E. L. Koslo
Hannah
—¡Estoy aquí! ¡Ya estoy aquí! —oí un grito en el corto pasillo que conducía a la puerta del gimnasio cuando me disponía a guardar mi bolsa en una de las taquillas situadas junto a la pared.
Oh, gracias a Dios.
—¿Qué demonios, ¿Park? Casi tengo que hacer esto sola —siseé mientras él corría por el pasillo hasta donde yo estaba.
—Si unirte a ella, colega, necesito que rellenes algo en un momento —Ty se acercó por detrás de Parker mientras me agachaba para quitarme el calzado de calle.
—Claro... sí... —Parker suspiró y se giró para mirar a Ty—. Oh... bueno, ¡hola!
Genial, ahora iba a distraerse coqueteando con el tío bueno.
—Será mejor que te des prisa. O te mataré —gruñí mientras seguía a Ty por el pasillo. Hizo ademán de agarrar el culo de Ty.
—Pervertido de mierda —espeté. Parker sonrió ante el siseo de mi voz mientras trataba de inclinarme para atar mis cordones. Sabía que debería haber vuelto a uno de los bancos, pero sólo quería acabar con aquello.
—¿Vienes? —escuché. Mal, la entrenadora supermodelo, se asomó a la puerta y dio un golpecito a su reloj. Me levanté lo más rápido posible
La sangre se me subió a la cabeza y me tambaleé un poco. Ella suspiró, puso los ojos en blanco y volvió a desaparecer por la puerta.
—Vale... vale. Estoy listo. Vamos al lío.
Parker rebotaba sobre las puntas de los pies mientras se acercaba a mí. Puse los ojos en blanco cuando estiró los brazos sobre el pecho y luego subió cada pierna flexionada por detrás para estirarse.
—Te odio —mascullé. Mis ojos se entrecerraron al ver su pequeña muestra de atleticismo masculino.
—Cuidado. Puedo marcharme..
—Entonces te asesinaré. Sé dónde vives.
Metió su bolsa en la taquilla contigua a la mía y cogió su botella de agua.
—Saca el biberón, nena.
—Mierda. Casi lo olvido —cogí mi botella del bolsillo lateral de mi bolso y me aseguré de que la tapa estuviera bien cerrada. Parker no me quitaba los ojos de encima, y creo que podía ver el temblor de mis manos.
—Tienes que calmarte, Han. Puedes con esto. Limítate a ir a tu propio ritmo.
—Es fácil para ti decirlo, tu ritmo puede doblarme infinitamente.
—Vamos a usar cintas de correr. Nadie te va a coger una vuelta de ventaja —soltó. El humor en su voz era evidente; estaba disfrutando de lo inquieta que me ponía todo aquello
El muy bastardo
—Listillo.
—Gracias por reconocer mi superioridad intelectual, Han. Por otro lado, ¿te has fijado en que mi trasero tiene una pinta fabulosa con estos pantalones cortos?
—Está empezando —oímos que alguien hablaba a través de la puerta con un micrófono, y Ty se asomó por la esquina junto a la recepción—. Es mejor que entréis.
—Venga, adelante —dijo Parker, empujándome suavemente hacia la puerta.
—No puedo hacerlo —anuncié. Mi pulso latía con fuerza en mis oídos.
—Entra o te dejaré sola en este pasillo. Me querías aquí para motivarte. Estoy motivando —me regañó Parker mientras tiraba de mi brazo—. ¡Muévete, Daniels!
Exhalando una respiración temblorosa, asentí y alcancé el pomo de la puerta.
—Por fin... —murmuró Mallory murmuró mientras empujaba el micrófono de sus auriculares hacia arriba—. cinco y seis. Colocaos ahí.
—Estoooo... ¿qué se supone que estoy haciendo?
Me lanzó una mirada poco impresionada. Debería haber escuchado a la enfermera Kellie y haberme mantenido al margen. Aquella que ser la Mallory que aparecía en su lista sobre la que me había advertido que no había tragado un carbohidrato en una década. Cualquiera podía verlo.
—Sólo tienes que pulsar inicio. Para caminar, mantente entre un tres y medio y un cuatro y medio —señaló. Se giró hacia Parker—. Los corredores vais de seis y medio en adelante.
—Los dos buscad un ritmo de marcha cómodo y yo daré las instrucciones una vez que ponga en marcha el grupo en el TRX.
Nos hizo un gesto de rechazo a ambos y se volvió hacia un grupo de unas diez personas que esperaban junto a una pared de espejos.
—Vamos. Hagamos esto —Parker dio una palmada y luego me agarró de una mano, remolcándome hacia las cintas de correr. Cada una tenía un número estampado en uno de los rieles laterales. Me subí a la cinco y Parker a la seis.
