Kachi Okwesa
Coral
—Nikolai, no puedes hacerme esto —exclamó Coral.
—Acabo de hacerlo. Fuera.
—Nikolai, estoy embar... —Nikolai la cortó.
—Fuera. Deja toda tu ropa, tus zapatos, tus coches, bolsos, y todo lo que mis tarjetas de crédito te hayan pagado aquí. Sal de esta casa sólo con lo que llevas puesto.
Coral se quedó mirándolo, atónita.
Nikolai pasó junto a ella, rozando a propósito su hombro con el de ella, tratando de intimidarla.
Se sentó en la cama, pensando en qué demonios acababa de pasar. ¿Cómo podía creerse más una maldita foto que a ella?
Cogió el teléfono del bolso y marcó el número de Alice. Sonó ocho veces antes de saltar el buzón de voz. Volvió a marcar; esta vez, al cuarto timbrazo, Alice descolgó el teléfono.
—Hola, chica, ¿qué pasa?
—No tengo casa.
—¡Qué! Vives en un palacio.
—Nikolai quiere el divorcio. ¿Puedo quedarme en tu casa hasta que se calme?
—Mi habitación de invitados está llena, lo siento.
—Oh.
—Pero te lo merecías. ¿Tu marido tiene una aventura y ya no quiere saber nada de ti? Bueno, eso te pasa por creerte mejor que nadie, ¿no?
Sin titubear, Coral colgó la llamada y marcó el número de Mery. Al primer timbrazo, descolgó el teléfono. —Hola. ¿Por qué has tardado tanto? Llevo una eternidad esperando esta llamada.
—Llamé a Alice y ¿sabes lo que dijo la muy perra?
—¿Que eres una zorra por llamar a esa idiota antes que a tu mejor amiga?
—Lo siento, la A va antes que la M, Mery.
—Entiendo. ¿Qué te dijo la muy perra?
—Me dijo que merecía que Nikolai se divorciara de mí.
—Espera un minuto, ¿qué quieres decir con que Nikolai se divorcie de ti?
—Cree que le he sido infiel.
—¿Es por esa foto?
—¿Cómo lo sabes?
—A ver, salió ayer en las noticias. ¿Nikolai y tú no veis las noticias?
—¿No crees que habría sido una buena información para darme esta tarde?
—No eres tú, ¿verdad?
—Obviamente no.
—Puedes venir a vivir conmigo y Vivek. Cuando consigas un trabajo estable, dominaremos el mundo.
—No puedo. Me dijo que me fuera a algún sitio donde no pudiera encontrarme o me demandaría.
—¿No me digas que vas a huir de Nikolai? Ya sabes lo impulsivo que es. Puede que ni siquiera haga nada.
—No tengo elección.
—Te daré mi billete a Europa entonces, y podrás vivir con mi primo allí.
—¿Hablas en serio?
—Sí, sal de esa casa. No quiero que Nikolai os haga daño a ti o al bebé, ¿vale?
—Vale, voy para allá.
Coral entró en el vestidor y buscó algo de ropa que no indicara que venía de una casa demasiado cara. Se puso unos vaqueros y una camiseta negra.
—¿No te dije que dejaras tu ropa aquí?
—Nikolai, son sólo algunas cosas.
—Coral, vete. Mirarte ya me resulta hasta asqueroso.
Coral cogió la maleta. Al pasar junto a él, le dio un ligero beso en la mejilla y sus músculos se tensaron.
Se quitó el anillo Bvlgari de 12 millones de dólares que él le había puesto en el dedo el día que le hizo la promesa que ahora estaba rompiendo.
—Toma, me lo diste prometiéndome que siempre confiarías en mí, pero has hecho todo menos eso. —Le entregó el anillo.
—Quédate con el anillo.
—No, gracias. —Dejó caer suavemente el anillo sobre la cama y pasó junto a él.
Nikolai miró hacia la ventana; le dolía la garganta y le lloraban los ojos. Recogió el anillo de la cama y lo guardó en el cajón de la mesilla de noche.
—¿Adónde se dirige ahora, Sra. Giovanni, con una maleta? ¿Al aeropuerto? Llamaré a Stephen para que prepare el jet privado —le dijo su guardaespaldas Léon.
—No, voy a casa de Mery.
—¿Con una maleta?
—Sí, ya no soy la Sra. Giovanni, soy Coral.
—¿De qué está hablando? —volvió a preguntar.
—Nikolai quiere el divorcio.
—Vaya, lo siento.
—No tienes por qué no es culpa tuya.
—¿La llevo?
—No quiero que te despidan. Puedo coger un autobús.
—Léon, llévala a casa de Mery —dijo Nikolai al captar su conversación.
—No hace falta, Léon. —Coral sonrió
—Si sale de mi casa por su propio pie, estás despedido.
Léon la miró con ojos suplicantes.
—Está bien, puedes llevarme.
—¿Qué coche quiere coger?
—El Toyota Camry está bien.
—No, el Bugatti. —En ese momento, creyó que sólo intentaba hacerla sentir incómoda.
—En seguida. —Léon se dirigió rápidamente al garaje y tecleó el código de acceso.
Al poco rato, salió con el coche y Coral se dirigió hacia él con la bolsa a cuestas. Metió la bolsa en el maletero, subió también y el coche salió a toda velocidad.
Suspiró una vez más. Léon la dejó delante de casa de Mery. Era grande, pero no tanto como aquella en la que ella vivía.
—Hola, chica —dijo Mery y le cogió la maleta—. El vuelo es la semana que viene, así que por ahora te quedarás conmigo, ¿vale?
—Bien. Entonces, Mery, ¿cuán embarazada estoy?
—En una escala del uno al nueve, dos.
Coral suspiró y se sentó en el sofá. Vivek se sentó a su lado y la rodeó con el brazo. —¿Cómo está mi chica?
—Estoy bien.
—No lo parece.
—Hoy ha sido un día duro.
—Qué pena, olvídate de Nikolai, no te merece.
—Sí, Vivek tiene razón. Nikolai va a lamentar haberte pedido el divorcio y tú vas a descubrir quién es la chica que se hizo pasar por ti.
—Entonces le afeitarás la cabeza. Ella tampoco se merece tu impresionante pelo —dijo Mery haciendo reír a Coral.