
Las chicas y yo llevábamos años planeando este viaje a la cabaña de la montaña.
Después nos iríamos todas a la universidad. Pero hoy lo que quería era tranquilidad para sentarme a leer y relajarme.
Las otras dijeron que había un lago enorme donde podíamos ir a nadar. Yo no estaba segura. No me gustaban las aguas desconocidas. Tenía miedo de las cosas que me acechaban, cosas que no podía ver.
Empezaba a preguntarme por qué demonios había aceptado venir a este viajecito. Desde que salimos de casa, supe que sería un desastre total.
Cassie nos preparó comida: espaguetis a la boloñesa. Nos reímos mucho mientras comíamos. Bella abrió una botella de vino; era exactamente lo que todas necesitábamos.
Decidimos hacer una hoguera porque había una zona habilitada para ello. Nuestra primera noche iba a ser increíble.
―Recogeré leña en un rato. Quiero terminar de leer este libro que tengo. Os prometo que no tengo mucho más que leer.
Salí al porche. Esto era precioso. No había carreteras por las que circularan coches a velocidades ridículas ni el sonido de ninguna sirena. Solo me rodeaba la felicidad y tranquilidad de la naturaleza.
Me acomodé en el columpio que había colgado en el porche. Cuando abrí el libro, se me erizaron los pelos de la nuca. Miré hacia el bosque, presintiendo que había algo ahí fuera, aunque no pude ver nada.
Volví a mirar la página que estaba a punto de leer y me perdí en el libro.
―Alice, creí que habías dicho que ibas a recoger leña; pronto oscurecerá.
―Sí, mamá ―Le saqué la lengua, burlándome de Cassie, que siempre hacía de madre con todo el mundo. Aunque era dulce la mayoría de las veces. Cerré el libro al terminar el capítulo.
―Vale, ya voy.
―Las otras dos están preparando un cóctel; pero no preguntes qué lleva ―Soltó una risita, un poco achispada por el vino que había bebido.
―Ugh, espero que no sea como lo que hicieron la última vez, eso fue horrible.
Me encogí al recordar que era básicamente una mezcla de diferentes alcoholes.
―Sí, estoy preparando los malvaviscos. ¿Te imaginas a Tammy intentando apuñalar un malvavisco con un palo cuando esté borracha?
Las dos nos echamos a reír porque sabíamos exactamente lo que iba a pasar. Cassie volvió a entrar y yo me acerqué a una hoguera.
Había algunas ramas y trozos grandes de madera que habían dejado los campistas anteriores.
Fui a recoger leña suficiente para hacer un fuego decente para la noche. Acababa de volver con el segundo lote de leña que había encontrado.
Pensé que necesitarían algunos troncos un poco más grandes para quemar. No encontré ninguno cerca de la linde, así que me adentré un poco más en el bosque.
Tarareé para mis adentros mientras encontraba trozos más grandes.
Una rama se partió bajo mis pies y me sobresalté. Solté una risita, sintiéndome estúpida por haberme asustado. Empecé a preguntarme cómo iba a cargar con toda la madera cuando apareció Cassie.
―Nos preguntábamos dónde te habías metido. Sabes que no es seguro ir por ahí sola ―Miró con nerviosismo a su alrededor.
―Échame una mano, ¿quieres, Cassie?
Recogimos un par de troncos más y una rama grande entre las dos y la arrastramos de vuelta a la hoguera, cerca de la cabaña.
―¿Hay algo con lo que podamos cortar esto?
―Hay un pequeño cobertizo; ¿quizá haya algo útil dentro? ―Cassie señaló un cobertizo al lado de la cabaña.
Fui a ver qué encontraba. Abrí la puerta del pequeño cobertizo y rebusqué en él. Cassie se fue a la cabaña para lavarse las manos.
Estaba agachada, revisando las cosas que había en el suelo del cobertizo, cuando una sombra pasó por detrás de mí.
―Cassie, ¿eres tú? ―la llamé, pero no respondió.
Al encontrar el hacha que buscaba, me giré y me encontré con un lobo. Asustada, tropecé hacia atrás y me caí. Sujeté nerviosamente el hacha delante de mí.
―No tengo miedo. La usaré si es necesario.