A pesar de su comentario sarcástico sobre quienes caminábamos, metí un tres y medio, y empecé a dar pasos. Parker puso un seis y empezó a trotar ligeramente. Quería golpearlo, pero probablemente me caería de la maldita cinta de correr si lo intentaba.
—¿Qué demonios es esa mierda? —pregunté. Había un monitor colocado en la pared por encima de nosotros; estaba dividido en pequeños cuadrados con nombres y varios números en ellos.
—Está registrando tus estadísticas —Parker miró la pantalla y tocó su monitor de ritmo cardíaco.
—¿Qué? ¿Para que lo vea toda la sala?
—Cálmate, chica, nadie sabe tu nombre. Están mirando el suyo, no el tuyo.
—Joder. Ahora esa Mal sabrá cuáles son mis estadísticas —mi voz se elevó un poco debido al pánico.
—¿La entrenadora?
Asentí mientras miraba hacia donde ella estaba haciendo una demostración de una especie de tabla en el suelo.
Aquello no iba a suceder. De ninguna manera.
—¿Se llama Mal? ¿Como Maléfica?
—Ahí le has dado —se me escapó un suave resoplido mientras miraba su orgullosa sonrisa—. Creo que es Mallory, pero Maléfica podría ser un nombre mejor para ella. La enfermera de la consulta del médico me advirtió sobre ella.
—Sí, para ser una chica tan sexy, tiene bastante cara de perra —comentó. Su labio se levantó con desagrado mientras la veíamos terminar su demostración.
—En realidad… —murmuré. Parecía estar en una forma fantástica, podía ver por qué era entrenadora, pero su actitud no era tan atractiva—. Tengo la sensación de que no es sólo la cara.
—Bueno... sí, probablemente —suspiró él mientras daba un trago a su botella de agua.
Los músculos de mis pantorrillas se tensaron un poco mientras continuábamos, protestando por el ejercicio. Apenas habíamos empezado, y tenía la sensación de que aquel entrenamiento me iba a patear el culo.
—Lo único, no dejes que te oiga llamarla así. No necesito que me convierta en un objetivo porque eres idiota.
—Eh... la llamaré simplemente el Dragón —propuso. Me reí mientras él imitaba a uno echando fuego por la boca.
Levanté la vista y vi que mi pequeño cuadro en la pantalla se había vuelto verde. Por suerte, se suponía que aquello era lo que había que hacer.
El verde es bueno... ¿verdad? ~
—¿Por qué estás tú azul? —mi dedo señaló hacia el cuadro que estaba etiquetado con el nombre de Parker.
—¿Qué? —miró la pantalla—. Oh... probablemente porque mi ritmo cardíaco es más lento.
—¿Por qué soy la única en la zona verde?
—Es sólo el calentamiento, estoy seguro de que cambiará —indicó. Su sonrisa tranquilizadora se desvaneció con rapidez.
Genial... ¿de qué color me pondría a continuación?
Me encontré mirando la jodida pantallita más de lo que habría debido. Me estaba dejando llevar por la paranoia.
Sin embargo, nadie más parecía estar afectado por ello. Tal vez necesitaba calmarme un poco y centrarme en mí.
—Muy bien, cintas de correr. Vamos allá. A continuación introducimos un intervalo con tres picos de intensidad y un darlo todo. Os indicaré los tiempos de descanso entre medio —nos comunicó Mallory a través de su micro.
—Los corredores permanecen en llano, y los caminantes suben a un 6 por ciento de inclinación.
Mierda. Se suponía que debía acelerar.
—Apretad durante treinta segundos en tres... dos... uno —señaló. La voz de Mallory era autoritaria mientras se paseaba por detrás de las cintas de correr.
Vale... tenía que centrarme. Podía hacerlo.
Pulsé el cinco en la cinta de correr y traté de iniciar un trote lento. La pantalla se volvió naranja casi de inmediato y mis ojos se abrieron como platos cuando miré el cuadrito de Parker. Todavía estaba verde.
E iba a nueve. Maldito.
—Hannah. No tienes que intentar correr el primer día —me aleccionaron. Mallory se situó junto a la base de mi cinta de correr. Ya estaba jadeando mientras intentaba devolverle la mirada.
—En el próximo esfuerzo, quiero que camines. Sube la inclinación y te dará la misma respuesta de ritmo cardíaco. No hay razón para lesionarse en la primera clase.
No sabía si debía ofenderme o no. Cuando nos permitió aflojar, miré hacia arriba y vi mi pequeño indicador alternando entre rojo y naranja. Era mi primer entrenamiento. Tal vez ella tenía razón en que tenía que ir poco a poco.
