
Luchando por la libertad
El mundo de Kenzie Scott ya se está desmoronando: sus padres se divorcian y nada parece estable. Lo último que espera es enredarse con Clay Helms, el chico más problemático de la escuela. Es un luchador clandestino con el alma magullada y un genio explosivo. Pero cuando Kenzie se planta frente a él, algo cambia. Y cuando aparece en una de sus peleas, todo se transforma.
A medida que su conexión se profundiza, ambos se ven obligados a enfrentar el dolor que han enterrado. Sin embargo, el amor no lo arregla todo. A veces, solo te da una razón para luchar con más fuerza.
Capítulo 1
KENZIE
Odio los miércoles. Son como el lunes para todos los demás.
Los miércoles son un asco. Es el día en que me despierto en casa de mamá, pero me voy a dormir a casa de papá, o al revés. Mis padres no pudieron ser normales y dejarme quedarme en un solo sitio toda la semana.
Creo que les gusta hacernos la vida imposible a mí y a mi hermano pequeño, Logan.
Voy de mal humor hacia mi taquilla cuando alguien me da un empujón. —Imbécil —murmuro entre dientes, pero sigo caminando.
—¡Kenzie! ¡Eh! ¡Espera! —Logan grita por los pasillos, haciendo que la gente lo mire mal.
—¿Qué pasa, Logan? —digo con tono molesto cuando me alcanza.
—¿Me puedes llevar a casa de papá después de clase? —pregunta, sin aliento. Para ser futbolista, está en baja forma.
—¿No te lleva Hebert? —pregunto, abriendo mi taquilla.
—Es Hayden. —Logan pone los ojos en blanco. Sé cómo se llama su mejor amigo, pero me gusta fastidiarlo.
—Lo que sea. —Cojo mis libros y los meto en la mochila de cualquier manera.
—En fin, Hayden tiene una cita y ya sabes que no quiero hacer de sujetavelas. —Sonríe.
—Vale. —Acepto con un suspiro, cierro la taquilla de un portazo y me dirijo rápido a mi primera clase.
—¡Te quiero! —me grita Logan.
Levanto la mano y le hago una peineta cuando choco con otra persona.
—¡Venga ya! ¡Mira por dónde vas! —le digo enfadada a un enano de primero que sale pitando.
—Vaya. Das miedo, Kenzie —se ríe mi mejor amiga, June, acercándose a mí.
—Lárgate, Brad —le digo, dándole un codazo en el estómago.
—¿Qué mosca le ha picado? —le pregunta a June, pasándome el brazo por los hombros.
—Es miércoles, tonto —responde ella por mí, poniendo los ojos en blanco.
—Ah, lo siento, Kenz. Te lo compensaré. Lo prometo.
—¿Me invitas a comer? —pregunto, poniendo cara de pena.
—Vale. E incluso me sentaré contigo —acepta, dándome una palmada en el trasero al entrar en clase.
—¡Señor Roberts! ¡No permitimos ese tipo de contacto en este instituto! —le grita a Brad nuestra vieja profesora de Historia, la señora Holmes.
—¡No estaba tocando a nadie de forma inapropiada! —dice él en voz alta, levantando las manos.
—Lo he visto darle una palmada en el trasero a la señorita Scott —dice ella enfadada.
—Es mi novia. Le gusta —dice Brad con chulería.
Pongo los ojos en blanco y voy a sentarme al fondo del aula.
—Sí, claro. Como si Kenzie saliera con un cerdo como tú —se ríe June, sentándose delante de mí.
—Ay. Eso duele —dice Brad de forma dramática, agarrándose el corazón.
Como es tonto, se agarra el lado equivocado.
—En serio, señora Holmes, es mi amiga. Sólo le estaba dando ánimos —le dice Brad a la profesora, yendo a sentarse con sus colegas del equipo.
—¿Es esto cierto, señorita Scott? —me pregunta.
—Sí —digo en voz baja, apoyando la cabeza en el pupitre, deseando que esta conversación termine.
Gruño y levanto la cabeza para mirar a June. —Recuérdame otra vez por qué somos amigas de este tío.
—Porque le dio un empujón a Bill en el patio cuando te tiró del pelo en infantil.
—Menuda tontería —suspiro.
No presto atención mientras la señora Holmes empieza la clase. Cuando por fin suena el timbre, me levanto rápidamente y me dirijo a mi siguiente clase.
A la hora de comer, estoy hecha polvo. Todos mis profesores son unos plastas y los alumnos no son mucho mejores. Sólo tengo a June y Brad en Historia, así que normalmente me siento sola.
Mientras voy hacia la cafetería, paro en mi taquilla y veo a alguien intentando forzarla.
—¿Qué estás haciendo? —grito, yendo directa hacia él.
La persona se gira despacio y me mira con cara de pocos amigos. Retrocedo cuando veo quién es.
Clay Helms.
El famoso chico malo del instituto. Conocido por saltarse clases, discutir con los profesores y meterse en peleas. Lleva su sudadera negra con la capucha sobre su pelo oscuro. Sus ojos son de un bonito color verde; uno de ellos tiene un moratón que se está curando, pero aun así, está bueno.
