Rota - Portada del libro

Rota

Evelyn Miller

Infiel

LILY

El verano entre mi penúltimo y último año de instituto fue uno de los mejores de mi vida.

Pasé los largos y calurosos días de verano en el lago con mis mejores amigos Ava, Leah y Harry, y por supuesto con mi novio Oliver, con el que llevo dos años.

Por la noche íbamos a diferentes fiestas, bebíamos y bailábamos hasta que salía el sol, y luego volvíamos a repetirlo todo.

Hasta hoy.

Hoy es nuestro segundo aniversario.

Planeamos ir a cenar a un lugar «secreto» que Oliver ha encontrado, y luego volveremos a mi casa para pasar la noche juntos. Todo suena perfecto.

―Vale, ¡estás super cachonda ahora mismo! ―exclama Ava, mirándome de arriba abajo.

Llevo un vestido escotado, azul y blanco, y con la espalda descubierta.

―¿Crees que le gustará? ―pregunto, dando una pequeña vuelta.

―¡Le va a encantar! ―dice chillando.

―Será mejor que me vaya ―digo, cogiendo el móvil y las llaves y metiéndolos en mi pequeño bolso.

―Nos vemos mañana, cosita sexy ―Ava me guiña un ojo y me da una palmada en el culo cuando paso junto a ella.

Durante todo el trayecto a casa de Oliver mi estómago da brincos de emoción.

Aparco delante de su casa y me repaso el maquillaje en el espejo antes de salir del coche y arreglarme el vestido.

Me acerco despacio a su puerta, intentando calmar mis mariposas. Llamo pero nadie abre. Espero un minuto antes de volver a llamar. Frunzo el ceño cuando sigue sin abrir la puerta.

«Tal vez esté en la ducha».

Estoy a punto de girar el pomo cuando la puerta se abre de golpe y aparece Oliver con un aspecto desaliñado.

Al verle de pie frente a mí en calzoncillos y con el pelo rubio revuelto, dejo que me domine la ira.

―¡Hijo de puta! ―grito. Abro la puerta de una patada y entro para averiguar con quién coño me está engañando.

―Cariño, cálmate. No es lo que parece ―grita frenéticamente.

Le ignoro y abro de golpe su habitación, solo para ver a la jodida Leah en sujetador y bragas.

―Lily ―Jadea al verme.

―¿Lo decís en serio? ―Les grito a los dos―. ¿Cuánto tiempo? ―pregunto.

―Es la primera vez.

―Seis meses.

Oliver y Leah responden al mismo tiempo.

―Seis meses ―Me río sin humor, sacudiendo la cabeza.

―Lily, deja que te explique ―suplica Oliver, agarrándome de la muñeca.

―¡No me toques, joder! ―grito, me aparto y salgo corriendo hacia mi coche.

¿Cómo ha podido? ¡Dos malditos años enteros que he desperdiciado con él! ¡Y Leah! ¡Era una de mis mejores amigas! Nunca pensé que me haría esto.

Conduzco con el piloto automático hasta uno de mis lugares favoritos de toda la ciudad. Es un sendero que hay justo en las afueras y no demasiado lejos de mi casa.

Paro en el pequeño aparcamiento, salgo del coche y empiezo a andar, sin importarme una mierda que llevo vestido y sandalias.

Mientras empiezo a caminar, por fin me permito llorar. Ahora toda mi vida parece una mentira. Estoy completamente sollozando cuando alguien me toca en el hombro, haciéndome gritar.

―Tranquilízate, princesa ―me dice un chico de mi edad levantando las manos.

―Me has asustado ―Resoplo, secándome los ojos con el dorso de la mano.

―¿Estás bien? ―pregunta suavemente.

―Estoy bien ―respondo.

―No lo pareces ―afirma, yendo a sentarse en una gran roca justo al lado―. Soy bueno escuchando ―dice, dando una palmada en la roca para que me siente.

―Acabo de pillar a mi novio con el que llevaba dos años engañándome con una de mis mejores amigas ―suelto.

―Eso es duro ―Silba.

