Luna bendecida - Portada del libro

Luna bendecida

KristiferAnn Thorne

Capítulo 7

―Logan, protégela ―soltó―. Sin piedad.

―Abby, ve a la esquina más alejada ―gruñó Fiona mientras maniobraba―. Transfórmate si Carson entra por la puerta. Pase lo que pase, protégete primero.

Los gritos de Hazel venían del pasillo. El olor a sangre flotaba en el aire y los gruñidos y chasquidos se oían al otro lado de la puerta.

Roman oyó el ruido sordo de los cuerpos al ser zarandeados. El hedor de la testosterona lo inundaba todo.

Michael se colocó frente a su compañera y Roman. Su instinto guerrero se puso en marcha para protegerlos. Sus garras se habían extendido y sus mandíbulas se habían alargado.

Carson aulló. Abigail se estremeció cuando sintió que aquel sonido le desgarró el alma. Habían sido compañeros, pero el rechazo de él hacia ella significaba que ahora no eran nada el uno para el otro. Sin embargo, la desesperación en él llamaba su atención.

Ella le había amado, pero ahora ya no sabía lo que sentía por él.

Roman soltó un rugido tan feroz que incluso los guerreros encorvaron sus hombros. Se lanzó sobre ellos, abriendo la puerta de golpe. Agarró por el cuello al joven y futuro Alfa fuera de control, lo arrastró escaleras abajo y lo arrojó fuera de la casa de la manada.

El Alfa era enorme y estaba cubierto de un espeso pelaje negro como el carbón. Estaba jadeando y sus ojos tenían un brillo dorado.

Carson no era un tipo pequeño, pero su lobo no estaba en forma para enfrentarse al enorme Alfa que tenía delante. Aún así, no podía ser desafiado en su propia tierra y retroceder, especialmente ahora. No importaba lo grande que fuera el lobo que tuviera frente a él.

―Carson, transfórmate ahora. O perderás tu vida.

―No puedo, papá, todavía la siento.

―Transfórmate. ¡Ahora!

Carson aulló cuando el poder Alfa de su padre se proyectó sobre él. Se había desatado un caos total y sabía que su padre estaba intentando controlar a todo el mundo.

―¡Alfa Roman! ―Edward probó su poder Alfa, pero no consiguió nada―. Será castigado.

El lobo gigante de Roman se agachó y gruñó a Carson, que había vuelto a su forma humana. Roman gruñó mientras avanzaba lentamente hacia él.

El recuerdo de los ojos verdes y brillantes de Abigail estaba avivando a su lobo, y Roman tenía que luchar contra él para conseguir controlarse. Se aquietó en cuanto consiguió que su lobo se calmara. Logan se unió a él.

―Ella está segura con nuestros guerreros de la manada.

Roman volvió a su forma humana en cuestión de segundos, desnudo y muy enfadado. Uno de sus guerreros apareció con unos calzoncillos; todos observaron cómo se llevaban a Carson a rastras.

―Tienes que controlar a ese cachorro ya. La próxima vez le daré una lección ―gruñó Roman.

―Todavía puede sentirla ―murmuró Edward.

―Entonces tiene un maldito problema, porque la rechazó. ¡No se rechaza a una Luna sagrada! ¿Qué coño te pasa? ―Roman avanzó hacia el Alfa que tenía delante.

―¡No se ha documentado una Luna sagrada en ciento doce ciclos lunares!

―¡Eso no significa que no existan! ¡Has tenido pruebas en tu propia puta manada delante de tus narices!

―Esta ha sido una situación exacerbada para todos. Entiendo que seas protector con tu nuevo miembro de la manada, pero no puedo permitir que vayas a por mi hijo.

―Ya no es suya, y si vuelve a por ella, no tendré piedad. Tú y tu manada descubriréis exactamente por qué me he ganado la reputación de ser despiadado. Protejo a mi manada a toda costa.

Escupió al Alfa que tenía delante.

―Alfa Luko, no quiero esta tensión entre nuestras manadas. Te debo mucha gratitud por ayudarme.

―Lo hice por ella, no por ti. No tienes ni idea de lo que has hecho ni de lo que es perder una pareja. Te sugiero que te eduques. Me actualizaré de cómo van los hechos en un ciclo lunar, según lo acordado. Nos vamos inmediatamente.

Tenía que alejarse o iba a matar al Alfa que tenía delante. Dejó atrás la ira y se encontró a los padres de Abigail paseándose delante de su todoterreno.

―Guerreros Michael, Fiona ―dijo y sus ojos se dirigieron hacia él.

Agacharon la cabeza cuando llegó hasta ellos.

―Pido disculpas ―Se puso la camisa que le entregó uno de sus guerreros.

―Gracias por protegerla, Alfa Luko.

―Llamadme Alfa Roman. Tenemos mucho que discutir. Le dije al Alfa Edward que lo pondría al tanto. Os llamaré cuando lleguemos a mi territorio. Carson todavía la siente. Esto va a ser duro.

―Nos transferirán en doce lunas.

Michael y Fiona ya lo habían discutido. La manada iba a implosionar, y ellos no querían ser parte de ello. Querían estar con su hija.

