Luna bendecida - Portada del libro

Luna bendecida

KristiferAnn Thorne

Capítulo 3

El celo de Abby estaba por las nubes. Su loba estaba desesperada por eliminar la amenaza a su compañero, a sí misma y a su título. Se retorcía de dolor mientras su cuerpo reaccionaba al saber que su compañero había conseguido otra loba y que esperaban cachorro.

Las hierbas y los sedantes hicieron poco por ayudarla. Estaba ardiendo, su mente y su corazón la confundían mientras su cuerpo luchaba contra la agonía física de estar en celo pero separada de su pareja.

Carson nunca había estado enamorado de Abby, ni siquiera cuando descubrieron que eran compañeros. No tuvo elección, no si quería ser el Alfa de la manada, y siempre había odiado que le obligaran a unirse a alguien a quien no amaba.

Cuando estaba con Taylor, era como si alguien hubiera abierto un frasco de rayos dentro de su cuerpo. No podía luchar contra lo que sentía, aunque sabía que estaba mal.

Sus padres y la manada esperaban que se avergonzara de haber herido a Abby, pero no podía negar su corazón. Amaba a Taylor y a su futuro cachorro. Apareado con otra o no, iba a estar con ella y sería el padre de su cachorro.

El agotamiento se apoderó de él. Llevaba días luchando contra sus ataduras. Su dolor no debía ser nada comparado con el que estaba sufriendo Abby.

Su padre llevaba tres días sin aparecer. Su madre le había visitado y le había permitido hacer una videollamada con Taylor. Su corazón se había hinchado de amor al ver su vientre plano que pronto se agrandaría con su cachorro.

Poder verla le tranquilizaba, pero no lo suficiente. La agonía de Abby le destrozaba a través del vínculo de la manada. Si Abigail moría, lo sentiría como si fuera él mismo.

Cansado, Carson apoyó la cabeza contra la pared de la celda.

―Mamá, ¿alguien está ayudando a Abby?

―Sí, el médico de la manada le está dando sedantes. Las hierbas no funcionaban.

―¿Cuánto tiempo más le dolerá?

―Por el calor... Unos días más. Por el daño que se le ha hecho... El resto de su vida.

―Estoy enamorado de Taylor ―dijo Carson―. Todo el mundo puede decir que está mal, pero siento cosas que nunca sentí con Abby. Sé que estoy emparejado con ella, pero no era feliz.

―¿Por qué no acudiste a nosotros? ―Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas.

―Porque no lo sabía hasta que un día rocé a Taylor por accidente. Sentí el cosquilleo que Abby habló de tener conmigo. Pensé que era diferente porque soy un Alfa, pero de verdad somosdiferentes.

Hazel abrió mucho los ojos y se llevó una mano a la boca.

―¡Diosa de la Luna! Nunca había oído algo así. ¡Los compañeros están destinados a desearse únicamente el uno al otro!

―Lo sé. ―La voz ronca de Carson tembló―. Pero no quiero estar con ella. No puedo amar a otra persona y estar unido a Abby. Mientras ella sufra, yo también lo haré. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo detenemos el dolor?

―Tendréis que rechazaros ―Su madre le miró fijamente a los ojos―. Ella te rechazará primero para que tú te lleves la peor parte.

Carson asintió.

―¿Hay algo más que pueda hacer?

―No lo sé. Acepta tu castigo. Tu padre se toma muy en serio lo de mantenerte lejos de tu cachorro nonato y de Taylor.

Esta vez, Carson enseñó los dientes y tiró de las esposas que lo sujetaban a la pared. Su poder Alfa que yacía en su interior se elevó.

―No me alejará de mi futura compañera ni de mi cachorro. Mi lobo está surgiendo ―Respiró hondo para calmarse―. No puedo controlarlo mucho más.

―Tendrás quecontrolarlo, o te desterrarán. Hago lo que puedo para protegerte, pero has hecho un daño importante. ―Su madre negó con la cabeza y parecía tan triste que Carson quería llorar con ella.

Nunca se perdonaría a sí mismo haber herido a su familia y a la manada de esta manera. Tampoco sería capaz de perdonarse a sí mismo si no seguía su corazón y estaba con Taylor. No parecía haber ninguna buena manera de resolver esto.

Carson bajó la cabeza y observó a su madre alejarse. Podía oler el calor de Abby en la brisa, y su lobo luchó por acercarse a reclamar a su pareja. Pero era la pareja equivocada.

No entendía cómo había podido ocurrir nada de esto. Sabía que Abby sería una buena compañera y una buena pareja, una Luna perfecta para su Alfa. Habría estado satisfecho, pero no eufórico como lo estaba con Taylor.

Ahora ambos estaban condenados a sufrir.