―¡Llevan acostándose desde hace seis meses! ―Vuelvo a gritar y empiezo a pasearme delante de él.

―¡Hemos pasado todo el puto verano juntos! ―grito, pateando una piedra y arrepintiéndome al instante al hacerme daño en el dedo gordo del pie.

―¡No lo entiendo! ¡Como si nosotros no nos acostásemos! ―Sacudo la cabeza.

―Y mi mejor amiga... ―susurro, sentándome junto al desconocido―. No vas a matarme, ¿verdad? ―pregunto escéptica.

―No voy a matarte ―Se ríe entre dientes.

―Bachillerato va a ser un asco ―refunfuño, llevándome las rodillas al pecho.

―¿Tienes otros amigos? ―pregunta.

―Sí. Pero Harry está en el mismo equipo que Oliver y probablemente dejará de hablarme. Ava probablemente seguirá siendo mi amiga ―Suspiro.

―No te refieres a Oliver Kingsley, ¿verdad?

―¿Le conoces? ―pregunto, girándome para mirar al desconocido, sorprendida por lo bonitos que son sus ojos verdes.

―Somos algo así como enemigos mortales ―Hace un gesto de dolor.

―¿Mason Cooper? ―Frunzo el ceño, mirándole de arriba abajo.

Oliver y Mason se llevan mal desde tercero de la ESO. Ambos son los quarterbacks de los equipos escolares que se odian absolutamente.

Su instituto y el mío somos rivales en todo. En todos los deportes, en todo lo académico, en el número de graduados, en el número de embarazos adolescentes… En todo y en nada.

Nadie sabe cómo empezó la disputa; todo lo que sabemos es que nos odiamos, y así ha sido durante al menos cincuenta años.

―Probablemente no quieras oír esto ―murmuro, mirándome los pies.

―Me gustaría oír lo mucho que la cagó ―Mason se ríe.

―Voy a Ridgewood ―añado, devolviéndole la mirada.

―Y yo voy a Greendale.

―Probablemente no deberíamos estar hablando ―afirmo.

―Probablemente no. Pero necesitas a alguien con quien hablar, y yo necesito una distracción.

―¿De qué necesitas distraerte? ―pregunto antes de poder contenerme.

―La vida ―Suspira―. Eres animadora, ¿verdad? ―pregunta, cambiando de tema.

―Sí ―Suspiro, preguntándome si debería dejar el equipo cuando empiecen las clases.

―Pero lo odio. Solo me apunté porque mi madre era animadora y quería que yo lo fuera. Y ahora no está nunca en casa ni viene a verme ―digo.

―Dios, y además tener que estar en el mismo equipo que Leah... No voy a poder soportarlo. Querría darle un puñetazo en la cara cada vez que pudiera ―Gimo, y Mason se ríe. ―No tiene gracia ―le digo.

―La verdad que no ―acepta rápidamente―. Me río porque pensaba que eras callada.

Aprieto los labios y muevo la cabeza hacia un lado.

―Te he visto antes en los partidos. Nunca te veía hablar con los demás ―explica.

―¡Porque todos apestan! ―exclamo, y él vuelve a reírse y me da la razón.

―¿Algo más con lo que necesites desahogarte, princesa?

―Creo que estoy bien ―Sacudo la cabeza―. ¿Y tú? ¿Quieres soltar algún secreto o tener una crisis emocional delante de mí para hacerme sentir mejor? ―pregunto.

―Quizá la próxima vez ―Me guiña un ojo.

―¿La próxima vez? ―Mis cejas se alzan sorprendidas.

―Me tengo que ir. Pero puedes mandarme un mensaje si quieres hablar ―afirma, entregándome un iPhone negro. Miro el teléfono y luego a él.

«¿Habla en serio?».

―Se supone que tienes que poner tu número ―dice, y yo pongo los ojos en blanco y tecleo mi número―. ¿Quieres que te acompañe? ―me pregunta, metiendo el teléfono en sus pantalones cortos.

Estoy a punto de decirle que estaré bien, pero cuando miro a mi alrededor y me doy cuenta de que el sol está cada vez más bajo en el cielo, acepto rápidamente.

