
La Mafia Real 1: Juegos mafiosos
«Todo tu cuerpo me pertenece. Desde tu cara hasta tus tetas, pasando por ese coño chorreante que me muero por apretar contra mi polla. Toda tú me perteneces».
Es el año de las esposas y la matanza. En un mundo gobernado por la mafia, las mujeres son secuestradas y obligadas a competir en juegos mortales para convertirse en esposas. La vida de Sienna da un giro aterrador cuando es secuestrada durante un paseo por el parque. ¿Su captor? El heredero de la mafia, decidido a que se una a la brutal tradición familiar. Atrapada en un mundo de peligro, armas y ego masculino, Sienna debe luchar para sobrevivir y demostrar que no será otra víctima más del despiadado juego de la mafia. ¿Resistirá o los juegos mortales acabarán con su vida?
Capítulo 1.
XANDER
El fuerte alarido del hombre resonó en mis oídos mientras le retorcían el brazo hasta que se quebró con un chasquido seco. Le indiqué a mi primo Andrei que atara el brazo roto del tipo a la silla donde estaba sentado. Acerqué una silla frente a él y tomé asiento. Ahora que le había dejado claro lo que quería, era hora de charlar.
Me gustaba conversar con la gente que me debía dinero. Pero el olor a orina me hizo arrugar la nariz.
—¿No eres un hombre hecho y derecho? Controla tu vejiga, por favor.
El hombre asintió rápidamente. Saqué mi cigarro, lo puse en mi boca y lo encendí. Inhalé profundamente y exhalé. El aroma me tranquilizó un poco.
A mi izquierda había una mujer guapa y muy embarazada con su pequeña hija acurrucadas en un rincón. Lloraban en silencio mientras veían a su esposo y padre suplicar.
—¿Qué día es hoy? —le pregunté al hombre.
Respondió con voz tensa:
—Es viernes.
Hice un sonido y di otra calada.
—Mmm, ¿y cuándo debía ser tu último pago?
El hombre hizo una pausa.
—La semana pasada.
Asentí.
—Así es. Te di tres oportunidades para pagarme mi dinero. Nunca soy tan generoso, ¿por qué te aprovechaste?
Bajó la cabeza avergonzado. Miré a Andrei y señalé al hombre. Andrei captó la indirecta y le tiró la cabeza hacia atrás para que me mirara con sus ojos hinchados y amoratados.
Señalé a su esposa e hija.
—Mira lo que has provocado. Tu mujer y tu hija tienen que verte así en tu propia casa. ¿Por qué no me pagaste mi dinero? ¿Eh?
El hombre intentó hablar, pero le dolía demasiado. Solo pudo jadear en busca de aire. Fruncí el ceño. Apenas le había hecho nada.
Me incliné hacia adelante y apagué mi cigarro en su lengua. El cuerpo del hombre se sacudió mientras gemía y se echaba hacia atrás. Tiré el cigarro.
—Habla más fuerte. No me gusta hablar con tontos.
Jackson, uno de mis hombres que estaba cerca, se cruzó de brazos y se rió.
—Eres una mala persona. ¿Lo sabías, jefe?
Lo miré con pereza.
—¿Me estás insultando?
Levantó las manos.
—Jamás. Me gusta estar vivo.
Andrei se rió y bromeó:
—Hablas más rápido de lo que piensas. No creo que tu vida valga mucho.
Jackson le hizo un gesto obsceno.
—Dame un cuchillo —le dije a Jackson y luego le dije a Andrei—: Acércalo más.
Los ojos del hombre se agrandaron de miedo mientras negaba con la cabeza y suplicaba:
—¡Por favor, por favor! ¡No tengo el dinero! ¡M-m-me lo robaron!
—Entonces recupéralo. Esta es la tercera vez que te atrasas con el pago. ¿Crees que estoy dirigiendo una obra de caridad? —espeté, sin creer sus excusas.
Jackson puso un cuchillo en mi mano abierta, y toqué ligeramente mi dedo en la hoja para ver qué tan afilada estaba. Apareció una delgada línea roja y asentí. Apunté el cuchillo hacia su esposa e hija.
—Hablemos de negocios. ¿Cómo debería obtener ese dinero de ti? ¿Debería vender a tu hija o a tu esposa? ¿O planeas sacar mi dinero de tu trasero?
—¡C-conseguiré el dinero! ¡D-dame tres días! ¡P-por favor!
—¿Solo tres días?
El hombre asintió rápidamente.
—Es todo lo que necesito.
Miré a Jackson y dije:
—Trae a la esposa aquí.
Él asintió y agarró a la mujer por el cuello, sus gritos rebotando en las paredes mientras arañaba sus manos. Jackson maldijo y la arrastró, haciéndola arrodillarse frente a mí. La niña trató de correr hacia su madre pero fue rápidamente atrapada por otro de mis hombres.
El hombre temblaba mientras me suplicaba con sus ojos asustados.
