Segunda oportunidad - Portada del libro

Segunda oportunidad

M. Syrah

Capítulo 5.

ALISON

El sol se había puesto, y podía sentir a mi loba inquieta en mi interior. Me quedé frente a la puerta de mi apartamento, contemplando la luna que empezaba a asomarse en el cielo. Mientras la observaba, mis ojos cambiaron de su azul habitual al amarillo intenso de mi loba.

Había llegado el momento.

Me dirigí a casa de Sean, decidida a ser yo quien lo hiciera abrirse. Durante cinco años, Sean no se había unido a la manada en la Luna de Sangre. En su lugar, pasaba el período más fértil de su lobo encerrado en su casa. Otras hembras habían intentado que se les uniera, pero él las rechazó a todas.

Me prometí que yo sería diferente. Yo iba a ser su compañera elegida.

Aún era temprano y las calles estaban vacías mientras caminaba hacia la casa del Alfa, pero pude escuchar aullidos a lo lejos.

Las Lunas de Sangre solían causar revuelo. Las parejas no podían resistir su naturaleza animal y se echaban los unos encima de los otros, y los solteros buscaban desesperadamente a su pareja.

Era una noche peligrosa para los lobos más débiles. Los que no estaban listos para luchar por el control a menudo se encerraban, cerrando las puertas para evitar que los lobos sin escrúpulos hicieran lo que les diera la gana.

Era una de las razones por las que me entrenaba tan duro para ser la mejor. Nunca dejaría que un macho se me impusiera. La elección siempre sería mía.

Mientras seguía caminando hacia la casa de Sean, pasé junto a algunos lobos que ya estaban en las puertas de quienes les gustaban.

Bien. Eso significaba que tendríamos nuevas parejas, y nuevos cachorros para hacer crecer la manada.

Mi cuerpo entró en calor, mi aroma se extendió, diciéndoles a los machos cercanos que estaba lista para tener a sus crías.

Pero solo un macho tendría ese honor. No habría otro hasta que él me rechazara.

Por fin llegué a mi destino, y los aullidos sonaban más cerca que antes. Sin embargo, no tenía miedo; podía enfrentarme a cualquiera de nuestros lobos.

Llamé a la puerta de Sean y dije:

—Alfa.

Escuché movimiento detrás de la puerta, así que supe que me había oído.

Mi loba hizo un sonido alegre, ansiosa por estar con él.

Mi aroma se intensificó, y escuché más ruido del otro lado de la puerta.

Sonreí, pensando en lo difícil que esto debía ser para él. Si había estado con una hembra en los últimos cinco años, lo mantuvo muy en secreto. Pero yo lo conocía. Sabía que no estaría con cualquier mujer. Sabía que la próxima mujer con la que estuviera sería su compañera elegida.

Seguí pensando en el entrenamiento de esta mañana. Sean era alto y fuerte. Pensé en su pelo rojo sudado por el esfuerzo mientras intentaba luchar conmigo, en sus brillantes ojos azules solo mirándome a mí.

Tenía una barba bien cuidada que enmarcaba su fuerte mandíbula, del mismo color que su pelo. Me pareció que sus grandes manos encajarían perfectamente en mi cuerpo, y el pensamiento me excitó aún más, extendiendo mi aroma todavía más.

Entonces escuché un gruñido detrás de la puerta.

Sonreí. Al menos había captado su atención.

—Alfa, ¿puedo entrar? Necesito hablar contigo.

—¿Solo quieres hablar, Alison? —gruñó—. No sabes en lo que te estás metiendo.

—Creo que sí lo sé —Me reí—. Te elijo a ti. Quiero ser tuya para la Luna de Sangre y... tal vez incluso por más tiempo si me aceptas.

No respondió. Esperé, sintiéndolo justo detrás de la puerta. Su poder era fuerte, mezclándose con el mío, haciéndome temblar y soltar un suave gemido.

Tenía todo el tiempo del mundo, pero mi loba no pensaba lo mismo.

—Alfa... —susurré contra la puerta. Sabía que me estaba escuchando perfectamente—. Hazme tuya.

—No sabes lo que estás pidiendo… —dijo, advirtiéndome.

—Si... si no me quieres como tu elegida... Entonces dime que no. Nunca volveré a molestarte si lo haces.

Hubo una larga pausa, pero sabía que seguía allí. Aún podía oírlo, oír sus pasos mientras caminaba de un lado a otro detrás de la puerta.

Mi loba se estaba impacientando. Empezó a gruñirme en mi mente, diciéndome que hiciera algo, lo que fuera, para que él aceptara.

—Primero dime que no me quieres por el título de Luna —exigió.

Me sorprendí por un momento, pero me sentí decidida. Nunca dejaría que pensara así de mí. No me interesaba en absoluto ser una Luna.

—No quiero el título de Luna —dije con firmeza—. Yo... Te he querido desde que me ayudaste a superar la pérdida de mi compañero. Sé que no me ves de la misma manera, Alfa, pero... realmente quiero ser tu compañera por como eres tú.

Apoyé mi frente contra la puerta.

—Si estás buscando una Luna para que los ancianos te dejen en paz... Lo acepto. Incluso si eso es todo lo que seré para ti, lo acepto. Mientras pueda estar contigo y solo contigo, aceptaría cualquier cosa.

Tal vez no debería haber mencionado a los ancianos ya que se suponía que no debía saber que habían sugerido que se apareara conmigo, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que viera que solo estaba interesada en él.

Ni siquiera me importaba si me usaba; estaba segura de que, con el tiempo, podría lograr que cambiara de opinión y me aceptara como su compañera.

Escuché el sonido de unas patas detrás de mí, seguido del olor de un macho.

Era Marcus, otro Delta. Uno al que había vencido en más de una pelea

Giré la cabeza y le gruñí. Nunca sería lo suficientemente fuerte para desafiarme.

Marcus cambió a su forma humana.

—Hueles tan bien, Alison —dijo—. No puedo esperar para hacerte mía.

Me giré para enfrentarlo, dando un paso en su dirección. Estaba cabreada. Marcus era débil. Nunca permitiría que me tocara.

—Siéntete libre de intentarlo, para que pueda...

No pude terminar mi frase. De repente, mi espalda estaba contra un pecho duro. Miré hacia arriba a los brillantes ojos verdes del lobo de Sean y sentí unos fuertes brazos rodear mi cintura. El Alfa estaba aquí.

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