La hermosa Belle y el Alfa Grayson - Portada del libro

La hermosa Belle y el Alfa Grayson

Annie Whipple

Capítulo 7

BELLE

Me desperté antes que Grayson y no sabía qué hacer. Sentía su aliento contra mi nuca, lento y constante.

Pensé en mi madre y me pregunté si estaría preocupada al no haberme presentado en su apartamento la noche anterior.

Quizás llamaría a la policía y vendrían a buscarme.

Pero había una posibilidad muy grande de que ni siquiera se hubiera dado cuenta de que no estaba allí, o simplemente supusiera que no había ido por enfado.

Sonaba como algo que yo haría. Así que sería más inteligente no depender de que ella intentara encontrarme.

Estaba sola. Tenía que encontrar la manera de salir de allí. Pero ¿cómo?

Podría intentar huir de nuevo, pero el recuerdo del dolor que había experimentado esta misma mañana pasó por mi mente.

No había forma de volver a hacer eso.

Así que tenía pocas opciones:

Podía rendirme por completo, quedarme tumbada y esperar a que Grayson se despertara, y dejar que se saliera con la suya.

¿Por qué me suena como una buena opción?

Podía esperar a que Grayson se despertara, y luego fingir que seguía dormida hasta que, con suerte, saliera de la habitación, y luego tratar de encontrar la salida.

Podía actuar con dulzura, como si confiara en él, y luego atacarlo por la espalda y tratar de noquearlo con una lámpara o algo así, y después huir.

Podría ser muy, muy mala con él y esperar hasta que se hartara de mí y me echara a la calle. Eso podría funcionar, ¿no?

Podía esperar a que mi madre se preocupara por mi ausencia lo suficiente como para llamar a la policía.

Es poco probable, pero podría suceder.

De repente, se me ocurrió que era Nochebuena.

Se suponía que debía estar con mi familia celebrando la Navidad en París, disfrutando de la vida por primera vez desde la muerte de mi padre.

Mi padre. Dios, cómo lo echaba de menos.

Si el año pasado hubiera sabido que era la última Navidad que iba a pasar con él, no lo habría dado por hecho.

Siempre habíamos tenido las mejores Navidades juntos.

Como no estaba en contacto con ninguno de mis abuelos por ninguno de los dos lados de mi familia, siempre habíamos estado los dos solos.

Veíamos películas de Navidad y comíamos hasta no poder más.

Intercambiábamos regalos, cantábamos villancicos, decorábamos el árbol y disfrutábamos de la compañía mutua.

Siempre había sido mi día favorito del año: sin preocupaciones, solo mi padre y yo en Navidad.

Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas y me sorbí los mocos, intentando detenerlas.

Ahora no era el momento de compadecerme de mí misma. Tenía que averiguar cómo salir de esta suite de hotel, que empezaba a parecerse más a una prisión.

Ya ni siquiera me importaba ver a mi madre por Navidad... sólo quería volver a casa.

¡Tengo una vida que vivir!

Sí, mi padre había muerto. Y me había quedado totalmente destrozada y le echaba de menos todos los días. Pero que estuviera muerto no significaba que yo también lo estuviera.

Estaba viva.

Y ya no había nada que me impidiera vivir. Ya no tenía a nadie de quien ocuparme aparte de mí misma.

Podía ir a la universidad. Podía hacer amigos.

Podía salir a bailar y a beber a los bares, y conocer chicos y tomar malas decisiones, y conseguir un nuevo apartamento y un gato y un trabajo elegante. Nada me detenía.

Bien, había una cosa que me detenía.

Y esa cosa estaba respirando en mi cuello, y tenía sus brazos alrededor de mí y era increíblemente atractiva.

Esa cosa era el enorme hombre que estaba detrás de mí, y que me había secuestrado y afirmaba que ahora le pertenecía.

Dios, ¿qué me pasa?

Pensé en la noche anterior y en cómo había dejado que Grayson hiciera lo que quisiera conmigo.

Acababa de caer en sus brazos y ya me había rendido.

En mi vida había pasado demasiado tiempo rindiéndome, sintiéndome impotente y sola, dejando que la vida se saliera con la suya. Nunca más. Iba a vivir mi vida.

Y nada me detendría.

Sentí que Grayson se movía detrás de mí. Ay Dios, se está despertando.

Inmediatamente cerré los ojos, haciéndome la dormida. Con suerte, se iría y yo podría saltar por la ventana o algo así.

Era el momento de vivir.

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