Instituto Saint Rock 1 - Portada del libro

Instituto Saint Rock 1

Elfy G

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Chapter
15
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18+

Sinopsis

Después de ser traicionada por las dos personas en las que más confiaba, decide dejar atrás su antigua vida y empezar de nuevo en una nueva escuela. Siempre fue la chica buena que nunca se desviaba de las reglas, hasta que una noche imprudente y ebria la lleva a tener una aventura de una noche con un misterioso desconocido. Avergonzada y ansiosa por olvidar, se siente aliviada al pensar que nunca lo volverá a ver. Pero mientras navega por su nueva vida, se da cuenta de que estaba equivocada. El pasado no se deja atrás tan fácilmente, y él tampoco. ¿Podrá este encuentro inesperado conducir a algo más?

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23 Capítulos

Capítulo 1

Hermoso día

Capítulo 2

Disculpas

Capítulo 4

Anoche
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Hermoso día

Libro 1: Cuando dulce y amargo se encuentran

TORY

—¿Tory, tomas a Davis como legítimo esposo?

En cuanto la pregunta sale de los labios del pastor, un sudor terrible me recorre la piel. Dos palabras. Es todo lo que tengo que decir.

Pero no puedo.

Ni siquiera puedo mirarlo. Mi novio del instituto. El supuesto amor de mi vida. Mi sangre zumba. Mis ojos se llenan de lágrimas punzantes. Puedo sentir el sabor de su traición.

Detrás de mí, una pequeña tos detiene temporalmente la aplastante ola de desesperación. Un recordatorio de lo que debo hacer.

—N-no —tartamudeo, y toda la sala jadea. Algunos sacan sus teléfonos—. No, yo... yo...

Los clics se intensifican y la habitación se encoge a mi alrededor. Es como si las paredes se hicieran más pequeás. Como si el aire se enrareciera y me obligara a respirar desesperadamente mientras mi mente se esfuerza por formar palabras.

—Él... Davis y Katy...

Ya está. He dicho sus nombres. ¿No es suficiente?Me tiembla el cuerpo. No puedo decir más. No puedo repetir lo que vi... lo que estaban haciendo.

—Estaban follando en la suite del novio —escupe la voz de Judy. Mi dama de honor se acerca a mí, con una mano en mi hombro tembloroso, y señala con el dedo a mi prometido—. ¿Sabes por qué Katy no estuvo con nosotras desde el principio? Porque estaba demasiado ocupada metiéndose en sus pantalones, como ha hecho los dos últimos años.

—¡Judy, esto no es asunto tuyo! —grita Davis.

Su voz es airada e impaciente... y sin un ápice siquiera de arrepentimiento. Caigo de rodillas y me arranco las horquillas cuidadosamente colocadas en el pelo.

—Eres patético —sigue Judy, apretando mi hombro con los dedos. ¿No te parece que que Tory viera a su dama de honor chupándote la polla es asunto nuestro? ¿Quién te crees que eres?

Ahogo un sollozo, deseando dejarme llevar. Quizá sea un sueño. Solo un mal sueño.

Respira. Respira. Respira.

Pero cuando levanto la vista, la zorra de Katy está agarrada al brazo de Davis.

—Judy, para —dice con su voz chillona y frenética—. No dirías esto si supieras...

—¿Saber qué? ¿Que eres una zorra traicionera? —Judy se ríe a carcajadas—. Lo siento, cariño, ahora todo el mundo lo sabe...

—¡Que estamos esperando un bebé! —exclama Katy, y se me tuerce la boca al notar el orgullo y la emoción en su tono—. ¿De verdad vas a avergonzarnos así, en una iglesia? ¿Delante de mi bebé? —Se tapa el estómago como si eso fuera a servir de algo.

Levanto los ojos y me doy la vuelta, aún de rodillas.

—Creo que él o ella merece saber lo terribles personas que son sus padres —dice Judy, arrancando las palabras de mi cerebro lleno de dolor—. Y que fue concebido de la forma más desprovista de clase posible. ¿Se lo dijiste antes o después de empezar a chupársela? ¿O a mitad de la mamada? Apuesto a que fue eso, no podías esperar...

—Ya basta —gruñe Davis, y levanto la cabeza cuando avanza. Sus manos se juntan, los nudillos crujen.

Alarmada, me pongo en pie y tiro de Judy. La llevo a un lugar seguro. No hace falta que nadie descubra la agresividad explosiva de Davis. Entonces una parte de mí se pregunta si Katy lo sabe.

¿Y qué más da?

Odio que me importe. Puede que sea una amiga traicionera, pero no se merece que abusen de ella.

¿Y tú sí?

—Sácame... sácame de aquí —gimoteo, arañando el brazo de mi amiga mientras ella sigue mirando fijamente a los dos que se quedan en el altar—. Por favor, Judy. Por favor.

Sus ojos vuelven a mirarme. La compasión sustituye a la ira.

—Vamos —susurra, rodeándome la cintura con un brazo y cubriéndome la cabeza de las miradas incrédulas a ambos lados del pasillo.

Antes de que podamos pasar de la primera fila, una pareja se levanta y dos pares de manos cálidas y temblorosas me agarran los brazos.

—Tory, cariño —dice mi madre—. Ay, Tory.

No puede decir nada más.

Lloro libremente, sin importarme lo horrible que tiene que estar mi maquillaje mientras el fuerte agarre de mi padre me aprieta el hombro.

—Señoras, señores —comienza—, parece que hay un cambio de planes. Como todos acaban de escuchar en, eh, insoportable detalle, la boda se cancela. Por favor, permitan que Davis y Katy les expliquen. —Su voz cambia—. Al menos le debéis eso a mi hija.

Sea cual sea la respuesta de Davis, no la oigo. Cuando mi padre regresa, me agarro de sus brazos como si mi vida dependiera de ello. —¿Puedo ir a casa con vosotros? —No tengo fuerzas para volver al piso que compartimos Davis y yo. Ahora no. Ni nunca.

—Por supuesto, cariño —me dice, besándome en la frente sin dejar de apremiarnos en el silencio atónito—. No hace falta que me lo pidas.

—Judy, ¿puedes coger mis cosas y llevarlas a casa de mis padres? —pregunto.

Di que sí, por favor. Di que sí, por favor. Por favor.

Ella aprieta una vez antes de soltar. —Por supuesto. No te preocupes.

Suspiro aliviada y me quedo helada al oír la voz de la zorra.

—¡Tory!

Katy. Mis padres aceleran el paso, pero el sonido del vestido de seda de mi dama de honor llega a alcanzarnos. Cierro los ojos, los abro y me giro para contemplar su suave expresión.

Dios, qué ganas tengo de darle un puñetazo en toda la cara. Pero nunca golpearía a una embarazada. ¡Tampoco es que sea digna de respeto! Para nada. ¿Se lo merecía cuando se había estado acostando con Davis todo este tiempo a mis espaldas?

Aun así, no puedo odiar al bebé. No me ha hecho nada. Es inocente. —Espero que tengas un bebé sano —consigo decir. Abre la boca, pero me doy la vuelta y me voy con mis padres, dejándola a ella, y toda mi vida, atrás.

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