La saga de Emma

Si los tejemanejes de Carly hacen que pierda un trabajo más, no habrá con qué pagar. Soy una mujer de 23 años que no puede decidir si estar eufórica o triste. Hoy es uno de los mejores y peores días de mi vida.

Es un gran logro para mí. He trabajado muy duro para conseguirlo y he renunciado a muchas cosas en el proceso.

Soy una de las pocas estudiantes que se graduarán hoy con una doble titulación de la NYU. Un MBA combinado con un MS en Contabilidad, y mis padres no estarán aquí para verlo.

Me visto con un pantalón negro liso, una blusa blanca abotonada y mis zapatos negros planos, con un maquillaje mínimo.

Mi larga melena negra cae en cascada por mi espalda con un rizo aquí y allá que casi me llega al culo.

A veces me dan ganas de cortarlo porque peinarlo es una molestia, pero Carly, mi mejor amiga, sigue diciendo que es mi mejor característica.

Carly y yo nos conocimos en la universidad. Ella tiene mi edad y se gradúa hoy con muy poco. Le encanta la fiesta y odia estudiar.

Sus padres son súper ricos. Dios sabe a qué se dedican, pero todo lo que pide, lo consigue.

Todo lo que hace Carly lo hace con mucho gusto. Tanto si se trata de salir de fiesta como de elegir la ropa adecuada, lo consigue. Hoy no es diferente.

Va vestida con un elegante y cortísimo vestido de cóctel negro y unos altísimos tacones. Como siempre, todos los ojos de los hombres estarán puestos en ella cuando se quite el vestido de graduación.

Parezco una amiga muy celosa, pero en realidad no lo soy. Sé que tengo carisma, o eso me han dicho, pero ¿Carly? Ella hace girar las cabezas.

—Carly, tenemos que irnos. Vamos a llegar tarde a nuestra propia graduación, por el amor de Dios

—Ya voy, B

Decidió llamarme perra snob cuando nos conocimos, pero decidió que es demasiado largo para pronunciarlo cada vez que me hablaba. Ahora es solo B.

Diminutivo de perra. Dicho con amor, por supuesto. O eso me dice ella.

Cogemos nuestros bolsos, gorras y batas y corremos hacia su BMW M3 negro.

—¡Vamos, Carly! ¡Vamos a llegar tarde!

Carly no necesita que se lo digan dos veces. Siempre conduce como una maníaca y yo suelo regañarla como una madre, pero hoy no quiero perderme nada.

Hemos quedado con nuestros amigos Rick, Cody, Mario y el actual follamigo de Carly, Cashè, en la ceremonia. Hace tiempo que decidimos que lo mejor es tener amigos mayoritariamente hombres.

¿Qué puedo decir? Las mujeres pueden ser perras a veces. Estamos llenas de drama y puñaladas por la espalda si algo no sale como queremos. Carly es lo suficientemente descarada para diez mujeres y su aura grita confianza.

Sé que viniendo de la vieja remilgada suena hipócrita, pero nuestra pequeña camarilla funciona como una máquina bien engrasada. Si uno de los chicos conoce a alguien, siempre somos educadas mientras dura, pero nunca dura mucho.

Digamos que todos son jugadores y tanto Carly como yo hemos tenido que intervenir en más de una ocasión como falsa «nueva» novia para ayudar a los chicos a deshacerse de ellas. Follarlas y dejarlas, ese es su lema.

De camino a la ceremonia, Carly decide retocarse el maquillaje como de costumbre, desviándose a derecha e izquierda mientras avanza. Por suerte, ya estoy acostumbrada.

Los veinte minutos de trayecto parecen una hora, y casi nos mata dos veces antes de llegar por fin al campus.

La ceremonia está a punto de comenzar y ni yo ni Carly podemos encontrar a los chicos, así que decidimos tomar nuestros asientos y reunirnos después.

Planeamos reunirnos en nuestro condominio a las 6 p.m. para beber y picar algo antes de ir a un club para celebrar nuestra graduación.

Odio las fiestas, y más aún las discotecas.

Puedo contar con una mano el número de veces que salí de fiesta y de discoteca, haciendo malabares con una doble titulación y un trabajo a tiempo parcial.

En el fondo sé que solo son excusas para quedarme en casa estudiando.

Estoy tan sumida en mis pensamientos que casi no veo que me llaman por mi nombre.

—Emma Taylor, MBA y Máster en Contabilidad

Bloqueo el resto de palabras que dice el rector porque odio cualquier forma de atención sobre mí.

Subo al escenario, tomo literalmente mis títulos y me apresuro a salir.

Carly, siendo Carly, se asegura de que todas las miradas estén puestas en ella y hace alarde de su impecable belleza.

Nos reunimos en su BMW después de la ceremonia, chillando de emoción porque por fin nos hemos graduado, subimos a su coche y nos dirigimos al centro comercial para ir a comprar nuestros vestidos para esta noche.

Este va a ser un día muy largo. Odio ir de compras más que ir a la discoteca