Marcello Mafia - Portada del libro

Marcello Mafia

Belle Dowson

Otro chupito de whisky

HAYLEY

Hayley se sentó en silencio mientras Luca hablaba por teléfono en italiano. Intentó controlar su respiración mientras observaba el bar. Estaba bastante tranquilo.

Había una cantante, una mujer. Mantuvo su atención en ella: era increíble cómo cantaba. Toda ella era muy expresiva.

Luca, por su parte, no dejaba de mirar a Hayley. Vio cómo jugueteaba involuntariamente con una pulsera repleta de dijes en su muñeca derecha.

Intentó averiguar de dónde salía aquella chica que se había enfrentado a él con tanta audacia; la misma chica que había sido capaz de descubrir a los hombres que le habían engañado; a la chica que parecía estar fascinada por Evelyn, la cantante.

Frankie estaba poniéndole al día a Luca sobre la limpieza del estudio, un asunto que tendría que tratar en algún momento con Hayley. Colgó y la miró durante un par de segundos.

Con los labios fruncidos, se quedó mirándola. Podía notar que estaba nerviosa, esa bravuconería y atrevimiento que tenía al principio parecía haber desaparecido hace tiempo. Tal vez le tenía miedo.

Tal vez, empezaba a ser consciente de su lado oscuro. La idea hizo reír a ese demonio que albergaba en su interior, al monstruo que podía llegar a ser.

—Hayley.

Su voz la sacó de su ensimismamiento, sus ojos se fijaron en los de él: color chocolate oscuro. Era un hombre guapo. No podía negarlo, pero le daba miedo. Se le revolvió el estómago al pensar en los tres disparos.

—¿Están muertos? —preguntó en voz baja, aunque ya sabía la respuesta.

Él asintió una única vez con solemnidad. Entonces, sintió que se descomponía al verle dar un sorbo al caro whisky que el camarero había traído para cada uno.

Cogió el vaso y se tragó de una todo el licor áspero hasta sentirlo en el fondo de la garganta. Este hombre había matado a gente y todo porque la habían engañado.

Luca no dijo nada; tan sólo observaba cómo le temblaba la mano mientras dejaba el vaso vacío sobre la mesa y su cara bonita hacía una mueca por el sabor amargo del whisky. Sus ojos azules se clavaron en los de él, y pudo ver cómo le brillaban de miedo.

—¿Vas a matarme? —preguntó débilmente.

Luca se rió a carcajadas. —¿Asustada ahora? ¿Bella? —Mantuvo su tono bajo, para que el miedo creciera en ella. Sonrió antes de darle otro sorbo a su whisky.

—Pensé que podías cuidar de ti misma.

Hayley sintió vergüenza al recordar lo confiada, audaz y valiente que había sido con él anteriormente. Pero claro, antes de que él admitiera que era jefe de la mafia, antes de que ella le oyera matar a tres personas.

Entonces Hayley se sacudió y se recompuso. Si iba a matarla, ¿por qué dejar de ser valiente ahora? Podía ser audaz y estar segura de sí misma sin demostrar el miedo que sentía.

—Puedo hacerlo. —el tono fue muy silencioso y más débil de lo que Hayley hubiera querido. Luca miró al camarero y éste le trajo otro whisky.

Esta chica le desconcertaba, le intrigaba. Le había dicho lo que era, estaba seguro de que le había oído matar a esos gilipollas, y sin embargo seguía ahí sentada, contestándole pero sin la valentía de la otra noche.

—¿Vas a matarme? —repitió. Sus palabras salieron con propósito.

Sus cejas se alzaron mientras observaba cómo ella bebía del vaso.

—Podría estar matándote ahora. —Luca miró el vaso.

Hayley se apartó el vaso de la boca y lo miró con escepticismo. Su corazón empezó a acelerarse. Él tenía razón. Era un jefe de la mafia; ahora mismo podría estar envenenándola.

Supuso que sería una forma menos desagradable. Tal vez era un bastardo sádico y le gustaba ver a la gente morir lentamente.

—Si lo hiciera, no podrías salir corriendo —habló con frialdad, sus ojos se clavaron en los de ella. Ella se dejó llevar por su intensidad, su fría mirada la atrajo—. No saldrías viva de aquí, bella.