—¿Qué? —me dice de mala manera.
—¿Por qué estás forzando mi taquilla? —le pregunto, acordándome de por qué estoy enfadada con él.
—Esta es mi taquilla —dice, abriendo la puerta en mis narices.
La cierro de golpe, casi pillándole la mano.
—¿Qué haces? —me grita.
—¡Deja de hurgar en mi taquilla! —le grito yo.
—Mira. Esta es mi taquilla. Lárgate —dice enfadado, abriendo mi taquilla otra vez.
—¿Por qué eres tan idio…?
—Kenzie. Esa no es tu taquilla —susurra June acercándose a mí.
—¿Qué? —digo, girándome para mirarla.
—La tuya está al lado de la suya —susurra, señalando la taquilla de al lado de Clay.
—Ah —digo, mirando mi verdadera taquilla y abriéndola rápidamente.
—¿No vas a disculparte? —susurra June, mirando a Clay.
—No —contesto, metiendo mis libros en la taquilla antes de cerrarla de un portazo.
Cualquier otro día, probablemente me habría disculpado, pero sigo cabreada, así que, que le den.
—¡No me puedo creer que le hayas gritado a Clay Helms! —dice June emocionada mientras nos sentamos en nuestra mesa de siempre.
—¿Has hecho qué? —pregunta Brad. Deja dos bandejas en la mesa, con cara de sorpresa.
—¡Pensé que estaba forzando mi taquilla! —digo, sintiéndome un poco avergonzada ahora.
—¡Qué pasada! —se ríe Brad.
—¿Qué les has dicho a tus colegas del equipo? —pregunta June.
—Les he dicho que me estaba tirando a Kenzie y que me ha obligado a sentarme con ella hoy.
Le doy una colleja y lo miro enfadada.
—¡Era broma! Les he dicho que te debía la comida —dice Brad, frotándose la nuca—. No entiendo por qué vosotras no os sentáis con nosotros. No son tan malos.
—Sí que lo son. Y las animadoras son simplemente... —digo, estremeciéndome.
—Hablando de animadoras, Jessica se ha ofrecido a venir esta noche. —Sonríe, y le pego otra vez.
Cuando suena el timbre, voy despacio hacia la clase de Química. Clay está en esta clase. No es que venga mucho. Pero como sé que está en el instituto, estoy preocupada por alguna razón.
Miro alrededor del aula y me siento aliviada cuando no lo veo. Voy a mi sitio de siempre, segunda fila por detrás.
El profesor de mediana edad, el señor Karlson, acaba de empezar la lección cuando Clay entra muy tranquilo.
—¿Por qué llegas tarde, Clay? —suspira el señor Karlson.
Clay no contesta y va a la mesa detrás de mí.
—Castigado después de clase —dice en voz alta, haciéndome reír un poco. Se lo merece por no haber forzado mi taquilla.
—¿Tienes algo que añadir, Kenzie? —me dice enfadado.
—¿Qué? —digo—. No he hecho nada malo.
—Deja de ser maleducada.
—No estoy siendo maleducada —le contesto.
—Tú también puedes ir al castigo —dice antes de volverse hacia la pizarra. Ahora estoy de peor humor, lo cual no creía posible.
Este profesor es un plasta. Saco el móvil del bolsillo y le mando un mensaje a Logan primero.
Pongo los ojos en blanco ante mi tonto hermano antes de mandar un mensaje al grupo de June, Brad y yo.
Antes de que pueda contestar, Clay le da una patada a mi silla. Aprieto los dientes y vuelvo a mirar el móvil, pero lo hace otra vez.
—¿Qué? —digo entre dientes, mirando por encima del hombro.
Él sólo señala con la cabeza hacia el frente de la clase, donde el señor Karlson me mira enfadado. Guardo el móvil en el bolsillo y finjo tomar apuntes. En realidad, sólo estoy dibujando.
Cuando por fin suena el timbre, cojo mis cosas y me dirijo rápidamente al edificio de Arte.
Mi última clase del día. ¡Yupi!
—Hola —le digo a la señorita Wilson, la joven profesora que, en realidad, es muy maja.
—¿Qué hay? —dice, recostándose en su silla.
Dejo caer la mochila en el suelo y me siento.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —pregunto mientras los otros cuatro alumnos de la clase empiezan a entrar.
—Pintar —dice con una sonrisa, haciendo que Erica se queje, porque odia los días de pintura.
Sonrío. Me encanta pintar. Probablemente, sea mi tipo de arte favorito.
—Quiero que pintéis a alguien que queráis —dice la señorita Wilson, poniendo los pies sobre su escritorio. Empieza a hablar sobre cuánto ama el amor.
Me río de sus palabras. El amor no existe. Supongo que quiero a Logan, aunque sea un pesado. Suspiro, pensando que tendrá que valer.
Cojo todo lo que necesito y empiezo. Estoy tan concentrada en la pintura que me sobresalto cuando suena el timbre.
—Puedes quedarte y terminar si quieres —me dice la señorita Wilson cuando me doy cuenta de que todos están casi listos para irse.
