Rota - Portada del libro

Rota

Evelyn Miller

Instituto

LILY

A la mañana siguiente me despierto temprano, aún bajo el fuerte abrazo de Mason. De algún modo, consigo liberarme sin despertarle y busco rápidamente mi ropa.

Antes de irme, le miro por última vez, sin saber cuándo volveré a verle. Le doy un suave beso en la mejilla antes de salir de su habitación, de su casa, tal vez de su vida.

Cuando llego a mi casa, me doy una ducha rápida, me cambio de ropa y hago una limpieza rápida antes de que lleguen papá y mamá.

Espero todo el día a que lleguen, pero nunca lo hacen. A las diez de la noche, decido rendirme e irme a la cama cuando oigo abrirse la puerta principal y a mamá gritando mi nombre.

―¡Mamá! ―chillo, corriendo escaleras abajo y arrojándome a sus brazos―. Creía que no ibas a llegar ―le digo, apretándola con fuerza.

―No podía perderme el último y primer día de mi bebé, ¿verdad? ―Se ríe y me devuelve el abrazo.

―Te he echado de menos ―le digo, con ganas de llorar y contarle todo lo que ha pasado este verano.

―Yo también te he echado de menos, cariño. Pero necesito una ducha y tú dormir un poco ―me dice, apartándome de ella.

―Oh. Bueno, buenas noches. Te quiero ―Suspiro, mordiéndome el labio, me cuesta contener las lágrimas―. ¿No está papá? ―pregunto, notando que no está.

―No. No volverá hasta dentro de un tiempo ―Suspira―. Iba a decírtelo mañana, pero mejor me quito la tirita. Solo estaré aquí dos noches ―dice, y mis hombros se hunden.

―Vale, mamá. Buenas noches ―murmuro, sin hacer más preguntas porque probablemente me enfadaré más.

Me voy a la cama y lloro lo más silenciosamente que puedo bajo las sábanas hasta que me duermo.

Me despierto con olor a bacon y sonrío porque mamá ha vuelto, pero luego recuerdo que se marcha mañana.

Me visto y compruebo mi teléfono: nada de Mason. Suspiro y me paso la mano por el pelo antes de bajar las escaleras.

―Buenos días, cariño ―Mamá sonríe amablemente.

―Buenos días ―respondo con una sonrisa falsa.

―¡No me puedo creer que mi pequeña esté en el último curso! ―exclama, sirviéndome un plato de bacon y huevos―. El año que viene por estas fechas estarás en la universidad.

―Es una locura, ¿verdad? ―digo.

―¿Cómo va todo por la casa? ―pregunta, abriendo los armarios hasta encontrar una taza.

―Todo va bien ―Frunzo el ceño, preguntándome si va a preguntarme cómo he estado.

―Bien. Me enviarás un correo electrónico si se rompe algo, ¿verdad? ―pregunta, poniendo en marcha la cafetera.

―Sí, mamá ―Suspiro―. Será mejor que me vaya ―murmuro, cogiendo mi almuerzo de la nevera y las llaves del coche.

―Que tengas un buen día, cariño ―sonríe mamá, besándome en la coronilla―. Nos vemos después del colegio. ―Me vuelve a besar y me suelta.

Durante todo el trayecto al instituto, tengo el estómago lleno de ansiedad. Solo espero que los rumores no sean demasiado malos.

―¡Lily! ―Ava chilla mientras camino por el pasillo hacia mi clase.

―¡Hola! ―le sonrío antes de que su cuerpo se lance contra el mío.

―Siento como si no te hubiera visto en un mes ―gimotea, apretándome con fuerza.

―Lo sé, ¿verdad? ―Estoy de acuerdo.

―Espero que tengamos más clases juntas ―Suspira mientras empezamos a subir las escaleras.

―Yo también ―vuelvo a coincidir con ella.

En nuestra clase de siempre, Ava se dirige a donde nos sentamos siempre, en la parte de atrás, pero yo me paro en medio y me siento junto a la ventana.

―¿Por qué nos sentamos aquí? ―pregunta, deslizándose en el asiento frente al mío.

―No quiero estar al lado de Oliver, y ya no soy animadora ―Me encojo de hombros como si no fuera para tanto.

―¿¡Qué!? ―exclama en voz alta, llamando la atención de los pocos alumnos que ya están en clase―. ¿Dejas las animadoras? Pero si ibas a ser la capitana.

―Lo odio. Solo me metí ahí por mi madre ―le digo sinceramente.

―¿Y qué? ¡Eres una de las mejores animadoras del instituto! ―continúa, golpeando con el puño mi escritorio.

―Lo dejo ―le digo, esperando que deje la conversación.

