
Rosas que matan: Libro 1
La peor pesadilla de Valerie: que el detective Roman descubra su colección privada de los libros más atrevidos que posee. Ahora, él no pierde oportunidad de soltar comentarios provocadores y esbozar sonrisas arrogantes para hacerla retorcerse… y no precisamente de mala manera. Pero el fuego entre ellos da un giro peligroso cuando un asesino en serie la pone en su mira. Con el caso cerrándose a su alrededor, Valerie termina viviendo bajo la atenta mirada de Roman —literalmente, pues ahora comparten techo—. Debería concentrarse en sobrevivir, pero con ese cuerpo esculpido, su protección implacable y esas esposas siempre a mano, su imaginación se niega a portarse bien. Los sueños y el peligro chocan… y ninguno juega limpio.
Chocando contigo
VALERIE
9:15 a.m.
—¡Mierda! —Valerie se detuvo de golpe y cogió su bufanda del suelo que se le había caído al ir muy cargada.
Llegaba tarde otra vez y sabía que Janice no sería tan amable esta vez. Se le volvió a caer la bufanda al suelo.
Con un suspiro, se agachó con cuidado y la recogió, ignorando los rizos del pelo que se le caían sobre la frente.
Se incorporó y echó un vistazo a su alrededor, al lugar donde llevaba trabajando los últimos meses. En la oficina siempre había mucho ruido: las órdenes judiciales imprimiéndose, los teléfonos sonando con llamadas de padres desquiciados…
Ser trabajadora social era divertido. Mucho más divertido que ser rica como sus padres.
—¡Quinn!
Valerie se puso nerviosa cuando Janice Holloway apareció en el pasillo como un sargento instructor. Llevaba el pelo castaño repleto de canas recogido en un moño apretado, lo que le daba un aspecto muy serio.
—Eh... ¡buenos días, Janice! —dijo Valerie intentando sonar alegre.
A Janice le dio igual que intentara ser amable.
—¿Por qué llegas tan tarde al trabajo, Quinn? Esto no es la fábrica de tu padre.
Valerie quería poner los ojos en blanco. Solo llegaba quince minutos tarde. Además, su padre no tenía una fábrica. Era dueño de diferentes joyerías y diamantes. Casi de cincuenta. En diferentes países.
—¿Quinn?
Parpadeó.
La mujer mayor pareció enfadarse aún más. Tenía el ceño muy fruncido y sus ojos marrones más oscuros de lo normal.
—¿Ah, sí? Así que Starbucks, ¿no? ¿Qué pasa? ¿El café de la oficina no es lo suficientemente bueno para ti?
Valerie se mordió la lengua y apartó la mirada. El café de la oficina era horrible. Pero no lo dijo.
En su lugar, esperó a que Janice terminara su habitual sermón matutino.
—No es tan bueno como el café de lujo que tomas en casa de tu rico papá, ¿verdad? —continuó Janice.
A Valerie casi se le escapa un resoplido.
—Lo siento, Janice. Discúlpame, pero tengo trabajo que hacer, así que me voy a poner a ello.
—Sé que para ti este trabajo es puro entretenimiento, pero intenta respetarlo lo suficientemente como para llegar a tiempo.
Valerie suspiró, asintiendo, sin decir lo que quería decir. No valía la pena.
—Entendido.
Rodeando a Janice, Valerie se dirigió a su oficina. O lo que se suponía que era su oficina.
Llegó a la puerta del cuartucho, la empujó con el codo y miró dentro. Los archivadores, su silla y el escritorio estaban apretujados, dejándole solo un metro de espacio para moverse.
Con un suspiro, dejó cuidadosamente su latte de vainilla de Starbucks antes de soltar el resto de sus cosas en la silla de su oficina.
—Huele a niña rica consentida —dijo una voz suave desde la puerta.
Valerie levantó la mirada cuando su amiga y compañera de trabajo, Valentina Gómez, entró.
Valerie suspiró.
—Hola, Tina.
La guapa mujer arqueó una ceja.
—Si quieres caerle bien a la Gruñona, ¿de verdad crees que traerte un café de lujo va a conseguirlo?
Valentina grapó los papeles que traía y dejó la grapadora sobre la mesa.
—¿No? Bueno, tal vez deberías intentarlo. Si no superas esta etiqueta de niña rica, nunca dejará de darte los peores casos, cariño.
Tina salió, cerrando la puerta, y Valerie suspiró. Miró la cantidad de carpetas marrones que había encima de su escritorio.
Agarró una de las muchas que tenía para empezar a trabajar.