—No puedo. Tengo castigo —me quejo mientras recojo rápidamente mis cosas.
—Uy, chica mala. ¿Qué has hecho? —bromea, cogiendo mis pinceles por mí.
—El señor Karlson dice que tengo mala actitud —digo. Ella se ríe. A ella tampoco le cae bien.
—¡Buena suerte! —me grita mientras salgo corriendo del aula.
Entro de golpe en el aula de castigo y veo que hay bastante gente.
—¡Por fin, Kenzie! ¡Estaba pensando que iba a tener que ir a buscarte! —bromea Brad mientras me siento a su lado.
—¿Dónde está Logan? —pregunto, buscándolo por la clase.
—¿Lo han castigado? —pregunta Brad, con cara de confusión.
—Dijo que estaría aquí. —Me encojo de hombros.
—¡Brad! ¡Kenzie! Separaos ahora mismo —dice enfadada la señora Holmes al entrar. Suspiro por millonésima vez hoy y cojo la mochila para moverme dos filas atrás. No merece la pena discutir. Probablemente, acabaría con una semana de castigo si lo hago.
—¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí! —grita Logan desde la puerta, sin aliento. En serio, necesita correr más.
—Siéntate ya —suspira la señora Holmes, negando con la cabeza. Logan me sonríe y se sienta en el sitio donde yo estaba, al lado de Brad.
—Tienes pintura en el pelo —susurra una voz a mi lado. Miro y me sobresalto al ver a Clay sonriéndome.
—Cállate —le susurro enfadada.
—¿Por qué?
—Cierra el pico.
—Alguien está sensible.
Pongo los ojos en blanco y decido que lo mejor es ignorarlo. Saco mi cuaderno de dibujo y empiezo a dibujar una rosa. Una rosa se convierte en cuatro. Una de las cuales se está marchitando.
Cuando por fin nos dejan irnos, Logan se acerca a mí.
—¿Estás lista? —pregunta, mirando mi dibujo antes de que cierre el cuaderno rápidamente.
—Vámonos —digo.
—Dame las llaves. Te espero en el coche.
Le lanzo las llaves antes de ir a mi taquilla.
—¿Por qué tienes pintura en el pelo? —pregunta Clay, apoyándose en su taquilla.
—Estaba pintando, obviamente —digo como si fuera tonto.
—¿Qué estabas pintando?
—¿Por qué?
—Tengo curiosidad. —Se encoge de hombros, mirándome.
—Bueno, ya sabes lo que dicen. La curiosidad mató al gato —le contesto antes de alejarme.
—¡Pero la satisfacción lo resucitó! —me grita.
Una vez que Logan y yo llegamos a casa de papá, estoy agotada. Abro la puerta y voy directa a mi habitación. Dejo las cosas del instituto y me voy a duchar.
—¡Kenzie! ¿Papá está trabajando hasta tarde? —grita Logan a través de la puerta justo cuando me he puesto champú en el pelo.
—¡No lo sé! ¡Vete! —le grito.
—¡Normalmente, ya está en casa a esta hora!
—¡Lárgate! —grito. Lo oigo alejarse, dejándome terminar la ducha en paz. Me pongo el pijama y voy al salón.
—¿Aún no ha llegado? —le pregunto a Logan, que está tumbado en el sofá viendo la tele.
—No —contesta, sin apartar la vista de la tele.
—Qué raro —digo en voz baja, sentándome en el sillón cómodo. Papá siempre está en casa cuando llegamos. Es una de las cosas buenas de su trabajo.
Cuando papá aún no ha llegado a las cinco, pido una pizza para nosotros, asegurándome de usar su tarjeta de crédito. Le he mandado un par de mensajes preguntando dónde está, pero no ha contestado.
A las nueve, mientras Logan y yo vemos una peli de miedo, papá entra tambaleándose, besando a una mujer de pelo naranja chillón que le está quitando la camisa.
—¿Qué coño, papá? —grito, levantándome y lanzando un cojín sobre los ojos de Logan.
—¿Kenzie? Ay no. Lo siento mucho. Se me olvidó que era miércoles —dice papá, alejándose de la mujer.
—Ya, claro —digo enfadada, agarrando la mano de Logan y llevándolo hacia nuestras habitaciones.
—No tengo seis años, ¿sabes? —se queja Logan.
—No quería que vieras eso —le explico.
—Tengo dieciséis —se ríe.
—Quince —lo corrijo con una sonrisa.
Él gruñe. —Cumplo años dentro de dos semanas.
—¿Quieres ver una peli conmigo? —pregunto, señalando hacia mi habitación.
—Vale —dice con tristeza.
Nuestros padres se divorciaron hace sólo unos meses, y él lo llevó mucho peor que yo.
Siempre lo protegí de todas sus peleas durante años. Lo hacía venir a mi habitación y poníamos música a tope, y montábamos fiestas de baile.
Pero según fue creciendo, simplemente ponía una peli muy alta.
Quince minutos después de que Logan se quedara dormido en mi cama, lo arropo y salgo en silencio para hablar con nuestro padre.













































