J.A. White
KEVIN
Debimos de hablar durante horas junto a la piscina.
Me habló mucho de su ex marido; me dijo que fue su novio del instituto. Se casaron cuando ella tenía veinte años.
Era el hombre perfecto, sabía cómo tratarla bien, conocía las palabras adecuadas... Hasta que se casaron. Todo empezó a ir cuesta abajo a partir de ahí.
Intentaron tener un bebé, aunque sabían que era imposible. Él la culpaba a ella de no esforzarse lo suficiente para gestar.
Aguantó todo el tiempo que pudo. Él no creía en el divorcio, pero, un día, dijo algo irreversible.
Ese fue el día en que ella explotó.
Entró en una profunda depresión, y un día se dio cuenta de que necesitaba hacer un cambio. Así que perder peso fue una forma de mejorar las cosas, no por él, sino por ella misma.
Intentó que se diera cuenta de lo que se estaba perdiendo. Pero fue en vano, no sirvió de nada.
Así que divorciarse de él era la única manera de ser libre.
Por eso llegó tarde a la fiesta. Había recibido una llamada de una de sus compañeras de trabajo para confirmarle que su divorcio era definitivo y que tenía que ir a firmar unos papeles.
Una vez firmados, él le soltó la bomba de que tenía que mudarse esa misma noche. Él planeaba casarse de nuevo con su actual prometida y ella tenía que irse de su casa; igualmente sería incómodo que siguiera viviendo allí con la nueva pareja de su ex.
Así que decidió coger todas sus cosas, que no eran muchas, y se las llevó al apartamento de Madison. Su amiga vive en un piso de una habitación. Así que estaba utilizando el sofá, que era duro como una piedra.
Emily le acaba contando todo esto mientras llora.
Después, se seca las lágrimas y empieza a hablar de su trabajo.
Es secretaria de un gran bufete de abogados del centro de la ciudad. En un par de semanas irá a Los Ángeles con su jefe para un asunto relacionado con un gran jugador de fútbol.
Da un trago a su cerveza y deja el vaso vacío. Se levanta.
—Voy a por algo más de beber. —Se detiene y ve a alguien en el jacuzzi—. ¿Quién es ese que está en el jacuzzi?
—Es mi mejor amigo Ben. ¿Por qué?
—¿Por qué gime así? —me pregunta mientras me mira con cara de desconcierto—. ¿Ese jacuzzi le hace gemir así?
—No, no es por eso —le digo mientras la veo tambalearse, con problemas para mantenerse en pie.
—¿Qué le hace gemir tanto? —vuelve a preguntar mientras camina hacia el jacuzzi.
La sigo hasta donde está Ben, sabiendo que ha bebido demasiado esta noche. Me quedo cerca por si se cae.
Llegamos al jacuzzi y lo único que veo es una cabeza bajo el agua, balanceándose. Luego sale de debajo del agua y respira hondo antes de volver a sumergirse.
—¿Quién es? —dice con curiosidad.
—No lo sé.
Veinte segundos después, la cabeza vuelve a levantarse.
—¿Eres tú, Mads?
Madison se detiene y se aparta el pelo de la cara para poder ver. Mira a Emily con una sonrisa enloquecida, todavía agarrada a la polla de Ben.
—¡Oh, Dios mío! Por eso la quiero tanto. No sabía que se podía hacer una mamada bajo el agua —dice Emily. Su voz se pone celosa muy rápido—. ¡Quiero hacerlo!
Miro a Ben. —No te corras en el jacuzzi.
Me hace un saludo a lo Benny Hill y me dice: —Señor, sí señor.
—Lo digo en serio. Si descubro que lo hiciste, te haré vaciar el jacuzzi entero y limpiar toda la maldita cosa. Nadie necesita pequeños Bens flotando ahí.
Me levanta el pulgar y me hace señas para que le deje a solas con Madison.
Madison le suelta la polla y sale desnuda de la piscina.
—Oh, cariño. Lo siento mucho. Esto no estaba planeado. Esperaba que tuvieras suerte esta noche —dice Madison.
—El único que tuvo suerte fue este tipo —refunfuña mientras me señala con el dedo, arrastrando las palabras—. Me vio prácticamente desnuda y aún tiene los pantalones puestos.
—Vale, creo que esta señorita ha bebido demasiado esta noche. —Madison me agarra del brazo y me mira—. Tiene unas tetas estupendas y un buen culo. Si tuviera polla, ya me la habría follado.
»¿Quizás deberías follártela? —dice Madison, habiendo bebido un poco demasiado también.
Agarro a Emily por el brazo y la balanceo por encima de mi cabeza, levantándola. Me rodea el cuello con el otro brazo y acurruca la cabeza en mi hombro.
—Eres todo un príncipe —me dice mientras empieza a besarme el cuello.
La llevo a mi habitación y la tumbo en la cama. Todas las demás habitaciones están ocupadas. La tumbo y empieza a quitarse el bañador.
—Vamos, grandullón, ¿quieres metérmela? —dice mientras se tumba agarrándose el coño.
Segundos después, Madison entra en la habitación y ve que Emily está desnuda y salta a la cama con ella. Ahora tengo dos chicas desnudas en mi cama.
Voy a mi armario y saco dos camisetas grandes y se las tiro a las chicas.
—Poneros esto, anda. Y dormir un poco.
Las dos se ponen las camisetas y, al instante, se quedan dormidas. Cojo una manta y las tapo.
Empiezo a caminar de vuelta a la piscina y encuentro a Ben dormido en una tumbona, aún desnudo.
—Ahora estás solo, amigo —digo mientras camino y recojo la ropa de las chicas esparcida por toda la zona de la piscina.
Vuelvo a casa y veo que la mayoría de mis amigos están durmiendo o follando en las habitaciones de invitados. Así que cojo una manta y una almohada de la lavandería y me dirijo al salón.
Por suerte no hay nadie, así que me pongo cómodo y me relajo.