Una espiral perfecta - Portada del libro

Una espiral perfecta

Ashley Constantine

Capítulo 6

—¿Has hecho ya las maletas? —pregunté, echando mi ropa interior y sujetadores en mi maleta encima de mi ropa.

Estaba increíblemente nerviosa por este vuelo por dos razones. Primero, tenía que explicarles a mis hermanos que Drew y yo habíamos terminado nuestra relación. Segundo, tenía que volver a Savannah.

Los padres de mi madre son de Savannah y yo estaba muy unida a mi abuelo. Era mi mejor amigo en todo el mundo, y desde que había fallecido, no había vuelto a Savannah.

Me recordaba a él, a todos los recuerdos que tenía de él. Me asustaba no tener a alguien así nunca más. Por mucho que quisiera a Hannah y Andy, nadie se podría comparar a mi Abu.

Así es como lo llamábamos, Abu. Mi abuela seguía viva, y hablaba con ella por teléfono tan a menudo como pod´â. Lo que más echaba de menos eran sus abrazos.

Daba los mejores abrazos, te apretaba tanto que no podías coger el oxígeno que te rodeaba. Incluso a mis hermanos. Era una mujer pequeña pero fuerte, tanto física como mentalmente.

La llamábamos Lita. Mi familia era bastante grande, y Eric se hizo cargo de todos nosotros a la vez y nunca se quejó.

Pasó a ser la figura paterna de mi vida, ya que mi propio padre nunca nos veía y cuando lo hacía nunca era para bien. No podría estar más agradecida de que entrara en mi vida.

Trataba a mi madre como a una reina, como debía ser.

—No del todo, todavía tengo que escoger mi ropa sexy —podía oír la sonrisa en su voz, sabía que estaba tratando de darme cuerda.

—No te olvides de los trajes de baño —dijo Hannah desde el portátil. Era miércoles por la mañana y el domingo por la noche habíamos tenido una larga sesión de cotilleos.

Que era lo que yo necesitaba. Lloré, reí y me enfadé, todo en el espacio de una hora. La pusimos al corriente de todo el fin de semana y me di cuenta de que habían sido unos días llenos de drama.

Normalmente no me gustaba el drama, pero no había sido mi mejor fin de semana. Hannah y Andy se burlaban de mí por Wes y me recordaban su reputación, pero me decían que disfrutara de estar soltera.

Necesitaba tiempo para mí, necesitana tiempo para sanar de mi ruptura. Sin relaciones. Sin dramas. Sólo yo, mi, me, conmigo. ¿Quizás algún jovencito buenoroo? Pero me gustaban los chicos mayores.

—¿Traje de baño? ¿No va a hacer frío en Savannah?

—Bueno, en noviembre puede ser una mezcla, dependiendo del año, pero normalmente no se está tan mal. La mínima suele ser de diez grados.

Pero tenemos un jacuzzi y una piscina en la parte de atrás que están climatizadas, siempre que lo prepares una hora antes de meterte en la piscina y treinta minutos para el jacuzzi.

—Estás de broma, ¿verdad? —Andy se quedó estupefacta—. ¡Tienes una piscina y un jacuzzi! —chilló con fuerza y corrió hacia mí sacudiéndome de un lado a otro.

»¿Por qué no me lo habías dicho? Podría haber ido a comprar bikinis nuevos, Al.

Empecé a reírme de ella y le contesté: —Ya veo dónde están tus prioridades, Andy. También hay una playa detrás —dije añadiendo un guiño.

Escuchando a Hannah de fondo riéndose de nosotros dos, mis dos mejores amigas realmente se ca´ân bien. Hannah había venido de visita unas cuantas veces y se había quedado con nosotras y nosotras la habíamos visitado en Nueva York.

Éramos como las tres mosqueteras descaradas. —¡Me encanta la playa! Aunque sólo en verano —dijo Andy.

»Bueno, Hannah, en una escala del uno al diez, siendo diez la nota más alta, ¿cómo de buenos están los hermanos de Alex?

