
Se me erizan los pelos de la nuca mientras camino hacia el Range Rover en el estacionamiento cubierto con paneles solares. Levanto la nariz al aire y huelo, pero todo lo que huelo es el aire fresco de primavera del desierto.
La luna me llama, me da ganas de transformarme y buscar a Kylie.
Llego al vehículo y me detengo.
Se ve una cabeza oscura en el asiento del pasajero de mi auto. Inmediatamente sé que es ella.
Mi cuerpo entra en modo de emergencia, con la transformación a punto. No sé qué pensar, que alguien la asesinó y la puso allí. O que está esperando para matarme. O se suicidó y dejó el cuerpo para que yo lo encontrara.
Sé que es Kylie y llegar a ella es una maldita emergencia. Abro la puerta de un golpe.
No está muerta. Ni siquiera está herida. Y no tiene un arma.
Todo lo que encuentro es una cara pálida y llena de lágrimas con ojos enormes y tristes.
El alivio y la furia me inundan simultáneamente las venas. La saco del auto por las muñecas y cierro la puerta.
No huelo el miedo en ella, pero actúa dócil, como si supiera que se merece mi ira. Obviamente, ella se entregó a mí, lo que no tiene sentido lógicamente, pero el lobo en mí lo aprueba.
—Gatita, tienes que estar loca por aparecer aquí esta noche.
Una sola lágrima le recorre el rostro. Se muerde el labio y asiente.
—Sí. Estoy loca.
—Tienes treinta segundos para explicarte. —No espero que tenga una explicación; no puedo comprender nada que pueda excusar su comportamiento, pero necesito escuchar lo que tiene que decir.
—Cuando llegué a casa anoche, mi abuela no estaba. Se la habían llevado. —Más lágrimas brotan de sus hermosos ojos y su olor le hace algo a mi lobo. Cada célula de mi cuerpo me grita que la proteja, que arregle lo que sea que la haya hecho llorar—. Me llamaron y una voz generada por computadora dijo que debería haber hecho lo que me indicaron. —Le caen dos lágrimas más por las mejillas.
Estoy listo para despedazar a estos cabrones con los dientes. Ni siquiera necesitaría transformarme para hacerlo.
—Mémé es todo lo que tengo. Fui una estúpida. Pensé que me la devolverían si instalaba el código. Pero estoy segura de que está muerta. Fue un plan perfecto para incriminarme por arruinar SeCure. Lo siento, Jackson. Te jodí, pero haré cualquier cosa para ayudarte a arreglarlo. Sé que no tienes ningún motivo para creerme. Sé que tienes menos para confiar en mí. Pero estoy aquí. Me estoy poniendo a tu merced. —Extiende las muñecas como si tuviera esposas—. Llama a la policía, si quieres. Pero sabes que te soy más útil fuera de la cárcel. Y vaya que quiero hacerles pagar por lo que le han hecho a… —Se le arruga el rostro y no puedo hacer nada más que acercarla a mi pecho.
Lo bien que se siente tener su cuerpo contra el mío calma al lobo.
—Puede que no esté muerta.
Kylie se aferra a mi camisa abotonada con los puños mientras la moja con sus lágrimas.
—¿Para qué la necesitarían viva? —logra decir.
El olor de su angustia me destruye. Tiene razón. Su abuela probablemente esté muerta.
—Sube al auto —digo, más bruscamente de lo que pretendía. Abro la puerta—. Eres mi prisionera hasta que resolvamos esto. No saldrás de la mansión. No harás nada más que comer, dormir y rastrear este maldito código hasta apagarlo. ¿Entendido?
Ella asiente y se coloca en el asiento del pasajero.
—Sí, señor —susurra. Suena tan triste y perdida, pero mi lobo igual acepta su sumisión como una victoria.
«Mía».
Ella volvió a mí. Es mía y me encargaré de ella. Es mía y la castigaré.
Jackson no habla mientras conduce a la mansión. No puedo creer que no me ahorcó ni llamó a la policía.