—P-por favor, señor Roscotto. Cometí un error. ¡Prometo pagarle!
—¿Cometiste un error? ¿Tres veces seguidas? ¿Acaso tengo cara de tonto? Tu trabajo te paga dos mil a la semana, tus cuentas están al día, tu hija va a una escuela privada, no tienes otras mujeres y frecuentas ese garito de apuestas. Dime, ¿dónde fue a parar mi dinero? ¿Eh?
No respondió. La respuesta era muy clara.
—Sabes... Tu esposa es realmente guapa —dije mientras miraba a la mujer que me miraba desde abajo—. Tiene buen tipo y aunque está en sus treinta, parece de veinte. Estoy seguro de que a algunos de mis hombres les gustaría probarla un poco. ¿No crees, cara?
La mujer gimoteó mientras las lágrimas caían por su rostro.
—Por favor, no.
Levanté una ceja.
—¿Por qué? Tu marido te metió en este lío. ¿No quieres ayudarlo un poco?
Ella temblaba mientras lloraba.
—Por favor...
Sonreí.
—Me encanta cuando mis mujeres suplican. ¿Qué tal esto? Solo tendrás que hacerlo conmigo. ¿Puedes hacer eso? Déjame follarte. Puedo ayudarte a dilatarte antes de que nazca tu hijo. ¿Qué dices?
—¡Maldito bastardo! —gritó el hombre mientras luchaba contra las cuerdas—. ¡Mátame! ¡Mátame y déjala fuera de esto!
Andrei le golpeó fuerte en la cara.
—¡Cierra el pico! ¿Entiendes lo grave que es esto? Si mueres, tu esposa e hija serán vendidas para pagar tus errores. ¿Quieres eso?
El hombre apretó los dientes y se quedó callado. Parecía que amaba a su familia. Si tan solo los hubiera amado lo suficiente como para no apostar todo mi dinero.
—Déjala ir. Deja que se arrastre hacia mí —le dije a Jackson y observé cómo la soltaba y permitía que la mujer gateara lentamente hacia mí.
Cuando llegó entre mis piernas, le agarré el pelo con fuerza y se lo tiré hacia atrás para que me mirara. Ella gritó de dolor y me agarró la mano, su rostro mojado de lágrimas mientras me miraba, suplicando piedad. Señalé hacia mi entrepierna.
—¿Qué dices? ¿Tener sexo con todos mis hombres o solo conmigo?
Pude ver que estaba considerando mi oferta. Luego, con sus pequeñas manos, se acercó para desabrochar mi cinturón.
El hombre apartó la mirada de su esposa, viéndose derrotado. Andrei le agarró la cabeza y lo obligó a mirar. Mi cinturón se desabrochó y sonreí mientras preguntaba:
—¿Estás dispuesta a hacer esto frente a tu hija?
La mujer se detuvo y sus ojos rápidamente se dirigieron a su hija, que estaba siendo retenida por mis hombres. Los grandes ojos de la niña miraban fijamente lo que estaba sucediendo. Las lágrimas cayeron de los ojos de la mujer mientras susurraba:
—¿Por qué eres tan cruel?
—¿Cruel? Cara, ¿quieres ver crueldad? Que esto sea una advertencia para ti y tu marido. Si no recibo mi dinero en tres días, este no será el único hijo que perderás.
La cogí del pelo y tiré de su cabeza hacia adelante. Luego usé mi otra mano para clavarle rápidamente el cuchillo en el vientre.
La mujer gritó y la sangre empezó a cubrir mi mano. El hombre también gritó e intentó liberarse de sus ataduras.
—¡NO! ¡PARA!
La niña lloró.
—¡Mami! ¡No lastimes a mi mami!
Fruncí el ceño con disgusto.
—¿Crees que me interesaría una mujer en la que has metido tu sucio pene? Considérate afort...
El sonido de mi teléfono arruinó el ambiente aterrador. Metí la mano en mi bolsillo para sacarlo y vi quién llamaba. Mi padre.
No quería contestar. Me hacía una idea de lo que quería decirme y no quería escucharlo en ese momento. Después de que sonara una seis veces, suspiré y contesté.
—Pa.
—Xander. Sabes lo que pasa esta noche, ¿verdad?
Suspiré al recordar la conversación que tuve con él y mi madre la semana pasada. Intenté justificarme.
—Dame otro...
—Le prometiste a tu madre que participarías este año. Tienes veintiocho años y aún no has encontrado una mujer con quien casarte. ¿Crees que este trabajo que tengo será tuyo sin una mujer a tu lado? Me estoy haciendo viejo. Ya va siendo hora de que deje de trabajar. Necesitas espabilar, dar un paso al frente, y encontrar una mujer.
Me levanté de mi asiento y les dije a mis hombres que limpiaran todo. Luego saqué mi pañuelo del bolsillo y me limpié la sangre de las manos. Sostuve el teléfono bajo mi oreja mientras respondía a mi padre.
