La mascota del alfa - Portada del libro

La mascota del alfa

B. Shock

Su premio

AXTON

Viajamos por el territorio lo más silenciosamente posible. Por suerte para nosotros, la manada de Kade carecía de guerreros, no había suficientes lobos capaces de luchar. Su propio Alfa los estaba dejando colapsar lentamente.

Pero eso no continuaría así. Una vez que le rompiera el cuello, me convertiría en el Alfa y devolvería a la manada su antigua gloria. Pero yo tendría mi venganza.

Había estado esperando este momento durante años. Que me condenaran si no recuperaba lo que era mío por derecho.

Miré a mis fieles seguidores. Se habían quedado conmigo hasta el final. No me cabía duda de que también morirían por mí. Querían esto tanto como yo, y nada iba a detenernos.

Mi Beta me vinculó mentalmente después de haber explorado la zona de delante.

«Alfa, hemos encontrado una cabaña más adelante. Sólo hemos visto entrar a dos, pero uno salió y no ha vuelto desde hace unos minutos. El otro sigue dentro. ¿Cómo procedemos?».

Hice una señal para que todos mantuvieran la posición mientras me adelantaba para ver a qué nos enfrentábamos. Esto podría ser una trampa, y yo podría estar poniéndolos a todos en peligro.

Fui hasta donde estaba mi Beta, junto a la arboleda. Había mucho verde en la zona, sobre todo en el terreno que rodeaba la cabaña, que parecía un jardín.

La cabaña estaba en ruinas y no había rastro de nadie más.

Sentí que se me erizaba el vello de la nuca. Algo no encajaba en aquel lugar y, si algo sabía, era que había que fiarse de los instintos.

«Explorad el perímetro. Si veis algo, avisadme enseguida», conecté mentalmente con mi Beta y con los otros dos vigilantes. Asintieron y se marcharon en distintas direcciones.

Miré la cabaña y me acerqué con cuidado. Al acercarme, percibí el aroma de algo dulce que me hizo la boca agua.

Rodeé la parte trasera de la cabaña. Podía oír el débil sonido del goteo del agua. Miré a mi alrededor y me fijé en el estanque.

Al acercarme, me detuve. Pude ver a alguien entre los arbustos. Mi mente se nubló y el vello de mi cuerpo se erizó.

El olor procedía de ahí. Observé atentamente para ver a una hembra con un vestido blanco sentada junto al estanque con los pies en el agua.

Su larga melena negra la hacía parecer casi un hada.

Me puse muy nervioso. Efectivamente, no era ni humana ni hada. Era como nosotros, pero no entendía cómo no me había olido ni oído llegar.

Si movía un músculo, estaba convencido de que se daría cuenta, así que me quedé inmóvil.

Mirándola fijamente a través de las hojas mientras ella contemplaba el estanque sumida en sus pensamientos, sentí el impulso de acercarme a ella a pesar de los peligros que corría.

Parecía ajena a mi presencia, e incluso a la de mi Beta, que se había acercado sigilosamente por la parte de atrás de la cabaña.

«¿Atacamos? Será rápido. Ni siquiera le dará tiempo a hacer un ruido. Si no se han dado cuenta ya, es mejor que estén muertos. No podemos dejar que avise a nadie más».

Dejé escapar un gruñido sin querer, completamente enfurecido porque se le ocurriera atacar a esta mujer.

De repente, la chica levantó la cabeza y miró directamente a mi escondite. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí que mi lobo se ponía mucho más nervioso.

Me miró fijamente a los ojos. Sabía que podía verme, pero no movió ni un músculo, como un cervatillo asustado.

Noté que mi Beta retrocedía un poco y luego oí que se abría la puerta principal de la cabaña.

Apartó su mirada de la mía para volver a mirar hacia la casa, y yo me retiré rápidamente a una distancia prudencial, fuera de su vista.

El lobo que salió de la cabaña le habló. Miró al lugar donde yo había estado. Ella parecía insegura, no estaba convencida de si me había visto de verdad o se lo estaba imaginando.

La observé desde la distancia y mantuve los ojos clavados en ella. «¿Qué me pasa?», pensé. «Casi pongo en peligro toda la misión».

Mi Beta caminó a mi lado.

—¿Alfa?

Al ver cómo el lobo macho ayudaba a la chica a levantarse y la llevaba de vuelta a la cabaña, tomé una decisión.

