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Esclava del dragón

Capítulo 1

Madeline

8 años
A veces el destino tiene una forma de decir: «Hazte fuerte». Eso es lo que mi padre solía decir cada vez que tenía que irse por trabajo a diferentes castillos en diferentes tierras. Siempre pensé que era fuerte, porque aprendí a no llorar cuando él se iba.

Siempre encontraba una forma de sonreír y ser feliz. Molestaba a mi hermano mayor Mason e iba de aventuras con él, tanto si estábamos en el castillo de mi padre como en el de mi primo, mucho más grande.

Sin embargo, nunca concebí una vida en la que me secuestraran para convertirme en una esclava. Y mucho menos en la esclava de un Dragón.
Pensaba que los dragones eran mascotas para los humanos, y siempre pensé que acabaría teniendo una vida de princesa, como mi prima Summer.
En cambio, hace exactamente siete días, fui secuestrada por un Rey Dragón alto, muy enfadado y de cabeza verde esmeralda.

Un Dragón al que incluso Dane y Goldy temían, ¡y ellos eran mis protectores!

Bueno, lo eran... pero ya no. Sin embargo, eso no viene al caso.

Lo que quiero decir es que no le tengo miedo a Hael. Me enfrenté a la bestia y le di una patada a su pierna humana cuando amenazó a mi primera mascota, Alexa.

Cuando me enfrenté a él, Hael se enfadó tanto que me apartó de mis amigos y de mi hogar. Se convirtió en su Dragón y me llevó volando a su Horda.

Ahora estoy sola.

Le pedí a Hael varias veces que me llevara con mi primo, pero lo único que hizo fue reírse. Todo el mundo le temía, pero yo me negaba a hacerlo.

Con mucha insistencia, todos los días, le pedí que me llevara de vuelta a Summer... pero mis ruegos no funcionaron.

Al final, me llevó cruelmente junto a una vieja esclava y le dijo que me buscara una habitación y me entrenara para limpiar.

Y ahora... tristemente... estoy reducida a las lágrimas.

He pasado la última semana aprendiendo a ser una esclava, y lo odio. Es tan aburrido. Dicen que soy demasiado joven para hacer otra cosa que no sea limpiar.

Así que ahora, una vez más, vuelvo al consejo de mi padre.

Hazte fuerte...
Me siento en mi fría cama de piedra con una simple y suave manta, cruzo las rodillas y cierro las manos.

Miro fijamente la pared de la cueva de la montaña de mi habitación en la que me encierro por la noche. Me siento sola y extraña a todos. Lo que más echo de menos es a Mason.

Empiezo a rezar, pero me encuentro cantando. Empiezo tarareando y luego los suaves sonidos se convierten en palabras familiares... y se convierte en una canción que mi padre me enseñó hace mucho tiempo.

Repito la única parte de la canción que recuerdo, y el ritmo de la letra me ayuda a calmarme.

Todo el tiempo, hay oídos escuchando alrededor, incluso cuando no me doy cuenta.

Y por eso canto.

El sencillo verso se convertiría en mi mantra durante los siguientes diez años.

Cuando caigo ante ti
La niebla llenará mi visión
Tus garras no me abrirán entero
Sentiré que mis huesos se calientan
Mis ojos se agudizan
Mi alma iluminada
Entonces quizás me ayudes a crecer
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