―Mira, que Oliver y tú hayáis roto no significa que debas dejarte llevar ―dice Ava en voz baja pero alta.

Oigo a los demás estudiantes empezar a cuchichear sobre lo que acaba de decir, lo que me hace gemir interiormente. Voy a ser el principal foco de cotilleo el primer día.

―Solo dejo las animadoras. No voy a dejar el atletismo ni el voleibol ―Pongo los ojos en blanco.

―Pero no deberías dejar de animar por su culpa ―replica ella.

―No es por su culpa ―afirmo, sacándome los auriculares, dando por terminada la conversación.

Tengo tantas ganas de mandarle un mensaje a Mason para ver cómo va su primer día. Pero sé que no puedo.

Me quito los auriculares cuando veo entrar al señor García, sujetando un montón de papeles.

―¡Buenos días! ―Sonríe ampliamente, dejándolos caer sobre su escritorio―. No puedo creer que seáis mayores ―bromea, mirando a su alrededor.

―Os daré vuestros nuevos horarios, luego podéis dedicaros a cotillear ―afirma, sentándose en su asiento.

Uno a uno, nos va llamando. Una vez que Ava tiene su horario, se gira hacia mí.

―Por favor, dime que primero tienes inglés ―dice, actuando como si nuestra conversación nunca hubiera tenido lugar.

―Sí ―Asiento, y es con el Sr. García, en esta clase.

―Oh, gracias a Dios ―Suspira, coge mi papel y lo mira por encima―. ¿Qué? Solo tenemos una clase juntas ―Saca una foto de nuestros horarios.

―Se los voy a mandar a Harry ―me dice cuando la miro―. ¿Estás en la clase avanzada de biología? ―Jadea y vuelve a mirarme.

―Lo estoy ―Asiento con la cabeza, preguntándome cómo no lo sabe ya que llevo en ella desde primer año.

―¿Eres secretamente una empollona? ―Se ríe, mirando su teléfono―. ¿Cómo puede ser esto justo? Harry y tú tenéis la mitad de las clases juntos ―Ella resopla, empujando su teléfono en mis manos.

En realidad, llevamos juntos en todas las clases excepto ahora en segundo. Él tiene cocina y yo historia.

Cuando suena el timbre, todos los alumnos se van menos yo, Ava y otras tres personas con las que no he hablado pero que he visto por ahí.

―¡Nenas! ―Escuchamos a Harry antes de verlo―. ¿Por qué estamos aquí sentados? ―pregunta, deslizándose en el asiento junto a mí.

―Lily va a dejar de ser animadora ―anuncia Ava.

―¿Sí? ―pregunta mirándome con el ceño fruncido.

―Al parecer, lo odia y solo lo ha estado haciendo por su madre ―responde por mí.

―Me parece justo entonces ―Harry asiente, extendiendo el puño―. ¡Espera! ¿Vas a dejar el atletismo y el voleibol? ―pregunta, dejando caer la mano sobre su escritorio.

―No ―Sacudo la cabeza.

―Entonces, ¿no veo cuál es el problema? ―pregunta alzando las cejas.

―Yo tampoco ―asiento, y Ava se limita a poner los ojos en blanco.

Mis clases por la mañana pasan bastante rápido, por suerte.

Pero en cada clase y entre clase y clase, al menos cinco personas diferentes me preguntan si de verdad voy a dejar de ser animadora y si Oliver y yo hemos roto de verdad.

A la hora de comer siento que voy a estallar si otra persona me hace las mismas putas preguntas.

Harry y yo vamos juntos a la cafetería y, como era de esperar, él va directo a la mesa llena de los futbolistas y animadoras de siempre.

Voy a sentarme en una mesa para dos personas, esperando que Ava se siente a mi lado. Saco el almuerzo y el móvil para mandarle un mensaje, pero veo que ya me ha mandado uno diciendo que está de camino.

―Sigo sin creerme que Leah se pusiera de su parte ―Ava frunce el ceño, mirando hacia la mesa del centro mientras se sienta frente a mí.

―No tienes que posicionarte, Ava. Puedes ir a sentarte con ellos si quieres ―Suspiro, miro y veo a Leah riéndose de algo que acaba de decir Oliver.

―Sabes que estoy aquí para ti. Si alguna vez necesitas un hombro sobre el que llorar ―me dice Ava, apretándome la mano.

―Gracias. Pero en realidad me encuentro bien ―Finjo una sonrisa.

―¿Qué ha pasado, Lil? ―me pregunta, mirándome con sus perfectos ojos de cachorrito.

―Simplemente no iba a funcionar ―Niego con la cabeza, con ganas de contarle lo de Mason.

