
Ya lo he oído, sólo quiero ver si lo vuelve a decir.
Conectamos enseguida. No sé si es su colonia, su sonrisa o su forma de actuar delante de mí, pero me gusta lo que estoy viendo.
Cuando me tocaba ligeramente la espalda, se me ponía la carne de gallina. Me estaba mojando con solo tocarme la parte baja de la espalda.
Nos sentamos en mi sofá. Lo miro y aún está sonrojado por el comentario que ha hecho.
—No te preocupes por eso —le digo—. He pasado una noche estupenda. Pronto le daré a mi asistenta un fin de semana libre, porque fue ella quien aceptó la cita contigo.
—¿En serio? —dice.
—Sí. Voy a ser honesta con este tema. No tenía muchas ganas de salir. Llevo viuda casi un año y aún no estaba preparada para tener citas —digo mientras empiezo a reírme—. Incluso intenté encontrarte en la base de datos de delincuentes, buscando una salida, una excusa. Pero Christine me empujó a hacer esto, y se lo agradezco —digo, escondiéndome detrás de mi bebida.
—Esta noche también ha sido una buena cita a ciegas para mí. Dime, ¿encontraste algo sobre mí? —dice con una ceja levantada.
Evado la pregunta. —Entonces, ¿qué te hizo elegirme? ¿Por qué a mí y no a otros cien perfiles?
—Había algo en tu foto de perfil que me atraía. Algo que vi en tus ojos. Eso, y que creo que mentiste sobre tu edad. Es imposible que tengas cuarenta y nueve años. Yo habría dicho que treinta y tantos o cuarenta y pocos —dice mientras bebe un trago.
—Eres un encanto. —Me levanto y lo miro—. Cariño —pongo las manos en las caderas—, tengo cuarenta y nueve años. Aunque algunos días me siento más joven.
Vuelvo a sentarme en el sofá y lo hago un poco más cerca de él. —Me alegro de que no me hayas dicho ningún chiste. Porque trabajo en un restaurante y los he oído todos.
—Apuesto a que nunca has oído esto —dice.
—Vale, adelante.
—Seguro que tus padres son retrasados, porque tú sí que pareces especial —dice.
Me río tan fuerte que me caigo, tocándole el interior del muslo.
—Tienes razón, nunca había oído eso.
Me doy cuenta de que donde estoy tocando su muslo, mi meñique está tocando la cabeza de su pene. Lo miro y sus ojos son enormes.
Acerco lentamente la mano para tocar todo el paquete. Me sostiene la mirada.
Dejo la bebida en la mesa y me inclino para besarlo. Se inclina y nuestros labios apenas se tocan, pero noto el calor. En mi cabeza salta una chispa que va directamente a mi coño.
—Deja la bebida y vuelve a besarme. —Esta vez mi lengua encuentra su labio inferior, entonces él me da su lengua. Me pone la mano detrás de la cabeza y me besa más fuerte. Nuestras respiraciones empiezan a enloquecer.
Se aparta y me mira. Lo miro a los ojos.
—Quiero esto —le digo.
Sonríe y vuelve a besarme. Me levanto del sofá y me siento a horcajadas sobre sus piernas. Le agarro la cara y le doy un beso húmedo y apasionado con la lengua.
Me coge las dos manos y me agarra las caderas, apretándomelas. Lentamente, me subo el vestido para que pueda tocarme el culo, pero él se queda agarrado a mis caderas.
Le cojo las manos y hago que me agarre el culo. Me pone cada mano en las nalgas y vuelve a apretar.
Mientras juega con mi culo, empiezo a desabrocharle la camisa sin dejar de besarlo con fuerza. Se inclina hacia delante para que pueda quitarle la camisa. Lo hago y se la tiro por encima del hombro.
Tiene un paquete importante. Empiezo a pasarle las manos por el pecho y desciendo hasta los abdominales. Vuelvo a su pecho y aprieto.
Empieza a tirarme del vestido por la cabeza. Levanto los brazos y él se detiene. No puedo ver nada y tengo los brazos por encima de la cabeza. Lo siguiente que siento es una lengua húmeda y caliente tocando ligeramente mis pezones.