Hayley respiró entrecortadamente, apretó los labios y levantó la copa hacia él. Luca enarcó las cejas al observarla, pensando que era demasiado guapa.

—Bueno, entonces, por la vida, o lo que queda de ella. —Y así, Hayley se bebió de un trago lo que quedaba en el vaso.

Luca nunca se había dejado impresionar por nadie. Pero, esta mujer le estaba sorprendiendo de verdad.

Hayley estaba temblando mientras colocaba de nuevo el vaso en la mesa, pero antes de hacerlo miró al camarero para que le trajera otra copa y éste le asintió.

Miró a Luca. Esta mujer estaba loca. Acababa de insinuarle que la estaba envenenando y, sin embargo, ella aceptó el veneno sin dudarlo.

—Aunqueme estés envenenando, Luca… —la boca de Luca se torció al oírla decir su nombre—. Puedo por lo menos disfrutar de la bebida.

—Oh, ¿así que eres el tipo de chica que sólo vive una vez, Hayley?

¿Por qué se le aceleró el corazón cuando dijo su nombre? El camarero puso delante de Hayley el vaso. Era la tercera bebida que pedía. Ella le dio las gracias y volvió a mirar a Luca.

—Tarde o temprano todos vamos a morir.

Observó cómo ella se llevaba el vaso a los labios y daba un pequeño y delicado sorbo antes de mirarlo a los ojos.

Luca se rió de lo mucho que esas palabras se hacían eco del mantra de su tío: «Los hombres de la mafia no pueden vivir eternamente». Creció con aquellas palabras.

—¿Beberías voluntariamente el veneno?

Ella negó con la cabeza, y él se fijó en cómo se movían de un lado a otro sus rizos morenos que estaban sueltos. Después le dio otro sorbo al whisky.

—Ya me había bebido el primer vaso, Luca —dijo ella, levantando la ceja al pensar en el primer sorbo.

Luca se limitó a escucharla, perdido en sus hipnóticos, aunque ahora vidriosos, ojos azules.

—Como dijiste, no hubiera podido huir, por lo que tenía pocas opciones. Así que en lugar de luchar contra la muerte, me permití disfrutar de la costosa bebida y la increíble...

Su mente la detuvo antes de decir la palabra «compañía», y miró a la cantante, pero Luca no apartó los ojos de Hayley.

—Cantante —añadió, mientras la cantante entonaba una canción popular que había cambiado para que fuera casi irreconocible.

—Es buena, una de las mejores. Sólo contrato a los mejores —explicó.

Hayley asintió mientras tomaba otro sorbo de su whisky. Todavía no estaba segura de si estaba envenenado o no, pero bebió su veneno de todos modos.

—¿Cómo te diste cuenta de que el crupier estaba barajando en falso? —preguntó a Hayley, su bella, cuyos ojos seguían mirando al cantante.

Estaba tan encantada con la presencia escénica de la cantante que prácticamente ignoró que Luca le estaba hablando. Giró lentamente la cabeza para mirarlo.

—Mi padre quería chicos. —Suspiró mientras dejaba su tercer vaso vacío sobre la mesa. El camarero fue a buscar otro vaso, pero Luca pudo ver que el alcohol estaba dejando a Hayley un poco achispada, así que le negó con la cabeza.

No quería tener que llevarla a casa ni que vomitara en la parte trasera de su coche. También quería que lo que dijera tuviera sentido, quería escuchar sus pensamientos, leerla por fin.

—Él y mi tío me enseñaron a jugar a los dardos, al billar y al póker. Incluso tuve que jugar al golf hasta que me planté.

Hayley se rió al recordar los buenos momentos que pasó con su padre y su tío y respiró profundamente; esa época ya había pasado. Negó con la cabeza y miró a Luca.

—Otra cosa que tampoco quería mi padre era que cayera en manos de tramposos y mentirosos. Me enseñó a detectar los crupiers falsos y todos los demás trucos de los tramposos —explicó.

—Tu padre te enseñó bien. —Luca terminó su primera copa, mientras ella asentía lentamente. —No te he envenenado, sabes —dijo simplemente.

Se sintió aliviada cuando él dijo esas palabras. Pero eso no la tranquilizó mucho; entonces, ¿cómo iba a matarla?