Mi voz se quebró al final. Estaba nerviosísima mientras el lobo me miraba fijamente, con sus ojos ámbar casi brillantes; era precioso, exactamente igual que el que veía en mis sueños, el que yo había dibujado.
Me quedé mirándolo, preguntándome si sería un lobo domesticado; desde luego, no parecía tenerme miedo.
―¿Eres un lobo bueno? ―Me sentí un poco tonta hablándole―. Eres precioso. Ojalá pudiera tocarte.
El lobo inclinó la cabeza como si me entendiera y me mordí el labio inferior. No se había movido y seguía mirándome.
Recordaba haber visto un programa en el que decía que había que mostrar el dorso de la mano a los animales salvajes para que no pensaran que eras una amenaza y pudieran olfatearte. Mierda, ¿de verdad estaba haciendo esto?
Me temblaba la mano al levantarla y extenderla. Pensé que estaba a punto de mearme encima o de sufrir un infarto. Tal vez ambas cosas.
―No voy a hacerte daño ―suavicé mi voz. Estaba segura de que hacía algún tipo de ruido.
Me di cuenta de que aún tenía el hacha en la otra mano, así que la dejé con cuidado en el suelo, intentando no asustar al lobo.
Dio un par de pasos hacia mí y su húmeda nariz tocó mi mano.
Al instante la aparté, reaccionando, pero no se movió, así que volví a extenderla, esta vez, acariciando el lateral de su cara. Era impresionante. Supuse que era él.
Nunca había sentido algo tan suave en mi vida. Su pelaje era de diferentes tonos grises.
Sintiéndome más segura, me puse de rodillas y le pasé la mano por encima de la cabeza y detrás de las orejas, como se hace con un perro. A él pareció gustarle, bajó la cabeza e incluso me acarició con el hocico.
Me quedé atónita al ver lo amable que era, ¿o quizá estaba siendo tonta y me atacaría?
―Alice, ¿encontraste el hacha? ―Escuché la voz de Cassie acercándose.
El lobo salió disparado antes de que tuviera la oportunidad de abrazarlo. Sí, fui bastante tonta, pero me había sentido algo. No recibí malas vibraciones del lobo, solo irradiaba bondad.
Me toqué el corazón mientras una extraña oleada de emociones recorría mi cuerpo, casi como un sofoco.
―Oye, ¿estás bien? Tienes las mejillas rojas.
―Sí, estoy bien, me caí hacia atrás al oír un ruido.
Me levanté del suelo y me quité los restos de maleza del trasero. Cogí el hacha y nos acercamos al montón de troncos y ramas que habíamos recogido.
Cassie me ayudó a coger los trozos más pequeños mientras yo intentaba cortar los trozos más grandes.
―¿Dónde están todos los hombres altos, morenos y guapos cuando los necesitas?
Me reí entre dientes, pero mi mirada se dirigió a la arboleda. ¿Estaría allí mi lobo? ¿Por qué sentía una repentina excitación al pensar en él?
Todavía estaba tratando de averiguar cómo era el que vi en mis sueños. Tonterías, todo eran coincidencias. ¿Cuántos lobos grises debe haber por ahí?
―Tierra llamando a Alice.
―Oh, lo siento, creo que deberíamos encender el fuego. No puedo cortar esto más pequeño. Pondré el hacha en su sitio para que no se nos olvide luego.
―Bien, iré a por las chicas y sacaré los malvaviscos ―Cassie soltó una risita mientras volvía a entrar.
Volví a colocar el hacha y esperé volver a ver al lobo. Empecé a tener pensamientos extraños. Cualquier otra persona habría salido corriendo, gritando. Sabía que las chicas lo harían.
El lobo no apareció, así que me senté junto al fuego, que finalmente conseguí encender.
Más tarde, esa misma noche, estábamos las cuatro sentadas alrededor de la hoguera. Tammy y Bella tenían el cóctel que habían preparado.
A medida que avanzaba la noche, nos reíamos de lo tontas que habíamos sido antes, discutiendo sobre un hombre guapo al que probablemente ninguna de nosotras volvería a ver.
El cóctel estaba sorprendentemente bueno, para variar.
Tammy se rio y siguió rellenando las bebidas de todas. Cassie empezó a pasar los malvaviscos que antes había puesto cuidadosamente en los palillos.
―Tened cuidado, están calientes y os quemarán la boca ―nos recordó Cassie mientras los mordíamos.
―Joder... ―Bella saltó, abanicándose la boca―. Cariño, necesito un trago.
―Te dije que tuvieras cuidado ―le recordó Cassie, cerrando los labios para intentar no reírse.
―Sí, es que no pensé que fuera a estar tan caliente ―Bella mantuvo la boca abierta con la lengua fuera.
Yo mordisqueé el mío.
―Mmm, oh Dios, están deliciosos. Creo que voy a tener un orgasmo aquí mismo.
Continuamos más tiempo, teniendo cuidado con el siguiente lote de malvaviscos. Tammy se levantó y se tambaleó, riéndose.
―Me voy a la cama ―Caminó a trompicones hasta la cabaña.
―Sí, se está haciendo tarde. ¿Por qué no entramos todas? ―sugirió Cassie.
―Entrad vosotras. Me aseguraré de apagar el fuego.
En realidad, quería volver a ver al lobo.
De repente, oímos crujir las ramas de la línea de árboles que había justo detrás nuestro; todas se quedaron inmóviles y se miraron las unas a las otras.
―Estoy segura de que oigo respirar ―Cassie fue la primera en hablar, o más bien susurrar.
La cabaña estaba a pocos metros y la hoguera empezaba a apagarse. Solo brillaban las brasas más bajas. Tammy corrió hacia la cabaña mientras las tres permanecimos sentadas, congeladas, intentando escuchar.
Cassie tenía los ojos muy abiertos por el terror; era nuestra primera noche aquí y estaba segura de que pensaba que iba a morir. Miré más allá de Cassie y Bella, pero no pude ver nada.
―Vamos, probablemente solo sea un animal salvaje. De todas formas, yo no veo nada ―Me levanté, animando a las otras dos a hacerlo. Salieron disparadas y se apresuraron a volver dentro de la cabaña. Puse los ojos en blanco mientras recogía mi jersey, sobre el que había estado sentada.
Pateé un poco de tierra sobre las brasas de la hoguera, quedándome prácticamente a oscuras. Al alejarme de la hoguera, tropecé con un montón de leña que no había visto y caí sobre la hierba.
―¡Ay! ―Me froté la pierna donde me había golpeado.
Escuché un gruñido a mi lado. Entonces, sentí un aliento caliente sobre mí. Mi cuerpo tembló cuando me giré y me encontré cara a cara con un lobo, el mismo que había conocido antes.
Sus ojos color ámbar se clavaron en los míos y volví a sentir la misma intensidad y las mismas palpitaciones de antes. Estaba tumbada boca arriba y el lobo estaba encima de mí, con su lengua rozándome la cara y mojándome la mejilla.
Contuve la respiración y decidí pasar las manos por su precioso pelaje. Soltó otro gruñido grave cuando lo hice. Su mandíbula inferior se apoyó en mi hombro y mi mejilla se apretó contra el lateral de su boca.
No me sentí intimidada por la enorme bestia. Conseguí arrodillarme y el lobo apoyó su frente contra la mía, mirándome fijamente a los ojos.
―Eres precioso ―susurré mientras hundía mis dedos en su pelaje.
Su aroma amaderado combinado con vainilla almizclada me pareció extraño. Era como si quisiera más del lobo.
Salimos de nuestro mutuo trance cuando oí abrirse la puerta de la cabaña y unas luces brillaron en mi dirección.
El lobo se dio la vuelta y echó a correr, y mi cuerpo sintió un escalofrío antes de sentir la piel de gallina a lo largo de mis brazos.
―Alice, ¿qué estás haciendo?
―Apagué el fuego y luego tropecé ―dije la verdad, excepto que omití la parte en la que hablaba con un lobo.
―Ven adentro. Es demasiado peligroso salir sola.
Puse los ojos en blanco; fueron ellas las que se largaron y me abandonaron.
Recogí mi jersey y entré. Una vez dentro, estuve segura de ver un par de ojos ámbar mirándome mientras cerraba la puerta, y el mismo calor se extendió por todo mi cuerpo.