La hermosa Belle y el Alfa Grayson - Portada del libro

La hermosa Belle y el Alfa Grayson

Annie Whipple

Capítulo 8

BELLE

El brazo de Grayson me rodeó con fuerza. Luego se movió lentamente y presionó sus labios contra mi oreja.

—Buenos días, cariño —susurró.

Se llevó el lóbulo de mi oreja a la boca y lo mordió suavemente. La sensación era increíble, pero no quería darle la satisfacción de saberlo.

Oh Dios. Oh Dios. Oh Dios. No te muevas, Belle. No hagas ningún ruido. Estás durmiendo, ¿recuerdas?

—Mmm... Sé que estás despierta, Belle. —Me besó en el cuello.

Está mintiendo. No lo sabe. ¿Cómo podría saberlo?

—Estamos jugando a fingir, ¿verdad? Bien, juguemos.

¿Qué? ¿Qué demonios quiere decir con eso?

No estaba de humor para juegos. Bueno, no quería estar de humor, pero tampoco podía negar el calor que empezaba a surgir entre mis muslos...

Sentí que se movía para ponerse encima de mí. Instintivamente abrí las piernas un poco para que él pudiera poner su cuerpo entre ellas.

Grayson se rio.

Mierda, ¿se ha dado cuenta de que he hecho eso? Lo he hecho, ¿no?

Traté de mantener el cuerpo relajado y la respiración regular. No importa lo que haga Grayson, no importa cuánto me guste, estoy dormida.

Una de sus manos se agarró a mi cintura y luego recorrió mi vientre. Después se inclinó lentamente y acercó sus labios a los míos.

¡Esto no es justo! La sensación de sus labios contra los míos era demasiado buena, como fuegos artificiales. Quería gritar o devolverle el beso, pero no podía.

Estaba tratando de probar que podía resistirlo. ¡No me besaría con mi secuestrador!

Por mucho que quiera...

No te muevas, Belle.

Pero mientras seguía presionando sus suaves labios contra los míos, no pude evitar abrir la boca un poquito, invitándole a entrar.

Sentí su profunda carcajada. Incluso con los ojos cerrados, supe que estaba sonriendo. Mierda. Joder. Mierda, puto infierno.

Mantuve los ojos cerrados. ¿Qué me pasa?

¿Por qué no puedo controlarme?

—Me gusta este juego —me susurró al oído después de inclinarse.

Me besó a lo largo de la mandíbula y me agarró la cintura con más fuerza, subiendo la mano para que su pulgar me rozara por debajo del pecho. Me retorcí un poco.

—Abre los ojos, Belle.

No me moví.

—¿No? —preguntó.

No respondí. ¿Tal vez se dé por vencido?

¡Por favor, ríndete! No sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Estaba a dos segundos de meterle la lengua en la garganta.

—De acuerdo. Como quieras.

Empezó a darme besos con la boca abierta a lo largo de la mandíbula.

Mierda. Así que no se rinde.

Sus labios siguieron bajando por mi cuello mientras sus manos acariciaban mi cintura a través de la camiseta. Por un segundo deseé no llevarla puesta.

Y entonces Grayson encontró el lugar donde me había mordido. Jadeé y mi espalda se arqueó para que mi pecho tocara el suyo.

Dios, ese punto era como un segundo punto G.

Gemí, pero seguí con los ojos cerrados.

—Ajá. Lo que pensaba —dijo. Me lamió el costado del cuello y me retorcí. Se apartó un poco.

—¿Todavía no vamos a abrir los ojos?

Estaba siendo obstinada. Ambos sabíamos que estaba despierta. Pero no le dejaría ganar esta batalla. No iba a perder.

No abriría los ojos.

Así que negué con la cabeza.

—Vaya, mi compañera es testaruda —se rio. Apretó una de sus rodillas contra mi entrepierna. Podía sentir su aliento en mi cara.

—Me parece bien —susurró.

Su boca se aferró a mi cuello una vez más y volví a gemir. Me besó hasta la clavícula y luego paseó su nariz entre mis pechos.

Volví a arquear la espalda, ya sin aliento.

Me levantó un poco la camiseta y me besó alrededor del ombligo.

¿Hace calor aquí o solo soy yo?

Entonces pasó su mano por debajo de mis bragas y me agarró el hueso de la cadera.

Espera, ¿qué? ¿Mis bragas? ¿Qué pasó con mis leggings?

De repente, me acordé que Grayson me los había quitado anoche. ¿No me había quitado también el sujetador?

Así que eso significaba... que estaba tumbada en la cama sin ropa, solo con la camiseta blanca transparente y mi tanga de encaje azul.

Eso era todo.

Y el hombre que me había secuestrado tenía una mano bajo ese mismo tanga de encaje azul y la otra en mi pecho, bajo mis senos, mientras su boca se acercaba cada vez más a, ejem, una zona muy personal.

Abrí los ojos de golpe.

Grité y empecé a dar patadas a Grayson. Con suerte, a lo mejor le daba en la cara.

Con suerte, a lo mejor le rompía la nariz.

Le quité las manos de encima y salté de la cama.

Me pasé las manos por el pelo y empecé a pasearme de un lado a otro. Definitivamente no había ganado esa batalla.

Mierda.

Miré a Grayson. Estaba sentado en el borde de la cama apoyado en los brazos, y me observaba con una mirada divertida.

Sus ojos recorrieron mi figura de arriba a abajo y se relamió los labios.

Había olvidado que estaba básicamente desnuda. ¡Estaba básicamente desnuda!

Rápidamente, cogí la manta de la cama y me envolví con ella mirando a Grayson.

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Sabes? Toda esta situación podría haberse evitado si simplemente hubieras abierto los ojos.

Resoplé.

—¿Ah, sí? —pregunté—. No vas a volver a tocarme. Jamás. Nunca más.

Sus ojos se oscurecieron, no totalmente negros, sino más bien verde oscuro.

Se puso de pie. Yo di un paso atrás.

Observó cómo me alejaba de él por miedo y se detuvo. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente.

Cuando los abrió de nuevo, habían vuelto a la normalidad. Me miró y suspiró.

—Ve a ducharte, cariño. Voy a preparar el desayuno. —Pasó junto a mí y salió por la puerta.

Durante unos segundos, me quedé de pie. Me froté la cara con las manos. Pues vale. Se había ido. Había sido más fácil de lo que había esperado.

Supongo que es hora de salir de aquí.

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