¿Por qué quiero este trabajo? Porque mi hermana está en un hogar de acogida. Porque estoy sin blanca y no encuentro un trabajo bien pagado. Y porque estoy seriamente al borde de un colapso si las cosas no empiezan a mejorar pronto.
El Sr. Reed me abre los ojos, y el cuerpo, al mundo tácito de la Academia. No puedo negarle nada. Él me posee, y lo sabe.
Pero alguien más lo sabe. Alguien decidido a acabar con los dos.
¿Sobreviviré lo suficiente para salir con el corazón intacto?
Libro 1
—Toma asiento.
El corazón se me sube a la garganta mientras me adentro lentamente en su despacho. No debería estar aquí, lo sé. Pero como no tengo otra opción, hago un verdadero esfuerzo por no abandonar esta idea.
El hombre que está detrás del escritorio de ébano no me quita los ojos de encima cuando me acerco a la silla de cuero que tiene enfrente. Tiro de los extremos de mi minifalda y, vacilante, hago lo que me dice y cuadro los hombros.
Su alta figura, vestida con un impecable traje negro a medida que se amolda perfectamente a su musculoso cuerpo, se cierne sobre mí como la amenaza de alguna oscura y retorcida promesa en la que no me atrevo a pensar.
Lo cual es irónico, considerando que yohe sido la que ha estado esperando a que se presentara hoy a esta entrevista. Como mínimo, debería parecer más arrepentido. Es como si el pequeño error que cometí antes fuera el mayor pecado conocido por la humanidad.
Estaba fumando delante de la Academia cuando llegó, estaba hablando por teléfono con mi hermana, que estaba enferma. Hoy no ha ido a clase y me preocupa que su madre adoptiva no la esté cuidando bien. Una razón más para estar aquí, en esta entrevista, a pesar de que este hombre es un gilipollas arrogante.
Cuando le vi acercarse al edificio, tiré accidentalmente la colilla al suelo al fallar la papelera. Y estuve a punto de mandarle a la mierda cuando me exigió que la recogiera en un tono tan hostil que me pareció ácido puro derramándose de sus labios al fondo de mi garganta.
Mi actitud tampoco ayudó, lo admito. Pero la verdad es que no controlo cuándo sale la zorra desvergonzada que llevo dentro. Sin embargo, ahora que estamos aquí, en el reducido espacio de su despacho, las sombras que nadan en sus ojos verde bosque hacen que quiera pensarme dos veces las palabras que salen de mi boca.
El Sr. Reed, así lo llamó su secretaria cuando me hizo pasar a su despacho, está sentado frente a mí, sin rastro de diversión en el rostro. Sus ojos se entrecierran al mirarme, y unos mechones de pelo oscuro se le mecen suavemente en la frente por la brisa que entra por la ventana abierta detrás de él.
Al mismo tiempo, me llega un aroma sutil y decadente, almizcle y musgo de roble, y un toque de algo más fresco, algo embriagadoramente bello, y sé que emana de su caro traje.
Hay una carpeta fina abierta en el escritorio frente a él. Pero no es mi currículum. Así no es como te invitan a una entrevista como esta.
Llevo tres meses sin trabajo, desde que me despidieron de la peluquería de la esquina en la que trabajé durante años por algo que ni siquiera fue culpa mía, y encontrar un nuevo empleo ha sido casi imposible.
Han sido tres meses de innumerables entrevistas, rechazos y humillaciones. Tres meses durmiendo en sofás y pidiendo dinero prestado a amigos que no tengo ni idea de cómo devolver.
No tengo ahorros. Cero. Nada. En una ciudad como Nueva York, no se puede ahorrar dinero. No cuando ganas 15 dólares la hora y tienes indirectamente una niña a tu cargo.
Así que cuando escuché a dos chicas en un café hablando de la Academia, supe que este trabajo era probablemente mi única oportunidad real de ayudar a mi hermana y mantenernos a las dos. Las chicas me presentaron a alguien que conocía a otra persona, que acabó por hacer llegar mi nombre y mis datos de contacto a las personas adecuadas.
Y, bueno, aquí estoy.
Los ojos del Sr. Reed recorren mi cuerpo y una comisura de sus labios exuberantes y simétricos se levanta en una sutil sonrisa. No de las buenas.
Intento tragar, pero mi garganta está hinchada y no quiere funcionar. Parece que con este tipo no hay cortesías. Pero me parece bien. A mí tampoco me apetece ser agradable.
—Así que, señorita... Beauvoir —me dice, su mirada brilla con algo que no puedo identificar—. ¿Qué la trae por aquí hoy?
Mi nombre suena aborrecible saliendo de sus labios. Intento que no me afecte. Si quiere dureza, se la daré.
—Está claro que quiero el trabajo —le digo con firmeza.
Su mirada esmeralda me lame a fuego el pecho mientras aprieta la mandíbula, y hace una pausa antes de volver a hablar.
—Tal vez no me he explicado bien. Le estoy preguntando por qué lo quiere, Srta. Beauvoir.
—Me llamo Evelyn —le corrijo, con una pizca de orgullo por no habérselo puesto más fácil a él que a mí.
Pero su pregunta, una pregunta válida, se interpone entre nosotros. Miro por la ventana y me muerdo el labio, tragándome las lágrimas.
¿Por qué quiero este trabajo? Porque mi hermana está en una familia de acogida. Porque nuestra madre drogadicta no puede cuidar de sí misma, y mucho menos de una niña de diez años. Porque estoy sin blanca y no encuentro un trabajo bien pagado. Y porque estoy seriamente al borde del colapso si las cosas no empiezan a mejorar pronto.
Pero no digo nada de eso, por supuesto. En lugar de eso, me conformo con la única respuesta que probablemente nunca deberías dar en una entrevista de trabajo. O, al menos, en una entrevista de trabajo normal.
—Necesito el dinero. —Me encojo de hombros, tratando de actuar con indiferencia mientras él me mira como si esperara que dijera algo más. Pero no tengo nada que añadir. Es todo lo que digo.
—¿Ha trabajado antes en este sector?
Sacudo la cabeza. La industria es legal desde hace pocos años. Antes de perder mi trabajo, nunca pensé que seguiría este camino. Sobrevivía, a duras penas, pero sobrevivía. —No lo he hecho, pero... sé qué hacer.
—¿Ah, sí? —Inclina la cabeza, evaluándome.
—Bueno, quiero decir, he... hecho cosas antes. En mis relaciones.
—¿Cómo qué?
Un sofoco me atraviesa la cara como un rayo ante la pregunta. Demasiado íntimo. Demasiado... perverso. Y sin embargo, estoy aquí porque así lo he elegido. Y sé que voy a tener que responder.
—Como... em... --- —empiezo, pellizcándome el pulgar muy, muy fuerte mientras evito por completo su mirada penetrante—. Mamadas. Y-y...
—¿Sí?
Oh, Dios. Este puede ser el momento más embarazoso de mi vida. Me pellizco el pulgar con más fuerza y pienso en mi hermana. A la mierda mi dignidad. Bea me necesita.
—Y tengo práctica por la puerta trasera.
¿Puerta trasera? ¿Quién carajo dice «puerta trasera»? Oh, Dios. Esto debe ser un mal sueño o algo así. Seguramente, si puedo despertar de esto...
Pero entonces asiente, completamente imperturbable. Y me ordena hacer lo inimaginable, aquí y ahora. —Desvístete para mí.