La gran nevada - Portada del libro

La gran nevada

Remmy Saga

Sesión acalorada

MAY

Aiden me devolvió el beso con hambre y me sujetó el pelo, tomando el control. Gemí, animando a Aiden a ir más allá.

Utilizó una mano para levantarme del sofá por el culo, dándole un apretón en el proceso. Chillé ante la repentina sorpresa y rodeé el torso de Aiden con las piernas, como él quería.

Le agarré el cuello con las manos y profundicé el beso. Hacía demasiado tiempo que no besaba a un hombre así, que no sentía esta pasión que había entre nosotros, y ahora que la había probado, no quería que se acabara.

Aiden entró por una de las puertas que vi antes, cerrándola tras él con el pie. Rompió el beso y me tiró sobre la cama. Jadeé mirándole con hambre. Sonrió con satisfacción y se quitó la camiseta.

Joder. ¿Por qué está tan bueno? Tenía varios tatuajes que le cubrían la mitad del torso y unos abdominales bien marcados. Estaba ensimismada, admirando su cuerpo esculpido, así que no me di cuenta de que sus manos buscaban mis piernas.

Agarró ambas piernas por el tobillo y tiró de mí hasta que estuve justo delante de él. Le miré descaradamente, pero Aiden sabía lo que estaba haciendo. Sabía que no podría resistirme a él.

Tanteó el final de mi top y dejé que me lo quitara. Llevaba un sujetador negro de encaje y pude ver cómo lo miraba. Sus ojos se oscurecieron y se arrodilló en la cama.

Me eché hacia atrás mientras me besaba a lo largo del cuello, chupando mi piel con fuerza, volviéndome loca de placer. No pude contener más mis gemidos. Me agarré con fuerza a Aiden mientras seguía devorándome el cuello.

Me bajó lentamente el tirante del sujetador por el hombro mientras seguía dejándome un chupetón. Gemí más fuerte, sintiendo una necesidad palpitante en mi interior.

Necesitaba algo de alivio, así que levanté las caderas hacia la pelvis de Aiden, frotándome contra su polla todo lo que podía, para obtener algo de satisfacción, pero Aiden se rio entre dientes y utilizó su mano para empujar mis caderas hacia la cama.

—Todavía no, preciosa. Tenemos todo el tiempo del mundo. Voy a tenerte rogando por mi polla cuando termine contigo.

Me gruñó al oído mientras su mano bajaba una de las copas del sujetador y se llevaba el pezón erecto a la boca, chupándolo mientras me desabrochaba los vaqueros.

Tiré del pelo de Aiden, empujándolo más cerca de mí. La mano de Aiden viajó bajo mis vaqueros hasta llegar a mi coño por encima de la ropa interior.

Pasó un dedo por mi sexo, recorriendo mis labios vaginales, tomándose su tiempo para disfrutar de cada centímetro de mí. No podía esperar más. Tiré de la cabeza de Aiden y mi pezón se liberó de su tortura.

Pero antes de que pudiera hacer el siguiente movimiento, Aiden se había levantado de la cama. Se desabrochó el cinturón y lo tiró.

Contuve la respiración mientras miraba el bulto bajo sus bóxers. Aiden sonrió satisfecho mientras se arrastraba hacia mí y me quitaba los vaqueros para mostrar el tanga de encaje negro a juego con el sujetador.

Gracias a Dios que no llevaba mis bragas de abuela.

—Joder, estás hecha un desastre ahora mismo. Me encanta —gruñó, mirándome hambriento, con los ojos recorriendo mi cuerpo.

Mi corta melena morena estaba esparcida sobre la almohada, respiraba con dificultad, con una marca roja oscura definida en mi cuello.

Uno de mis pechos estaba al descubierto, aún húmedo por los labios atormentadores de Aiden. Un aro plateado decoraba mi vientre y mi tanga dejaba al descubierto mi culo regordete que volvía loco de necesidad a Aiden.

—Ahora compórtate, o usaré el cinturón. ¿Lo has entendido? —Mis ojos se abrieron de par en par al oír eso, preguntándome todas las formas posibles en que usaría el cinturón conmigo.

Asentí rápidamente, pero eso no satisfizo a Aiden.

—Dilo. —Aiden empezó a besarme por el cuerpo otra vez, comenzando por el cuello, dejando besos húmedos bajando por mis pechos, chupándome el pezón brevemente, llegando hasta el estómago, por encima de mis bragas.

—¡Sí! —jadeé al sentir su aliento caliente en mi coño. Se rio ante mi impaciencia. Me besó la cara interna de los muslos, cerca del coño, pero nunca me dio lo que quería. Me puso boca abajo como si fuera una muñeca de trapo.

—Ponte a cuatro patas. Joder, tu culo está pidiendo unos azotes. —Me mordió la nalga y chillé, girando la cabeza para mirarle una vez que estuve colocada.

Me devolvió la mirada con un brillo en los ojos, liberando mi pobre nalga, ahora roja con su marca. Estaba orgulloso de ello. Me dio un rápido y firme azote, haciéndome aspirar una bocanada de aire.

Disfrutaba cada pequeña reacción que obtenía de mí. Podía sentir su polla endurecerse, y sabía que los dos queríamos lo mismo, que simplemente me follara.

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