Le di a mi Beta un pequeño gruñido de advertencia: —Conoces nuestras reglas. No atacamos a inocentes, especialmente a mujeres y niños.

Sus orejas se doblaron hacia atrás y bajó ligeramente la cabeza en señal de sumisión, pero pude ver que estaba un poco molesto.

Mirando una vez más hacia la pequeña cabaña que teníamos detrás, sentí un escalofrío por todo el cuerpo.

—Dile al resto de la manada que... Esa chica es mía.

***

EVONY

Sentada en los jardines, miraba mi reflejo en el estanque. Mi pelo negro cubría mi cara y ocultaba el moratón, que estaba curándose lentamente. Estaba jugueteando con el vestido que llevaba, el vestido de mi madre.

No me sentía cómoda llevando algo así. Yo no me parecía en nada a ella, aunque nunca la conocí.

Había muerto al darme a luz, algo poco frecuente entre los hombres lobo y a menudo visto como un mal presagio. Los hombres lobo eran resistentes y fuertes; hacía falta mucho para matar a uno.

Como lobos, nos enorgullecemos de nuestra fuerza y honor. La manada es una, la manada es todo. Los fuertes prosperan, los débiles mueren. Estamos en la cima de la cadena alimenticia. O al menos «ellos» lo están.

Y digo «ellos» porque yo me sentía diferente. Sentía que era débil. Que no tenía valor.

Me sentía inferior a los demás ya que me trataban como a un paria, una marginada. Incluso mi propio padre apenas reconocía mi existencia en la manada.

Había sido una decepción para él, así que ¿cómo iba a llevar el vestido de mi madre?

Un gruñido grave pero profundo captó mi atención, sacándome de mis oscuros pensamientos. Pude ver unos ojos que me miraban desde la maleza.

Sentía la adrenalina correr por mis venas y el corazón latiéndome erráticamente en el pecho. Se me puso la piel de gallina por todo el cuerpo y me quedé inmóvil.

Normalmente, esa sensación supondría que sólo estaba aterrorizada, pero esto era diferente. Mi cerebro no podía pensar en otra cosa en este momento.

Miré fijamente a los ojos del lobo, y él me devolvió la mirada de una forma profunda. Me miró de tal forma que llegó dentro de mí.

Todo mi ser se sentía expuesto y en vilo, como si el menor movimiento del lobo fuera a hacerme salir corriendo. No podía correr más rápido que él, pero la idea era tentadora.

«¿Qué me está pasando?», pensé.

El crujido de una puerta de madera me hizo volver hacia la cabaña. Ethan había regresado con las cosas que había ido a buscar.

Miré hacia los arbustos y vi que el lobo había desaparecido. Sentía como si el corazón estuviera a punto de salírseme del pecho y tenía una extraña sensación en el estómago. Lo que estaba sintiendo tenía que ser miedo.

Me aparté del estanque y Ethan debió de notar mi angustia porque se acercó rápidamente a mí.

—Oye, ¿qué pasa? Parece que has visto un fantasma.

Al principio no pude articular palabra y me limité a señalar el arbusto donde había visto los ojos. Siguió mi dedo y se acercó a inspeccionar la zona, pero no parecía preocupado, solo confuso.

—Creí ver un lobo —susurré.

Miró una vez más entre los arbustos y escudriñó la zona, pero no encontró nada.

—¡Joder! Ojalá pudiera oler —murmuró en voz baja antes de volver hacia mí—. No hay señales de huellas de lobo ni nada. Tampoco suele haber nadie vigilando la zona. ¿Estás segura de que has visto un lobo?

Me quedé mirando al suelo.

«¿Me lo había imaginado? ¿Me estoy volviendo loca?».

—Me pareció ver unos ojos... Tal vez. No estoy segura.

Suspiró y me ofreció la mano.

—Probablemente sea mejor que nos metamos dentro. Tengo algunas almohadas y mantas, así que puedes quedarte aquí esta noche.

Levanté la cabeza y lo miré sorprendida.

—Pero mi padre...

Me interrumpió con una sonrisa: —Alfa tuvo que ir a ocuparse de unos asuntos, así que no volverá hasta dentro de uno o dos días.

Sonreí levemente y le cogí de la mano mientras me ayudaba a levantarme y entrábamos en la cabaña. Pero, al volver a mirar al bosque una vez más, seguía sintiéndome observada.

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