Odio estar sola fuera de noche. He visto demasiados documentales de crímenes reales.

―¿Cuánto tiempo estuvimos hablando? ―pregunto.

―Unos veinte minutos ―responde.

―Gracias por escucharme ―susurro.

―Cuando quieras, princesa ―Sonríe, pateando una piedra con su zapatilla.

―Si quieres hablar, yo también sé escuchar ―le ofrezco, intuyendo que algo le preocupa.

―Como dije. Quizá la próxima vez ―dice mientras llegamos a nuestros coches.

―Gracias, Mason ―Sonrío, abriendo mi puerta―. Oh, me llamo Lily, por cierto ―digo, dándome la vuelta.

―Lo sé ―Él asiente, abriendo su puerta.

Siento que mis mejillas empiezan a sonrojarse, así que me meto en el coche y me alejo.

Una vez en casa, me quito los zapatos y me dejo caer en el sofá. Debería llamar a Ava. Cojo el móvil del bolso pero en vez de llamarla a ella, llamo a mi madre.

Suena dos veces antes de que salte su buzón de voz.

Estupendo. Ni siquiera mi propia madre quiere hablar conmigo.

Me miro en el reflejo de la pantalla cuando se ilumina con una notificación.

MamáEstoy cenando.

Suspiro para mis adentros mientras leo su mensaje. Papá siempre ha viajado por trabajo y mamá solía quedarse en casa conmigo, pero en cuanto cumplí dieciséis años empezó a irse de viaje con él.

Hoy en día parece que están más tiempo fuera que en casa.

No sé cuándo me he quedado dormida, pero me despierta una vibración en la cabeza. Tardo un momento en darme cuenta de que es mi teléfono.

―¿Hola? ―respondo, aún medio dormida.

―¿Te he despertado? ―dice una voz masculina.

Abro un ojo de golpe y retiro el teléfono para ver un número sin guardar.

―¿Quién es? ―pregunto, sentándome en el sofá.

―Mason.

―Oh. Hola ―digo, mirando la hora.

12:06 a.m.

―Lo siento ―murmura antes de que se corte la comunicación.

Miro el teléfono con el ceño fruncido y me pregunto qué ha pasado. Me muerdo el labio mientras pienso en devolverle la llamada.

Quiero decir, dejó que me quejara durante casi una hora. Es lo menos que puedo hacer, ¿no?

Sin darme la oportunidad de cambiar de opinión, le vuelvo a llamar.

―Oye, lo siento. No quería despertarte, vuelve a dormirte ―dice con voz suave pero tensa.

―Ya he dormido tres horas ―digo, levantándome y dirigiéndome a la cocina en busca de comida.

―Solo es mediodía ―dice con sarcasmo.

―Por si lo has olvidado, he tenido un día muy emotivo ―respondo, busco una pizza congelada y la meto en el horno.

―Me parece justo.

―¿Quieres venir a comer pizza? ―le propongo, sentándome en la encimera. Nos quedamos en silencio y miro el móvil para comprobar que no ha vuelto a colgar.

―¿De qué sabor? ―responde finalmente.

―Pepperoni.

―Envíame tu dirección.

Me quito rápidamente el teléfono de la oreja y le envío un mensaje.

―Pronto estaré allí, princesa ―me dice casi inmediatamente después de que pulse enviar.

―Hasta pronto ―susurro.

Mierda.¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Por qué estoy invitando a Mason Cooper a mi casa? Si Harry o alguien del instituto se entera, mi vida se convertirá en un infierno.

Mi paranoia interna no dura mucho ya que Mason me manda un mensaje diciéndome que está fuera.

«¿Por qué no llama a la puerta como una persona normal?».

Abro la puerta y lo veo de pie, en mi porche, vestido con una sudadera negra con capucha y unos pantalones cortos de baloncesto.

―¿Dónde está tu coche? ―le pregunto, asomándome por encima de su hombro para mirar calle abajo.

―Vivo dos calles más allá ―Sonríe a medias mientras abro la puerta para que entre.

―Así que... ―digo mientras nos sentamos uno al lado del otro en la encimera, con la pizza en medio.

