Breeanna Belcher
Leviatán
Estoy en el escenario con la forma de Damien. Mi lobo está escudriñando a la multitud. No necesito aullar porque no estoy buscando pareja.
Sólo tengo que quedarme aquí y ver cómo los miembros de las manadas se encuentran. Como dice la tradición que debo hacerlo. Veo a la multitud estallar en arrebates de aullidos.
Van encontrándose uno tras otro, uno tras otro. Me hace feliz. Bueno, tan feliz como puede ser un monstruo sin corazón.
Entonces veo a Zade por el rabillo del ojo. Miro hacia mi beta y me doy cuenta de que ha dejado de aullar. Sus ojos se han vuelto completamente negros.
Están clavados en alguien en la multitud.
Mierda. Ha encontrado a su pareja.
Veo cómo sale del escenario y arrolla a todo el mundo para llegar a su destinada.
Le sigo con la mirada y veo que coge a una loba bajita y la hace girar mientras ella le rodea la cintura con las piernas y empiezan a devorarse mutuamente en un beso.
La imagen me hace poner los ojos en blanco y mi lobo resopla. Me alegro de que la haya encontrado, pero era agradable tener a mi amigo sin tener que tratar también con una compañera empalagosa pegada a su cadera.
Ahora tendrá cachorros y estará totalmente unido a ella y su mente no estará en los problemas que se nos planteen.
Sin embargo, ella parece bastante feroz. Puede que sea pequeña, pero percibo un gran poder en esa compañera. Y parece una fuerza a tener en cuenta.
Entonces sucede. La escucho.
Un aullido fluye por el aire. Es lo único que puedo oír. Ya no oigo a la multitud. Todo, excepto esa música aterciopelada, se ha desvanecido.
Siento que el cuerpo de mi lobo, ya increíblemente grande, empieza a crecer. Los músculos se tensan. La energía cambia, y entonces la multitud se calla y todos los ojos están puestos en mí.
—¡COMPAÑERA PREDESTINADA!
Damien suelta su aullido más estruendoso para responder a la llamada. Y hasta las criaturas del bosque guardan silencio. La propia tierra ha dejado de moverse en este momento.
No puedo ver a mi compañera, pero la he oído. Mi aullido la obligará a transformarse completamente, haciendo que todos sepan que es mía. ¡MÍA!
Sólo el aullido del Rey Alfa obligará a su compañera a transformarse por completo durante la ceremonia de apareamiento. Es un reclamo público por encima de todos los reclamos.
Los ojos se abren de par en par y el mar de gente jadea.
Se separan lentamente por el centro, abriéndome un camino claro hacia la hembra que es mi compañera.
La vereda se ensancha mientras bajo del escenario y me dirijo a mi pareja.
Vuelvo a aullar en señal de victoria y también de advertencia para que todos se aparten mientras me dirijo hacia ella.
Las últimas personas se apartan de mi vista, lo que me permite descubrir a una hermosa loba blanca como la nieve. Me detengo antes de llegar a ella y noto que no es simplemente blanca.
Su pelaje brilla literalmente con una luz azul. Nunca en la historia había oído o visto a un lobo brillar bajo la luz de la luna, pero ella lo hace.
Mi hermosa compañera brilla con un aura azul tan deslumbrante que los demás empiezan a apartar la vista.
—¡MIA! —gruñe fuertemente para darlo a conocer verbalmente al mundo.
AsaLynn
La multitud se calla y le oigo aullar. El aullido del mando absoluto. El aullido de todos los aullidos.
Cypris gime y comienza a apoderarse de mi cuerpo.
~—¡Compañero!
Mierda. Se supone que no debes transformarte completamente. ¿Por qué estoy haciéndolo? Espera, mierda. ¡¿Cypris acaba de decir compañero?!
Mi cuerpo empieza a moverse más rápido hasta que estoy a cuatro patas y de repente Cypris ha tomado el control por completo.
La gente empieza a apartarse y a mirarme como si fuera una especie de ser mítico... Oigo jadeos. Y entonces le veo. A "él".
El Rey Alfa. Leviatán. Su hermoso lobo negro camina lentamente hacia mí como un depredador a punto de abalanzarse sobre su presa.
Oigo su segundo aullido, y los últimos asistentes se separan para despejar su camino. Directamente hacia mí.
Menos mal que no quería llamar la atención.
Gruñe, y mi cuerpo empieza a zumbar con una energía insana que nunca antes había sentido. Noto que mi organismo está lleno de energía y, sin embargo, me siento tan ligera como una nube.
Veo sus ojos negros mirándome con asombro. Como si yo fuera el único ser en la tierra y nada más importara.
Su voz ruge mientras le dice a todo el mundo que soy suya. Me ha reclamado para que el mundo lo oiga. No se puede desafiar o cuestionar su afirmación. Es la verdad definitiva.
Siento que el vínculo de apareamiento tira de mí como una cuerda. Me acerca a él mientras mis pasos me llevan lentamente hacia mi pareja.
Nunca pensé que tendría un compañero. Y ahora descubro que es el rey de todos los alfas. El más antiguo y poderoso licántropo de toda la historia. Soy suya.
Llego hasta él, y mi loba se inclina, mostrando su cuello en señal de sumisión al Rey Alfa. Se queda mirando con sorpresa. Luego aúlla al cielo.
La multitud le imita, aullando su felicidad a la Diosa. Yo permanezco inclinada, aturdida. Sin entender del todo qué demonios está pasando.
Veo que el rey vuelve a adoptar su forma humana y desliza su mano entre el pelaje de mi loba. Acariciándola. Mostrando su dominio.
—¡Recupera tu apariencia! —me ordena, mirándome a los ojos.
Su voz suena áspera y enfadada. Mierda.
