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Grayson

Capítulo 2.

KASSIA

UNA SEMANA DESPUÉS

Quería ver a Grayson sin ropa otra vez, pero me contuve y llamé antes de entrar al baño. No supe si alegrarme o desilusionarme cuando abrió la puerta con una toalla alrededor de la cintura.

Esa semana, Grayson apenas cruzó palabra con nadie. Casi ni lo veíamos. Si no estaba por ahí con su moto, se encerraba en su cuarto después de sacar comida de la nevera. Nunca cenaba con nosotros, aunque Emily o yo se lo pidiéramos cada noche.

Emily estaba muy triste por esto. Intentaba disimularlo, pero no era la misma de siempre. Me dolía verla así.

Traté de acercarme a Grayson por Emily. Quería que se animara y hablara más. Pero cada vez que intentaba hablar con él, se iba o respondía con monosílabos.

Mi padre se llevó a Emily de viaje el fin de semana para levantarle el ánimo. Los dos nos estábamos esforzando por hacerla sonreír de nuevo.

Grayson y yo habíamos llegado del instituto y estábamos en el sofá mientras se preparaban para irse. Mi padre nos miró con seriedad.

—Bien, vosotros dos. Portaos como es debido mientras no estamos. Nada de fiestas. Nada de chicas ni chicos. Nada de alcohol. ¿Entendido, Kassia?

—Entendido —dije.

Miró a Grayson.

—¿Grayson?

—Sí —dijo secamente, mirando a otro lado.

Les ayudamos a llevar las maletas al coche. Me despedí con la mano mientras se alejaban. Grayson estaba en la puerta con los brazos cruzados, con cara de pocos amigos.

***

Después de que nuestros padres se fueran, le pregunté a Grayson si quería ver una película. Hizo un ruido que no comprendí y se fue, lo que interpreté como un no. Subí a mi habitación y lo oí en la cocina, comiendo sobras de la nevera.

Estaba en mi cama cuando alguien llamó a mi puerta.

—Adelante —grité, apoyándome en los codos.

Grayson asomó la cabeza.

—Hola —dije—. ¿Has cambiado de opinión sobre...?

—No. Me voy. Volveré alrededor de las diez.

Cerró la puerta antes de que pudiera decir algo. Lo oí bajar las escaleras y cerrar la puerta principal. Escuché cómo arrancaba su moto y se alejaba.

Suspiré y me recosté en la cama.

«Será un fin de semana largo y aburrido si no empieza a ser más amable conmigo».

***

Desperté horas después. Me había quedado dormida sin darme cuenta. Bostecé y me estiré al sentarme. La casa estaba en silencio. Miré en la habitación de Grayson y vi que estaba vacía.

Me recosté en mi cama y empecé a divagar. Lo primero que me vino a la mente fue el cuerpo desnudo de Grayson. Esto me provocó sensaciones y deseos que sabía que no debería tener por mi hermanastro.

Me sentía culpable pero también excitada porque estaba sola. Intenté recordar cómo era su pene mientras me bajaba lentamente las bragas y abría las piernas. Mi mano se deslizó por mi cuerpo hasta llegar a mi zona íntima, y se me puso la piel de gallina cuando mis dedos tocaron mi punto sensible.

Empecé a acariciarme mientras me imaginaba el pene de mi hermanastro en mi boca. Pensé en cómo sería metérmela en la boca; me lo imaginé empujando hasta tocar el fondo de mi garganta, haciendo que me ahogara.

Me metí dos dedos mientras lo imaginaba levantándome, presionando mi cuerpo contra la cama mientras me hacía suya. Con la otra mano me bajé el escote del vestido, acariciándome los pechos y jugando con mis pezones. Moví los dedos más rápido y gemí su nombre.

Enseguida tuve un orgasmo y abrí los ojos jadeando.

¡Mierda! Grayson estaba en la puerta, observándome.

—¡Grayson! —grité, tratando de cubrirme—. C-creí que habías salido.

Se acercó, con expresión divertida.

—¿Por qué taparte ahora? Ya lo he visto todo.

Aparté la mirada, sonrojándome.

—N-no debías haber visto eso —dije, muy avergonzada.

Se detuvo a los pies de mi cama. Subí las rodillas y las rodeé con mis brazos. Se inclinó y con sus ojos verdes me recorrió de abajo a arriba.

—¿Estabas pensando en mí haciéndote el amor, Kassia? —preguntó, con tono burlón.

No le respondí.

Dios mío.

¿Qué podía decir? No podía negarlo. Lo había visto y oído todo.

Mi vagina aún palpitaba y mi corazón se aceleró al mirarlo a los ojos. No podía intuir lo que estaba pensando.

«¿Qué pensará de mí ahora? ¿Me delatará?».

Sonrió con picardía.

—Abre las piernas, Kassia —ordenó con firmeza—. Quiero saborearte hasta dejarte limpia.

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