Me dejaste - Portada del libro

Me dejaste

Kachi Okwesa

Capítulo Tres

Coral

—Mery, contesta tú.

—Sabes que aún no lo sabe, ¿verdad? —preguntó Mery.

—¿Y si el hospital le envió una copia? No puedo correr ese riesgo, así que por favor, bestie, contesta.

—Es la primera vez que me llama bestie —murmuró Mery en voz baja—. Bien, pero me debes una. —Mery cogió la llamada y la puso en el altavoz.

—Hola —dijo Nikolai inmediatamente.

—Hola, Nikolai.

—Mery, ¿dónde está Coral?

—Coral es mi mejor amiga, Nikolai, no mi mujer. La última vez que lo comprobé, me la habías robado.

—Mery, tienes su teléfono —dijo Nikolai en un tono inexpresivo.

—¿Ah sí?

—¡Pues claro! —Nikolai sonaba enfadado.

Coral se rio para sus adentros. —Flirtea con él —dijo.

—No —respondió Mery, furiosa.

—Mery, déjate de bromas. Dale el teléfono a mi mujer.

—Nikolai, ¿sabes que tienes unos ojos realmente preciosos?

—Lo sé. Ahora dale a mi mujer su teléfono.

—No, creo que ella no te merece. Creo que no la mereces. Te mereces a alguien como yo, hermosa y cariñosa.

—Mery, estás casada.

—Una pequeña aventura nunca hace daño.

—Yo también estoy casado, Mery, y créeme cuando te digo esto: si no estuviera casado, ni siquiera serías una opción.

—¿Acabas de insultarme? —Mery abandonó todo tono cariñoso y lo transformó directamente a uno de enfado.

—Sabía que estabas fingiendo, ahora dale el teléfono a Coral.

—Es para ti.

Coral cogió el teléfono y se lo acercó a la oreja tras quitar el altavoz.

—Hola, cariño —dijo con voz cantarina.

—¿Dónde estás? —preguntó enfadado. ¿Dónde estás?

—Estoy en el spa. —Estoy en el spa.

—Te quiero en casa ahora. —Te quiero en casa ahora.

—Nikolai, estoy fuera con mis amigas. Te recuerdo que fue idea tuya.

—Ahora. —Ahora.

—Suenas enfadado. —Suenas enfadado.

—Estoy enfadado. A casa. —Estoy enfadado.

Coral oyó un pitido que indicaba el final de la llamada.

—Vosotras quedaos aquí el tiempo que queráis, ya está pagado. Nikolai me necesita en casa.

—Llámame —dijo Mery con ojos tristes y Coral asintió.

—De acuerdo. —Coral se dirigió al vestuario.

Una vez vestida con su mono blanco, recogió su bolso Givenchy Antigona de 2280 dólares y se dirigió al nuevo amor de su marido, su Bugatti la Voiture Noire.

Le dijo que se lo pasara bien, y ¿qué mejor manera que pasar el día con artículos caros a su alrededor? La vida de ricos sin duda le sentaba bien.

Entró en el coche, sin perderse a la gente que miraba fijamente la preciosa obra de arte y a la sexy y elegante mujer que subía a ella.

Se dijo a sí misma que si Nikolai se enfadaba porque había sacado a pasear uno de sus coches más caros y nuevos, iba a decapitarlo. Puso el coche en marcha y se dirigió a su lujosa mansión.

—Hola, ¿qué tal? —dijo Coral cuando entró en casa. Nikolai estaba sentado en el sofá con un vaso de whisky.

Este la miró, con los ojos inyectados en sangre y los labios descoloridos.

—¿Estás llorando? —Dejó caer su bolso inmediatamente y corrió hacia él, cayendo de rodillas y abrazándolo.

Se apartó de ella.

—No me toques. —Se levantó y pasó junto a ella.

—Nikolai, es sólo un coche —dijo ella, arrepintiéndose inmediatamente. Él ni siquiera le había dicho que se tratara del coche, sólo eran suposiciones suyas.

—No se trata de eso. Me han despedido.

—¿Pero no eres el dueño de la empresa?

— Toma, bébete esto. —Le entregó el vaso de whisky.

—Ahora mismo no puedo beber —dijo, pensando en el niño que llevaba en el vientre.

