Entremedias - Portada del libro

Entremedias

Cristina C.

Capítulo 5

LAURIE

Jeremy me llevó a la pista de baile con determinación, sin mirarme ni una sola vez. Tomó el control y me puso la mano en la espalda.

Tenía que esforzarme a cada paso que daba para mantener el equilibrio con los tacones altos que llevaba.

No podía creer que un hombre como él se interesara por una mujer como yo. Casi volví a sentirme como una colegiala en su primer baile con un chico.

«Esto es irreal. Creo que todavía estoy soñando».

Nos detuvimos en medio de la pista de baile. La gente se apartó al ver al hombre que tenían delante.

«Debe ser importante si lo reconoce tanta gente».

Me miró un momento. Pensé que estaba esperando mi aprobación para cogerme, pero ese pensamiento se desvaneció cuando puso suavemente sus manos en mi cintura. Se me escapó un jadeo al sentir sus firmes manos sobre mí.

Dudé un momento, sin saber qué hacer a continuación. Me cogió suavemente las manos y las colocó detrás de su cuello.

Eso me hizo sentir aún más vulnerable ante él. Él mandaba y yo le obedecía como si estuviera en trance.

Nos movíamos al ritmo de la suave música de «Happier» de Ed Sheeran, sin que sus intensos ojos chocolate se apartaran de mi rostro.

―¿Te lo estás pasando bien? ―me preguntó de repente.

―Sí, es mi primera fiesta de máscaras. Es bonito e inusual. Hace que todo el mundo sea más misterioso ―respondí con una pequeña sonrisa, pensando en lo que acababa de decir.

Cuando estaba nerviosa, siempre hablaba sin pensar con claridad.

―¿Crees que soy misterioso? ―me preguntó con una sonrisa picarona.

―Tal vez ―bromeé. «Genial, estoy coqueteando con un hombre que no conozco. Oh Dios, soy tan estúpida».

―Si he de ser sincero, creo que eres muy misteriosa y guapa ―dijo con una sonrisa genuina.

―Gracias ―Sonreí, sintiendo que mis mejillas se sonrojaban.

―No te había visto antes. ¿De dónde eres? ―preguntó con sus penetrantes ojos clavados en los míos.

―Me mudé aquí con mi amiga hace un día. Ella tiene un trabajo aquí y yo tengo una entrevista el lunes. Vivíamos en California ―le informé amablemente.

Asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia alguien entre la multitud. Seguí sus ojos y vi que miraba a Macy y Michael, que nos miraban fijamente. Macy me saludó con una gran sonrisa.

«Oh cielos, esto es muy humillante».

―Veo que conoces a Michael ―dijo Jeremy cuando volvió a mirarme.

―Sí, bueno, aunque no desde hace mucho. Mi amiga Macy, que ahora baila con él, trabajará con él la semana que viene en su nuevo trabajo.

―Ya veo ―Sonrió.

―¿De dónde lo conoces? ―le pregunté.

―Compré mi nueva casa gracias al asesoramiento experto de Michael. No estaba contento con la casa que tenía y él me ayudó a encontrar la casa perfecta cerca del trabajo.

―Sí, es muy simpático y amable ―respondí.

Su mandíbula se tensó.

―¿Estás saliendo con alguien? ―me preguntó. Percibí un poco de oscuridad y posesividad en sus ojos marrones.

―Eso no es asunto tuyo ―espeté. Me mordí el labio y volví a mirar a una pareja que estaba a nuestro lado.

Levantó una ceja para desafiarme.

―Eres una luchadora. Me gusta ―Sonrió. Se detuvo frente a mí y levantó la mano para tocarme un mechón de pelo cerca del ojo.

―Creo que estás soltera ―dijo con la voz un poco ronca.

―Puede que sí, puede que no ―Sonreí, satisfecha con mi respuesta. Sentí que sus ojos estudiaban mi cara y desvié la mirada unos segundos.

―Tu cuerpo no miente ―me susurró al oído.

―¿Qué se supone que significa eso? ―le pregunté, molesta. Me miró con tanta pasión en sus ojos que me temblaron las piernas.

―Tu cuerpo me dice que me deseas tanto como yo a ti ―dijo en tono seductor.

Se me escapó un suspiro cuando la mano de Jeremy rozó mi mejilla.

―Quiero llegar a conocerte, Laurie. Me intrigas. Quiero ver a la mujer que hay detrás de esta máscara ―por un segundo pareció que me lo estaba suplicando, pero rectificó rápidamente.

Su postura cambió en cuestión de segundos, de la de un romántico desconocido a la de un hombre amargado. Algo en sus ojos cambió.

¿Fue porque no le contesté inmediatamente?

No lo sabía, pero no tuve ocasión de responderle, porque me miró por última vez y desapareció entre la multitud sin decir una palabra más.

Una extraña sensación se formó en mi estómago. Me recuperé de aquel extraño momento y volví hacia mi mesa, donde Macy y Michael estaban hablando entre ellos.

Estaba casi en la mesa cuando alguien me agarró de la muñeca y me detuvo.

―¿Pero qué...? ―casi grité, entonces mis ojos se posaron en el hombre que me había dejado en la pista de baile.

―¿Qué haces? Suéltame ―Luché por soltarme la muñeca.

―Lo siento. No quería hacerte daño. Solo quiero hablar, eso es todo ―dijo con una expresión de dolor en el rostro.

―Me dejaste en la pista de baile sin decir una sola palabra ―le dije, con la irritación creciendo en mi interior.

―Tienes razón; no fue justo por mi parte, pero tuve que hacerlo ―dijo.

―No te creo ―le dije.

Sus ojos se volvieron casi negros. Su mirada se quedó pegada a mi rostro. No me respondió durante unos segundos; se limitó a quedarse mirándome.

―No te conozco de nada. Eres un extraño que dice llamarse Jeremy, eso es todo lo que sé de ti. ¿Cómo puedo confiar en ti o creerte? ―le pregunté con firmeza.

―Hay una buena razón por la que no te mencioné mi nombre completo. Cuando las mujeres saben mi nombre, no muestran interés en el hombre que soy. Solo me quieren por mi dinero.

»Cuando no me dijiste el tuyo, lo entendí perfectamente. No confías en la gente tan fácilmente, y yo tampoco.

»Acompáñame un momento al pasillo, será un segundo y solo para hablar; aquí no podemos hablar en privado. Te aseguro que no te tocaré.

»No soy ningún maníaco. Te trataré con respeto ―dijo con una sonrisa genuina.

Asentí con la cabeza. Me tendió la mano, la cogí y dejé que me sacara de la fiesta. Cuando entramos en el pasillo, tropecé con mis tacones altos, pero los poderosos brazos de Jeremy me atraparon.

―¿Estás bien? ―preguntó preocupado.

―Sí, gracias. A veces soy un poco torpe ―Bajé la mirada hacia mis zapatos, odiándolos.

―Eres preciosa ―me dijo; cuando levanté la cabeza lo ví mirándome fijamente.

―No me mires así ―le dije, con las mejillas enrojecidas bajo su intensa mirada.

―¿Por qué? ―Sus preciosos labios se curvaron. Los ojos de Jeremy bajaron hasta mi escote y noté cómo se me erizaban los pezones.

«¿Qué poder tiene este hombre sobre mí?».

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