Mi cuerpo obedece en un instante, volviendo a mi forma humana. Me sitúo frente a un coloso de más de dos metros.
Me mira de arriba a abajo, observándome por completo. Sus ojos siguen siendo negros, lo que indica que él todavía no tiene el control total.
Agacho la cabeza y miro al suelo. No sé qué hacer. ¡Este es el maldito rey! Todas las demás lobas se abalanzan y abrazan y besan a sus compañeros, pero él es el rey.
Siento que su mano pasa por debajo de mi barbilla y me levanta la cabeza para que le mire a los ojos. Siento chispas allí donde me toca. Mi cuerpo se convierte en fuego.
Pero es muy agradable. Me mira a los ojos y empieza a hablar.
—Ya no te inclinarás ante nadie.
Su voz suena como el cielo, y mis pensamientos comienzan a acelerarse.
—¡Lobas y lobos! —anuncia a la multitud.
—¡Vuestra Reina Luna!
El público se vuelve loco. Los participantes estallan en vítores mientras saltan y aúllan y gritan sus alabanzas.
Mierda. ¿Acaba de decir Reina Luna?
Quiero decir que soy su pareja, así que, por supuesto, eso me convertiría en la Reina Luna; pero, joder, ¡en qué me he metido!
¿A qué clase de juego está jugando la Diosa de la Luna, emparejándome con el maldito Rey Alfa?
Con eso me agarra por la cintura y me acerca a él; nuestros cuerpos casi se rozan. La carga eléctrica zumba entre nosotros, pidiendo que nos toquemos.
Coloca su mano en la base de mi espalda y me lleva consigo lejos de la multitud, hacia el bosque.
Eso es. Estoy a punto de morir. Me está llevando al bosque para matarme. Espera, acaba de anunciar que soy la reina. ¿Realmente me mataría después de anunciar eso?
¡Mierda, mierda, mierda!
Mi mente corre frenéticamente, pero todos los pensamientos son para él. Ha tomado todos mis pensamientos y los ha hecho suyos. Sólo puedo pensar en la sensación de su mano contra mi piel.
El olor a cedro que emana de él. Sus ojos dorados y brillantes. Su sedoso pelo negro. El rostro bien afeitado. La mandíbula afilada que irradia masculinidad.
El aspecto de su divino cuerpo cincelado y cómo se perfilan sus abdominales, tan definidos hasta esa V que lleva a su... ¡Oh, mi Diosa! ¡Madre mía, es enorme!
Mi corazón empieza a acelerarse y mi rostro arde por el rubor que se está formando. Estoy segura de que mi cara está roja como una cereza. Siento que el líquido se acumula entre mis piernas.
Mi excitación pesa en el aire. La humedad se filtra entre mis piernas.
Veo a Leviatán olfatear el aire. ¡Oh, Dios mío, lo sabe! Mátame ahora. Por favor, mátame.
Una sonrisa traviesa se extiende por su rostro. Tan devastadoramente sexy. Sus ojos centellean hacia mí mientras me sigue guiando hacia el interior del bosque.
Cuando se detiene, me golpea contra un roble gigante.
—¿Cómo te llamas, diosa? —resopla.
—Bueno… yo... —vacilo al hablar, apenas capaz de encontrar mi voz—. Asa... yo, eh, quiero decir AsaLynn, Rey Alfa. Mi nombre es AsaLynn.
Mis palabras salen más como un chillido que con un sonido apropiado.
—Puedo oler el alfa en tu sangre. Y algo más. ¿Qué es ese aroma?
Joder, otra vez esto no.
—No lo sé, mi rey, sólo soy yo.
—Soy tu compañero. Deja de llamarme rey o alfa. Llámame Leviatán —ordena. Sus palabras rebosan lujuria.
Siento que me estoy agolpando desde mi núcleo una vez más. ¡Maldita sea! ¿Por qué es tan sexy, y por qué no puedo controlar mi maldito cuerpo?
Una risa ronca sale de su boca.
—AsaLynn... Mi AsaLynn.
Podría decir mi nombre un millón de veces y no creo que dejara de sonar sexy. Como música para mis oídos.
Apoya su cabeza junto a mi cuello. Aspirando profundamente. Aspirando mi fragancia. Luego lame el lugar entre mi cuello y mi hombro donde seguramente me marcará en cualquier momento.
Entonces se aparta.
Mi cuerpo se enfría al instante. Como si todo el calor del mundo rehuyera en el momento en que deja espacio entre nosotros.
Me siento muy sola a pesar de que él está ahí mismo. ¿Qué me pasa? ¿Es este el vínculo del que todo el mundo habla?
Leviatán me mira y vuelve a olfatear mi excitación, y veo que aprieta los puños. Se está conteniendo. ¿Por qué? Los compañeros no se contienen.
Sin embargo, ahí está, sin tocarme cuando tanto necesito sus caricias.
—Volvamos a la casa, mi diosa —dice Leviatán mientras se da la vuelta y comienza a alejarse.
Le sigo. No sé qué está pasando. Sus palabras y acciones son polos opuestos. Me mira con lujuria y deseo.
Habla con mucha emoción, pero aún así le noto algo frío.
Volvemos a la casa de la manada y empiezo a subir las escaleras. Me detengo en el segundo piso, donde se encuentra mi habitación.
Agacho la cabeza y empiezo a alejarme de mi compañero hacia mi habitación cuando siento que su mano me agarra la muñeca.
Siento la oleada de electricidad en mi muñeca por su contacto. Mi cabeza se mueve hacia atrás para ver por qué me ha detenido. Parece... ¿enfadado?
—Eres "mi" compañera. Dormirás en nuestra habitación —gruñe.
Sus palabras me producen escalofríos. Tan exigentes. Tan definitivas.