―¿Te encuentras mejor? ―pregunta cogiendo un trozo.

―Sí ―respondo con sinceridad. Llorar y dormir parecen haber ayudado―. Ahora estoy más enfadada que triste ―añado, dando un mordisco a la pizza.

―Creo que antes estabas bastante enfadada ―Me sonríe―. ¿Así que vas a ser la animadora estereotipada y tramarás tu venganza? ―Se aclara la garganta y yo frunzo las cejas.

―¿Venganza? Suena a que me quitaría demasiado tiempo de comer y dormir.

―¿Así que no hay venganza? ―pregunta alzando las cejas.

―No. Voy a olvidar lo que pasó ―Suspiro, sabiendo que es más fácil decirlo que hacerlo. ―Entonces, ¿hay algo de lo que quieras hablar? ―pregunto, terminando el último trozo de mi pizza.

―Prefiero distraerme ―Suspira y noto ojeras bajo sus ojos verdes.

―¿Quieres ir a nadar? ―pregunto, poniéndome de pie.

―¿Al lago? ―pregunta con una sonrisa.

―Tengo una piscina.

―No tengo bañador, y no creo que quieras verme desnudo.

―Nunca me he bañado desnuda ―digo mordiéndome el labio con nerviosismo.

―¿No lo has hecho? ―Me mira boquiabierto.

―Todas mis amigas lo han hecho, pero Oliver siempre decía que si lo hacía parecería una zorra ―murmuro, sintiendo que me ruborizo.

―Es un idiota ―Resopla Mason, poniendo los ojos en blanco.

―Entonces, ¿qué, todas tus amigas se bañaban desnudas mientras tú te bañabas en bañador? ―pregunta.

―Me sentaba en la orilla ―murmuro, deseando no haber sacado nunca el tema.

―Bueno, vamos entonces, princesa ―Mason sonríe, poniéndose de pie.

―¿Hablas en serio? No voy a desnudarme delante de ti ―Jadeo, mirándole con los ojos muy abiertos.

―No es que vaya a mirar ―Pone los ojos en blanco y, por alguna razón, me siento ligeramente dolida―. Vive un poco ―añade, apretando los labios―. A menos que seas una gallina.

―No soy una gallina ―digo con seguridad, poniéndome en pie.

―Lo creeré cuando lo vea.

―Vamos ―exijo, dando pisotones hacia la puerta de la cocina.

―¡Quizá quieras coger unas toallas para después! A menos que te guste correr desnuda por tu casa ―me dice.

Me doy la vuelta, paso por su lado sin decir nada, cojo dos toallas, se las pongo en los brazos y salgo.

Una vez fuera, de pie al borde de la piscina, ya no me siento tan segura como antes.

―¿Me prometes que no mirarás? ―pregunto en voz baja mientras siento que Mason viene y se pone a mi lado.

―Lo prometo.

―No se lo dirás a nadie, ¿verdad? ―añado, girando la cabeza para mirarle.

―Si lo hiciera, estaría admitiendo que estoy con alguien de Ridgewood. Eso es un suicidio social, y en realidad quiero disfrutar de mi último año.

Respiro hondo y cierro los ojos mientras busco la cremallera del vestido. Me cuesta alcanzarla y resoplo.

Estoy a punto de sacármelo por la cabeza, pero siento que los dedos de Mason rozan suavemente mi piel y se me pone la carne de gallina.

Dejo que caiga al suelo, bajo mis pies. Entonces, las manos de Mason me tocan la espalda, lo que me da un pequeño susto, y me doy cuenta de que me está desabrochando el sujetador.

Una vez que el sujetador se ha unido al vestido, vuelvo a respirar hondo y me quito las bragas. Miro a mi izquierda y me encuentro con el pecho de Mason.

Sus ojos se centran en la piscina que tenemos delante.

―¿Preparada, princesa? ―pregunta girando la cara para mirarme.

Fiel a su palabra, sus ojos no se desvían más allá de mi cara.

―Preparada ―le digo y le cojo la mano.

―Tres, dos, uno ―cuenta en voz baja antes de saltar al agua fresca.

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