Esto no se trataba del trato injusto de Janice o de la familia rica de Valerie. Se trataba de Valerie. De ella y de todos los niños a los que podía ayudar como trabajadora social.
Sí, empezó como un plan para enfadar a su padre, pero a mitad de sus estudios de trabajo social y psicología, Valerie descubrió que realmente le gustaba.
Toda su vida, solo había conocido cosas lujosas y caras. Todos los niños que conocía tenían lo mismo. El mejor colegio privado, toda la ropa que querían y mucho dinero para gastar.
Nunca le faltó nada.
Entonces Valerie conoció lo que era el trabajo social, y entendió otra forma de ver el mundo.
Por primera vez, se dio cuenta de que no todos los niños tenían la vida que ella tenía. Algunos niños vivían en situaciones terribles, heridos por personas malas que se hacían llamar padres. Por eso decidió ser trabajadora social.
El plan original era empezar a estudiar trabajo social, asustar a su padre lo suficiente para conseguir parte del dinero de la empresa y un apartamento nuevo para después de conseguir lo que quería, dejar de estudiar y vivir la vida.
Pero eso no funcionó.
Para empezar, su padre dijo que dejaría de darle dinero inmediatamente si no estudiaba negocios como él quería. Y... lo hizo.
La única vez que Valerie decidió rebelarse un poco, no le salió bien.
Pero estaba forjando su propio camino, así que si Janice quería darle los peores casos, ¡bien! Iba a ser la nueva superheroína Mujer Maravilla de Nueva York para esos niños.
Encendió el ordenador y empezó a trabajar, revisando casos y creando listas de tareas pendientes para cada asunto asignado.
Sus ojos se entrecerraron con especial interés cuando vio que, en una semana, tendría que involucrarse en el reajuste de la vida de una niña que tendría que volver a vivir con sus padres.
Rápidamente, Valerie salió de su oficina para preguntarle a Valentina qué sabía sobre los padres de esa niña cuando casi se choca con ella.
—¡Mierda! —Al llevar tacones altos, Valerie casi se cae; por poco no logra apoyarse en la pared—. ¿Todo bien?
Valentina se dio la vuelta y suspiró.
—¡Estoy harta de que estos gamberros estropeen mi coche! —se quejó, echándose el pelo hacia atrás.
Valerie hizo una mueca.
—¿Los que rajan las ruedas? ¿Han vuelto?
Tina tenía razón en estar enfadada. Un grupo de chavales había empezado a coger la costumbre de ir al aparcamiento y pinchar, de manera aleatoria, las ruedas de los coches.
Una vez incluso robaron un coche, y fue entonces cuando todos nos asustamos. Contrataron a dos guardias de seguridad más, pero eso no parecía ser suficiente.
Valerie se mordió el labio.
—Vaya. Eso significa que ninguno de nuestros coches está a salvo —Valerie pensó en su Chevy y jadeó—. ¡Mi bebé! Tengo que mover mi coche a un lugar más seguro, ¡no puedo arriesgarme!
Valerie hizo una mueca.
Valentina arqueó una ceja.
—¿En fin? Ayer mismo me estabas diciendo que querías que un bombero te atara a su manguera…
Su amiga se rio.
—Pero no dirías que no si se te acercara uno de verdad, ¿verdad?
—¡Claro que sí! —Levantó la nariz, pareciéndose a su elegante madre—. Tengo demasiada clase para…
—Tu coche, cariño.
—¡Ah, sí! —Preocupada, Valerie se apresuró a comprobar su coche, esperando que estuviera bien.
El sonido de sus tacones resonó por el aparcamiento mientras caminaba hacia su coche. Estaba al final de una fila de unos quince coches más, y Valerie suspiró aliviada cuando lo vio.
Era de un rojo brillante. Relucía especialmente por la lluvia de la mañana.
Levantó el brazo para abrirlo pero se detuvo, frunciendo el ceño mientras miraba atentamente el coche.
Una persona con capucha estaba escondida detrás, en la parte del copiloto.
Valerie se quedó paralizada, con el estómago encogido mientras lo miraba con miedo.
—Oh, no... —susurró. Los que rajan las ruedas. Uno de ellos estaba intentando robarle su coche.
Con la mano temblorosa, buscó rápidamente en su chaqueta su teléfono para llamar al 911. No iba a dejar que se escapara.
Iba a hacer que encerraran a ese ladrón de coches y rajador de ruedas. Se agachó para que no la viera, sosteniendo el teléfono contra su oreja.














