—¡Qué asco Andy! Ni en mis sueños más salvajes diría que están buenos, ¡sin ofender Al! Pero sus amigos, sin embargo… —Nos miró moviendo las cejas, lo que nos hizo reír a las dos.

—¡Ja! No podría estar más de acuerdo, ¡excepto que sólo algunos de ellos están buenos y vale la pena mirarlos!

—¡Ohhh estoy tan emocionada por conocerlos a todas! Me voy a Savannah a principios de verano, cuando acabemos los exámenes. —Al oír que llamaban a la puerta, me acerqué a ver por la mirilla quién estaba allí.

Vaya, vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí. Abrí la puerta y vi a Wes en todo su esplendor.

—¡Voy a zorrear totalmente este verano si ese es el caso! —Andy terminó mientras Wes captó la última parte de su frase a través de la puerta abierta de mi dormitorio.

—¿Si ese es el caso? —preguntó Wes.

—Hannah y Alex dicen que los amigos de sus hermanos están buenos, bueno Alex dice que sólo algunos lo están —se burló de mí mientras sentía un rubor subiendo por mi cuello. Me alejé de Wes y cerré la puerta detrás de él.

Pasé junto a él con la cabeza gacha, sin hacer contacto visual, y él respondió: —¿Ah, sí?.

Pude oír la sonrisa que se dibujaba en sus labios, pero aun así miré hacia mi dormitorio y caminé a paso ligero para evitar la incomodidad en la habitación que sólo yo estaba experimentando.

—¡Eh, Wes! —Wes se giró para buscar la voz extra que supuestamente había en la habitación.

—¿Dios? ¿Eres tú?... ¿Habéis oído eso bien? —provocando que todos nos riéramos.

—Bueno, me gusta que me llamen Hannah, pero llámame como quieras

Todos nos reímos aún más ante su respuesta.

—¡Eh, Hannah! —Wes se sentó en mi cama y empecé a recordar la noche del sábado al domingo por la mañana. Sacudí la cabeza para aclarar mis pensamientos y me centré en la tarea principal. Hacer la maleta.

Wes estaba mirando fijamente mi ropa y seguí su línea de ojos para ver que mi ropa interior estaba encima y a la vista de todos.

—¡Mierda! —Me apresuré a disimular intentando ponerla debajo, pero el daño ya estaba hecho. Se recostó contra la cabecera con ambas manos detrás de la cabeza sólo mirándome.

Miré a Andy y luego de nuevo a él, confundida por su expresión facial. —¿Qué? —le pregunté después de un momento bajo su mirada para que me tranquilizara.

Se encogió de hombros mientras una sonrisa jugaba en sus labios, gradualmente haciéndose más grande a medida que pasaba el tiempo.

—¡Wes! ¿Qué? ¿Tengo algo encima? —volví a preguntar, esperando una respuesta esta vez.

Su mirada volvió a dirigirse a la mía y respondió: —Sólo te imagino en ropa interior, sobre todo roja. —Su tono era demasiado informal para mi comodidad.

Hannah intervino después de unos segundos incómodos. —¡Wes, Kyle te mataría si supiera que te has enrollado con Alex y estás hablando así!.

A pesar de la informalidad, me sonrojé y corrí hacia el baño. —Voy a recoger mis cosas de aseo. Ahora vuelvo. —Oí pasos detrás de mí, la puerta se cerró y la cerradura giró.

Al mirarme en el espejo, vi unos ojos marrones que me miraban fijamente. A través de la puerta, oí la voz de Hannah en el portátil. —¿Se han ido a liar otra vez?.

La respuesta de Andy fue: —Probablemente.... —Se rieron, su conversación continuó mientras yo estaba cautiva en mi propio cuarto de baño con Wes. No es que realmente me importara.

—Te ves tan bien rubia —dijo, acechando hacia mí. Me di la vuelta rápidamente y retrocedí contra el lavabo, ¡mala idea! Las manos de Wes se posaron a ambos lados de mí, aprisionándome.

—¿Sabes, Alex? Estás mona cuando te ruborizas —sonrió, con la mirada clavada en la mía. Estaba tan hipnotizada por sus ojos que podía ver mi reflejo en ellos.