—Pero tú sabes quién soy y de qué soy capaz. —Luca habló en voz baja, con un tono oscuro.

—Yo no quería conocerte —dijo ella.

—Tengo el mismo sentimiento por ti, Hayley.

Sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral mientras él hablaba. La cantante seguía con sus canciones, llenando la sala con su hipnótica voz.

—Has ido a parar al hombre más poderoso de toda Nueva York. —comentó, negando con la cabeza.

—No te he dicho nada, Luca —contestó ella.

Tenía razón; él no sabía nada de esa chica, aparte de que estaba huyendo de alguien, alguien a quien temía más que a un jefe de la mafia que estaba, en estos momentos, sentado frente a ella. Esto despertó su interés.

—¿De quién huyes? —la interrogó, pudo ver el sufrimiento detrás de sus ojos, y observó cómo ella se colocaba un mechón del cabello detrás de su oreja.

—No huyo de nadie. —Se sorprendió de que él conociera su secreto.

—No me mientas, Hayley, Siobhan me ha dicho que estás huyendo pero no me ha dicho de quién.

Hayley miró a su alrededor, sintió que el espacio se hacía cada vez más pequeño. Podía sentir que le estaba entrando el pánico.

—Hayley… —murmuró Luca, haciendo que ella se centrara en él—. Si Siobhan te ha prometido seguridad, lo dice en serio —le prometió—. Ella siemprecumple su promesa, pero ¿de quién estás huyendo?

—Del pasado —fue todo lo que pudo decir, todo lo que se permitió a sí misma decir.

Esa respuesta nunca iba a ser lo suficientemente buena para Luca, pero eso era todo lo que estaba dispuesta a decir. Normalmente a él no le importaba por qué alguien necesitaba la ayuda de Siobhan o por qué alguien se escondía

Sin embargo, Hayley era otra cosa. Ansiaba saber quién la había hecho huir de su antigua vida. Sabía que al final llegaría al fondo del asunto.

—Te he oído matar, conozco tu secreto. ¿Vas a matarme? —exigió saber.

La mujer dinamita volvía a estar de vuelta, su fuego le hizo reír ligeramente.

—Hayley. —su voz era profunda, suave, y provocó en Hayley algo que sólo una voz había conseguido antes, lo que hizo que su estómago se revolviera, pero su mente se mantuvo cuerda aunque estuviera nublada por el alcohol.

—No te he traído aquí para matarte.

Ella suspiró y sonrió al escucharlo. Luca también sonrió. Pero ella estaba asustada: esto era lo que él quería, ¿no? Alguien le había faltado al respeto y ahora ella sabía que no debía meterse con él.

—¿Otra copa? —le preguntó al notar que estaba más tranquila que antes.

Ella asintió lentamente, y el camarero se fijó rápidamente en Luca y trajo dos vasos más.

Hayley estaba más relajada ahora que sabía que Luca no iba a matarla, al menos hoy. Volvió a mirar a la cantante; le habían iluminado mientras cantaba con encanto.

—Realmente te gusta, ¿verdad? —Luca había traído a muchas mujeres, pero ninguna había quedado tan encantada con Evelyn como Hayley.

Ella sonrió y asintió mientras aplaudía el final de la canción. Evelyn comenzó otra, y Hayley se volvió para mirar a Luca.

—Es porque canta desde el corazón. —Hayley podía sentir su cara radiante—. Me encanta la música, me encanta cómo puede hacerte sentir cualquier cosa. Es maravillosa.

Hayley sonrió a Luca, cogió su bebida y dio un sorbo. Luca hizo lo mismo.

—Lo que sea de lo que huyas no te alcanzará —prometió.

Hayley respiró profundamente.

—No necesito protección —le recordó, y él sonrió mientras veía cómo le daba otro largo trago a su whisky antes de dejar el vaso para hablar.

—Te guste o no, trabajas para mí...

Hayley negó con la cabeza.

—No, yo trabajo para Siobhan —contraatacó mientras cogía su vaso y daba un trago.

—Y yo soy el socio silencioso de Siobhan, le doy protección a ella, a su club y a sus empleados.

Luca siempre había jurado cuidar de su madrina y de su imperio Veneciano. Tenía enemigos y sus clubes eran un objetivo importante, ya que allí estaba gran parte de su familia y era donde se hacían la mayoría de los negocios.

