De camino al altar - Portada del libro

De camino al altar

EL Koslo

Capítulo 3: Primer año

PRINCIPIOS DE AGOSTO

—¡Ahí viene! —Un fuerte grito me llegó por encima del hombro cuando algo chocó contra mi espalda, seguido de una maldición amortiguada cuando el golpeteo de unas zapatillas contra el cemento sonó detrás de mí.

—¿Te encuentras bien? —El supervisor, sentado en un banco, cerró su libro y lo dejó caer sobre la madera desgastada mientras se dirigía en mi dirección.

Miró a la persona que estaba detrás de mí y luego sus ojos volvieron a los míos.

Un balón de fútbol rodó hasta detenerse a unos metros de distancia, y vi cómo un chico rubio con una barba incipiente se inclinaba para recogerlo mientras una mano se cerraba sobre mi hombro.

—Lo siento mucho. Mierda. ¿Estás bien? —Mirando hacia atrás, me encontré con un pecho macizo y sudoroso con un rastro de vello castaño que bajaba hasta un par de pantalones cortos atléticos.

—Hablando de puntería de mierda, Cor. ¿O estabas intentando llamar la atención de la chica más guapa de nuestro grupo? —se rio el rubio mientras se acercaba a nosotros.

—¿Qué? No. Joder... —maldijo el descamisado, murmurando la última palabra en voz baja. Se agachó un poco para poder mirarme a los ojos. Era alto. Muy, muy alto.

—No te he hecho daño, ¿verdad?

—No. Solo me has asustado. Estoy bien —aseguré.

Exhaló un suspiro y me sonrió, con un hoyuelo en la mejilla.

Tenía que admitir que me había dejado pasmada, pero no por el balonazo. Tenía el pelo castaño rojizo muy corto, con un pequeño mechón en la parte delantera que sobresalía.

Sus profundos ojos azules estaban enmarcados por unas pestañas caoba que resaltaban la forma almendrada de sus ojos. Tenía la cara, el cuello y el pecho cubiertos de pecas, entremezcladas con una piel suave y pálida.

—Cory, vuélvete a poner la camiseta y deja de comportarte como un imbécil —lo regañó el supervisor poniendo los ojos en blanco.

—Sí, Cory. Nadie quiere ser cegado por tu pálida blancura —se burló el rubio.

—Vete a la mierda, Jon. Solo estás celoso —se burló Cory mientras le daba la espalda a su amigo.

—¿De qué? ¿De tu incapacidad para apuntar? —se burló Jon con una sonrisa.

—Chicos. Dejadlo ya y lleváoslo a otra parte —suspiró el supervisor que parecía molesto con los dos.

Ambos dieron un paso atrás y empezaron a empujarse. El más alto, Cory, cogió una camiseta y se la puso mientras andaba al lado de su amigo.

—¿Seguro que estás bien? —Volviéndome hacia el supervisor, asentí con la cabeza y me centré en su cara.

—Lo siento. Esos dos idiotas inmaduros solo saben hacer honor a su reputación… —Puso los ojos en blanco.

Se le escapó una risa nerviosa mientras me sonreía.

No era tan guapo como los otros dos, pero tenía algo, con esas gafas y el pelo alborotado.

—¿Eres de mi grupo? —preguntó con curiosidad.

—¿Eres el que tiene nombre de col?

Joder. Oh, Dios. ¿En serio?

—Sí. El mismo. —Asintió—. Pero por favor, Dios, no hagas bromas sobre meterme en tu boca y escupirme. Eso es demasiado.

Mis ojos se abrieron de par en par y mis mejillas se encendieron.

—Lo siento, probablemente haya sido un comentario inapropiado —se disculpó rápidamente Cale.

—Uh… —Me quedé sin palabras.

—¿Cómo te llamas? Supongo que Krista o Kim.

—Vaya, eso es espeluznante. —Fruncí el ceño—. ¿Os enviaron fotos o algo así?

—No. —Sacudió la cabeza con una sonrisa divertida—. Hay dos chicas con nombres que empiezan por K, y me fijé en tu collar.

Bajé la mirada hacia el collar con mi inicial que llevaba justo por encima del escote de mi camiseta de tirantes. —Bonita capacidad de observación.

—Gajes del oficio. —Se encogió de hombros—. Estudio psicología. Se supone que soy capaz de leer a la gente.

—Tomo nota —le dije asintiendo con la cabeza.

—Y...

—¿Sí? —pregunté mientras me miraba expectante.

—¿Cuál? —preguntó.