Se acercó despacio y sus manos se deslizaron por el lavabo hacia mis caderas. Me tocó suavemente las caderas, pero no soltó el lavabo detrás de mí.

Se inclinó más hacia mí hasta que pude sentir su aliento en mi oreja. ¡Me estoy poniendo muy caliente!

—Cuando entraste en la fiesta el sábado, supe que iba a tener que luchar por tu atención. No me gustaban todos esos ojos sobre ti. Pero déjame decirte, Al, que el rojo es definitivamente tu color. —Giró la cabeza de modo que sus labios apenas rozaban los míos, sus ojos observando con hambre mis labios.

Inconscientemente dejé que mi lengua se deslizara y mojara mi labio inferior, y sus ojos la siguieron. —Wes... ¿no escuchaste a H-Hannah? —tartamudeé, desconcertada por su proximidad.

—Tienes un don para las bromas, cielo —susurró contra mis labios, ignorando mi pregunta. Me quedé helada, incapaz de moverme, pero la verdad era que era él quien tenía ese don.

—Creo que es al revés, Wes. —Me sorprendió lo seductora que sonaba mi voz. Ni siquiera había pensado que esa frase saldría de mi boca, y mucho menos de una manera tan seductora.

¡Pom, pom, pom!

Ambos saltamos, pero ninguno de los dos se apartó. ¡Maldita Andy! ¡Vaya manera de arruinar el momento!

—¿Ya habéis terminado de daros el lote? Necesito la opinión de Alex sobre mis trajes de baño —protestó.

—Cinco minutos, Andy —dijo a través de la puerta, sin moverse ni un centímetro—. Necesito mi beso —me susurró roncamente—. ¿Dónde estábamos? Oh, sí... —Wes estrelló sus labios contra los míos, y yo respondí inmediatamente a su beso.

Era ardiente, y automáticamente le rodeé el cuello con los brazos, acercando mi cuerpo al suyo y profundizando el beso.

Dejó escapar un gemido bajo, lo que me impulsó a pasarle las manos por el pelo. Él bajó las suyas por mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas.

Me dio un rápido apretón, bajó hasta la parte posterior de las piernas y me subió al lavabo, abriéndose paso entre mis piernas. Nuestras lenguas luchaban por el dominio.

Sus manos me acariciaron la cara, haciendo que el beso fuera más apasionado. Rompimos el beso, los dos respirando agitada y sincronizadamente. Abrí los ojos y lo vi mirándome fijamente, con el pulgar rozándome las mejillas tan suavemente que sentí un escalofrío.

—No me canso de ti, Alex. —Con un último beso, me bajó del lavabo y desbloqueé la puerta, permitiéndonos salir.

No quería volver al punto de partida y desarrollar sentimientos por alguien, sólo para que me los arrebataran de nuevo. No podía hacerlo, no mientras la ruptura estuviera tan reciente. Pero no creía que sintiera algo por Wes. ¿No?

Las chicas tenían razón. Necesitaba aventuras, ¿tal vez sexo sin ataduras? Tal vez no. Aún no estaba lista para dar ese paso. Poco a poco. Besarse debería estar bien por lo pronto. ¿No?

Necesitaba centrarme en mí misma y en lo que quería hacer con mi vida. Lo sé, profundo para una chica de veintitrés años, ¿eh? ¿Quizás era mi destino estar soltera de momento? ¿A quién quería engañar? No creía en el destino.

Hice un trato silencioso conmigo misma. No iba a volver a tener una relación ni a enamorarme de nadie pronto, ¡ni nunca! No quería que me volviera a pasar. No necesitaba el dolor. No merecía la pena.

El amor era una pérdida de tiempo y esfuerzo. Vale, sonaba como una amargada virgen de sesenta años con un zoo de gatos viviendo una vida solitaria en una casa, sin haber permitido nunca que un hombre la tocara.

—Entonces, ¿qué tal este? ¿O debería traer este? —Andy cogió uno rosa brillante que parecía pertenecer a una revista Playboy y uno negro que... también parecía pertenecer a una revista Playboy.

No me dio muchas opciones. —¿He mencionado que habrá niños allí? No queremos asustarlos, Andy.