Pero sí está enojado. Siento su furia, hirviendo a fuego lento bajo un control fuertemente sometido. Pero eso no impidió que me abrazara y me dejara llorar sobre su camisa.
Tenía razón al quedarme en la ciudad. Es la primera decisión correcta que he tomado en mucho tiempo.
Nunca antes había confiado en nadie más que en mi familia, pero algo en Jackson King me hace regresar, dejar mis inseguridades en la puerta y ofrecerme en bandeja de plata. Es una locura.
Porque ahora realmente tiene mi vida en sus manos. Habría sido tan fácil para él entregarme a la policía. Podrían armar un caso inapelable contra mí. Y quizás piense hacerlo, después de que lo ayude a poner en cuarentena los datos infectados.
Pero, por algún motivo, no creo que lo haga. Jackson se siente seguro para mí. Como estar en casa. Lo opuesto a la absoluta soledad que experimenté caminando por la calle Congress contemplando mi futuro.
—Gracias —le digo con voz ronca.
Me mira con seriedad.
—Me alegro de que hayas vuelto.
—¿Me crees?
—Contra mi buen juicio, sí. Sí te creo.
Me recuesto contra el asiento, exhausta, pero aliviada.
—Haré lo que sea para ayudar. No descansaré hasta que lo haya arreglado, ¿vale? Lo prometo.
Se acerca y me acaricia la mejilla.
—Yo también te ayudaré, gatita. Mañana contrataré a un investigador privado para que averigüe la desaparición de tu abuela.
Es un gesto dulce, pero dudo que un investigador privado pueda encontrar algo que un hacker no pueda. Aun así, se me escapan lágrimas de gratitud por los ojos.
A Jackson se le ensanchan las fosas nasales y lleva la mirada de la carretera a mi cara. Me limpia una de las lágrimas con el nudillo.
—Háblame de tu abuela. ¿Vive en Tucson?
Respiro para calmarme.
—Nos mudamos para acá juntas. Vivimos juntas. He vivido con ella desde… —Me detengo porque ya le he contado demasiado sobre mí. No quiero que descubra la verdad.
—¿Desde cuándo? —pregunta bruscamente, como si ya lo supiera.
—Desde que murieron mis padres. Ella es la única familia que tengo. Que tenía… —modifico y siento que se me revuelve el estómago.
—¿Está muerta, gatita? ¿Lo sientes en tu instinto? Ve más allá del miedo. ¿Sí o no?
«No».
El alivio me envuelve como una manta.
—No lo creo —suelto. Estoy fascinada por la confianza de Jackson en el instinto sobre la lógica. ¿Siendo un hombre con un cerebro como el suyo? Si él confía en el instinto, entonces yo también.
Jackson asiente con la cabeza.
—Entonces tenemos que descifrar este código y encontrarla.
Enderezo la postura y el manto de objetividad regresa. Mi cerebro se lanza a analizar lo que he visto del malware. Saco mi computadora.
—¿Te importa si trabajo en el auto?
—Me enojaría si no lo hicieras.
Conducimos otros diez minutos en silencio mientras yo estudiaba el código desactivo que copié de la memoria USB antes. Cuando llegamos a la mansión de Jackson, la puerta automática se abre y él conduce por la entrada. Cierro la computadora portátil y la meto en mi bolso, mirando hacia la casa.
El perro lobo negro de Jackson está parado en el escalón mirándonos mientras el auto pasa. Su saludo carece de la alegría de una mascota normal. Hay algo de indiferencia en ello, una cualidad inquietante que hace que se me ericen los pelos de la nuca.
—No estoy segura de que se deban tener lobos como mascotas —murmuro mientras entra al garaje.
Jackson arquea una ceja.
—No dejaré que te lastime.
«No dejaré que te lastime» es bastante diferente a «no te lastimará». La capacidad de mutilarme o herirme definitivamente está ahí.
—¿Cómo se llama?
Jackson duda, como si el perro no tuviera nombre o no lo recordara.
—Lobo —dice finalmente.
—¿Lobo? Qué original.