Se agarraron los antebrazos con fuerza. En silencio, entendieron lo que el Alfa les estaba diciendo.

―Esperaba que dijeras eso. El joven Alfa es un problema. No ha hecho su entrenamiento como es debido y no entiende su poder. Su lobo está tomando el control.

―Me han encargado que controle a su lobo ―Michael escupió al suelo.

Roman había aceptado acoger a la Luna rechazada de la manada Oru como había acogido a muchos que, de otro modo, habrían sufrido el rechazo sin tener culpa de ello.

Habría estado de acuerdo sin importar cuál hubiera sido su educación familiar, pero se alegró de ver que sus padres eran buenos guerreros. Fuertes, con sentido de la justicia. Estaría orgulloso de que se unieran a su manada cuando estuvieran listos.

―Esto la ayudará, aunque ahora sea difícil verlo. Utilizad esto como motivación. Cuanto más control sea capaz de mantener, más probable es que mantenga algo de sentido común y no se vea obligado a ir a por ella.

Roman hizo una pausa para mirar a Michael a los ojos.

―Ahora que sabéis que es una deidad, puede que hayan cambiado de opinión sobre mandarla lejos.

―¿Crees que van a tratar de mantenerla? ¡Pero se rechazaron el uno al otro! ¡Le arrancaron sus marcas! ―gritó Michael.

―El poder corrompe ―dijo Roman en voz baja.

Roman respiró hondo y vio que Logan quería decirle algo.

―El cachorro es salvaje. Están teniendo problemas para contenerlo. ―Logan enlazó mentalmente con él.

―Tenemos que irnos. Se va a escapar otra vez, así que prepararos. Por favor, despediros.

―No dejaré que se acerque a mi hija ―juró Michael.

Cuando todos habían salido de la sala, Abigail se quedó atrás. Una parte de ella esperaba que Alfa Luko destruyera a Carson, pero tampoco quería verlo si lo hacía.

Sus padres se acercaron a Abigail y le dijeron que era hora de irse.

―Te queremos, Abby. Estarás a salvo. Ya le dijimos a Alfa Roman nuestras intenciones. Estaremos allí en doce lunas.

―Te quiero, papá ―Ella lo agarró y lo abrazó mientras lloraba.

―Te quiero, mi niña feroz, y estoy muy orgullosa de ti. Se necesita tiempo para sanar.

Abrazó y besó a su madre.

Un aullido de rabia retumbó en el aire y Abigail se estremeció. Roman la agarró y la metió en el todoterreno mientras sus padres cerraban la puerta. Ambos se agacharon en posición de combate.

A lo lejos, Carson corría en su dirección. Abigail observó a través de la ventanilla del todoterreno cómo el primer grupo de guerreros lo empujaba hacia atrás. Vio cómo luchaba contra ellos salvajemente.

Su fuerza no debería haber sido un problema para todos los guerreros que lo detenían, y sin embargo no pudieron derribarlo.

Su corazón latía con fuerza mientras veía al hombre al que una vez había amado luchar por llegar hasta ella. Su rechazo mutuo debería haber roto su vínculo, pero algo iba mal.

Cuando se abrió paso entre los guerreros que lo flanqueaban, el médico de la manada le disparó un tranquilizante.

Vio cómo Carson trataba de forcejear y luego caía al suelo. Sabía que lo llevarían al hospital y se asegurarían de que lo atendieran, pero ese ya no era asunto suyo.

―Vamos ―ordenó Roman, y el todoterreno arrancó.

Roman y su lobo estaban nerviosos. Sus ojos estaban fijos en la línea de árboles, buscando cualquier señal del cachorro fuera de control que venía a buscar a la compañera que había rechazado.

Observó a Abigail mientras conducían. Ella miraba por la ventanilla sin hablar, hasta que por fin cerró los ojos y apoyó la cabeza en el brazo enroscado.

Confiaba en él lo suficiente como para quedarse dormida. Eso era una buena señal. Él había estado un poco preocupado de que ella se resistiera a unirse a la manada Luko, pero sabía que sería capaz de integrarse.

Sabía lo duro que era perder todo lo que habías esperado tener durante toda tu vida.

Por fin, unas horas más tarde se relajó y enlazó mentalmente con su Beta.

―Está dormida, Logan.

―¿Quieres parar o seguimos?

―Necesitamos parar a por comida.

―Nos acercamos a un territorio neutral. Podemos parar allí.

―Gracias, Logan.

―El placer es mío, Alfa.

Roman aprovechó para mirar a la joven que tenía a su lado. Su impresionante belleza significaba que iba a llamar mucho la atención del resto de la manada, pero era su fuerza lo que realmente le impresionaba.

Ella se agitó un poco mientras él la observaba. Sus ojos se abrieron brevemente para dejarle entrever sus ojos color verde esmeralda antes de volver a cerrarlos. Ya no brillaban.

Sus lágrimas, al menos por ahora, habían desaparecido. Roman haría lo que fuera necesario para asegurarse de que no volvieran. Ahora pertenecía a la manada Luko.

Ella le pertenecía aél.

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