Me devolvió la mirada, cogió el negro y lo metió en su maletín junto con uno rojo que ya estaba empaquetado.

—¡No puede ser! ¿Tus sobrinas y sobrinos van a estar allí? Me encantan los niños —preguntó, juntando las manos emocionada.

Asentí con la cabeza. —¡Lena, Noah y Eden y el nuevo bebé que aún está en el horno! Les encantarás. Puedes ser su nuevo juguete loco. Lena te adorará. ¡Ahora es una adolescente! Así que ahora le van los chicos y toda esa mierda —me reí.

—¿Eso es todo lo que tienes? —preguntó Wes, con la frente arqueada en una súplica silenciosa para que me explayara. Opté por guardar silencio.

Después de una hora empaquetando, decidimos tomarnos un descanso, pedir algo de comer y ver una película antes de que Wes nos llevara al aeropuerto. —Ya que escogisteis la última película, me toca elegir a mí —dijo.

Andy rápidamente le arrebató el mando a distancia de la mano, con una expresión de desafío juguetón. —¡Ni hablar, Wes! Todos nos pondremos de acuerdo. ¿Recuerdas la última vez que elegiste una película cuando Al necesitaba animarse? Está claro que lo empeoraste.

Nos guiñó un ojo, lo que hizo que mis mejillas se sonrojaran. Muchas gracias, Andy. Mantuve la mirada fija en el televisor, sin atreverme a mirar a ninguno de los dos. De repente, sentí que Wes se inclinaba hacia mí, haciendo que mis ojos se abrieran de sorpresa.

—Eres adorable cuando te sonrojas, cielo —susurró, con el brazo colocado despreocupadamente sobre el respaldo del sofá detrás de mí. ¡Qué coqueto! Esto es sólo diversión, ¿verdad? Solo diversión. Pero, ¿a quién quiero engañar?

Su juego de coqueteo era fuerte, más fuerte de lo que jamás había visto. Probablemente yo era sólo una de las muchas chicas con las que se veía, y todo era muy secreto porque si mis hermanos se enteraban, ¡lo matarían!

No hay nada mejor que disfrutar de comida para llevar y una película con amigos. Me encontré apoyada en el pecho de Wes, con Andy tumbada en el sofá, con la cabeza apoyada en mi regazo. Una manta nos cubría, creando un pequeño y acogedor capullo.

Una repentina corriente de aire me hizo estremecer, y Wes instintivamente me acercó más a su cálido cuerpo. Me rodeó con el brazo y me acarició suavemente el brazo.

Me dio un rápido beso en la mejilla y me acurruqué más. ¿Cómo podía una persona estar tan cómoda? Alex, deja de depender tanto de él. Pero es tan cálido y mimoso. ¿Por qué me hago esto?

Justo cuando me estaba poniendo cómoda, mi teléfono empezó a zumbar en mi bolsillo. Wes también lo sintió y se volvió para mirarme. —¿Vas a cogerlo?. —Negué con la cabeza y, al cabo de un momento, el zumbido cesó.

Pero volvió a sonar y gemí, moviéndome incómoda. Saqué el teléfono del bolsillo para ver quién llamaba. Era Knox

Wes suspiró a mi lado, frotándose la cara con la mano. Volví a pulsar el botón de ignorar.

El teléfono volvió a sonar, pero esta vez era Kyle. —Quizá deberías cogerlo —sugirió Wes.

—¿Hola?

—Oh, ¿así que contestas a las llamadas de Kyle pero no a las mías? Eso duele, muñeca.

¡Uf! Era Knox al aparato. Me froté la sien con la mano libre e intenté levantarme, pero Wes volvió a tirar de mí.

—¿Qué quieres? En serio, no tengo tiempo para ti —dije, con voz llana y desinteresada.

—¡Ay, muñeca, eso duele! Kyle me ha dicho que te llamara para ver a qué hora aterrizas. Queremos salir esta noche, así que nos preguntamos si nos vais a interrumpir o no. Ya me entiendes.

Prácticamente podía ver la sonrisa de suficiencia en su cara y sus cejas moviéndose sugerentemente. ¡Cerdo!

