El silencio otorga - Portada del libro

El silencio otorga

Iandra Taylor

Capítulo 2: Hacia dónde se dirige

JAQUELINE

Hice la cena como todas las noches. Russ envió un mensaje diciendo que había habido una emergencia en la oficina y que llegaría tarde.

«Emergencia», sí, claro, pensé.

Necesitaba asegurarme de que él no fuera el primero en pedir el divorcio, porque definitivamente iba a haber divorcio. Necesitaba tantas pruebas como fuera posible. Me aseguraría de que ese gilipollas y esa rompehogares sufrieran.

Acababa de servir la comida cuando oí abrirse la puerta del garaje. Respiré hondo y aparté de mi mente la tristeza y la rabia. En cuanto se abrió la puerta, esbocé una sonrisa y puse cara de ama de casa feliz, aunque en el fondo quería darle un puñetazo en la garganta al imbécil que había entrado.

—¡Jack! ¡Estoy en casa, cariño! —oí que Russ gritaba. Me enderecé y me di la vuelta.

—¡Hola, cariño! Espero que tengas hambre. He hecho filete con verduras —dije, tan azucaradamente que pensé que acabaría con dolor de muelas.

—¡Sí, hoy se me ha abierto el apetito! Todo ese trabajo fue agotador —dijo Russ mientras se acercaba y me besaba la mejilla.

—¿Pudiste reparar mi coche? —le pregunté. Estaba seguro de que la respuesta era no, pero iba a hacerlo sudar un poco la gota gorda.

—Eh, no, no estaba listo. Estaban atrasados y recibí esa llamada de emergencia. Lo cogeré la semana que viene en algún momento. Lo siento —dijo Russ.

Noté cómo se le enrojecían las orejas y se frotaba la nuca. Sin duda estaba mintiendo. ¿Es que nunca le había prestado suficiente atención?

—Está bien, cariño. Puedo aceptarlo. Has estado trabajando mucho. No quiero que tengas que hacer más de lo necesario —dije sentándome a su lado en la mesa. Sentí un fuerte olor a ese perfume floral y se me borró la sonrisa por un momento. Bajé la mirada hacia mi plato para que no me viera.

—Gracias, Jack. Eres la mejor —me dijo y me dio una palmadita en la cabeza.

—De nada, cariño —dije, pinchando un trozo de filete con el tenedor.

***

El día siguiente pasó como un soplo. Russ se fue a jugar al golf con su padre mientras yo me quedaba charlando con Maxine. Podía ser que detestara la idea de que aquel hombre volviera a tocarme, pero no me desquitaría con mi familia política.

—Jaqueline, no sé qué haríamos sin ti. Mi hijo tomó la mejor decisión de su vida cuando se enamoró de ti —dijo Maxine cogiéndome la mano.

Le cogí la mano y me sentí culpable por no haberle contado lo que nos pasaba a su hijo y a mí. Pero fue solo un segundo. No podría vivir el resto de mi vida así solo porque no quería hacer daño a Rich y Maxine.

Russ era su único hijo. ¿Quién querría enterarse de que su hijo había tenido una aventura? No quería ser la que rompiera su confianza en Russ.

—Gracias por eso, Maxine. Siempre es bueno oír algo amable —dije, dándole una palmadita en la mano. Oí abrirse la puerta principal. Russ y Rich entraron riendo.

Los dos parecían habérselo pasado muy bien mientras estaban fuera. Entraron en la habitación y me maravillé de lo mucho que se parecían. Ambos altos, morenos y diabólicamente guapos.

Russ me miró y, por un momento, casi me olvidé de su engaño. Su mirada era cariñosa, mezclada con algo más. ¿Quizá culpa? Russ nunca había tenido motivos para mirarme con culpabilidad, pero ahora que sabía lo de la aventura, no podía estar segura de nada.

Russ me dedicó una media sonrisa. La sonrisa no le llegaba a los ojos. Podía sentir la falsedad de todo aquello. No quería sonreírme, ya fuera por culpa o por no quererme más.

***

Cuando por fin llegamos a casa, subí a ponerme algo más cómodo. Había estado más tensa que la cuerda de un violín y necesitaba la mayor comodidad posible. Volví a bajar y oí a Russ susurrando en su teléfono.

—Ayer estuve contigo todo el día. Si no paso algo de tiempo con ella, va a sospechar —podía oírlo pasearse—. ¡No, claro que te sigo queriendo! Te lo dije, estoy tratando de arreglarlo para que ella no se entere de nada.

¿Así que ese gilipollas no solo me estaba engañando, sino que planeaba dejarme sin nada? Si aún no estaba decidida a dejarlo, seguro que lo estaba después de oír eso. Una mujer despechada no se andaba con chiquitas, y yo estaba bastante despechada. Una nueva parte de mí se había despertado.

—Russ, cariño, ¿quieres una copa de vino? —grité mientras me dirigía a la cocina. Lo oí moverse y susurrar antes de que me contestara.

—Claro, cariño. Estaré allí en un segundo —gritó.

Volví a oír susurros. Suspiré exhausta mientras sacaba dos copas y servía hasta arriba . Russ estaba jugando a un juego peligroso, y ahora que me había quitado las anteojeras, iba a ser una rival dura. Me reí mentalmente de lo tonto que era todo aquello, pero podía jugar a ese juego.

El hombre con el que vivía no era quien yo creía, ni era tan listo como yo creía. Claro, yo no me había dado cuenta de nada hasta ese momento, pero cualquiera con cerebro sabe que no hay que ser descubierto así. Oí sus pasos mientras se dirigía a la cocina y sonreí.

La semana siguiente a esas horas, todo habría cambiado. Estaría libre de todo y seguiría adelante con mi vida. Nunca más tendría que pasar por algo tan horrible.

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