F.R. Black
Red
—Tierra a Red, ¿puedes oírme? Super Bicho aquí.
Puedo sentir mi corazón latiendo salvajemente mientras parpadeo, rezagos de luz que penetran en mi visión con salpicaduras de destellos.
—Mi cabeza —murmuro mientras mi visión intenta enderezarse. Mis ojos se abren y tardo un momento en registrar lo que estoy viendo.
Lo que veo me saca el aire del pecho. Los sonidos estallan a mi alrededor, abrumándome.
No puedo hablar porque un hombre y luego una mujer me revisan los hombros. Las alarmas suenan en mi cabeza. Hay gente por todas partes. ¿Dónde estoy?
—Flix —siseo, mirando a mi alrededor. Me siento como si estuviera en el centro de Tokio, pero en el futuro.
Estoy en una especie de mundo muy avanzado, en un enorme centro comercial. Todo es de un blanco cegador con luces parpadeantes de anuncios; aquí se domina la realidad virtual.
—Flix —vuelvo a sisear.
—Estoy aquí, oh sabia.~
Me agarro la cabeza en estado de shock. —Acabas de hablar en mi mente.
—Soy el Super Bicho en tu hombro, —~dice—. ~No me aplastes, por favor.~
Miro hacia mi hombro y veo un pequeño bicho metálico que vuela. —¿Eres tú?
—Uh, sí. No cualquier bicho-Super Bicho.
—Bien. ¿Qué es este lugar? —Respiro, esquivando a gente rara vestida de futurista en tablas flotantes.
—Este es el Sky Mall, conocido por sus periféricos holográficos. Los proyectores voladores son capaces de mostrar objetos virtuales, humanos, anuncios, o lo que quieran. Son intratables, ya que están controlados por una superfuente.
—Salvaje. No puedo creer que esto sea real —digo, viendo a personas informatizadas que caminan con pequeños proyectores redondos en la parte superior. Preguntan a la gente si necesita ayuda o dicen cosas sobre las tiendas que les rodean.
—Nerd en las calles, freak en las sábanas, —canta
—No necesitaba escuchar eso en mi cabeza —digo y empiezo a caminar.
—Omg, eres una mojigata secreta.
—No soy una mojigata —resoplo—, solo eres un bichito con una voz muy pequeña que parece demasiado feliz.
—Los bichos son felices, no puedo evitarlo.~
—¿A dónde voy?
—Espera.
Mis sentidos están a tope, siento un cosquilleo en la piel, casi eléctrico. Hay algo diferente en mí, puedo sentirlo, casi como si tuviera un sexto sentido.
—Me siento muy rara, no voy a mentir. ¿Hay algo malo en mí que deba preocuparme?
—¿Además de tu actitud?~
—Estoy hablando en serio, chico de los bichos —digo en voz baja.
—Es probable que seas una Valkiria Espiritual. Manejas un poder muy raro, así que debes sentirte diferente que antes.~
—Oh, se me olvidaba —digo asombrada, mirándome las manos, preguntándome qué soy capaz de hacer. Esto es muy extraño. Pero eso no ha cambiado mis planes, sigo saliendo de aquí en cuanto pueda.
Quiero decir, es tan genial aquí que casi ~no me importaría reubicarme, pero el costo de eso es el MATRIMONIO. No, por supuesto. Ningún lugar es lo suficientemente genial para eso.
Sonrío mientras miro hacia abajo. Siento que mis zapatos caminan sobre las nubes, el azul eléctrico ilumina el suelo
Tal vez cuando regrese, inventaré esto en la Tierra.
Pondré uno en mi bolso.
—Bien, escucha. Estos juegos ocurren cada tres años, y la forma en que eligen a sus jugadores de élite es similar a la del Tazón del Destino. Nos dirigimos al patio principal donde cientos de ordenadores escanearán tu mano en busca de sangre anormal. ~
—Recuerda, es como los X-Men: es muy raro tener habilidades. Hay diez mil millones de personas en este planeta y tardan meses en encontrar suficientes jugadores. Todo el mundo, por ley, tiene que escanear sus manos o será obligado —entona su vocecita.
Estoy ansiosa. Este lugar es tan extraño y diferente que me siento como si estuviera en un plató de cine.
Solía correr en pista en el instituto, y recuerdo que me ponía tan nerviosa antes de una carrera que me entraba el pánico. Esto es muy parecido a esa sensación.
Respiro profundamente.
Puedo hacerlo.
Es solo por un tiempo, solo aguanta.
—¿Simplemente sigo a todo el mundo?
—Sí, vamos por el camino correcto, lo sabrás cuando lo veas —~dice.
Hago contacto visual con un tipo cualquiera con una cresta blanca. Cuando pasa a mi lado, le oigo decir algunas cosas groseras.
—Hey baby —oigo decir a otro.
—¡Maldición! —Oigo, con silbidos.
