Enamorada del Sr. Mafia - Portada del libro

Enamorada del Sr. Mafia

Goldy Lomotey

Capítulo 3: Cena en un restaurante

BIP, BIP, BIP.

Suspiré mientras salía del baño para ir a apagar la alarma. Me giré hacia la cama con una sonrisa y comencé a caminar lentamente hacia ella.

Podría dormirme diez minutos más y nadie se daría cuenta. Ni siquiera estaba cansada; era solo el hecho de pensar en el instituto. Me daba escalofríos.

—No te atreverás.

Rápidamente giré la cabeza hacia la puerta para ver a Alessandro apoyado en ella.

—Eh... ¿Cómo…? —pregunté, acercándome a la cama.

—Tu madre me dejó entrar. Ella y tu padre se estaban yendo cuando vine a tocar el timbre.

»Me dijeron que te dijera que esta noche era su última noche en la ciudad, así que tenían que irse a ocuparse de algo —dijo Alessandro con despreocupación.

—Oh —dije con un lento movimiento de cabeza. Seguí avanzando discretamente hacia la cama, esperando en silencio que no se diera cuenta.

—No podrías ser espía con lo mal que se te da escabullirte hacia la cama —dijo Alessandro sacudiendo la cabeza.

—Lo que tú digas —resoplé, cruzando los brazos sobre el pecho.

—¡Vamos a llegar tarde al instituto si no os dais prisa! —escuché a Dimitri gritar desde abajo.

—¿Quién más está aquí? —pregunté con suspicacia.

—Giovanni y el resto de los chicos —dijo observándome atentamente en busca de una reacción. Me tensé cuando dijo Giovanni, pero lo disimulé con una mirada de soslayo y fui a mi armario.

Cuando terminé de vestirme, salí y me di cuenta de que estaba sola en la habitación, pero podía oír a los chicos abajo, gritándose entre ellos. Puse los ojos en blanco y fui a ponerme rápidamente los zapatos.

Eché un último vistazo a mi habitación para asegurarme de que lo tenía todo. Cuando me aseguré, me di la vuelta y me choqué contra un pecho duro.

Sentí que me caía hasta que unos cálidos brazos rodearon mi cuerpo y me ayudaron a recuperar el equilibrio. Abrí los ojos que había cerrado instintivamente y vi a Giovanni mirándome.

—Lo siento —dije entre dientes.

Desde nuestro encuentro en el pasillo, no habíamos hablado ni mirado en la dirección del otro, y sin embargo, aquí estaba de pie frente a mí con sus brazos alrededor de mi cintura.

—Solo vine a ver si habías terminado —dijo, aclarándose la garganta.

—Sí, he terminado —le afirmé.

Asintió lentamente con la cabeza, pero no retiró los brazos de mi cintura. Me mordí el labio mientras nos mirábamos profundamente a los ojos.

—Yo… siento lo de ayer —dijo en voz baja. Ayer, después del incidente, fuimos al parque, y yo me quedé hablando con Alessandro.

Le conté todo lo que pasó cuando Giovanni me persiguió, y me dijo que aunque Giovanni quisiera, nunca podía disculparse; simplemente no iba con él.

Los chicos conocían a Giovanni desde que iban en pañales, y nunca se había disculpado en su vida.

—Está… Está bien —dije lentamente.

De nuevo, asintió lentamente con la cabeza y desenvolvió sus brazos alrededor de mí.

—¡Nos vamos ya! —Alessandro gritó desde abajo.

Me aclaré la garganta torpemente mientras miraba a Giovanni a los ojos, preguntándome qué iba a pasar ahora.

—Deberíamos irnos —dijo, apartándose del camino.

Oculté la decepción en mis ojos lo mejor que pude y asentí con la cabeza antes de rodearlo y bajar las escaleras para ver a los chicos salir de casa.

Saludé a los demás antes de subir a mi coche y esperar a que todos me dijeran que podíamos irnos.

Cuando los chicos se subieron en sus motos y Giovanni en su coche, nos fuimos.