—¡Pon a Kyle! ¡Cerdo!

—¡Eh, hermanita! ¿Cuál es el plan? ¿Cuándo aterrizas?

—¡Has de ponerle una correa, Kyle! —repliqué, ganándome una risita de Kyle—. Aterrizamos a las dos de la mañana, así que vuestras pollas estarán ocupadas, supongo. Eric dijo que podía recogernos, así que haz lo que quieras... o con quien quieras.

Wes resopló en voz baja a mi lado.

—Hermanita, no me des esa imagen. Sabes que no es completamente cierto —se burló Kyle.

—Sí, sí, sí. «Completamente» es la palabra clave. Todos sabemos que no sois ángeles. Seamos sinceros —me reí, volviéndome hacia Wes. Él dijo que sí que era un ángel y yo solté una risita y respondí—: Ni mucho menos.

—Sí, sí, sí, da igual. Muy bien, te dejo. Estoy en medio de una partida de Call of Duty y Knox está sufriendo de lo lindo. Te echo de menos, hermanita —confesó.

—¡Gracias! Yo también te echo de menos, hermano mayor. Nos vemos mañana por la mañana. Te quiero.

—¡Yo también te quiero, muñequita! —Sí, Knox tenía que decir la última palabra. No podía mantener la boca cerrada. Tal vez era hora de conseguirle un bozal.

Después de la película, empezamos a cargar nuestras cosas en el coche, o más bien, Wes se encargó. Era imposible que Andy y yo pudiéramos meter las maletas en el maletero.

Siendo el caballero que es, Wes tomó nuestro equipaje sin siquiera preguntar si necesitábamos ayuda. Mientras cargaba el coche, Andy y yo nos quedamos allí de pie, mirándolo descaradamente. Sus músculos se flexionaban con cada movimiento, y me encontré deseando tener más equipaje sólo para poder observarlo más tiempo. Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios, pero no dijo nada.

Llevaba una gorra de los NY Giants y estaba increíblemente guapo con ella. Siempre me han gustado los hombres con gorra, sobre todo las SnapBacks. Wes estaba especialmente atractivo y...

—¡Oye, Wes! Puede que necesite ayuda con mi equipaje dentro de una hora, ¿estás disponible? Me vendrían bien un par de brazos fuertes.

Reprimí una mirada de soslayo ante el descarado coqueteo, mientras le apretaba el bíceps, que prácticamente se le salía de la camiseta.

Como todo un caballero, Wes respondió de la forma más amable posible. —Bueno, Amber. Voy a dejar a estas dos hermosas damas en el aeropuerto ahora mismo, pero tal vez podrías pedirle a tu novio que te ayude con el trabajo pesado. —Le dedicó una sonrisa que era digna de desvanecerse.

Los amigos de mi hermano son todos ridículamente atractivos. Es como si hubiera un pacto tácito entre ellos, un acuerdo mutuo para ser colectivamente irresistibles. No es que me queje.

Nos miró con el ceño fruncido, provocando que le respondiéramos con un gesto condescendiente mientras se alejaba. —Nos vemos luego, Wes. —Le guiñó un ojo, provocando una mirada sincronizada.

Me subí al asiento del copiloto de la camioneta de Wes, dispuesta a asumir mi papel de DJ. Cantamos una mezcla de éxitos de siempre y actuales, con nuestras voces descaradamente altas y desafinadas. Los demás conductores nos miraban con curiosidad, pero no nos importaba. Cuando sonó No vaseline, de Ice Cube, empecé a rapear y Wes me miró sorprendido.

God damn I’m glad y’all set it off, used to be hard now you just went soft, first you was down with the AK, now I see you on a video. -

Lo sorprendí mirando y estalló en carcajadas, haciendo una pausa en la música. —¿Qué? —pregunté, viendo cómo se le caía la mandíbula.

—¿Te sabes la letra de esta canción?. —Asentí con la cabeza—. ¡Joder, es muy sexy que te la sepas! Supersexy. Deja de ser tan sexy... en realidad, pensándolo mejor, ¡no!.

