Breeanna Belcher
Leviatán
Odio este tipo de eventos. Zade, mi beta, me convenció de que organizara la décima ceremonia de apareamiento para levantar la moral de las manadas.
Puede que él sea un tipo duro, pero también tiene cerebro. De hecho, en cuanto se supo que yo iba a ser el anfitrión este año, las manadas de todo el mundo se entusiasmaron.
Normalmente no muestro mi cara a menos que ocurra algo malo o se me exija ir a algún tipo de evento formal. Soy conocido por ser algo así como la Parca.
Si me ves cuando no asisto a una reunión, probablemente estás a punto de morir.
Estos acontecimientos me producen ansiedad, incluso después de vivir durante siglos y recorrer el mundo de los lobos. Todavía no soy alguien que disfrute de las multitudes. Tampoco lo es mi lobo, Damien.
Se pone irritable cuando nos rodeamos de muchas otras personas, y hoy ha estado anormalmente temperamental.
Salgo al balcón de mi despacho, que domina el jardín en el que tendrá lugar la ceremonia. Un mar de hermosas sombras de encaje negro se extiende ante mis ojos.
Mis adeptos están terminando el montaje, y una multitud de no apareados fluye hacia el jardín de flores negras y azules. Es un espectáculo digno de ver.
El cielo está despejado y la luna brilla en lo alto. Su radiante resplandor azul se refleja en mi lago, junto al jardín. Esta noche será perfecta.
El viento comienza a soplar y el olor del bosque llega a mi nariz, pero hay otro aroma embriagador que no puedo determinar.
No pertenece a este lugar, pero tiene mis sentidos agudizados, junto con los de mi lobo. Damien comienza a agitarse tratando de obtener el control de mi ser.
Es como si un tren se estrellara contra mi pecho. ¡Realmente está luchando conmigo por el control!
—¡DÉJAME SALIR!
Siento que se golpea contra las paredes tratando de forzar el control.
¿En qué está pensando al tratar de salir así, por la fuerza, cuando tengo miles de miembros de las manadas rodeándonos? Podría matarlos a todos.
¡QUIERO SALIR!
Damien empuja de nuevo.
Lo retengo con toda mi fuerza, obligándolo a permanecer dormido dentro de mí. Ahora no es el momento de lidiar con su terquedad.
Tengo que dar el discurso para que la ceremonia comience, falta muy poco. Con ese pensamiento, miro el reloj y veo que tengo que dirigirme al escenario exterior.
AsaLynn
Flora y yo salimos al exterior abrazadas. Una vez que llegamos al jardín, siento la brisa a través de mi vestido de encaje y huelo la naturaleza que me rodea.
Un fuerte aroma a cedro y cítricos me llega a la nariz y siento que Cypris empieza a agitarse de nuevo. Maldita sea, loba. Ahora no.
Nos abrimos paso y notamos el repentino cambio en la atención de todos. ¿Me están mirando a mí?
Veo a algunos miembros de una manada extranjera olfateando el aire como si trataran de ubicar algo. Este no es el momento para que mi olor llame la atención.
Mi padre me dijo que mantuviera la discreción. Veo a todos los hombres mirándome fijamente. Evaluando mi cuerpo. Este pedazo de tela no me está ayudando ahora mismo.
Mi cuerpo tiembla de los nervios. Me miran con evidente lujuria y hambre en sus ojos. Por eso no me gusta estar cerca de la gente.
—¡Chica, mira este mar de frustración sexual! ¡Esto tiene pinta de orgía! Estoy más que dispuesta a descubrir cuál de estos dioses del sexo es mi pareja —dice Flora más alto de lo necesario, mientras guiña el ojo a algunos hombres atractivos junto a los que pasamos.
Vista la orden de mi padre, convenzo a Flora para quedarnos en la parte de atrás de la multitud. No quiero estar cerca del escenario ni del Rey Alfa.
~—Discreción. Discreción —canturreo en mi cabeza.
Mantengo la mirada baja o fija en Flora mientras me sermonea por estar tan atrás que apenas podemos ver el escenario.
Estamos en el lugar idóneo. Lo suficientemente lejos como para mezclarnos con la multitud y lo suficientemente lejos del escenario como para que nadie me eche un segundo vistazo aunque consiga verme.
Perfecto.
La multitud de gente empieza a bajar la voz hasta que se oyen los grillos del bosque. El Rey Alfa debe de haber subido al escenario.
Miro la hierba, intentando evitar el contacto visual; pero entonces mi loba empieza a volverse loco. Cypris comienza a gemir y a ladrar. ¿Ladrar?
¿Cuándo carajo ha ladrado como un perro? Ahora está saltando de un lado a otro, rebotando en las paredes de mi conciencia. Rascando y gimiendo tanto que hace que me duela la cabeza.