Nos detuvimos en un semáforo en rojo, y al hacer contacto visual con Giovanni supe que íbamos a hacer una carrera por «su» plaza de parking. En cuanto el semáforo se puso en verde, salí a toda leche y riéndome.

Pude ver cómo me alcanzaba por el espejo retrovisor y recé para conseguir la plaza de parking.

—Vamos, Lux —murmuré cuando Giovanni empezó a alcanzarme y pude ver el aparcamiento del instituto a la vista. Empecé a soltar el pie del pedal.

Giré bruscamente hacia el aparcamiento, seguido de cerca por Giovanni. Con un rápido giro de mi volante aparqué estupendamente en la plaza.

Salí del coche con una sonrisa triunfal mientras Giovanni aparcaba su coche junto al mío y los chicos aparcaban sus motos junto a su coche.

Giovanni se puso a mi lado y me tendió el brazo. Le estreché la mano triunfalmente y sonreí.

—No te pongas chula —dijo con un guiño.

—¿Dónde aprendiste a conducir así? —preguntó Alessandro.

—Solía hacer carreras callejeras —dije vagamente.

—¿Le tuv que pedir a papá el coche para que pudieras hacer una carrera con esta novata? —escupió una voz desde detrás de mí.

No tuve que girarme para saber que era la Barbie Malibú de Giovanni.

—No empieces nada que no puedas terminar —advirtió Alessandro.

Vi cómo ignoraba a Alessandro y se ponía delante de mí y de Giovanni. Sus ojos se dirigieron a nuestras manos, que seguían unidas, y rápidamente retiré mis manos de las suyas.

Barbie abrió la boca para decir algo, pero el timbre la cortó antes de que pudiera hacerlo.

Rápidamente cogí mi bolsa del coche y lo cerré antes de entrar en el edificio, dejando a los chicos y a Barbie detrás de mí.

***

Almuerzo.

Fui la primera persona en llegar a la cafetería, así que decidí buscar un sitio fuera. Me conecté los auriculares y apoyé la cabeza en la mesa.

Levanté lentamente la cabeza cuando sentí que alguien me daba continuos golpecitos, y mis ojos se fijaron en unos ojos azules como el hielo. Pude ver cómo se movían sus labios, pero no pude oír ninguna palabra que saliera de su boca.

Me arrancó los auriculares de los oídos y le miré con desprecio.

—Lo siento —murmuró—. Solo quería preguntarte algo antes de que vengan

los demás.

—¿Qué? —pregunté con suspicacia.

—¿Saldrías conmigo esta noche? —preguntó nervioso.

—¿No tienes novia? —pregunté despacio.

—No. Estoy aquí pidiéndote una cita a ti, a nadie más —dijo claramente.

Le miré con los ojos muy abiertos, pero a pesar del shock conseguí asentir con la cabeza. Giovanni sonrió y asintió también.

Pude oír la sonora risa de Alessandro y supe que los chicos se acercaban. La cara de Giovanni se quedó pálida cuando los chicos llegaron y se sentaron en nuestra mesa; me mordí la lengua para no decir nada.

Se acercó más a mí y apoyó su mano en mi rodilla, como para hacerme saber que estaba aquí.

Me mordí el labio para no sonreír y escuché y me reí mientras Alessandro contaba chistes cursis durante el resto de la comida.

***

Después del instituto.

—¿Ya estás preparada, cariño? Ya está aquí —dijo mi madre en voz baja.

—Bajaré en un segundo —respondí a través de la puerta.

—De acuerdo —dijo mi madre antes de marcharse. Me coloqué los pendientes y me puse un toque de pintalabios rojo cereza antes de coger el bolso y salir de mi habitación.

Respiré hondo mientras empezaba a bajar lentamente las escaleras. Toda la conversación se detuvo mientras mis padres y Giovanni me miraban con los ojos muy abiertos.

Me sonrojé profundamente mientras Giovanni seguía mirándome de arriba abajo como si no se creyera lo que estaba viendo. Me detuve en el último escalón y me mordí nerviosamente el labio.