—¡¿Qué pasa con el pelo, cariño?! —Oigo gritar a una mujer.
Es entonces cuando me doy cuenta de algo. Todo está muy apagado, en cuanto a colores. Todo es blanco, negro y gris, salvo las luces intermitentes y los proyectores.
La gente de aquí tiene el pelo blanco o algún tono de marrón o negro. Su vestimenta es similar.
Nadie lleva color.
Mierda.
No me extraña que Pierce quisiera mi pelo rojo, diciendo que es perfecto. Mis mejillas se enrojecen al ver que me miran por todas partes. Por primera vez en mi vida... me siento cohibida.
—¿Flix? —pregunto.
—Bichito sexy por aquí.
—¿Por qué no hay color?
—Porque así es la raza de los elfos. Todo el mundo quiere impresionarles, y llevar color, es. . . como una forma de deshonor.
—Tienes que estar bromeando —siseo, sin hacer contacto visual con nadie—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Pierce no me dejaba.
—¡Qué! —digo, y luego bajo la voz—. ¿Por qué diablos no?
—Porque pensó que te haría destacar.~
Maldigo en voz baja. —Esto va a ser una pesadilla.
Doblo una esquina y veo una enorme zona abierta con toneladas de ordenadores con escáner de mano. Cada uno tiene un tubo transparente que llega hasta el techo de cinco pisos. Los tubos parpadean con luces y la identificación de la persona que escanea.
Me siento como si estuviera en la cola del aeropuerto. Hay toneladas de gente, cientos.
—Las cinco primeras personas en escanear positivo son competidores de Thunia. Algunos ni siquiera llegan a escanear. Depende del distrito al que se llame.
—¿Dónde está Lila? ¿No está en esta nación?
Oigo gritar a un hombre con una gran ametralladora que parece un soldado de Star Wars. Les dice a todos que se pongan en fila y que tengan sus identificaciones listas. —¿Identificación? —pregunto, empezando a sudar.
—Bolsillo trasero.
Saco mi carné de identidad y me acobardo. Por primera vez, me avergüenzo de mi nombre, y no estoy acostumbrada a este sentimiento.
—¿Red Roayn? ¿Ese es mi nombre? ¿No solo sobresalgo como un pulgar dolorido, sino que mi nombre es Red?
Estoy perdiendo la cabeza.
—Big Red, baby.
Aprieto los dientes, odiando ahora ese nombre.
Lucho contra algunas emociones y continúo, levantando la barbilla. Soy Big Red. No me acobardo ni me importa lo que piensen los demás. Lo repito mientras siento que mi confianza se desvanece.
—¡Muévete!
Me tenso y sigo caminando.
El hombre de la pistola fea. Siento que me mira a mí y a mi pelo rojo.
Joder. ¿Por qué estoy actuando así? Me siento asustada y pequeña. Nunca me he sentido así. Ya casi es mi turno y veo que otros guardias me señalan. Quiero esconderme y gritar.
Este ordenador va a estallar cuando ponga mis manos sobre él. Mierda. ¡Ya estoy creando una escena con mi puto pelo! De la que nadie me habló. ~ J~ todos~.
No te emociones.
Sé una perra.
No siento nada.
—Big Red, puedo sentir que estás temblando, chica. Mantén la calma. Estos guardias no son agradables. No llames la atención.~
—Cierra tu boquita de bicho —siseo, sintiendo que se me acalambran los ojos. Resoplo, respirando con dificultad, queriendo salir de aquí.
—Respira profundamente, Red. Todo irá bien. Es tu turno.~
—No puedo.
—¡¿Qué quieres decir con que no puedes?! ¡Tienes que hacerlo!
Nunca he experimentado un ataque de pánico en toda regla, pero son reales, gente.
Siento como si alguien pesado estuviera sentado en mi pecho, una presión intensa, mi corazón late demasiado rápido, sudores fríos, visión borrosa. ¡Voy a morir! ¡No ~puedo hacer esto, quiero ir a casa!
—Red, ¿qué está pasando? ¿A dónde corres?~
¿Estoy corriendo?
Lo estoy haciendo.
¡Oh, mierda!
—¡Red!
DOLOR. Siento los brazos sobre mí, hiriéndome, inmovilizándome en el suelo. Dios mío, me han placado. Una gran multitud nos rodea.
Estoy mortificada.
Horrorizada.
No quiero estar aquí. Siento mis ojos acalambrados mientras las lágrimas que no he derramado en años caen por mi perfecto rostro. Un rostro que empiezo a odiar. Siento ira.
Siento mucha rabia. Mucha.
Me manipulan, me obligan a poner la mano en el escáner y casi me rompen la muñeca. Apenas registré las luces parpadeantes, las caras de sorpresa, los señalamientos.
Siento que la sangre caliente sale de mi nariz, y no me importa mientras me llevan. Me agarran la cabeza como si fuera escoria, tirándome del pelo dolorosamente.
Me llevan.
Estoy rota.