Destino torcido 1: Esperando a su compañero - Portada del libro

Destino torcido 1: Esperando a su compañero

Lyra May

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Chapter
15
Age Rating
18+

Sinopsis

—Oh, estoy tan cerca...

Su gruñido hizo que mi espalda se arquease sobre la cama ante la inesperada sensación. —Joder, yo...

Eliza, una curandera experta, regresa a su manada natal después de veinte largos años, decidida a encontrar a su pareja antes de que sea demasiado tarde. Pero la búsqueda de su alma gemela se complica por una tentación que no puede ignorar. Con la pasión hirviendo a fuego lento bajo la superficie, Eliza se enfrenta a una difícil elección: esperar a la pareja para la que está destinada o rendirse al intenso deseo que tira de ella en otra dirección. A medida que el tiempo se agota, su destino pende de un hilo y ella debe decidir si la espera merece la pena o si la pasión debe gobernar su corazón.

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37 Capítulos

Capítulo 1

Por fin

Capítulo 2

Ataque

Capítulo 3

Alfa

Capítulo 4

Mía
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Por fin

Libro 1: Esperando a su compañero

ELIZA

Me sentía como en las nubes. Apenas podía mirar al hombre que había entre mis piernas. Sus brazos rodeaban mis muslos, sujetándome con firmeza.

—Ay, Diosa, cariño, estoy a punto —hizo un sonido que me excitó aún más—. Joder, yo...

No pude seguir hablando cuando pasó sus labios por mi entrada y succionó. El placer era tal que sabía que pronto llegaría al clímax. La sensación recorría todo mi cuerpo.

Me sujetó con más fuerza. Su lengua comenzó a moverse de arriba abajo, luego en círculos. Y entonces llegó el éxtasis.

Mi cabeza daba vueltas mientras el orgasmo me invadía. Era como si pequeñas chispas estallaran por todas partes. Casi resultaba abrumador. Respiraba agitadamente mientras le acariciaba el pelo.

El sueño se esfumó cuando desperté. La Diosa de la Luna me estaba enviando estos sueños últimamente, y me despertaba sola y jadeando.

Cada sueño me hacía sentir peor. Solo tenía ocho meses para encontrarlo —al hombre de mis sueños— antes de que nuestra conexión se rompiera. Tenía hasta mi vigésimo sexto cumpleaños.

Después de una ducha rápida, fui a desayunar. Aunque era temprano, ya podía oler la comida de mi madre.

Me detuve en la puerta para aspirar el aroma. Mi madre estaba preparando su plato de alubias: una mezcla de tomates cocidos, pimentón ahumado y judías blancas. Aprendió a hacerlas después de que me viera disfrutar de los desayunos que tomamos al visitar las manadas británicas hace unos años.

—¿Intentas que me quede, mamá?

Se rio, pero sonaba un poco triste. Siempre sonaba así desde que anuncié que me convertiría en la sanadora de otra manada.

Desde pequeña siempre quise ser doctora. Ahora que había terminado mi formación, tenía que irme. No necesitaba quedarme. La Manada Real tenía suficientes médicos.

La Manada Real tenía de sobra de todo.

—El Príncipe pasó por aquí antes. Volverá después de la patrulla y se unirá a nosotros en tu último desayuno —dijo mamá, con cara de pocos amigos. Nunca le gustó nuestra amistad, a pesar de ser la hembra Beta.

Fruncí el ceño. —Le dije que quería que desayunáramos solas tú y yo esta mañana. ¿Y a qué te refieres con antes? ¡Son las seis!

Entonces lo olí y salí. Me encontré con Nate en la puerta del jardín. Aparté la mirada cuando lo vi poniéndose los pantalones cortos.

La mayoría de las chicas se morirían por ver el culo del Príncipe, pero él no era mi compañero, así que me daba igual. Habíamos sido amigos del alma desde que me uní a la manada a los seis años, cuando él tenía ocho.

Por nuestra cercanía, y porque podía negarme a sus órdenes de Príncipe Alfa, la gente pensaba que sería su compañera. Pero esa esperanza se esfumó cuando cumplió dieciocho. Se puso muy triste entonces, confiando en que sucedería cuando yo cumpliera la mayoría de edad. No fue así.

—Sé que se suponía que ibais a estar las dos solas —dijo, con cara de arrepentimiento.

—Y si lo sabes, ¿por qué estás aquí dándole la lata a mi madre antes del amanecer?

Sonreímos y nos abrazamos con fuerza. Se apartó y apoyó su frente contra la mía.

—Por favor, cambia de opinión. No puedo hacer esto sin ti, E. Siento que estoy perdiendo lo único bueno en mi vida.

Suspiré, resistiéndome a ceder. —No puedo quedarme. Luna de Sangre es donde nací. Mi compañero podría estar allí. Sabes que no me queda mucho tiempo para encontrarlo.

Nate se frustró y se alejó. Soltó un gruñido que normalmente haría que la gente se arrodillara ante él. Pero a mí solo me hizo fruncir el ceño.

Puse suavemente mi mano en su brazo y esperé a que me mirara. —Entra cuando te hayas calmado y no hagas esto más difícil para mí. Solo estaré a cinco horas de distancia. Nate, de todos modos, pronto te irás a buscar a tu Luna.

Nate gruñó suavemente. Habíamos bromeado sobre aparearnos si no encontrábamos a nuestros verdaderos compañeros antes de mi vigésimo sexto cumpleaños. Ese momento se acercaba y, aunque a mí me preocupaba después de soñar tanto tiempo con mi compañero, a Nate solo parecía volverlo más protector.

Suspiré mientras entraba en casa y ponía un plato en la mesa para Nate. Tal vez alejarnos sería bueno para ambos. Él podría usar ese tiempo para reflexionar sobre nuestra amistad con claridad, y si era honesto, se daría cuenta de que nunca sería feliz solo con el cariño de amiga que yo podía ofrecerle.

Sin embargo, lo que él quería era tentador. Habíamos pasado la mayor parte de nuestras vidas juntos, así que nos entendíamos bien y nos sentíamos cómodos el uno con el otro. Teníamos una forma de comunicarnos sin palabras debido a todas las experiencias compartidas.

¿Podría simplemente irme?

La emoción de quizás encontrar a mi compañero me impulsaba, pero las dudas en mi mente dificultaban creer plenamente en esa esperanza. Tal vez una nueva manada, un nuevo desafío y una nueva vida era justo lo que necesitaba. Con suerte, una que incluyera el amor de mi compañero aún no encontrado en ella.

Recé a la Diosa de la Luna para no estar cometiendo un error.

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