—Espero que esto no sea demasiado. No me dijiste adónde íbamos, así que me puse cualquier cosa —despotriqué nerviosamente

—Es... Estás preciosa —dijo pasándose una mano por el pelo.

—Gracias —dije, sonrojada. Pasó a mi lado y cogió mi mano entre las suyas.

—Estás muy guapa, princesa —dijo mi padre, aclarándose la garganta.

—Gracias —dije, dándole un abrazo. Le besé suavemente la mejilla y me despedí de mi madre con la mano antes de salir de casa de la mano de Giovanni.

—Espera, no estaremos aquí cuando llegues a casa, Luna —dijo mi madre tras de mí.

Asentí como respuesta mientras Giovanni me abría la puerta del coche para que pudiera subir.

—Gracias —dije en voz baja cuando él mismo se había subido. Asintió con la cabeza y nos dirigimos hacia el lugar al que había previsto llevarme.

Empezó a reducir la velocidad cuando se detuvo frente a una cafetería antigua. No pude resistir la sonrisa que se abrió paso en mi cara ante lo bonita que era.

En cuanto entramos, el ajetreo de la cocina y el olor a patatas fritas me golpearon. Me cogió de la mano y me llevó a un reservado al fondo.

—Es precioso —dije mientras me sentaba y miraba a mi alrededor. Giovanni sonrió y se sentó frente a mí.

—Gracias. Es de mi familia —dijo mientras miraba el restaurante como si fuera la primera vez que venía.

—Hola y bienvenidos a Gio's. ¿Estáis listos para pedir? —preguntó la camarera sin levantar la vista.

—¿Qué me recomiendas, Bebe? —preguntó Giovanni con una sonrisa en la cara.

La camarera levantó la vista de su bloc y sonrió alegremente a Giovanni. —Ciao figlio —dijo mientras abrazaba a Giovanni.

—Hola, mamá —dijo, sonriendo y devolviéndole el abrazo.

—¿Quién es esta hermosa joven? —preguntó su madre, sonriéndome cálidamente. Me mordí el labio y bajé la mirada, de repente me sentí nerviosa y temerosa de no gustarle.

—Gracias. Soy Luna —dije inquieta.

—Soy Bebe, y no tienes nada que temer —dijo ella con una cálida sonrisa.

Me mordí el labio y sonreí nerviosamente.

—¿Eres alérgica a algo? —preguntó Giovanni.

—No —dije, negando con la cabeza.

—Traeré lo de siempre —dijo Bebe con un guiño antes de alejarse.

—Lo siento —susurré, repentinamente avergonzada.

—¿Por qué lo sientes? —preguntó con curiosidad.

—Acabo de avergonzarte delante de tu madre —dije, mirando a la mesa.

—No has hecho nada malo. Mi madre no deja que nadie la llame Bebe, y sin embargo se ha presentado así a ti —dijo Giovanni, sonriéndome.

—De acuerdo —dije en voz baja.

—Aquí tenéis —dijo Bebe mientras colocaba nuestra comida delante de nosotros.

—Gracias —dije, sonriéndole.

—De nada —me devolvió la sonrisa—. Es un tesoro —le susurró a Giovanni con un guiño.

Miré mi comida y me sonrojé profundamente.

—Así que patatas fritas y una hamburguesa es lo habitual, ¿eh? —bromeé con una pequeña risita. Giovanni sonrió tímidamente y se rascó la nuca con nerviosismo.

—¿Quieres algo más? —preguntó Giovanni, preparándose para volver a pedir. Negué rápidamente con la cabeza y me metí una patata frita en la boca.

—Estas son las mejores patatas fritas que he comido nunca —gemí mientras comía un poco más. Abrí los ojos y lo vi retorciéndose incómodo en su asiento.

—Disculpa —dijo mientras se levantaba rápidamente y se alejaba. Me encogí de hombros y seguí comiendo mis patatas fritas hasta que se acabaron.

Miré a mi alrededor para buscarlo, y cuando me aseguré de que no venía, me acerqué a una de sus patatas fritas.