Un gemido sale de mis labios cuando empieza a chuparme los pechos. Consigo quitarme el vestido. Miro hacia abajo y veo que me sujeta las tetas, chupando cada pezón por separado.
Le cojo la cabeza y lo empujo más cerca para chupar más fuerte.
—Dios mío —digo en voz alta mientras me mordisquea suavemente los pezones.
—Estas cosas están tan duras que podrían cortar un cristal —afirma mientras me sujeta las tetas y las mira.
Tengo los pezones tan duros que me duelen. Quería volver a sentir su boca en ellos. Aparto su cara y le meto la lengua en la boca.
Me bajo de su regazo y me arrodillo en el suelo delante de él. Empiezo a desabrocharle el cinturón y a desabrocharle los pantalones. Levanta el culo para que pueda quitárselos. No lleva ropa interior. Lo miro.
Se encoge de hombros. —No me gusta llevar ropa interior.
Le quito los pantalones del todo y los tiro por encima de mi hombro. Le agarro la polla y se la miro. Está depilado; no tiene pelos en los huevos. Mientras le acaricio lentamente la polla, empieza a crecer.
Es un hombre poderoso, está bien dotado.
Me agacho y le lamo los huevos perfectamente afeitados, luego empiezo a trabajar los lados de su polla para mojársela. Se le escapa un gemido de la boca.
Lo miro mientras lo tengo en la mano, y él me devuelve la mirada, observando cada movimiento que hago. Cojo la cabeza y le doy un beso. El precum rezuma por la punta. Cojo la lengua y lo lamo.
Vuelvo a levantar la vista y está sentado con la boca abierta. Abro la boca y lo llevo tan lejos como puedo.
Se agarra al cojín del sofá mientras subo y bajo por su palo. Empiezo a acelerar cuando recibo un toque en el hombro. Me aparto de su polla y la sujeto mientras lo miro.
—Lo siento, pero hace casi cuatro años que no tengo sexo con nadie, y viéndote a ti... estoy a punto de explotar. Es demasiado pronto para mí —dice con un poco de vergüenza.
—Lo entiendo perfectamente. Para mí ha pasado más de un año. Me dejé llevar un poco cuando tuve tu polla en la mano —digo mientras le acaricio lentamente la polla.
Quiero que se mantenga dura.
—¿Cuál es tu tiempo de recuperación para ponerte duro de nuevo?
—Vaya. No había sido capaz de hacer eso desde que tenía veinte años. Cuando ocurrió, volví al juego en diez minutos —dice.
—¡De verdad! ¿Quieres intentarlo? Si lo haces y no se te levanta otra vez, no me enfadaré. Esta noche ha sido increíble desde el principio.
Antes de que pueda responder, tengo mi boca sobre su polla, mojándola de nuevo. Mantengo un ritmo constante mientras subo y bajo con la boca.
Esto dura un par de minutos más de lo que pensaba que duraría cuando oigo: —Me voy a correr.
Hago que se ponga de pie, luego coloco mi brazo izquierdo bajo mis tetas para apuntalarlas y empiezo a masturbarlo mientras mi boca está en su cabeza.
El primer disparo golpea la parte posterior de mi garganta, luego aparto la cabeza y trago, disparando el resto sobre mis tetas. Descarga tras descarga, cubriendo mis dos tetas con su orgasmo.
Deja de correrse, yo acerco mi boca y lamo lo que queda. Lo suelto y él cae de espaldas en el sofá exhausto, como si acabara de chuparle la energía.
Me froto su semilla en el pecho para que no gotee sobre la alfombra y me siento a su lado. Recojo nuestras bebidas y le doy la suya. Ambos bebemos un sorbo.
—¿Por qué yo estoy desnudo y tú sigues en bragas? —dice.
Lo miro, sonrío, me levanto y me las quito. Las dejo sobre su pecho y me alejo. Empiezo a caminar hacia mi cuarto de baño. Desde el sofá, él puede ver todo lo que hago en el baño.
Normalmente, cierro la puerta cuando me ducho, incluso viviendo sola. Pero hoy es una noche especial. La dejo abierta, porque quiero que me acompañe en la ducha.
Me doy la vuelta y vuelvo a mirarlo, y sigue ahí sentado, observándome. Abro el grifo de la ducha y me meto.