~—Cypris, ¿qué está pasando?! Basta ya. ¡No puedo llamar la atención! ¡Maldita sea, loba, escúchame! No puedes hacer esto ahora.
Me agarro el pecho ante su doloroso intento de abrirse paso con las garras. ¿Cómo se supone que voy a transformarme parcialmente para iniciar la llamada, cuando ella empuja con tanta fuerza?
Si lo hago, seguramente saldrá al exterior. Nunca en mis doscientos años he tenido que luchar contra Cypris por el control de mi ser, y precisamente ahora ha decidido actuar como una perra loca.
¡Cinco días antes de mi cumpleaños y va a hacer que me maten! Puede que sea una solterona, pero al menos quiero seguir con vida.
A Flora se le cae la baba con el discurso del rey, que ni siquiera puedo escuchar por el incesante lloriqueo de Cypris, que me abruma.
Entonces Flora se da cuenta de mi dolor y salta a mi lado para consolarme.
—Cariño, ¿estás bien? ¿Qué pasa? —dice con sinceridad, poniendo su mano en mi espalda desnuda.
—No es nada. Mi loba está en plan cabrona. Pero estoy bien. No te preocupes.
Flora enarca una de sus cejas y me dedica una extraña sonrisa socarrona.
—¿Crees que tu loba siente a tu compañero? Tú misma dijiste que nunca habla y no es muy activa. Esto suena súper inusual tratándose de ella.
Empiezo a reírme en voz baja intentando de que nadie se dé cuenta y no interrumpir el discurso del rey.
—Sí, claro. Tú y yo sabemos que tienes que tocar a alguien, mirarle a los ojos o escuchar su aullido para que tu loba interior reconozca a su pareja. Estoy bastante segura de que Cypris sólo quiere que me maten.
Cypris se golpea contra las paredes en un último intento de salir tras mis palabras. Titubeo un poco y vuelvo a agarrarme el pecho, y ella finalmente vuelve a lloriquear.
Empiezo a oír a la gente hablar de nuevo, siento la excitación en el aire. Los asistentes que me rodean empiezan a despojarse de sus ropas negras.
—¡Lobos, es hora de comenzar la ceremonia! ¡Desvestíos y transformaos para el tradicional aullido de apareamiento! —anuncia la voz del beta retumbando sobre la multitud.
Flora me mira y suelta una carcajada mientras prácticamente se arranca el vestido y hace alarde de su curvilíneo cuerpo.
Se asegura de saltar un poco para menear todos los lugares adecuados. Desvío la mirada mientras la sigo y me quito lentamente mi túnica.
No pasa nada. Todo irá bien. Acabemos con esto y vayámonos a dormir.
—¡Vamos a follar! —grita Flora, y oigo a la multitud estallar en risotadas y gritos en respuesta.
Voy a matarla. ¿Qué parte de discreción no entiende?
La multitud se queda en silencio mientras todos se ponen en cueros. Esperando. Con paciencia. Con ansiedad. Se pueden sentir los nervios vibrando de emoción en el aire.
—Puedes hacerlo, Asa —me susurro mientras espero a que suenen los cuernos.
El primero es para la transformación parcial. El segundo es para iniciar la llamada.
El cuerno ceremonial resuena en la noche, llamando a la transformación. Empiezo el proceso junto con todos los que me rodean. Por suerte, no es doloroso.
Puedo ver un magnífico lobo gigante de color negro medianoche en el escenario. Es tan hermoso que casi duele mirarlo.
Ese debe de ser el Rey Alfa. Es el único al que se le permite transformarse completamente como líder de la ceremonia.
Suena el segundo cuerno y la multitud estalla en aullidos. El sonido es tan hermoso que me olvido de mí misma por un momento.
Mirando a mi alrededor, veo que las hembras corren hacia los machos después de escuchar la llamada de sus compañeros predestinados. Por su parte, ellos empujan en la dirección para llegar a sus parejas. Es hermoso.
Entonces veo que Flora entra en trance. ¡Ha oído a su compañero!
Su cuerpo se pone rígido. Su aullido se detiene en un instante. Me mira y sonríe.
—¡Me ha atrapado un beta de lo más sexy! ¡¡¡Buena suerte!!!
Sale corriendo hacia el escenario, y miro y veo a Beta Zade lanzarse desde allí arriba, abriéndose paso entre la multitud para llegar hasta mi amiga. ¡Perra afortunada!
Mi loba gruñe con rabia y me doy cuenta de que aún no he lanzado mi aullido.
¡MIERDA! Miro al cielo y pongo todo mi corazón y mi alma en un aullido emocional que hace temblar la tierra, rezando para que llegue a la Diosa de la Luna y me bendiga antes de que sea demasiado tarde.
Diosa, por favor, escucha mi súplica y concédeme el don de una pareja.
Entonces la multitud se queda en silencio.