—Me debes una patata frita —dijo Giovanni desde detrás de mí.

Dejé caer su patata frita mientras me sobresalté de la sorpresa.

—Lo siento —dije, mirando mi plato.

—No pasa nada —dijo, sentándose de nuevo frente a mí.

—¿Por qué te fuiste? —pregunté, cambiando de tema.

—Solo tenía que ir al baño —dijo sin mirarme. Asentí lentamente y cogí mi hamburguesa antes de darle un bocado.

—¿Tengo algo en la cara? —pregunté, dándome cuenta de que me estaba mirando.

—No. Es que la mayoría de las chicas no comerían delante de mí —dijo encogiéndose de hombros.

—Lo siento —dije, mirando mi plato.

—Oye, no tienes que seguir disculpándote —dijo Giovanni, cogiéndome la mano. Me rozó el dorso de la mano con el pulgar y no pude evitar sonreír ante esta faceta suya, tan dulce.

Levanté la vista y estudié su cara, para darme cuenta de que tenía ketchup en la comisura del labio. —Tienes ketchup justo aquí —dije, señalando el lado en el que tenía ketchup.

—¿Ah sí? —preguntó, limpiando el lugar equivocado. Sacudí la cabeza, me levanté y me senté a su lado.

Le limpié lentamente el ketchup de la mejilla y me detuve cuando apoyó su mano en la que aún tenía en la mejilla. Le miré delicadamente a los ojos y me sonrió.

Sus ojos se posaron en mis labios y empezó a inclinarse lentamente. Entonces, los cerré y me estremecí cuando sentí que nuestros labios se encontraron.

No pude evitar sonreír cuando nuestros labios se movieron perfectamente en sincronía. Nos separamos lentamente y me mordí el labio con nerviosismo.

—Maldita sea —murmuró Giovanni.

—Te quité el ketchup —susurré torpemente.

Giovanni se rió y asintió con la cabeza. —Gracias. Deberíamos irnos —dijo mientras se levantaba y me ayudaba a salir del banco corrido.

—Gracias —afirmé alegremente.

Giovanni asintió con la cabeza y empezó a salir de la cafetería. Saqué rápidamente un billete de cincuenta del bolso, lo puse sobre la mesa y perseguí a Giovanni.

—¿Qué pasó? —me preguntó mientras me abría la puerta del coche.

—Había olvidado algo —mentí a medias mientras me sentaba. Giovanni asintió en señal de comprensión y corrió hacia el otro lado antes de sentarse.

—Voy a llevarte a casa —dijo mientras salía del aparcamiento.

Nos quedamos en silencio mientras yo pensaba en todo lo que había pasado. Especialmente el beso: no podía creerlo y, sin embargo, tampoco podía dejar de pensar en ello.

—Te acompaño a la puerta —dijo mientras me ayudaba a salir del coche. Nos quedamos de pie, incómodos, uno frente al otro.

—Gracias por esta noche —dije suavemente, levantando finalmente la vista hacia él.

—Ha sido un placer —dijo, dedicándome una sonrisa. Me derretí cuando se convirtió en una sonrisa de oreja a oreja y no pude luchar contra la propia sonrisa que me salió.

—Que llegues bien a casa —le dije con dulzura. Asintió con la cabeza y empezó a caminar hacia su coche, pero se detuvo y se giró para mirarme.

Se acercó a mí, me cogió la cara con las manos y me besó profundamente. Le rodeé el torso con los brazos y le devolví el beso apasionadamente.

—Buenas noches, Luna —susurró Giovanni cuando nos alejamos. Le sonreí y le saludé con la mano mientras arrancaba y se iba a casa.

Cuando me di la vuelta para entrar, pude ver a Alessandro sentado en su porche mirándome con una gran sonrisa en la cara.

—Cuéntamelo todo mañana —dijo Alessandro antes de entrar corriendo en su casa.

Me reí en voz baja y entré en la mía con una enorme sonrisa.

—Mañana va a ser lo mejor —susurré mientras cerraba la puerta.

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