―¿Me lo dirás algún día? ―Suspira, picando su comida.

―Un día. ―Acepto. sabiendo que probablemente nunca lo haré.

Mis clases de la tarde son muy parecidas a las de la mañana hasta que llego a la última hora.

Gimnasio.

La entrenadora Lindsey me ve y me acorrala en cuanto salgo de los vestuarios.

―¿Vas a abandonar? ―casi me grita.

―Es que no quiero animar más ―le digo.

―Eso es ridículo, Lily. Estás destinada a ser la capitana.

―Haz que Anastasia sea la capitana ―Me encojo de hombros. Probablemente sea la mejor del equipo y la que más se lo merece.

―No estarás renunciando por ese tal Kingsley, ¿verdad? ―pregunta con el ceño fruncido.

―Claro que no ―Resoplo y pongo los ojos en blanco.

―Esto es un gran error, Lily ―me advierte.

―Lindsey, déjala en paz ―suelta el entrenador Burns, mi profesor de gimnasia y el entrenador de fútbol―. Vete a clase ―me ordena, y yo me escabullo rápidamente.

―¿Estás bien, nena? ―pregunta Harry, dejando caer su brazo sobre mi hombro.

―Lindsey me estaba diciendo que estoy cometiendo un gran error ―Pongo los ojos en blanco.

―Que se joda ―Se encoge de hombros.

―Oliver está cabreado, tío ―dice Jock ―sí, ese es su verdadero nombre― por lo bajo.

―¿A quién le importa? ―suelto.

―¿Qué pasa? ―pregunta Harry, ignorándome.

―Por lo visto, Mason se ha puesto a tono este verano ―contesta Jock, mirándome como sorprendido de verme―. Hola, mequetrefe. ¿Cuánto tiempo llevas ahí? ―Sonríe.

―No me llames así ―espeto, deseando que sigan hablando de Mason.

―¿Quién ha dicho eso? No veo que se ponga en forma. Ni siquiera se toma en serio los partidos ―Harry sacude la cabeza.

―¿No? ―pregunto, sorprendida.

―No. Siempre está bromeando, incluso su equipo se molesta con él ―responde Harry―. Al parecer, Maci lo vio ayer en el lago ―dice Jock mientras el entrenador Burns entra furioso.

―¡Ve a correr vueltas! ―suelta, haciendo que todos giman excepto Harry y yo.

―¿Quieres correr? ―Sonríe mientras salimos.

―¿El que pierda compra helado? ―Sugiero antes de fruncir el ceño―. Pero el miércoles. Mamá pasa la noche en casa ―digo, dándome cuenta de cuánta libertad tengo cuando mis padres no están.

―Adelante ―Sonríe, moviendo las cejas.

―¡Tres, dos, uno, ya! ―digo y despego.

Doy dos vueltas y Harry me adelanta varias veces antes de que yo le adelante a él.

―Maldita sea, nena, te has vuelto rápida ―Jadea mientras termina justo después de mí.

―O tú te has vuelto lento ―me burlo, sacándole la lengua.

―¿Te has hecho un piercing en la nariz? ―Jadea, me agarra las mejillas y me aplasta la cara entre las manos―. Te queda bien ―dice, moviéndome la cara de un lado a otro mientras la inspecciona.

―Gracias ―Sonrío, preguntándome cómo es que acaba de verlo.

―¡Francis! ¡Déjala en paz! ―grita el entrenador Burns, haciendo que me suelte.

Después de gimnasia conduzco directamente a casa, sabiendo que puedo ducharme allí, en lugar de en las duchas de mierda del colegio.

―¡Mamá! ¡Estoy en casa! ―grito, dejando caer las llaves sobre la mesa auxiliar y tirando el bolso.

―¡Mamá! ―Vuelvo a gritar y me dirijo a la cocina. Miro fuera, pero no hay rastro de ella.

Subo corriendo las escaleras llamándola, incluso compruebo su habitación, pero parece exactamente igual, casi como si ni siquiera hubiera estado aquí.

Si no fuera por el leve olor de su perfume, habría creído que que estuviera aquí fue un sueño.

Vuelvo abajo y la llamo.

―Lily.

―Hola, mamá, ¿dónde estás? ―pregunto abriendo la nevera y mirando dentro.

―Te envié un correo electrónico, cariño. He tenido que ir a ver a papá ―dice, sin siquiera parecer arrepentida.

―No pasa nada ―respondo, aclarándome la garganta―. ¿Cuándo vuelves? ―pregunto.

―No estoy segura. Te avisaré cuando lo sepa ―dice antes de colgar sin despedirse.

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