Nathalie Hooker
Wolfgang
Corrí por el bosque, tratando de despejar mi mente de todo lo que había pasado aquella noche.
Y tratando de acallar a Cronnos, que seguía parloteando sobre cómo yo había arruinado su oportunidad para conseguir un amor.
Había decidido patrullar aquella noche para olvidarme de ella, pero no podía dejar de pensar en sus hermosos ojos grises, que me miraban con la tristeza inscrita en ellos.
—¡Está aquí fuera! —Cronnos empezó a gritar en mi cabeza, llamando mi atención.
—¿De qué coño vas, viejo saco de pulgas? —pregunté a mi lobo.
Entonces, un dulce aroma se coló en mis fosas nasales.
Reconocería aquel olor en cualquier lugar. Era ella...
Aurora estaba allí fuera. Pero ¿qué estaba haciendo allí a aquellas horas de la noche? No era seguro andar por el campo sin protección.
La ira se desató en mi interior.
¿Qué coño estaba haciendo allí en el bosque, cerca de la frontera, sola?
—¡¿A quién le importa?! ¡Encuéntrala antes de que le pase algo! —gritó Cronnos en mi cabeza.
Corrí hacia el lugar donde su olor me atraía, poniéndome más ansioso a medida que el rastro se hacía más intenso cerca de la frontera de nuestra manada.
Llegué a un claro. Justo al lado del lago estaba sentada una hermosa loba de pelaje tan blanco como la nieve, y ojos que brillaban como amatistas.
¿Quién era? Era hermosa, yo nunca había visto una metamorfosis tan espectacular.
Normalmente, la verdadera forma de un lobo se asemeja a sus rasgos humanos. El pelaje sería similar al color del cabellos del humano, los ojos del mismo tono que los ojos del humano...
Pero aquel ejemplar era completamente diferente.
Pelaje blanco y ojos morados...
¿Qué significaba?
Había leído algo al respecto en el pasado, pero no podía recordar qué era.
Estaba demasiado impresionado por lo hermosa que era aquella bestia.
Esto no tiene sentido. No tengo nada bueno en este lugar a lo que aferrarme. Tal vez debería empacar mis cosas e irme.
Era la voz de Aurora, sonando en mi cabeza. ¿Era aquella loba Aurora?
¿Planeaba marcharse?
Podría ir al pueblo donde creció mi madre, en el este. Siempre he soñado con ir allí algún día.
Era Aurora. ¿Por qué había adoptado su loba aquella forma?
Pero no podía pensar en aquello.
De hecho, ella estaba contemplando la posibilidad de abandonar el pueblo.
Sería lo mejor para los dos, especialmente para mí, pero...
¿Por qué me enfadó que quisiera irse?
Inconscientemente di un paso hacia ella, pisando una ramita y haciéndola crujir, alertándola de mi presencia.
Se puso en pie, en guardia y preparada para que un eventual atacante se mostrara.
No tenía otra opción. Me adelanté desde donde estaba escondido y le gruñí, mostrando mi superioridad sobre ella.
Tenía muchas ganas de marcarla de inmediato.
—Mierda —fue todo lo que le oí decir, ganándose otro gruñido de mi lobo.
Aurora
Me puse en pie con cautela mientras veía al lobo acercarse a mí. Gruñó, y eso fue suficiente para que me agachara con miedo. Su aura emanaba autoridad.
—¿Así que está planeando huir del pueblo, señorita Craton? —dijo una voz profunda dentro de mi cabeza.
Fue entonces cuando el viento me trajo su olor y reconocí quién era aquel lobo.
Alfa Wolfgang...
Incliné mi cabeza hacia abajo, hasta que mi hocico tocó el suelo.
—Le he hecho una pregunta, señorita Craton —volvió a hablar en mi cabeza.
Aquello debía de ser un enlace mental. Había oído a mi padre y a los otros hablar de ello.
Levanté la cabeza para mirarle.
—¿Es su plan abandonar el pueblo, señorita Craton? —volvió a preguntar.
—... sí, señor. Pero, ¿cómo...? —empecé, pero me cortó, hablando una vez más en mi mente.
—Cuando estamos en forma de lobo, somos capaces de escuchar los pensamientos de cualquier lobo de la manada a la que pertenecemos. Tú no eres una excepción.
Me quedé boquiabierta ante la repentina revelación. Por supuesto, podían leer la mente del otro, pero sólo si estaban a corta distancia.
¿Cuánto tiempo llevaba allí escuchando, entonces? Tendría que tener más cuidado.
—Así que, señorita Craton... ¿Planeas abandonar la aldea porque no te acepto? —preguntó amenazadoramente. Se acercó y comenzó a rodearme.
Desde que me rechazó, señor, ya no tengo motivos para estar en esta aldea —respondí, mirando al suelo.
Al fin y al cabo, no tenía madre y no me quedaba ningún familiar vivo allí. Mis padres habían muerto y era hija única.
Montana me había criado y cuidado, pero yo no era más que la hija de su difunto marido. No había tenido más remedio que ocuparse de mí hasta que pudiera valerme por mí misma.
Pero finalmente era legalmente una adulta. Podía irme y ser independiente.
—¿Sabes que para dejar esta manada tienes que conseguir un permiso que sólo el alfa puede conceder? Si no, serás marcada como una renegada —dijo. Sus ojos azules me miraron profundamente—. ~Y adivina qué. No tengo ganas de darte ese permiso. Así que, a menos que quieras ser marcado como una renegada y vagar sin la protección de una manada, nunca dejarás este lugar~..
Me quedé aturdida.
—¿Disculpe, señor? —pregunté, todavía digiriendo sus palabras.
—Tiene prohibido salir de este pueblo, señorita Craton. Si lo hace, la marcaré como una renegada. ¿Está claro? —dijo. Con eso, se dio la vuelta y comenzó a alejarse.
—¿Por qué? —grité en mi mente, impidiendo que siguiera adelante—. ~¿Por qué me haces esto? Ya me rechazaste, condenándome a no tener pareja el resto de mi vida. ¿Por qué me prohíbes que me vaya?~
Intenté mantenerme firme, para no dejarme intimidar por su aura.
—¿Rechazarte? ¿Cuándo he hecho eso? —preguntó, volviéndose hacia mí.
—En mi casa, cuando dijiste que yo era... inútil... —recordé. Al pronunciar la última palabra, bajé la cabeza avergonzada.
—Dije que era inútil para mí, señorita Craton... —matizó. Comenzó a caminar hacia donde yo estaba—. ~Pero realmente nunca tuve la oportunidad de rechazarte. ~
Nos quedamos en silencio, uno frente al otro.
Tenía razón. Nunca había dicho aquellas palabras.
Sabía lo que venía a continuación. Esta vez no dudaría.
Incliné la cabeza y esperé con los ojos cerrados con fuerza, tratando de evitar que las lágrimas cayeran.
—Sin embargo, no te rechazaré todavía.
Levanté la cabeza y le miré desconcertada.
—¿Qué? —pregunté, con la sorpresa dibujada en mi rostro.
—No te rechazaré todavía, señorita Craton. Tengo otros planes para ti. Pero no le dirás a nadie en el pueblo que somos compañeros. Como ya te dije, si lo haces, lo negaré. Y te marcaré a ti y a quienquiera que le digas como renegados.
Con esto, se dio la vuelta una vez más para marcharse.
—Vuelve a casa. Es demasiado tarde para que una simple loba omega como tú esté aquí sola —me aconsejó. Luego desapareció entre los arbustos, dejándome sorprendida y dolida.
¿Qué planes tenía para mí?