
Treyton me recoge en casa del abuelo a la mañana siguiente y me propone ir a desayunar.
En el desayuno, me vuelven a presentar a todos los comensales. Les doy la mano y recibo la típico bienvenida de nuevo. Todo el mundo parece bastante amable, pero me miran, sonríen y se quedan pasmados.
Después de desayunar, paseando por los barrios y tiendas de la ciudad, recibo las mismas miradas espeluznantes. Y la misma pregunta una y otra vez: ¿me quedo para siempre? Porque la ciudad necesita a alguien como yo.
¿Qué significa eso? ¿En qué sentido podría ser buena para una ciudad como esta? Soy abogada, sí, pero realmente, ¿está este lugar tan lleno de actividad criminal que necesita urgentemente mis servicios legales? Crecí aquí, y la recuerdo como una ciudad segura.
Estrecho tantas manos que creo que tengo el síndrome del túnel carpiano. Podría achacarlo a que todo el mundo es amable, pero mi formación jurídica me ha enseñado lo contrario. Si algo parece una mofeta y huele como una mofeta, lo más probable es que sea una mofeta.
Mientras tanto, estar tan cerca de Treyton es mitad angustioso, mitad tranquilizador, y no tiene ningún maldito sentido para mí. Es como si le conociera de toda la vida, pero una parte de mí está nerviosa porque parece como si hubiera expectativas de las que no sé nada. Y necesito que la gente deje de mirarme como si supiera algo que yo ignoro y me diga qué demonios les pasa por la cabeza.
Lo único que disfruto de verdad es la mano de Treyton en la parte baja de mi espalda; ha estado ahí todo el día. Cada vez que nos trasladamos a otro lugar o conocemos a alguien, esa mano me calienta y me produce un cosquilleo. Me dan ganas de acercarme aún más hacia su palma y respirar su olor a cítricos y pino, olores que no creo que combinen bien, pero que en Treyton hacen que me tiemblen las rodillas.
Después de unas horas, volvemos al restaurante donde desayunamos esta mañana y Treyton me abre la puerta del copiloto de su camioneta. Subo y me dice que volverá en un minuto, que tiene que coger algo para el viaje. Vale, ¿qué viaje? No tarda mucho en salir con una cesta grande, la coloca en el asiento trasero y se sube.
一¿Estás lista?
一Por favor, dime que no hay más manos que estrechar.
Se ríe, y ese profundo vibrato me eriza la piel.
一Hemos terminado por ahora. Puede que más tarde veas a alguien que se nos haya pasado, pero esos eran casi todos.
一Vale, ¿a dónde vamos?
一Es una sorpresa.
Levanto una ceja ante este hombre.
一No me gustan las sorpresas, Treyton.
Cierra los ojos y se ríe.
一Me gusta oírte decir mi nombre. Te gustará esta sorpresa. Aprende a disfrutar un poco de la vida, Bexley. Disfruta de la vida tal y como te viene. Deja de pensar tanto.
Santo cielo... si hiciera eso, disfrutaría más que diciendo su nombre.
一Bien, vamos.
Unos veinte minutos después, llegamos a un lugar que no parece ser más que una enorme extensión de árboles. Genial, aquí es donde me va a matar, a cortar en trocitos y a tirarlos a la cesta. Aquí estoy, babeando por un asesino en serie buenorro. Bien hecho, Bexley.
一Vamos. No hay que andar mucho.
一¿Es aquí donde me matas?
Se ríe a carcajadas y casi se le cae la cesta.
一¿Matarte? Probablemente podría, pero no de la forma que estás pensando.
¿Qué significa eso? ¿Qué demonios significa eso?
一Cuidado con dónde pisas. Hay muchas ramas y raíces con las que podrías tropezar. No puedo permitir que te hagas daño.
一Qué protector conmigo, ¿no?
一No tienes ni idea.
¿Pero qué demonios...? ¿Por qué todo el mundo habla con acertijos por aquí? Estoy harta. Caminamos un trecho entre los árboles hasta que empiezan a ralear. Oigo lo que parece agua, y estoy en lo cierto. En cuanto llegamos a un claro entre los árboles, veo el estanque más hermoso con una pequeña cascada que cae sobre el acantilado. Parece como si estuviera humeando.
一¡Dios mío! ¿Esto es una fuente termal?
一Sí.
一Qué preciosidad.
一Sí, lo sé.
Sigue mirando fijamente hasta que se da cuenta de lo que está haciendo y se aclara la garganta.
一Déjame poner una manta para que podamos sentarnos. También he traído la comida.
Extiende la manta en el borde del estanque, junto a la zona de hierba, y saca nuestro almuerzo a base de bocadillos, patatas fritas, tarta y limonada.
一Pensé que después de pasar por la ciudad y tener a tanta gente encima, disfrutarías de un poco de paz.
一Es perfecto, Treyton.
Juro que le oigo gruñir. Lo miro y tiene los ojos cerrados.