Un fuerte grito atrajo mi atención hacia los dos chicos que se peleaban con el balón de fútbol.

—¿Qué? Supongo que el más alto.

Se rio y se volvió hacia mí. —Tu nombre. ¿Cuál es? ¿Krista o Kim?

—Oh, claro... —me interrumpí. Estaba empanada—. Krista. Soy Krista Greene.

—Encantado de conocerte. —Sonrió—. Soy Cale Roberts. Asesor residente en el edificio de hombres, quinto piso. Estudiante de psicología.

—Primer año, obviamente. —Le devolví la sonrisa con nerviosismo—. Edificio de mujeres, cuarto piso. Bellas artes.

—Todavía estamos esperando a algunas personas más. Así que puedes quedarte por aquí hasta que estemos listos para hacer nuestro primer ejercicio de formación de equipos.

Miré a mi alrededor y vi a un pequeño grupo de chicas sentadas contra un árbol, y luego a los dos chicos del campo que seguían dándole patadas al balón de fútbol.

—Yo me mantendría alejada de esos dos. Son un desastre. —Hizo un gesto con la cabeza hacia los chicos, y vi cómo el más alto tiraba de la camiseta del rubio y le golpeaba el estómago.

—Eso parece. —Asentí.

—Puedes unirte a mí en el banco si quieres —ofreció—. Te prometo que no muerdo.

—Eh... —Miré a las tres chicas que estaban sentadas juntas.

Una de ellas me miró y puso los ojos en blanco antes de volverse hacia las otras dos. Parecía que ese grupo no buscaba nuevos miembros. —Sí, gracias.

Volvió al banco y se sentó en un extremo mientras yo me bajaba torpemente los shorts y me sentaba en el opuesto.

Cale cogió su libro olvidado y lo abrió, mirándome de reojo antes de reanudar la lectura.

Sintiéndome más que un poco incómoda, saqué mi teléfono y empecé a hojear mis mensajes, viendo uno de mi nueva compañera de habitación y otro de Davis.

Alison¡Mi supervisora es impresionante!
KristaEl mío podría ser tan aburrido como la col que le da nombre.

Alison me devolvió una retahíla de emojis, entre ellos fuego, una col y varias caras sonrientes.

AlisonPero, ¿está bueno?

Lo miré de reojo.

KristaSí... Ugh.
AlisonEnvíame una foto.
KristaNo.
AlisonEres una sosa.
KristaEso dicen.

El mensaje de Davis era un GIF de un mono en un monopatín. Debía de estar aburrido.

Abrí una partida y jugué un poco antes de darme cuenta de que se nos había unido más gente y de que Cale ya no estaba al otro lado del banco.

—Muy bien, grupo tres. Es hora de formar parejas y conocerse. Elegid a alguien que aún no conozcáis y coged una hoja de preguntas para responder —anunció Cale.

Todos miramos torpemente alrededor del grupo, pero sentí que me ruborizaba cuando Cory me guiñó un ojo desde el otro lado. Dio dos pasos hacia mí antes de que sintiera un codazo en el brazo.

—¿Necesitas un compañero? —Miré al tipo que tenía al lado. Era más alto que yo, probablemente medía 1,80 metros. Tenía el pelo corto y bien peinado de color rojo fuego y la piel clara.

—Claro, soy Krista. —Asentí. Mirando hacia atrás a los demás compañeros, vi a una rubia con unos pantalones aún más cortos que los míos, riéndose de Cory con la mano en su pecho.

Este me miró y se encogió de hombros antes de volver a centrar su atención en ella.

—Trevor. —Mi nuevo compañero se presentó con la mano extendida—. Estudiante de biología. ¿Y tú?

—Bellas artes. —Sonreí mientras estrechaba su cálida mano y miraba sus oscuros ojos color avellana. Tenía unas pestañas largas y bonitas. ¿Por qué los chicos siempre tenían pestañas fantásticas?

—Vaya. —Sonrió con un movimiento de cabeza—. Yo no soy capaz de dibujar una línea recta.

—Te voy a contar un secretito —le dije mientras me inclinaba hacia él bajando la voz.

Me dirigió una sonrisa de complicidad.

—Yo tampoco.

Su sonrisa se iluminó, revelando unos dientes blancos y brillantes, pero luego miró muy serio nuestra lista. —La razón por la que estamos aquí...

—Mis padres me obligaron. —Se encogió de hombros—. Técnicamente, ya tengo suficientes créditos como para haber terminado el primer semestre, pero dijeron que tenía que intentar disfrutar de mi experiencia universitaria.