Murmuró una maldición en voz baja, sus ojos volvieron a la carretera mientras yo reanudaba la canción, retomándola donde la había dejado. Podía sentir su mirada clavada en mí mientras rapeaba el resto de la canción, su expresión de puro asombro me hacía sonreír cada vez que nuestras miradas se cruzaban.

Llegamos a la zona de descarga del aeropuerto y recogimos las maletas. Wes saltó a descargar nuestras maletas de la camioneta. —Gracias, Wes —dijo Andy, a lo que él respondió con un despreocupado—: No hay problema, señoritas.

Mientras Andy alcanzaba su bolsa, planté un beso en la mejilla de Wes, haciendo que un leve rubor se extendiera por su rostro. —Buen viaje, Alex. Feliz Acción de Gracias también, saluda a la familia de mi parte, ¡especialmente a los más pequeños!. —Me abrazó y añadió—: Llámame por la mañana para saber que has llegado bien.

Asentí con la cabeza. —Lo haré, Wes. Gracias por traerme y... por todo. Feliz Acción de Gracias y saluda a tu familia de mi parte. Mi madre le ha estado cantando tus alabanzas a tu madre. No sé si nos levantaremos pronto mañana por la mañana, pero te llamaré cuando esté despierta.

Asintió y cogí mi bolso. Parecía estar debatiendo algo, pero me limité a sonreírle. Mientras me alejaba del coche, grité: —¡Hasta luego, Wes! —en el mismo tono burlón que Amber había utilizado antes.

Sacudió la cabeza, riéndose de mi comentario, y volvió a subirse a su camioneta. Con un último saludo, me dirigí al aeropuerto para facturar.

La cola era larga, pero teníamos tiempo de sobra. Nos dirigimos a la puerta para facturar las maletas con la señora del mostrador, que llevaba el pelo recogido en un nudo. —¿Me dan sus tarjetas de embarque y pasaportes? —preguntó—. ¿Alex Thompson?

—¡Sí, señora!

—Les han cambiado a las dos a primera clase.

Nuestros ojos se abrieron de sorpresa. ¿Primera clase? Yo no había reservado primera clase. —¿Qué? Um, creo que debe haber un error, ¿yo no reservé billetes de primera clase? —dije negando con la cabeza. Mi madre me mataría si los hubiera reservado por error.

—Sí, señorita, veo que reservó asientos en economy, pero alguien llamó para pagar los asientos de primera clase.

—¿Sabe quién?

Ella negó conla cabeza. ¿Quién demonios nos subió a primera clase? ¡Yo no tenía un sugar daddy! Me volví hacia Andy. —¿Tienes un ~sugar daddy~ del que yo no sepa?

Se rió. —¡Pft! ¡Ojalá, muñeca! Si lo tuviera, ¡haría que me comprara mucho más que dos billetes de primera clase!. —Tenía razón, ¿entonces quién?

—Aquí tienen, señoritas, comprueben en las pantallas dónde está su puerta de embarque para llegar a tiempo y tener un vuelo seguro —nos dijo, sonriéndonos. Le dimos las gracias y pasamos por el control de seguridad.

Cuando por fin subimos al avión, nos sentamos en unos lujosos asientos de cuero color crema, reclinables y con paredes laterales para mayor intimidad. Miramos a los típicos pasajeros de primera clase: hombres de negocios con maletines, jóvenes adolescentes ricos con auriculares Beats al cuello y rubias florero con grandes gafas de sol, todas ellas alimentando el ego de sus maridos.

—¿Quieres unirte al mile high club conmigo?. —bromeó Andy, levantando una ceja juguetonamente. Me eché a reír, y ella se unió.

Una vez que el avión despegó, estábamos mareadas de emoción. Nunca habíamos viajado en primera clase. Una azafata se nos acercó y nos dio dos vodkas y una tarjeta.

Dimos un sorbo a nuestras bebidas mientras yo abría la tarjeta, esperando que fuera el saludo habitual de una aerolínea. Pero no lo era.

¡La comida y la bebida van por mi cuenta! Disfruta de tus asientos, muñeca xx

Tiene que ser una broma...

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