一¿Estás bien?
一¿Mmm? Sí. Es que me viene algo cuando te oigo decir mi nombre.
一¿En serio?
Vuelve esos ojos verdes cristalinos en mi dirección.
一Sí, de verdad.
Por el rabillo del ojo, veo algo blanco y peludo. ¿Es un animal salvaje? Soy una chica de ciudad. No sé cómo manejar esto. Salto y casi acabo en el regazo de Treyton.
一Mierda, ¿qué ha sido eso?
Me rodea las caderas con las manos y me mira por encima del hombro. Suelta una leve carcajada y el sonido grave y áspero hace que se me revuelvan las tripas. Se aparta un poco y estoy casi segura de que le oigo olisquearme el cuello. Pero antes de que pueda pensar mucho en ello, me dice con esa voz de barítono que ya reconozco: 一Solo era un conejito.
Sí, estoy perdida. Siento la punta de su nariz deslizarse por la columna de mi cuello, inhalando mi aroma. Levanta la mano para acariciarme la mejilla y ahora me toca a mí cerrar los ojos. No entiendo las chispas que saltan cada vez que nos tocamos, pero empieza a gustarme.
一¿Puedo besarte, Bexley?
Oh, Dios, sí.
Abro los ojos. Por alguna razón, la voz me abandona por completo. No puedo decir nada, así que me limito a asentir. Lentamente acerca su cara a la mía y siento su cálido aliento en mi piel. Frota su nariz contra la mía antes de rozar ligeramente sus labios con los míos. Se aparta un poco y abro los ojos para verle mirándome fijamente. No decimos ni una palabra antes de que vuelva a pegar sus labios a los míos y... Dios mío, las chispas son eléctricas. Me lame el labio inferior para entrar y yo abro sin dudarlo.
En cuanto siento su lengua, las chispas recorren todo mi cuerpo y no puedo evitar gemir en su boca. Siento su mano en mi nuca, enredada en mi pelo. Su otra mano se desliza por mi espalda, acercándome. De algún modo, mis manos se han agarrado a su camisa para aferrarme a la vida o para acercarme a él lo máximo posible. No estoy segura de cuál.
Nos separamos para recuperar el aliento y él apoya la frente en la mía.
一Maldita sea, Bexley.
一Sí.
De repente, se tensa y gira la cabeza. Sigo su mirada hasta la cima de la cascada, y allí está lo que parece un lobo enorme. Tiene un pelaje rojizo y sus ojos oscuros parecen observarnos.
Me congelo contra Treyton y jadeo. El miedo me recorre el cuerpo más rápido que el circuito de pruebas de Disney World. Pensaba que un conejito era malo, pero ahora estoy ante algo que podría comerme viva como tentempié. Incluso desde esta distancia, puedo ver gotear la baba de esos dientes afilados. Definitivamente ya no estoy en la ciudad. Y estoy empezando a pensar que tal vez venir aquí fue un error.
一Bexley, necesito que vuelvas a la camioneta.
一Umm, ¿crees que nos hará daño?
一Seguro que no es amistoso. Ahora, por favor, haz lo que te digo. Te necesito a salvo.
一¿Y tú?
一Voy a... ahuyentarlo. Vamos, Bexley. Aquí están mis llaves. Cierra las puertas.
Corro por el bosque de vuelta a la camioneta sin pensármelo dos veces. Por suerte no está tan lejos, pero tropiezo y caigo sobre un tronco y me hago un corte en la rodilla. Sin importarme la gravedad del corte, llego a la camioneta, entro y cierro las puertas.
El silencio y la seguridad del vehículo me hacen sentir culpable. ¿Qué pasa con Treyton? Quizá tenga que volver, después de todo. ¿Y si sale herido? Es imposible que pueda enfrentarse a ese lobo enorme él solo. Tengo que asegurarme de que está bien; ahora siento miedo por una razón totalmente diferente. Ahora temo por la seguridad del hombre que dejé atrás.
Noto que la rodilla empieza a dolerme y a arderme. Hay sangre, así que busco rápidamente en la camioneta de Treyton una servilleta o algo, y en la consola central me encuentro con un correo viejo dirigido a El Credo Alfa. ¿El Credo Alfa? ¿Qué demonios?
Unos golpes en la ventana me hacen pegar un brinco. Desbloqueo la puerta para Treyton y él sube.
一¿Qué te ha pasado en la rodilla?
一Me caí corriendo hacia la camioneta y buscaba servilletas o pañuelos.
一Toma. Hay algunos en la cesta.
Me doy cuenta de que ha recogido nuestro picnic y se lo ha traído. Mientras me seca la rodilla para que deje de sangrar, hablo.
一¿Treyton?
一¿Sí?
一¿Quién es El Credo Alfa?
Se queda quieto.
一¿Es tu apodo?
No responde. Sigo hablando entre risas.
一El Credo Alfa. Es como si fueras el líder de una manada de perros o algo así.