudarlo.
—Tú puedes, Annabelle —me dije, siguiendo los débiles gritos y rezando para que esto no fuera algún tipo de trampa o algo malo—. Por favor, que no sea un asesino.
Caminé hacia los pedidos de auxilio, sintiéndome más preocupada a medida que se hacían más fuertes. Aparté una pequeña rama de mi camino y me quedé de piedra cuando vi algo.
—Madre mía —dije, acercándome más.
Se me hizo un nudo en la garganta al ver el rostro pálido y adolorido de un hombre herido, tendido en la nieve y sujetando su pierna ensangrentada.
—Por favor... —dijo con voz débil entre dientes apretados, sus ojos castaños claros me miraban suplicantes— Por favor... ayuda...