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Mi sugar daddy millonario

Su oferta

KIANA

El estruendoso sonido de mi despertador me arrancó del sueño. Estaba agotada por haber llegado tarde anoche.

No quería reconocerlo, pero la verdad es que me lo pasé de maravilla en la fiesta de sugar babies.

Durante unas horas, me olvidé de todo el estrés y la pena que llevaba acumulando durante años. Estaba demasiado ocupada escuchando música y bailando como para pensar en otra cosa.

Eché un vistazo a mi agenda. Sólo tenía una clase hoy, y luego me tocaba trabajar en la cafetería durante el turno de la comida.

Por suerte, pronto me pagarían, pero sabía que no sería suficiente para lo que necesitaba. Apenas me daba para pagar el alquiler, y mucho menos las cuotas de la universidad.

Miré mi móvil, como si por arte de magia fuera a darme una solución.

Para ser sincera, había una persona a quien me hubiera encantado poder pedirle ayuda. Pero no era posible.

Habían pasado cuatro años desde la última vez que hablé con el tío Jack. Cuatro años desde que mi vida dio un vuelco y se convirtió en lo que es ahora.

Todo este tiempo, había estado esperando que encontrara la manera de ponerse en contacto conmigo.

Una parte de mí aún lo esperaba. Otra parte sabía que estas esperanzas eran inútiles y me decía que tirara la toalla.

Probablemente, me había olvidado y había seguido adelante hace mucho tiempo. Tal como esperaba que todos los demás de mi vida anterior lo hubieran hecho.

Otra persona que no había visto en cuatro años me vino a la mente, una que esperaba no volver a ver nunca: mi padre.

Sabía que me daría el dinero en un abrir y cerrar de ojos, aunque sólo fuera por sentirse culpable.

Pero rápidamente deseché la idea. Sí, podría ser uno de los hombres más ricos del país, pero me fui de casa por una buena razón.

No quería su dinero sucio, y no quería tener nada que ver con él. Mis problemas económicos no cambiarían eso. Nada lo haría.

Era el tipo de hombre que siempre querría algo a cambio. No pararía de recordarme que me había ayudado, haciéndome sentir que le debía algo. No importaba que fuera su hija.

Así era mi padre.

Además, pedirle ayuda significaba que descubriría dónde estaba. Sabía que me había estado buscando desde que me fui de casa, pero no me había encontrado... todavía.

Definitivamente, no valía la pena correr el riesgo por el dinero para la universidad.

***

Llegué a casa justo cuando Mia empezaba a preparar la cena. Estaba cocinando espaguetis a la boloñesa, ¡mi plato favorito!

Me senté en el taburete, mirando la comida con ojos golosos.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Mia, con tono serio.

—Sí, sólo tengo hambre. La clase se alargó más de lo normal hoy, así que no pude almorzar —intenté sonar natural, esperando que dejara de preguntar.

—Sabes que no me refiero a eso. Estos últimos días, se te ve triste.

Suspiré. Debí haber imaginado que no me dejaría salirme por la tangente tan fácilmente.

—Dime, ¿qué pasa? —preguntó, sentándose a mi lado.

—Es mi beca. Mi programa se quedó sin fondos y ya no pueden ayudarme —le conté.

—¡No pueden hacer eso! ¡Apenas estás en tu segundo año!

—Lo sé, pero créeme, van en serio. La universidad no puede hacer nada a menos que consiga 9.000 euros antes de fin de mes.

Ella se quedó boquiabierta.

—Joder. ¿Es por eso que viniste a la fiesta de sugar conmigo? Pensé que sólo tenías curiosidad.

—Sí, pensé que podría ser una buena opción. Pero no sé si puedo hacerlo.

—¿Tienes otro plan?

No tenía ni idea.

—No lo sé —dije, poniendo mi cabeza entre mis manos y soltando un gemido lastimero—. Es demasiado tarde para solicitar un préstamo estudiantil o cualquier otra ayuda financiera. Tal vez, debería dejar la universidad por unos años y ahorrar dinero.

—Tiene que haber algo que podamos hacer. —Mia suspiró, sonando casi tan desanimada como yo me sentía—. Algo pasará. ¡Lo sé!