—¿Crees que encontrar una mujer es fácil? No me conformaré con cualquiera.
—Yo encontré a tu madre, ¿no? Ni siquiera tuve que buscar lejos. La elección más feliz de mi vida fue elegirla a ella sola. Todos pensaron que era por mi orgullo, pero les demostré a todos que estaban equivocados. Sabía que tu madre podía hacer lo que yo quisiera. Por supuesto, no estoy diciendo que solo debas elegir a una mujer cuando puedes elegir a muchas. Solo digo que, incluso si no estás seguro, solo necesitas a una para casarte y tomar el relevo. Si por lo que sea acaba muriendo participando en el juego, siempre puedes encontrar a otra.
Salí de la casa mientras él seguía hablando sobre lo que le pasó a él y a mi madre. Traté de no colgarle, aunque no tenía tiempo ni energía para escucharle.
—Elegir a varias mujeres tiene sus ventajas y desventajas. Si tienes múltiples opciones al alcance, incluso si alguna muere durante los juegos, tendrías sustituta, pero también eso indicará que no sabes tomar buenas decisiones, así que limita cuántas eliges si puedes.
»Queremos asegurarnos de que nadie cuestione tu poder, aunque dudo que eso suceda con la forma en que siempre has hecho las cosas.
—Solo elegiré a una mujer, Pa. Estoy seguro de mi elección, así que no tienes que preocuparte.
—¿Estás seguro? No intentes ser como yo si sabes que no puedes hacerlo. Has estado buscando durante tres años y aún no has encontrado una.
—No me subestimes. Sé lo que quiero en una mujer y hasta que no la encuentre, no participaré en los juegos. Si alguien tiene algo que decir sobre todo esto, lo mataré.
Se rio.
—¿Gobernando a través de la tiranía, eh? Eres digno hijo de tu padre. Bueno, si no vas a participar en el juego de este año, al menos ayúdame a dirigirlo. Puedes hacer eso, ¿verdad?
—Puedo.
—Bien. Te dejaré volver a lo que estabas haciendo.
Asentí.
—Dile a mamá que le mando saludos.
—Adiós.
Colgué el teléfono y suspiré, pasándome una mano por el pelo. Este era el segundo juego que planeaba saltarme. En el último juego, hace cinco años, no encontré una mujer que me gustara y solo me quedé observando. Este año probablemente pasaría lo mismo.
Ni siquiera sabía lo que buscaba en una mujer, pero sabía que cuando la encontrara, lo sabría de inmediato. En el momento en que lo decidiera, la haría mía y la traería a esta vida loca que llevo. Andrei y Jackson salieron de casa, y miré la hora en mi teléfono para ver que eran casi las cinco de la tarde. El momento de empezar a buscar una mujer tenía que empezar.
—¿Planeas salir a buscar la tuya pronto, verdad? —le pregunté a Andrei.
Miró su reloj y asintió.
—Sí, le prometí a mi madre que participaría este año. Te dejaré el resto a ti y comenzaré mi búsqueda.
Asentí.
—Ve a encontrar una buena. Nosotros nos encargaremos de las cosas por aquí.
Jackson sonrió con tristeza.
—No es que yo vaya a unirme a esta cacería ni nada. Me quedaré atrás con el jefe y tendré menos tiempo para elegir mis opciones.
Andrei se rio y se fue.
Me giré hacia Jackson y señalé la casa.
—Vamos a limpiar esto.
Volvimos a entrar en la casa para terminar nuestro trabajo. No terminamos todo hasta pasadas las siete. Jackson se fue rápidamente para comenzar su cacería y yo me subí a mi coche y le dije a mi conductor que me llevara a casa.
La noche siempre es joven. Tal vez, si me apetecía, saldría de casa después de ducharme para buscar una mujer y así poder ir a los juegos de este año. Pero si no la encontraba, no me importaba esperar otros cinco años más. De camino a casa, pasamos por un parque vacío y apoyé la cabeza en mi mano mientras miraba por la ventanilla sin pensar en nada en particular.
Entonces, algo llamó mi atención y hablé antes de poder pensar.
—Detén el coche.
El coche se detuvo bruscamente, apartándose en el arcén.
—¿Señor? —preguntó el conductor; con su mano alcanzó rápidamente su arma, listo para el peligro.
Agité mi mano para que se callara. No podía quitar la vista de la ventana mientras miraba a una mujer que caminaba lentamente con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Estaba sola. Con sus piernas parecía patear pequeñas piedras de su camino; llevaba una coleta larga que se movía por el fuerte viento.
Sentí curiosidad y algo me dijo que fuera hacia ella. Sabía que me arrepentiría si perdía esa oportunidad única. Abrí la puerta del coche y caminé hacia ella.















