***

Se había ordenado a la manada que permaneciera en sus casas mientras Edward averiguaba cómo manejar todo esto. Les explicaría la situación, pero tenía que ocuparse de este asunto declarado de alto nivel antes de convocar una reunión con toda la manada.

Mientras tanto, ordenó que se mostrara todo el respeto a los guerreros Michael y Fiona y a su hija.

Todos conocían y querían a Abigail. Ella era la futura Luna. La manada no quería rechazarla; querían rechazar a Carson. No solo había herido a su compañera, sino que no se había tomado en serio su entrenamiento como Alfa.

Tampoco tenían a Taylor en alta estima. Ella había estado voluntariamente con Carson incluso sabiendo que estaba apareado y marcado. Por ello, tendría que cargar con la vergüenza.

Incluso después de unos días, cuando Edward levantó las restricciones, Carson seguía bajo custodia. Su lobo estaba más cerca de tomar el control que nunca, e iba a luchar para liberarse costase lo que costase.

Estaba harto de estar lejos de su cachorro. Quería olfatearlo a él y a su chica, para asegurarse de que estuvieran bien. Necesitaba a Taylor, pero ella iba a tener que esperar y mantenerse alejada hasta que esto se resolviera.

Edward convocó una reunión privada con Hazel y los padres de Abigail.

El celo de Abigail había terminado, pero la traición de Carson la había dejado con un gran dolor físico. Su loba tuvo que ser sedada para que no matara a Taylor y al cachorro nonato.

Edward y Hazel esperaron en silencio mientras sus guerreros más feroces y leales se acercaban a la puerta. Tanto el Alfa como la Luna hicieron una ligera inclinación de cabeza.

―Sentaros, por favor ―Edward se levantó y señaló las sillas―. Tengo noticias.

―Esperó a que todos estuvieran sentados y sirvió una copa―. Me pesa el corazón. Como padre, como Alfa... Como compañero y amigo.

―A nosotros también nos pesa el corazón. Estoy enfadado, Edward ―dijo Michael―. No se trata de su título. Se trata del dolor que siente. Se trata de la vida a la que ha sido condenada por culpa de tu hijo y su... Lo que sea.

―Lo entiendo. Estoy trabajando en un castigo para él. No se ha tomado nada de esto en serio. Ni su vínculo, ni su pareja, ni sus deberes como futuro Alfa. ―Edward sonaba severo.

―Será castigado, y será doloroso. Puede que tenga sangre Alfa, pero no se ha ganado el título.

Michael inclinó la cabeza, pero le tembló la voz.

―No podría servirle.

―Te pido que no tomes ninguna decisión ahora que estamos todos enfadados.

―Sí, Alfa. ―El guerrero fue brusco pero respetó el deseo de su Alfa.

Las mujeres permanecieron calladas. Ambas estaban allí para apoyar a sus compañeros, devastados por las mismas y diferentes razones.

―He contactado con los Alfas de todo el país y les he pedido que busquen en sus archivos cualquier cosa relacionada con esto. Llevará algún tiempo. ―La voz de Edward resonó en la mesa.

―Gracias ―dijo Michael todavía tenso.

―He estado hablando largo y tendido con un Alfa del norte.

Michael levantó la cabeza y gruñó por lo bajo.

Edward levantó la mano.

―Alfa Roman de la manada Luko.

El gruñido de Michael se calmó.

―Tiene fama de ser despiadado. No permitiré que mi cachorra corra más peligro.

Edward se tomó un momento para mirarlos a cada uno, necesitando estar seguro de que todos lo entenderían.

―Perdió a su pareja y a su cachorro nonato hace cinco años ―dijo bruscamente.

El grupo guardó silencio mientras presentaban sus respetos. Ese tipo de pérdida mataría a un lobo normal.

Edward aceptó su atención y continuó.

―Tiene una reputación, pero no todo es lo que parece. Es un Alfa justo y protege a su manada a toda costa.

»Su manada no es lo que consideraríamos una manada normal. La mayoría de ellos ya han sufrido algún tipo de pérdida.

―¿Qué quieres decir? Nadie sabe mucho de la manada Luko ―preguntó Michael.

―Su manada está formada por familias, pero también por nómadas y por aquellos que han perdido a sus compañeros o a sus cachorros. La manada Luko ve la vida de una forma un poco diferente.

»Tener un Alfa que sufrió una gran pérdida les ha permitido entender que las pérdidas ocurren. Los compañeros que ahora están solos no deben ser rechazados, sino aceptados.

La mirada de Edward se encontró con la de Michael. Sabía que su guerrero tenía derecho a enfadarse por la humillación de su cachorra, pero como Alfa, también sabía que le obedecería en esto, como en todo.

Aun así, quería que Michael entendiera su elección. No solo que la aceptara, sino que confiara en ella.

―Abby y Carson se rechazarán mutuamente ―dijo Edward―, y después de eso, vuestra cachorra irá a la manada Luko.

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