—Muy bien, cintas. ¡Vamos! Seleccionad el número dos. Caminantes, subid a un siete la inclinación —dijo—. Buscáis estar incómodos, pero no del todo. Tres... dos... uno.
Pulsé los botones e inmediatamente sentí la diferencia en la intensidad de mi marcha. Era como si estuviera subiendo una colina.
Mis piernas protestaban, pero seguía siendo más fácil que el intento de trotar. Cuando volvió a dar por concluido el intervalo, Parker bajó a una caminata rápida y me miró.
—¿Cómo estás, cariño?
—Bien. Supongo que sí. Más lenta que el caballo del malo —suspiré, sintiéndome un poco decepcionada.
—Han, lo estás haciendo bien. Ella no pretendía ser mala; es sólo que es muy fácil lesionarse si te presionas demasiado.
—Lo sé. Es que odio esto —reconocí. Noté que se me salían las lágrimas, pero inspiré con fuerza y las ahogué.
Puedo hacerlo. Lo conseguiré. ~
Pasar poco de vergüenza valía la pena si iba en beneficio de mi salud. Podría tragarme mi orgullo y seguir adelante.
—Último esfuerzo, gente. Quiero que mantengáis o aumentéis la intensidad de los dos últimos intervalos. ¡Vamos! —gritó mientras corría por el pasillo a nuestras espaldas, dando fuertes palmadas—. Tres...dos...uno...
—Ya lo tienes, nena —me animó Park mientras aumentaba su velocidad.
Al mirarme en el espejo frente a la cinta de correr, vi el sudor que me recorría la frente y sentí el ardor en la parte posterior de los muslos. Aquel entrenamiento no era mi idea de diversión.
—Noventa segundos para aflojar y volver a la velocidad base. Bajamos la velocidad en tres... dos... uno.
Reduje la inclinación y miré la pantalla. Al menos no estaba en rojo. No me estaba muriendo... todavía.
—Respira profundamente y baja tu ritmo cardíaco, luego haremos nuestro primer intento a tope.
—Genial... —mi tono sarcástico provocó una carcajada de Parker.
—Estarás bien, Han. Sólo haz lo que te haga sentir cómoda.
—Estoy bastante segura de que todo esto me hace sentir incómoda.
—Bueno... qué pena. Chúpate esa, tartaleta de mantequilla de cacahuete.
—Seguro que eso es lo que me ha metido en este lío —me reí mientras le daba la espalda discretamente.
—Bueno... Estaré aquí mientras te esfuerzas para superarlo.
—Si tenéis energía para hablar, obviamente tenéis margen para añadir algo de intensidad. Vamos a empezar nuestro próximo intervalo en tres... dos... uno... —gritó Mallory mientras establecía contacto visual conmigo en el espejo.
Volviendo a centrarme en mí misma en el espejo que tenía delante, traté de mantenerme en el ritmo de las cosas, tratando de olvidarme poco a poco del incómodo ardor.
Cada paso me acercaba más a mi objetivo, y tenía que seguir concentrándome en ello. No importaba lo mucho que quisiera matar al pequeño Dragón con el micro.
—Muy bien, cintas... ya estáis, bajad al suelo.
—¿Tengo que hacerlo? —jadeé mientras bajaba de la cinta de correr con las piernas ligeramente temblorosas.
—Sí. Hagamos esto.
Parker me dio un empujón en dirección a la pared de espejos, y traté de no sentirme súper intimidada mientras Mal se dejaba caer en un puente usando las correas de TRX y luego se levantaba sin esfuerzo en una rápida maniobra.
Me dolía el cuerpo sólo de verla.
—No os preocupéis por una ejecución perfecta en este caso. Podéis hacer un remo vertical si no conseguís hacer las dieciséis repeticiones del puente.
—Voy a fingir que entiendo lo que acabas de decir —me reí cuando Mal se dirigió a mí en voz baja mientras los demás, incluido un sonriente Parker, se ponían a trabajar.
—Sé que esto es intimidante, pero estás aquí. Vamos a hacer que tu tiempo entre nosotros merezca la pena. No te va a ser fácil, pero puedes hacerlo.
Me ayudó a colocar las correas y luego pasó rápidamente a otra persona mientras yo bajaba lentamente hacia atrás.
Ya me temblaban los brazos, pero seguí haciendo fuerza mientras me levantaba para cada repetición. Cuando llegué a la sexta, ya no podía más. Me ardían los brazos, jadeaba y un vistazo reveló que mi cajita se había vuelto a situar en color naranja.
—Sólo respira, Han. Cambia a la fila vertical, sigue moviéndote —susurró Parker desde su puesto junto a mí, con las manos agarrando sin apretar los mangos del TRX.