Hayley estaba en el imperio de Siobhan, y eso significaba que tenía que protegerla a ella también, aunque una parte de él deseaba hacerlo. Se quedó mirándola con atención cuyos ojos vagaban entre él y Evelyn.

Era impresionante, fogosa y valiente y aquellas características no solían gustarle en una mujer, pero en Hayley era diferente.

Creía que en algún lugar bajo su valiente fachada había una chica rota que necesitaba protección, y una parte de él quería ser ese héroe, el que la cuidara.

Sin embargo, se recordó a sí mismo que no podía, no porque no la deseara. Simplemente no quería hacerle daño. Un hombre Marcello nunca podría amar, nunca.

—Hayley. —su tono era firme mientras la miraba, y ella dejó de respirar por un momento cuando le escuchó decir su nombre, pero enseguida se recompuso.

¿Qué la hacía sentir así? Lo cierto es que este hombre era peligroso pero muy sexy. Una parte de ella sabía que debía correr en dirección contraria; no podía enamorarse de un hombre como él. Otro igual no.

Mataba gente, estaba orgulloso de su estilo de vida, y Hayley tenía que luchar contra lo que su cuerpo intentaba hacerle sentir.

—Creo… —Luca metió la mano en el bolsillo de su pantalón—. Que será mejor que te devuelva esto.

Colocó su fiel navaja sobre la mesa. Ella la recogió lentamente y la guardó con cuidado en su propio bolsillo.

—Te llevaré a casa.

Asintió mientras se bebía de un trago lo último que quedaba antes de aceptar su mano y que le ayudara a levantarse.

Hayley se puso la chaqueta de cuero y él le puso la mano en la parte baja de la espalda y la condujo al exterior, donde Nic los esperaba en el todoterreno negro. La ayudó a subirse al coche y habló en voz baja con su primo.

El resto del viaje estuvieron callados. Miró la ciudad por la que Nic conducía con éxito. La mente de Hayley daba vueltas.

Había creído que Luca iba a matarla, había bebido demasiados vasos de whisky para ser mediodía, y ahora estaba segura de que él le provocaba algo; algo que juró que nunca volvería a sentir.

Pero, sabía que no podía dejar que esos sentimientos se manifestaran. Luca era peligroso, y ella no iba a salir perjudicada de nuevo. Además, como él dijo, ella era su empleada.

Luca ayudó a Hayley a salir del coche. La sujetó por la cintura mientras ella ponía la mano en su hombro para estabilizarse, el alcohol se le subió ligeramente a la cabeza.

Vio cómo sus inocentes ojos azules le miraban. Él utilizó su mano libre para apartarle el pelo de la cara. Su corazón se aceleró.

La acercó a él, quería sentir el contacto de sus labios, el tacto de su piel. Maldita sea, no le importaban las consecuencias: quería todo de esa mujer.

Hayley supo lo que se avecinaba cuando los dedos de él movieron el rizo suelto que cubría su cara y le rozaba la cara. Supo cuáles eran sus intenciones cuando sintió cómo la acercaba a él.

Una parte de ella quería ser imprudente, quería ser estúpida y libre. Pero ella no era esa chica. Hayley tenía un historial y le habían hecho daño; el único hombre al que había amado la dejó sin siquiera despedirse, y desde entonces nunca había estado con otro chico.

Luca no iba a ser el héroe que ella necesitaba. No iba a ser el sanador de su corazón, sino el demonio que lo arruinaría.

—No dejaré que me toques, a menos que lleve una pluma —le recordó una norma que su madrina había impuesto en el Veneciano.

—Adiós, Luca —Respiró antes de dejarlo junto al coche, en la acera, mientras abría el portal de su edificio.

Una vez que entró, cerró la puerta de golpe y apoyó la espalda en ella. Controló su respiración y cerró los ojos.

El arrepentimiento la invadió. Una parte de ella, una parte imprudente, lo deseaba. No podía tenerlo, pero mantenerse alejada de él empezaba a ser imposible.

Luca suspiró al ver a Hayley entrar corriendo en el edificio de apartamentos. El bastardo egoísta que llevaba dentro deseaba a esa preciosidad, y a cualquier precio. Su lado egoísta no le importaba hacerle daño.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea