Tania Shava
Talia
Talia se despertó bostezando y estirándose. Pero rápidamente empezó a asustarse, porque definitivamente no estaba en su habitación. Los acontecimientos de la noche anterior empezaron a aparecer en su mente y se sintió mareada.
Había sido secuestrada.
Miró a su alrededor en busca de una salida, pero las ventanas estaban enrejadas y la puerta cerrada. Vaya, es como una prisión.
Empezó a sudar al pensar en lo que podría pasarle. ¿Por qué había sido tan estúpida? Debería haber esperado a Mia para volver juntas.
Aunque hubiera tardado mucho, al menos estaría a salvo en casa.
Pero no importaba, porque ahora esas hipótesis no podían salvarla. Nunca había sospechado que esto podría pasarle a ella.
Una cosa era oír hablar de casos parecidos, pero experimentarlo en tu propia carne era una historia muy distinta.
—Así que por fin te has despertado.
Dio un respingo y se le quedó la voz en la garganta. Tenía los ojos muy abiertos y estaba segura de que se iba a desmayar por el miedo y la ansiedad que empezaba a sentir.
No se había dado cuenta de que alguien entraba, ya que estaba sumida por completo en sus pensamientos.
Talia corrió inmediatamente hacia la puerta como un ciervo asustado. Cuando estaba a punto de alcanzarla, sintió que una mano la rodeaba la cintura y tiraba de ella hacia atrás.
El olor le resultaba demasiado familiar y vio tatuajes en sus manos.
—¿Crees que puedes escapar, Talia?
Estaba temblando de miedo. ¿Cómo sabía él su nombre?
—¡Responde cuando te hablo!
—Sí, pensé que podría escapar —tartamudeó.
Él se rió. Le soltó la cintura y la hizo girar para que ella pudiera mirarle.
—Nadie —su voz era escalofriante—, y me refiero a nadie que haya elegido para ser mío, me abandona jamás, ¿entendido?
Talia se limitó a asentir, asqueada por aquello, por el hombre que tenía delante.
—Bien, entonces una propuesta para ti. Vas a ser limpiadora o bien cocinera.
—¿Qué? —lo miró boquiabierta.
¿ME HA SECUESTRADO PARA SER SU SIRVIENTA? ¿NO PODÍA HABER CONTRATADO UNA?
—O tal vez prefieres complacer a mis hombres. Un juguetito como tú les encantaría —replicó Axel, como si leyera sus pensamientos.
Inmediatamente aceptó ser criada y le dijeron que fuera escaleras abajo, donde recibiría formación de una de las otras sirvientas.
Fue a darse una ducha rápida y cuando entró en el dormitorio se dio cuenta de que había un clásico uniforme de doncella sobre su cama, lo cogió y se lo puso. Le quedaba justo por encima de los muslos.
Se miró en el espejo mientras se recogía el pelo.
Bajó las escaleras y vio a una mujer de unos cincuenta años.
—Hola, querida, debes de ser Talia. Yo soy Helena.
—Hola —la saludó mansamente, y desde el primer momento supo que le iba a gustar.
***
Después de dos semanas teniendo que limpiar la enorme mansión todos los días, finalmente terminó su trabajo y se fue a su habitación.
Era realmente difícil de sobrellevar, le temblaban las manos y notó que había perdido mucho peso.
Talia había aprendido mucho de aquel lugar. Todos los viernes llegaban chicas que hacían todo tipo de cosas.
Las primeras veces se sonrojó por los ruidos que oía, pero pronto se acostumbró.
Siempre les daban la noche del viernes, los sábados y los domingos libres. Lo cual agradecía. Había una serie de normas, como que podían deambular por el lugar pero nunca intentar escapar.
Ella era la criada más joven, había cinco y las otras tres rondaban los veinte años.
No se relacionó con ninguna de las chicas, y agradeció que por fin fuese viernes. Se dirigía a su habitación para ducharse, cuando se fijó en la desconocida que se reflejaba en un espejo.
Se estaba contemplando a sí misma.
Había perdido mucho peso, tenía bolsas bajo los ojos y numerosos cortes y quemaduras por limpiar y cocinar.
Suspiró después de ducharse y se preparó para ir a la cama. De viernes a domingo siempre hacía lo mismo. Rara vez comía, solamente trataba de dormir durante esos días mientras se hundía en la depresión.
Talia nunca se había molestado en asistir a las fiestas o reuniones del personal. Soñar era su única escapatoria.