La sombra del dragón

Recuerdo nuestro primer encuentro. Le había estado observando, con la mirada puesta en la luz que brillaba sobre las líneas de su mejilla izquierda.

La piel se desprendió y se agrietó por su incapacidad de permanecer como humano durante mucho tiempo.

La luminiscencia era del Fuego Roto, que brillaba debajo de un Dragón que había estado en demasiadas batallas y peleas.

Un Dragón que ha perdido demasiado.

Las dos chicas con las que estaba no se interesaron por ninguno de los viajeros.

Summer y Elena no sabían quién era, y se limitaron a mirarlo sentado en la barra. Pero yo había oído las leyendas.

La Storm de la Horda Perdida. Una historia sobre una Horda de Dragones que en su día se consumió con una sed de sangre extrema y una pasión más allá de los límites aceptables.

El sexo era tan violento que quemar a las compañeras era una práctica habitual... Y después de todo lo que habían tenido que vivir... Al final, sólo un Dragón salía vivo.

Storm. Un Dragón plagado de Fuego Roto identificador, que brillaba permanentemente a través de las grietas de su mejilla izquierda.

También era famoso por su pelo plateado y quemado, que refleja el color de sus escamas en forma de nube de trueno. De ahí su otro apodo legendario: Sombra en el Cielo, invisible para el ojo mortal.

Y aquí estaba, bebiendo vino.

Mientras me dirigía a las escaleras que llevaban a la habitación que compartiría con mis dos amigas, se tragó su jarra de líquido rojo sangre en unos cuantos tragos sin esfuerzo.

Se levantó para darse la vuelta y salir del bar, mientras nadie le prestaba atención. Sólo los dragones se darían cuenta de la magia que se filtraba por su piel; para cualquier otro, se disfrazaba de viajero.

Pero no para mí.

Yo era un Dragón, uno de Silver como él.

Nací con la capacidad de persuadir a los demás con mi propia Magia del Corazón, el Fuego del Dragón basado en el sentimiento.

No era algo que utilizara para el mal, ya que me proporcionaba un abrumador sentimiento de empatía por todos los seres vivos.

Pude comprobar que este mítico personaje de las pesadillas infantiles que no debería existir rezumaba todo lo contrario: Magia del Corazón manchada y ensangrentada.

Heridas mentales abiertas, aún no curadas, pero abrazadas.

Recuerdo cómo se dio la vuelta para marcharse y se detuvo, sorprendiéndome mirándole fijamente mientras mis dos amigas seguían subiendo las escaleras, y yo seguía atascada en el último escalón.

Pasaron tres impactantes segundos mientras sus ojos dorados me observaban.

Un escalofrío recorrió mi alma, como si hubiera conocido la muerte... o algo igual de poderoso.

Inclinó la cabeza.

Y luego se fue.

Y me quedé sin aliento.