—Sigue así de atrevida, gatita, y lo sumaré a tu castigo.
Un escalofrío me recorre, aunque no creo que sea miedo.
—¿Castigo? —Me felicito mentalmente por decir la palabra sin que me tiemble la voz.
—Ajá. Pero nos ocuparemos de eso más tarde. Ahora mismo, tenemos trabajo que hacer.
Salimos del auto y entramos por un cuarto de lavandería a la cocina. Lobo se encuentra con nosotros allí. Me enseña los dientes, gruñendo. Es aún más aterrador a plena luz. Me llega a la cintura y el pelaje negro de la nuca lo tiene erizado de ira, sus ojos ámbar me miran fijamente.
—Suficiente. —Jackson no parece tan preocupado como debería, en lo que a mí respecta.
Me congelo.
—No creo que le agrade mucho.
Jackson me mueve por la espalda de la puerta, todavía indiferente.
—Simplemente es protector. —Al perro, le dice—: Kylie se va a quedar con nosotros. Vas a cuidar de ella, ¿entendido? —Le da una palmadita en el hocico a Lobo y el perro se vuelve y sale de la cocina.
Exhalo un suspiro tembloroso.
—Dime otra vez por qué tienes un lobo de mascota.
Jackson ignora mi pregunta.
—Vamos. Te llevaré a tu habitación.
Reprimo la decepción de tener mi propia habitación. ¿Pero qué estaba pensando? ¿Que Jackson me llevaría a su cama y nos acurrucaríamos después de lo que le hice a su empresa?
Es posible que un golpe como este no termine con SeCure, pero incluso si aislamos el daño potencial, perder reputación puede socavar a la larga el bienestar entero de la empresa. Incluso con mi ayuda para arreglar el problema, el daño persistirá.
Lo sigo al piso de arriba.
Jackson me lleva a un cuarto de invitados y enciende una luz. La habitación está decorada con buen gusto, pero, como el resto de la casa, carece de toques personales. Tengo la sensación de que contrató a un decorador.
—Te quedarás aquí. Voy a dormir unas horas antes de tener que volver a la oficina.
—Yo me quedaré despierta —digo de inmediato. No hay forma de que pueda descansar, especialmente ahora que creo que mi trabajo puede ayudar a recuperar a Mémé. Saco la computadora portátil de nuevo—. Necesito entrar en tu sistema, por favor. Para saber cómo funciona y se propaga esta cosa. Y necesito saber qué está haciendo tu equipo para contenerla.
Él arquea una ceja.
—Pensé que ya lo habías hackeado. Pero no, tomaste el camino fácil y usaste mi computadora. Debo ser el idiota más grande de la Tierra para haberte dejado sola en mi despacho.
Él ya está inclinado sobre mí, ingresa la contraseña del Wi-Fi y luego me conecta a SeCure. Huele divino. Como a pinos y… fuerza masculina. Sí, sé que eso no es un olor. Pero eso es lo que evoca su olor.
—No, no fuiste un idiota. Pensaste que podías confiar en mí. Te lo voy a compensar.
Me toma de la barbilla y me alza el rostro.
—Me encanta cuando te arrastras, gatita.
Un rubor se me extiende por el pecho y me sube por el cuello.
—Imagino que sí —le digo secamente, sonrojándome aún más cuando recuerdo que me viene un castigo.
¿Qué será esta vez? ¿Más nalgadas? Espero que sea algo… incluso más intenso.
Me explica las órdenes que le ha dado a su equipo de seguridad de información para poner en cuarentena y mover los datos de SeCure. Me parece un plan sólido.
—Parece que lo están manejando bien, así que trabajaré en rastrear el malware hasta su origen.
—Bien. —Me deja un beso en la parte superior de mi la cabeza—. Despiértame a las siete de la mañana si aún no me he levantado.
«POR TODOS LOS CIELOS. Estoy jugando a la casita con Jackson King». La directiva va directo a mis partes íntimas cuando me imagino quitándole las sábanas del cuerpo desnudo y excitándolo.