—Mañana no podré mover los brazos.
—Bueno... vas a tener que superarlo. Sigue adelante —me animó—. Lo estás haciendo muy bien.
Me subí las metafóricas bragas de niña grande, ajusté los pies, terminé las últimas diez repeticiones y luego sacudí los brazos una vez que me solté de las demoníacas correas del TRX.
—Buen trabajo, Hannah —me felicitó Mallory asintiendo mientras pasaba por delante de mi puesto.
—Eh... gracias —jadeé. Tal vez Mal no era tan dragón.
—Muy bien, grupo de pesas, pasemos a las máquinas de remo.
Ay... iba a tener que retractarme de aquel pensamiento.
Los siguientes diez minutos fueron un absoluto borrón. Me dolían las piernas, el pecho, me temblaban los brazos... Pero me sentía... no del horrible.
—Ves... lo has logrado. ¿Tan malo ha sido? —preguntó Parker mientras nos sentábamos en el suelo y nos estirábamos.
—Ya te digo.
—Bueno... has terminado —me recordó y me acercó el puño para que se lo chocase—. Eso es lo que cuenta.
—No creo que pueda levantarme.
—No seas tan dramática —puso los ojos en blanco y yo apreté los labios.
—No lo soy. Literalmente, no creo que pueda levantarme.
Parker se agachó y me ayudó a levantarme del suelo. Le seguí a regañadientes por la puerta del gimnasio para recoger nuestras cosas. Todavía no había recuperado del todo el aliento.
—Te dije que podrías con ello —Ty sonrió mientras se apoyaba en la pared y levantaba la mano para chocar los cinco.
—Bueno, no sé quién ha podido con quién...
—Voy a pasar por alto el sarcasmo —me regañó—. Antes de que te vayas, vamos a terminar de configurar tu cuenta y a dejar claros los siguientes pasos.
Asentí y cogí calzado de calle, dirigiéndome al banco para cambiarlos.
—¿Estás lista? —preguntó Parker. Sólo sudaba ligeramente; su cara apenas estaba roja. Por mi parte, yo me había convertido en un tomate sudoroso que temblaba mientras se ataba los zapatos.
Siguiéndolo hasta el escritorio, traté de prestar atención mientras Ty hablaba de suscripciones y apps de seguimiento de fitness, y algo sobre una máquina corporal.
—Vamos a apuntarte a una clase al final de la semana —dijo mientras se sentaba frente al ordenador—. Sólo tienes que venir veinte minutos antes y te pondremos al día.
—Muy bien.
—¿Quieres comer algo o ir directamente a casa? —preguntó Parker cuando por fin estábamos listos para salir del centro. Tenía hambre, pero la idea de comer no me parecía inteligente.
—Sólo quiero sentarme. No creo que me mueva por el resto de la noche una vez que eche el ancla.
—No te olvides de beber otra botella de agua antes de irte a la cama —me indicó Parker—. Te arrepentirás, si no lo haces.
—Sí, papá.
—Luego no digas que no te lo advertí, listilla —me amonestó—. Mándame un mensaje si necesitas que vaya.
—Probablemente me desmayaré cuando llegue a casa, pero te avisaré cuando vuelva en mí.
Parker giró el llavero alrededor de su dedo una vez y se dirigió a la puerta. Fui a seguirlo y me di cuenta de que había olvidado mi botella de agua.
Estaba justo donde lo había dejado, en el suelo, junto a las taquillas. Emití un gemido involuntario cuando me agaché para alcanzarlo.
—¿Qué pasa, Jota? ¿Estás en la siguiente sesión? —oí voz de Ty dirigiéndose a una persona que había entrado por la puerta principal.
Estaba justo fuera de mi línea de visión, pero al pasar por el escritorio, se me cortó la respiración al verlo.
Era difícil distinguirlo con la gorra azul oscuro que llevaba puesto, pero estaba bastante segura de que era el mismo hombre de la tienda de comestibles, para mi suerte.
—Nos vemos el viernes, preciosa —me saludó Ty cuando circulé por delante del mostrador, y el otro hombre me miró con abierta curiosidad al pasar junto a él.
—Oye, espera... —el hombre me llamó cuando me acerqué a la puerta. Dudé y me volví hacia él. Tenía un monitor de pulso en la palma de la mano.
—Toma —su voz sonó suave y profunda mientras me lo acercaba algo—. Creo que esto te pertenece.
—Gracias —grazné, arrebatándoselo de la palma de la mano, y me di la vuelta rápidamente, saliendo a toda prisa por la puerta con el corazón palpitante.
Tranquila, Hannah, tranquila. ~
~ ~