Sonaba mucho más optimista de lo que yo me sentía.

LUCAS

Kiana Rose Ailana era un enigma... Casi.

Decidí no hurgar en todo el pasado de Kiana. Sabía que las personas pueden dar un giro de 180 grados desde la adolescencia hasta la edad adulta.

Yo no era ningún santo cuando era adolescente. Chase estuvo conmigo durante esa época, incluso metiendo la pata conmigo en algunas ocasiones. Pero también me ayudó a enderezar el rumbo... con el tiempo.

Necesitaba un propósito en la vida, y trabajar para Chase me lo dio.

Aunque éramos amigos, quería subir peldaños en la empresa como cualquier empleado hasta ganarme mi puesto como su mano derecha. Siempre fui discreto y leal a carta cabal, lo que me convirtió en el candidato ideal para el trabajo.

Chase me ayudó a descubrir que tenía madera para la investigación, y realmente me apasionaba ese trabajo. Nada se me escapaba.

Era asombroso cuánto podías averiguar sobre alguien al mirar con lupa. Así que, a menos que Kiana me diera motivos para indagar más, confiaría en que cualquier travesura antes de los 17 años no era para tanto.

Su historial de los últimos años estaba impecable. Ni siquiera tenía una multa de tráfico. Pero su pasado tenía varios detalles curiosos.

Terminó el internado con honores y parecía que sería el alma de la fiesta. Pero no salía mucho y andaba corta de dinero.

Su compañera de cuarto era conocida por salir con hombres adinerados por interés, pero Kiana nunca cayó en eso. En su lugar, tenía un trabajo normal de estudiante en una cafetería y echaba una mano en un refugio de animales los fines de semana.

Era una mujer entregada a sus estudios. Y acababa de perder su beca.

Parecía la candidata perfecta para el trabajo, y esto se presentaba como la oportunidad que necesitaba.

Detuve el coche, observando el viejo sendero que conducía a una pequeña puerta azul, que en otros tiempos fue más reluciente. Al pisar el suelo, el crujido de las piedras bajo mis pies era agradable mientras me acercaba a la puerta.

Después de llamar una vez, escuché voces apagadas en el interior, luego el sonido de una silla arrastrándose sobre viejos suelos de madera, seguido de pasos ligeros.

La puerta se entreabrió, y allí estaba ella.

La mujer que parecía perfecta para el trabajo.

KIANA

El hombre en la puerta tenía un aspecto muy profesional, con un traje impecable. Era alto, de aproximadamente un metro ochenta, y su rostro atractivo llamaba la atención. Sus ojos verdes parecían amables y transmitían confianza.

Si me llevase mejor con los hombres, quizás lo habría visto como alguien con quien entablar una conversación.

—Hola, soy Lucas —se presentó educadamente, tendiéndome la mano.

No conocía a este hombre, pero por algún motivo sentí que podía fiarme de él.

Probablemente, debería haberle pedido que se marchara, pero la curiosidad pudo conmigo.

Abrí un poco más la puerta.

—Hola, Lucas —dije, sintiéndome incómoda mientras miraba su mano extendida.

Él la bajó, sin parecer molesto porque no se la estreché.

—¿Eres Jade? —preguntó, con una sonrisa leve que dejaba ver unos hoyuelos.

Me sorprendí y me puse en alerta. ¿Me había seguido este hombre a casa anoche? Empecé a cerrar la puerta, pero él me detuvo.

—No voy a hacerte daño, te lo prometo —dijo, levantando las manos para mostrar que no era una amenaza.

—¿Qué quieres? —pregunté, aún recelosa.

—Tengo una propuesta para ti —dijo, sacando una tarjeta de su bolsillo—. Ve a «Winters Security». Pregunta por Chase cuando llegues. La oferta caduca mañana por la noche, pero deberías ir esta tarde.

Me entregó la tarjeta y se alejó despacio.

—¿Por qué? —le grité.

—Considéralo una oferta de trabajo —dijo. Luego subió a su coche y se fue.

Miré la tarjeta, sintiéndome muy desconcertada. Tenía una dirección y un número muy grande escrito en ella.

¿Era esto su propuesta?
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