—Bébetelo —Coral le cogió el vaso y le dio un sorbo.

—Está envenenado.

Soltó la copa; se rompió en un millón de pedacitos, y el whisky, por supuesto, manchó el suelo blanco.

—Eres muy torpe, ¿lo sabías? —dijo Nikolai.

—¿Por qué te metes conmigo?

—Yo me encargo —dijo Kim con una fregona, una escoba y un recogedor en la mano. Casi como si estuviera esperando a que sucediera.

—Sígueme.

Coral recogió su bolso y lo siguió en silencio escaleras arriba hasta la puerta de su dormitorio. —Ábrela.

Sacó la llave del bolso y abrió la puerta con cuidado. Al abrirla de un empujón, se quedó boquiabierta ante el horrible espectáculo que le esperaba: la habitación estaba destrozada.

El espejo de pared estaba roto, las cortinas arrancadas de su poste, la puerta corredera que daba al balcón con vistas a la ciudad había sido reventada con una silla que yacía descuidadamente a su lado, las sábanas estaban hechas jirones.

—¡Quién hizo esto!

—Yo lo hice, Coral, porque me rompiste el corazón. Siéntate.

Obedeció rápidamente para no enfadarle más de lo que ya estaba. Sus manos se agitaron en su regazo mientras esperaba a que disparara.

—Coral, ¿qué no te he dado? Mira esta casa, es digna de la reina que eres para mí. Llevamos casados dos años. No es mucho, pero es. ¿Qué he hecho mal?

—Te cuido todo lo que puedo, te compro todo lo que quieres, cualquier cosa, te llevo a los viajes más caros y lujosos, te llevo a comer comidas sobrevaloradas en los mejores restaurantes.

—Tienes un guardaespaldas, dos incluso, y a una sirvienta personal. Te compro bolsos, coches, ropa, de todo.

—Ni siquiera puedes negar que te doy el mejor sexo que has tenido en tu vida. Todo te lo doy todo a ti, cada día. Me gasto el precio de una casa en ti cada día porque quiero que seas feliz.

—Y tú vas y actúas a mis putas espaldas, ¿cómo puedes dormir por las noches?

—Yo no pedí nada de esto. No te hubiera querido menos si trabajaras en unos grandes almacenes.

—¿Ah, no?

—No, me enamoré de ti por ti. Te quiero por ti, Nikolai, así que no vengas con reproches. Nunca te he pedido nada.

—Eres una mentirosa.

Coral exhaló. —Nikolai, no pensé que te enterarías así. Ni siquiera sabía...

—¿Que me estás engañando?

—¿Perdona? No te estoy engañando.

—Coral, ¿qué es esto? —Nikolai sacó el móvil del bolsillo para enseñarle una foto.

—Una foto.

Nikolai la levantó de la cama y luego la apretó contra la pared, colocando las manos por encima de su cabeza.

—Ya sé que es una puta foto, pero ¿qué está pasando en la foto?

—¿Se trata esto de un nuevo juego sexual? —Ella soltó una risita, apartándose de él.

Nikolai la atrajo hacia él para que pudiera mirarle.

—¿Me ves excitado?

—No, no lo estás. —Frunció el ceño.

—Déjame ver la foto —susurró Coral y Nikolai se la enseñó.

—Esa no soy yo. De todos tus empleados, ¿en serio? ¿Chris? Me casé contigo. Chris no es mi tipo.

—Explícame la foto entonces.

—Nikolai, estamos en 2022, todo el mundo usa photoshop.

—Coral, en serio estás montada a horcajadas sobre este tío y metiéndole la lengua hasta la garganta.

—Esa no soy yo, confía en mí.

—No, no confío en ti, Coral, eres capaz de hacer este tipo de cosas. ¿Así que prefieres a un hombre que trabaja en un club de caballeros al dueño de dicho club?

—Déjame decirte que lo he despedido y ya sabes lo que eso significa: no más oportunidades de trabajo para él.

—Eso es... impulsivo.

—Créeme, ese es el menor de tus problemas. Le he pedido el divorcio a mi abogado y cuando el tribunal descubra que tenemos un acuerdo prenupcial, nena, estás acabada. Así que para cuando vuelva, te habrás ido. Reza a Dios para que no te encuentre.

—Estás de broma, ¿no?

—Mírame.

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