—Suena bastante razonable. Yo sólo quería instalarme pronto y hacer amigos. Mi compañera de cuarto prácticamente me empujó hasta aquí

Yo también odiaba tener que responder a todas esas preguntas tontas, pero supongo que para eso estábamos aquí.

—¿Qué parte de la experiencia universitaria os hace más ilusión? —leyó—. ¿Quieres responder tú primero?

Un grito procedente del otro lado del campo atrajo nuestra atención, y vimos a los dos chicos de antes, ambos con una chica subida a sus espaldas, corriendo por el césped.

—Parece que alguien más ha decidido que estas preguntas son una absurdez —se rio mientras contemplábamos la escena.

—Más o menos —me encogí de hombros. Entendía la necesidad de hacer actividades para conocerse, pero no dejaban de ser patéticas.

—De acuerdo. Hablemos en serio. Mis clases este semestre son todas optativas. Mi padre pensó que así tendría menos posibilidades de cagarla mientras me acostumbraba a la universidad —dijo en voz baja.

Se inclinó en mi dirección. —También me está presionado para unirme a su antigua fraternidad, para seguir su legado.

—Ni siquiera estoy seguro de lo que voy a hacer después de graduarme. Mi padre dice que mi carrera es una broma.

—Apuesto a que algunos de los de este grupo ni siquiera llegarán a la graduación.... —Señaló con la cabeza al tipo alto que intentaba levantar ahora al chico rubio.

Hablamos unos minutos más sobre las clases en las que estábamos matriculados. Sorprendentemente, íbamos a compartir una clase de Introducción a la Historia del Arte.

Trevor parecía simpático. Aunque era un poco demasiado serio, era fácil hablar con él.

—Muy bien, chicos —dijo Cale mientras daba la vuelta para colocarse delante del grupo. —Vamos a seguir adelante y empezar a caminar hacia el Salón de la Música.

—Hay una presentación para dar comienzo a la semana de orientación.

Trevor se levantó y me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo. Su mano era cálida y me encontré estudiando su rostro mientras sus dedos permanecían sobre los míos después de ponerme de pie.

—Gracias.

—No hay de qué —respondió mientras se metía las manos en los bolsillos y se quedaba a mi lado mientras el grupo empezaba a seguir a Cale.

Nuestro grupo se repartió en dos filas una vez que estuvimos dentro, pero con el ángulo de los asientos, me costaba ver el escenario a través de la cabeza del chico alto que estaba justo delante de mí.

—¿Quieres que te cambie el asiento? —Trevor susurró mientras se inclinaba hacia mí.

Observé cómo continuaba el extraño ritual de apareamiento que había comenzado en el campo. La pequeña rubia le susurraba al oído mientras él pasaba el brazo por el respaldo de su silla.

—No, estoy bien. No te preocupes. —Sacudí la cabeza.

—En serio, no me importa —insistió.

—Estoy bien, Trevor.

—Sí, Trevor. Está bien —dijo Cory con voz burlona—. A lo mejor le gusta mirarme la nuca. —El chico alto se había dado la vuelta en su asiento y me pilló mirando, arqueando una ceja en mi dirección.

—Bueno, es bastante grande —respondí con voz sarcástica—. Es difícil no verla.

—También tengo grandes otras cosas…. —El imbécil engreído tuvo el descaro de guiñarme un ojo.

—Um, no... —Me sonrojé cuando la chica que estaba a su lado se echó a reír y tiró de él para que la mirara.

—Es un imbécil —gruñó Trevor a mi lado con voz disgustada.

—Trevor, sé que tú también me has estado mirando el culo. —Cory sonrió hacia nosotros antes de mirar hacia delante y encorvarse en su asiento.

—Ignóralo —susurró Trevor mientras se desplomaba un poco en su asiento—. Los tipos como él son pura palabrería.

Las luces del techo se atenuaron y traté de concentrarme en el escenario para ver la presentación en la gran pantalla.

Era el típico vídeo de “esto es lo que ofrece nuestra universidad” que había en las páginas web de todas las facultades a las que había solicitado plaza.

Me preguntaba qué más nos depararía esta semana. Hasta ahora no había sido tan mala como pensaba.

Gracias a Dios, mi compañera de habitación me había caído tan bien en persona como en los correos electrónicos y mensajes que nos habíamos enviado.

No parecía que fuera a hacer muchas amigas en mi grupo. Todas parecían estar unidas a la pequeña rubia que me miraba mal mientras se cogía del brazo de Stretch Armstrong.

De todos modos, no necesitaba ni quería amigas así.

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